Las primeras luces del amanecer pintaban de anaranjado el río Saona. Sentado sobre la cama, él podía ver a la silente Lyon saludándole de vuelta a través de la ventana. Las sábanas todavía cálidas le invitaban a enredarse de nuevo entre ellas, pero él sabía que no tenía caso intentar dormir; su mente era un hervidero ante todos los recuerdos acumulados de los últimos tres meses.

Respiró profundo rememorando la noche anterior; aún no podía creerlo, pero ahí estaba, anonadado por el pasado inmediato y temeroso por el futuro próximo. Consciente del poco tiempo de paz que le quedaba, podía sentir ese impulso casi instintivo, como si una voz gritara dentro de su cabeza, ordenándole imperativamente que dejase constancia de lo vivido.

Sin más preámbulos, abandonó definitivamente el paraíso compartido que yacía latente sobre el tibio colchón y se puso de pie. Buscó su chaqueta entre toda la ropa desperdigada por la habitación y al encontrarla, sacó de ella un pequeño dispositivo negro. Entonces caminó hasta la ventana y volvió a mirar a través de ella, apreciando cada detalle de la tranquila Lyon al recibir de lleno el amanecer, sabiendo que muy probablemente esa sería la última vez que sus ojos verían aquel hermoso panorama.

Las palabras permanecían engatilladas en su boca, ansiosas por salir. Sin embargo, como buen parisino de la década de los 50, la paranoia de sentirse observado en todo momento le impedía hablar sin seleccionar cuidadosamente sus palabras.

Lo siguiente fueron largos minutos de silenciosas cavilaciones hasta que sus labios pronunciaron las palabras mágicas:

—A la mierda todo...

Finalmente, presionó uno de los botones del dispositivo que sostenía en su mano y una pequeña pantalla se desplegó, mostrándole su propio rostro a través de la cámara frontal. Presionó un segundo botón y un pequeño cuadro holográfico se proyectó desde el artefacto, con la leyenda: Reconocimiento facial completado, puede comenzar ahora. Presionó un tercer botón y enseguida se encendió una luz roja en la parte superior del dispositivo.

Él hizo una última pausa antes de proseguir. Dio un profundo suspiro y el relato de un doble agente comenzó a brotar a través de sus labios...

—Lyon, 16 de abril de 2057...

»Por este medio, quiero dejar el verdadero registro de todo lo ocurrido el último tiempo. Por lo pronto, solo diré que se avecinan eventos importantes de los que nadie podrá escapar.

»Llegué a esta ciudad el 5 de febrero del presente año, y esta misma noche volveré a París, convertido en alguien completamente distinto. Una vez conoces al verdadero poder en carne propia, no hay forma de volver a ser el mismo.

»Mi nombre es Ivan Naydenov Leranov, y quiero contarles una historia, la historia de una lechuza blanca...