«Capítulo 12»
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ObiHidan.
12. La razón.
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Un pequeño niño albino con apariencia de tener no mas de unos siete u ocho años de edad, se encontraba jugando con otro niño el cual vivía al lado suyo, sus casas estaban una al lado de la otra no estando tan lejanas de las demas de aquella aldea. Su casa no era un lugar tan grande a decir verdad, a pesar de estar ubicada en Yuugakure —Tambien conocida como la Aldea Oculta de las Aguas Termales.— un lugar que perdió su potencia militar mucho tiempo atrás, decidiendo volverse una aldea pacífica y dedicar sus ganancias al turismo, ya que desde entonces está es su fuente principal de ingresos.
La vida de Hidan no era realmente la mejor, no tenia hermanos ni primos o demás familia a parte de sus padres, quienes a decir verdad no tenían una muy buena relación. Azumi, quien es su madre era una persona realmente sumisa que le costaba mezclarse con las personas, pero tal y como su nombre significa ella siempre ha sido su lugar seguro. Por otro lado, su padre quien llevaba por nombre Ryu es una persona valiente y audaz, alguien que no teme decir lo que piensa y es completamente seguro de si mismo.
A decir verdad, aquella pareja era realmente muy joven puesto que Azumi había tenido a Hidan a los diecinueve años de edad, contando ella ahora con veintiséis y Ryu era un año mayor que ella. Ambos fueron niños sin hogar y se habían conocido en las calles, se hicieron amigos y cuando cumplieron los quince años, se volvieron pareja hasta el momento en el que al ser mayores de edad, decidieron casarse y con sus pocos ahorros comprar una pequeña casa.
—¡Eres muy lento!
Exclama el pequeño albino a su acompañante, el otro niño se encontraba levemente inclinado mientras sostenía sus pequeñas rodillas y jadeaba, aquel pequeño siempre jugaba con Hidan cuando los demás niños no lo hacían y a pesar de ser solo ellos dos, siempre lograban divertirse en gran manera.
—Es que tú nunca te cansas.— El niño castaño se deja caer sentado en el suelo y mira a Hidan con un puchero.— Deberíamos irnos a casa, ya está anocheciendo.
Era cierto que cuando empezaron a corretearse mutuamente se alejaron del pueblo de gran forma, pero para Hidan ello no era un problema puesto que no era la primera vez que se alejaban tanto a esas horas. El albino le extiende la mano a lo que su compañero la toma y se levanta con su ayuda, Hidan le señala un extraño brillo que se veía lejano y le sonríe con picardía, insinuandole ir a ver de qué se trataba.
—Vamos, Haru, no seas miedoso.— Suelta el más alto al ver que el castaño ponía una leve expresión de terror.— No va a suceder nada, no te preocupes.
El pequeño albino le resta importancia, sujeta nuevamente la mano de su acompañante y jala de él. Corrieron juntos hasta adentrarse más en aquél pequeño bosque, miles de luciérnagas alumbraban entre los árboles, los niños veían cautivados ese hermoso brillo. Ambos se sentaron en el suelo admirando aquello. Hidan lo veia con una gran sonrisa, jamás había mirado algo así en su vida.
—Deberiamos volver.
El niño a su lado era temeroso, pero incluso Hidan empezaba a tener un mal presentimiento y ello no era muy común. El peliblanco asiente levemente decidiendo por fin hacer caso a su amigo, ambos caminaban entre la oscuridad, los árboles se veían imponentes mientras ambos niños los atravesaban. Ahora notaban que realmente se habían alejado más de lo que era debido y eso no pudo evitar asustarlos un poco, temerosos tomaron sus manos, Hidan intento ser fuerte y miro con seguridad a su amigo, intentando reconfortarlo.
Ambos empezaron a correr para así poder llegar un poco más rápido, a lo lejos lograban notar las luces de su aldea pero... Había algo diferente. El brillo era más intenso de lo normal y mientras más se acercaban empezaron a ser consientes de que unos fuertes gritos provenían del lugar. Hidan y Haru se detuvieron al llegar, observando todo en llamas mientras las personas corrían despavoridas, huyendo de miles de ninjas que lanzaban jutsus y sus armas a todos los que se atravesaran en sus caminos.
—¿Qué sucede?— El cuerpo de Haru temblaba atrás de Hidan.
El caos era palpable, ambos niños estaban asustados. Hidan agarro nuevamente la mano de su amigo y ambos corrieron hacia la casa del albino, esquivando a las personas que huían mientras intentaban esconderse de los ninjas que aún atacaban su pequeña aldea. Haru abrió grande sus ojos al ver tanto su hogar como el de Hidan prendidos en llamas, lágrimas empezaron a correr por sus ojos y por inercia se solto del mayor para luego correr hacia allí.
—¡Haru, no!
Hidan apenas pudo reaccionar al sentir el movimiento del menor, intento sostenerlo nuevamente pero fue en vano, él ya estaba al lado del cadaver de su madre llorando desconsoladamente. El Albino se encontraba en shock, no veía a sus padres por ningún lado y el ver a su amigo abrazando el cuerpo inerte de su propia madre solo le hizo pensar lo peor.
Su cuerpo empezo a temblar y por primera vez en muchos años sus ojos empezaron a derramar lágrimas, su madre... Su padre... Su hogar. Todo se encontraba destruído a su alrededor y no podía evitar sentirse abrumado, pues a pesar de todo, aún seguía siendo un niño pequeño.
El grito de Haru lo saco de su ensoñación, al levantar su mirada vió como un ninja atravesaba el cuerpo de su amigo con una espada, quiso ir y ayudarle pero su cuerpo no se movía en lo absoluto, el miedo le había paralizado. Otro ninja se dirigió hasta él y sin poder hacer cualquier otro movimiento le proporciona un golpe en el estómago, todo empezó a volverse borroso hasta convertirse en oscuridad.
Ante aquél relato de parte del Jashinista, Obito solo lo miraba en silencio, el menor mantenía su cabeza gacha pero el azabache notaba con claridad como su mirada se había ensombrecido y sus orbes mostraban dolor. No dijo nada, no le obligó a continuar, solo tomo su brazo y le jalo hacia su cuerpo provocando que la cabeza de Hidan descansase sobre su pecho, los fuertes brazos de Obito le rodearon.
Hidan decidió continuar.
—Cuando desperte, estaba en una habitación blanca con muchos niños de diferentes aldeas. Solían experimentar con nosotros y ver quien podría llevar la voluntad de Jashin.— Óbito empezó a acariciar su espalda, dándole valor.— Uno a uno, fueron muriendo por las heridas letales... Hasta que fue mi turno, fui aislado entre miles de libros sobre la religión los cuáles me obligaron a leer hasta la última palabra.— Hidan aprieta la camiseta del azabache.— Poco a poco sentía como iba perdiendo mi cordura, sentía que esas personas no entendían el trasfondo de su religión, pues ninguno había logrado la inmortalidad.
El Uchiha se sentía abrumado, jamás esperó que la historia del menor fuese tan... Trágica, ni mucho menos la comprendía en su totalidad, Hidan se mostraba tan alegre y burlón que mentiría si dijese que lo hubiera esperado. Cuando estuvo a punto de hablar el menor continúo.
—Rece a Jashin por semanas, aferrandome a esa fé que ellos "amaban" con el único propósito de... Sobrevivir.— Hidan suspira y se aleja de Obito, por fin mirándole a los ojos.— Lo creía todo perdido cuando por fin me llevaron a la habitación de donde solo salían cadáveres, ahí dentro solo se dedicaron a herirme de mil formas.
Los ojos de hidan solo reflejaban dolor y rencor hacia su pasado, el brillo de aquellos orbes eran escasos y el azabache no puedo evitar sentir una punzada en su pecho.
—Hidan...— El Uchiha toma las manos de su pareja entre las suyas, se encontraba mudo.
—El dolor era insoportable y yo solo solo podía rezar en mi mente, hasta que oí la voz de él... Jashin. De un momento a otro mi piel se volvio oscura y el ritual había empezado, note como el dolor era más soportable y sin dudarlo... Mate a todos en ese lugar.— Hidan le mira con firmeza.— Al haber sobrevivido, jure lealtad a Jashin por el resto de mi inmortalidad.
Óbito asintió, por fin comprendiendo la importancia que aquella religión tenía en su pareja, el por qué era tan importante para él y su gran significado que poseía. Cuando más sólo y sin esperanza estuvo, ahí estuvo su Dios. No solo se debía a su inmortalidad, entendía que ello era lo de menos... Era una deuda con él por haber salvado su vida y regresarle la esperanza que había perdido al ver todo lo que alguna vez tuvo... Entre las llamas. El Uchiha podía comprender aquello y de una forma leve, se sintió identificado.
Las manos del azabache suben hasta las mejillas del menor, acariciándola con las yemas de sus dedos y con cuidado lo atrajo hacia si mismo, uniendo sus labios en un cálido pero tierno beso. Al cabo de unos pocos segundos él mismo se alejó y colocó su frente junto a la de Hidan, ambos cerrando sus ojos.
—Ya no estás solo, pequeño... Yo estoy aquí y no permitiré que nadie más te haga daño.— Obito le abraza con fuerza.— Porque tu eres mi luz. Mi luz de luna.— Hidan rompe en llanto ante sus palabras.
Obito por fin conocía... La razón.
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Continuara.
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Escrito:17/08/23
Publicado: 27/08/23
1607 Palabras.
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