«Capítulo 5»
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ObiHidan.
5. Sorpresa.
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Una tenue luz golpeó el rostro del albino, molestandole de forma leve y provocando que este se voltease hacia el lado contrario, colocandose la delgada sábana sobre su cabeza. Con un pequeño bostezo este estira su mano inconscientemente por el colchón, sintiendo un extraño vacío en aquella cama y por más que busco en su mente intentando identificar aquel sentir extraño, no pudo recordarlo por completo.
Su mente aún se sentía adormecida, deseando en sus adentros el poder seguir en el mundo de los sueños, pero con el pasar de los minutos la luz del sol que se encontraba atravesando la ventana se intensificaba, impidiéndole así su tan ansiado sueño. Maldecia haberse acostumbrado a la oscuridad de su habitación, debido a la falta de ventanas de esta. Con un poco de pesar el albino empezó a retirar la delgada tela de la sábana sobre su rostro, cerrando sus orbes casi al instante al sentir como el calor del brillo del sol en la mañana se adentraban casi por completo en aquella habitación.
Se sentía como si estuviese en la sala de la cueva junto a la ventana de esta a medio día, exacto, un maldito lugar muy caluroso y lleno de luz, no comprendía en lo absoluto el como ese era el lugar preferido de la única mujer de la organización y jamás lo entendería. Al por fin acostumbrarse a aquella claridad tan cegadora, inspeccionó el lugar con su mirada notando así la falta de algunas cosas pertenecientes al azabache, como sus sandalias ninjas y su camisa.
Al notar aquel detalle un sudor frío recorrió su espina dorsal casi en su totalidad y en menos de un segundo ya se había reincorporado en la cama con rapidez, quedando sentado en el lugar para después levantarse por completo y correr al baño, abriendo la puerta de este con rapidez. El pánico empezaba a llenar su ser por completo, el sentimiento de miedo llenaba su pecho y su respiración se aceleró. Su propio corazón latía con fiereza contra su caja torácica, pensamientos negativos empezaban a abarcar su propia mente.
El temor sobre un posible abandono abarcaba todo su ser, preguntándose el que había hecho mal para que el mayor decidiese irse sin avisar, ¿Realmente estaba tan determinado a irse que decidió hacerlo cuando dormía? ¿Tan poco le importaron sus palabras? Ante tales pensamientos el albino mueve su cabeza de un lado a otro, alejando aquellas dolorosas posibilidades. Obito no era ese tipo de personas, él no se iría sabiendo el daño que podría ocasionarle, no le abandonaría en aquel instante.
¿...Verdad...?
Sus propios orbes empezaron a cristalizarse mientras unas pequeñas lágrimas escapaban de estos, resbalando a través de la fina piel de sus mejillas y humedeciendolas. Se sentía asfixiado, ahogado en aquel mar de emociones dolorosas que abarcaban su pecho en aquel instante, su respiración era errática y en vano intentaba calmarla. Un sentir de completo dolor le recorría de pies a cabeza, aquello... Ardía como los mil demonios.
Inesperadamente el tenue chirrido de la puerta de abedul lo saco de sus propios pensamientos, llamando su atención casi por completo y el albino no pudo evitar girar su rostro con rapidez hacia aquel pequeño sonido. Un suspiro de alivió inesperadamente escapó de sus labios al observar aquella cabellera azabache frente a él, ahí estaba, no se había ido... Estaba justo enfrente suyo. Su llanto se intensificó casi al instante de reconocerle por completo y sin poder evitarlo salió disparado hacia el, enrollando sus propios brazos en el cuello del mayor, abrazándole con fuerza como si este en cualquier instante pudiese desaparecer.
Obito correspondió aquel abrazo inesperado con su brazo izquierdo, acariciando levemente el inicio de los pequeños cabellos que adornaban su nuca y le apego a su pecho con delicadeza, por su parte el Jashinista hundió su rostro en el pecho del más alto, soltando un tenue suspiro contra la tela de aquella camisa.
—¿Qué sucede?
Inquiere el Uchiha en un pequeño susurro, apretando el hombro de este con su mano. Los orbes del azabache solo podían observar el blanquecino cabello del menor, puesto que este no le dejaba ver en lo absoluto su rostro, pero al cabo de unos pocos segundos fue aflojando aquel agarre tan desesperado contra él.
—Creí... Que te habías ido.
Obito le mira con detenimiento y el albino no alejaba su rostro del pecho de este debido al fuerte sentimiento de vergüenza que empezaba a invadirle, preguntandose en sus adentros el cómo pudo dejarse llevar por ese tormentoso pensar y dudar, porque si lo aceptaba, había dudado de él.
—Descuida, solo fui por el desayuno.— Le dice con calma, dando leves masajes en su espalda en forma de consuelo.— Puedes estar tranquilo ahora, estoy aquí.— Ríe en un tono bajo.
—...De acuerdo...
—Vamos a desayunar, ¿Vale?— El menor asiente.— Debemos regresar a la cueva.
Con lentitud el menor se alejo del Uchiha, quien le siguió el paso y juntos se sentaron sobre el colchón. Obito repartió entre ambos lo que había comprado, mientras el albino tan solo le observaba en un pequeño silencio. Al pasar de los minutos ya ambos habían ingerido los alimentos y el Jashinista sintió como sus energías se recuperaban por fin, la tensión que al inicio había llenado la habitación de a poco se iba disipando mientras ambos terminaban de alistarse para regresar.
El camino a la cueva fue calmado y un tanto silencio, pero ambos agradecían en sus adentros el que este no fuese incómodo. Durante uno que otro momento tuvieron pequeñas conversaciones monótonas, intentando evitar por completo el tema de la casi partida del mayor u sobre que harían al ya estar en casa. El Uchiha alzó su mirada hacia el frente y visualizo la entrada a la Akatsuki-cueva, pero el camino se le había casa vez más largo y la tensión empezaba a instalarse en sus hombros.
Cuando por fin ambos ingresaron dentro de esta, notaron el como las luces de la sala se encontraban apagadas, dando a entender que posiblemente todos aún se encontraban durmiendo en sus habitaciones. Pero el pequeño brillo que escapaba bajo la puerta de la cocina llamo la atención de ambos, por lo que sin más y deseando no llegar a sus propias habitaciones se dirigieron hasta esta. Al entrar notaron la presencia de la única mujer en la organización y del líder de esta, ella se encontraba cocinando mientras el pelinaranja leía el periódico.
Pero al notar a los recién llegados ambos dejaron de hacer sus propias cosas y antes de que alguno pudiese decir algo, el dios del dolor le hace una seña al Uchiha y ambos salen de la cocina, dejando solos a la fémina y al Jashinista. A pasos lentos ambos se dirigieron hasta la oficina de Pain y al estar frente a esta este mismo se encargó de abrir la puerta, dejando al azabache entrar primero para después adentrarse el mismo y cerrar está tras de si.
—¿Pain?
Pregunta el azabache ante el silencio del dios del dolor, pero este tan solo suelta un suspiro de cansancio absoluto y niega al mismo tiempo que tomaba asiento en su silla, sujetando su cien antes de devolver su mirada hacia el Uchiha.
—Sere claro y preciso.— El tono frío de su voz, solo hizo que el azabache se empezase a preocupar.— Deidara y Kakuzu se marcharon hace una hora a una misión de tiempo indefinido.
Tras la inesperada notícia, un sudor frío recorrió el cuerpo del Uchiha de pies a cabeza, provocando que su propia respiración se detuviese en seco. Vale, aquello le había tomado por sorpresa.
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Continuara.
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¡Hola!
¿Que les pareció?
¿Les gusto esta extraña idea? Espero que si.
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Escrito:26/12/21
Publicado: 08/01/22
1298 Palabras.
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