Una Estrella Fugaz
Capítulo 2:
Reconocí la voz de Matías y seguí el sonido que me condujo al lado trasero de la casa. Allí lo encontré, arrodillado frente a Linda. Ella estaba de pie en un banquillo de piedra, escuchándolo mientras Matías le cantaba apasionadamente.
✨ Nadie Más — Ivan Nilson — ver al final del capítulo ✨
Estaba completamente destrozada. No podía creer lo que mis ojos veían, así que salí corriendo en busca de un poco de aire fresco. Llegué hasta una plaza desierta y encontré un banco solitario. Me dejé caer en él y, sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. La tristeza me envolvía por completo, y me preguntaba por qué tenía que soportar esta soledad. Sentirme invisible en mi propia casa ya era duro, pero esta situación lo hacía aún peor.
Levanté la vista al cielo, buscando consuelo en la lluvia que comenzaba a caer. Dejé que las gotas se mezclaran con mis lágrimas, deseando con todas mis fuerzas que esta sensación de abandono desapareciera. Pero por más que lo anhelaba, seguía sintiéndome profundamente sola.
En ese momento, alguien posó una mano en mi hombro y, al girarme, no podía creer lo que veían mis ojos.
Narra Joe:
Paseaba por el parque, perdido en mis pensamientos, reflexionando sobre cómo la gente tiende a percibirme como un tipo divertido, seguro de sí mismo. Pero la verdad es que detrás de esa fachada, la cosa es bastante diferente. Si bien suelo mostrarme positivo y hacer bromas, la realidad es que no soy así la mayor parte del tiempo. Últimamente, me resulta difícil confiar en la gente. ¿Es tan complicado encontrar a alguien leal en este mundo?
De repente, un llanto rompió mi ensimismamiento. Sonaba como un sollozo de alguien indefenso. Preocupado, me acerqué, pensando que tal vez un niño se había perdido. A medida que me acercaba, vi a una niña, su cabello oscuro y ondulado a mis ojos. Estaba sentada sola en un banco, y me aproximé con cautela. Le toqué el hombro suavemente para asegurarme de que estuviera bien. Con este tiempo, no era seguro que una niña estuviera afuera sola.
En ese momento, me arrepentí de haberme acercado, porque en cuanto la niña me vio, se puso de pie y su expresión me indicó que estaba a punto de gritar. «Qué buen momento para encontrarme con una fan», pensé para mis adentros—. JOE JONAS... NO PUED... —su rostro reflejaba sorpresa, y su respiración estaba agitada.
No grites, niña, por favor, solo tranquilízate —suplicé con desesperación, mirando a la niña de ojos tristes.
— Está bien... Yo... M-me calmo —dijo algo en español, pero no entendía lo que decía.
¿Sabes inglés? —pregunté haciendo señas que parecieron hacerle gracia.
— Sí, he aprendido algo gracias a los videojuegos y las películas —respondió con una media sonrisa. No pude evitar sentirme triste al ver sus ojos hinchados de tanto llorar, aunque noté que no dejaba de mirarme.
¿Por qué lloras? —le pregunté, y mi corazón se encogió aún más cuando sus ojos brillaron al mirarme.
— Porque acabo de ver cómo un chico le declaraba su amor a una chica, y eso me puso triste porque creo que ese chico me gusta —contestó con tristeza, mirando sus dedos y suspirando con angustia.
Me tomó por sorpresa que compartiera esto conmigo, pero me hizo bien saber que confiaba en mí—. No malgastes tus lágrimas por los chicos, niña. Creo que aún eres muy joven para sufrir por amor —suspiré y poco a poco, la lluvia dejó de caer.
Miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie nos hubiera escuchado, y noté que ella seguía mirándome fijamente.
— ¿Y tú por qué estás triste? —preguntó, inclinando la cabeza ligeramente.
Solo te diré que las mentiras nunca son buenas. Si alguien te quiere de verdad, jamás te mentiría –me senté a su lado, y ella me miró asombrada.
— ¿Cómo alguien puede lastimarte? —Me preguntó con una pizca de inocencia.
Yo me reí mientras miraba los árboles ondear con el viento y luego la observé, parpadeando y esperando mi respuesta. Me encogí de hombros.
En el mundo hay personas malas, ser famoso no me hace perfecto, aunque no lo parezca, todavía soy un joven de 18 años, como cualquier otro —la miré y ella asintió—. Soy un tonto, no te pregunte tu nombre. Yo soy Joseph Adam Jonas —me presenté de manera divertida, haciendo hincapié en mi nombre— aunque creo que eso ya lo sabías —La miré con picardía y la vi sonrojarse mientras se cubría la cara. No pude evitar reír.
— Mi nombre es Dolores, pero dime Lola —dejó asomar un poco su rostro, y creí ver una pequeña sonrisa.
Al menos logré hacer sonreír a alguien hoy. ¿Por qué se tapa la cara? —Bien, Lola, bonito nombre —La miré durante un par de segundo—. ¿Cuántos años tienes? —pregunté, extrañado. La observé detenidamente; no debía tener más de 10 u 11 años. Esperaba que sus padres no estuvieran preocupados.
— Tengo 17 años —mentí, sin mucha convicción, quizás así evite preocuparse pensando que estoy perdida, ¿no?
Ah —dijo, arqueando una ceja con una expresión seria, obviamente no me creyó en absoluto.
— Creo que me tengo que ir. Mis hermanos me van a matar si sigo desaparecida —comenté preocupada. Gastón es capaz de convocar a la fuerza aérea si no aparezco.
— Te acompaño —respondió con cierta distancia, mientras se levantaba del banco.
Lo miré sin poder creerlo aún, quedé prendida en su rostro, escuché que me hablaba, pero ni siquiera escuché una sola palabra de lo que dijo.
— Bueno, dale —asentí sin saber realmente qué estaba contestando.
Caminamos hasta casa, miraba a Joe sin poder creer que hace unos minutos le conté mis problemas. Nunca me habría imaginado esto, ni en mis sueños más locos. ¿Saben lo más asombroso? ME PRESTÓ SU CAMPERA. Si estuviera sola en casa ahora, estaría gritando y saltando como una loca.
— Es aquí —señalo la puerta, y Joe se detiene, parece un poco serio. No sé qué le pasa, y me siento tonta por no preguntar. Soy demasiado cobarde, seguro que si fuera más valiente, me atrevería a hablarle. Pero, Lola, la única que hace es quedarse callada.
Suspiró con dolor, y mi estúpida cabeza me recuerda cómo llegué a esta situación. Me niego a llorar por un chico. El único por quien he llorado es mi padre. Miro el suelo y veo cómo las gotas empiezan a caer de nuevo. <Él me prometió que volvería>.
Joseph se acerca a mí y, con sus dedos bajo mi mentón, me hace mirar sus ojos. Puedo sentir cómo su mirada se encuentra con la mía, sus ojos son profundos y penetrantes. Quedó hipnotizada por sus ojos avellana. — Nunca bajes la cabeza, aún eres muy joven para sufrir por amor —me dice en un susurro.— Siempre sé tú misma, no deberías cambiar por nada ni por nadie —me aconseja. Estúpido Joseph Adam Jonas, deja de ser tan... tan... tan Joseph.
– Gracias Joe –agradezco y lo miró una vez más antes de entrar a casa.
Gracias a vos, por cruzarte en mi camino –se acerca a mi y me da un beso en la mejilla, sin pasar menos de un minuto, siento como mis mejillas arden, Joe me ve y se ríe aunque su expresión sigue siendo fría.
Me despido de Joe, y le entregó su campera con amabilidad, y luego lo veo alejarse, y siento cómo mi alma se estremece, dándome ganas de salir corriendo tras él. Pero vuelvo a la realidad y me doy vuelta, abro la puerta, pensando que quizás fue todo un sueño. Matías y Linda están sentados mirando una película con los demás chicos. Estoy lista para escuchar la reprimenda, o mejor dicho, los gritos de mi hermano. Pero ni siquiera notan mi entrada. Normalmente, esto me habría dolido, pero por un momento decido ignorarlo. Nadie va a arruinar mi momento más inesperado de la noche, un momento que atesoraré siempre en mi corazón y que quizás no se repita jamás.
Entré a mi habitación con calma y tranquilidad, pensando si estaría soñando. Cuando una mano tocó mi hombro, recuerdo que tuve en ellos la campera de Joe aun no puedo creer que use algo de él. El aroma de Joe impregnaba en mi camiseta, desprendía un olor que nunca antes había sentido. No sabía cómo explicarlo. ¿Cómo iba a devolvérsela?
Puse música para que mis gritos de euforia no alertarán a nadie. Podría decir que le debía a Matías y a Linda por su declaración de amor en el patio de casa, sin eso, no habría salido corriendo ni habría tenido la oportunidad de conocer al mejor chico del universo. Me tiré en la cama con su campera, luciendo una sonrisa que hace mucho tiempo me habían arrebatado. Un suspiro escapó de mis labios mientras pensaba en eso. Inspiré profundamente el aroma de mi ropa una vez más y cerré los ojos. "Esto no es un sueño, esto es la realidad". Miré hacia el respaldo de mi cama, donde un póster de Joe colgaba justo en el centro. Me acerqué y le di un beso en la mejilla. «¿Qué? ¿Nunca tuvieron ídolos?».
Unos minutos más tarde, tomé mi diario donde escribí exactamente todo lo que sucedió, y sentía como si estuviera contando un simple sueño de los que suelo tener donde Joe está presente, luego salí de mi cuarto y escondí el diario en un huequito en mi armario donde guardo cosas "de emergencia". No se lo he contado a nadie; seguro que ni me creerían. Siempre piensan que invento cosas o no me toman muy en serio. Entré al baño, comencé a cantar "Gotta Find You" y luego salí con mi pijama de gatitos. Son tan tiernos; uno de ellos es negro y parece muy pequeño.
Caminé hasta el comedor con una sonrisa gigante en mi cara. Algunos me miraban raro, como si esperaran que empezara a llorar después de encontrarme con el amor de toda mi vida. Pero nada podría arruinar este momento.
Gastón me miró sorprendido y preguntó— ¿Y esa sonrisa?
—Le contesté— Solo estoy feliz —mientras me sentaba a su lado en el sillón y él estiraba el brazo para que lo abrazara.
Gastón me dio un beso en la cabeza— Me alegra saberlo, es lo que más me importa. —Él es el más serio de mis hermanos y también el más estricto. Siempre me da órdenes o me regaña. Por otro lado, Federico es el que más tiempo pasó conmigo. Siempre jugamos a los jueguitos en la compu. El otro día me mostró el GTA Vice City, y me reí un montón. Aunque a veces me fastidia, es un tonto, pero lo quiero.
También tengo otro hermano, el del medio, Marcos, que es mi favorito de los tres. Siempre ha sido bueno conmigo y me entiende. Aunque lo veo poco por la camarita web, él vive en Estados Unidos, estudiando medicina en Los Ángeles. Me ha mandado postales y fotos de él en ese lugar tan hermoso. Me prometió que un día me llevaría. Lo extraño mucho, porque con él me siento protegida y no tengo miedo.
Pasaron las semanas desde que me encontré a Joe en la plaza. Aún seguía contenta por ese día, aunque algo extraño ocurrió con Matías. No sé qué le pasó, pero cuando me preguntó por qué estaba tan feliz, no quise decirle. Es mi secreto y siempre lo será. Me agarró fuerte de las muñecas, y no me quería soltar. No sé por qué hizo eso, me dio mucho miedo. Jamás había visto a Matías actuar de esa manera conmigo. Solo una vez, en casa de mi amigo Guille por su cumpleaños, Matías me empujó cuando se enteró de que me gustaba. Parecía diferente en estos días. Aunque era amigo de Federico, nunca se me había acercado antes; solo lo conocía de las veces que se quedaba en casa a dormir.
Salíamos a caminar con los chicos por todas partes. Estábamos algo deprimidos porque en dos meses tendríamos que volver al colegio. ¡Qué triste!
Esa tarde, estaba afuera con Fer y Anto, caminando tranquilamente por los hermosos Bosques de Palermo. Era una tarde de verano maravillosa, pero había algo en el aire, algo diferente, como si algo estuviera a punto de suceder. Como dice la canción de Los Auténticos Decadentes: "Todo es tan tranquilo, que el silencio anuncia el ruido de la calma que antecede al huracán".
Mi paz y tranquilidad fueron interrumpidas de repente por la voz insoportable de Lucía, mi casi prima. Es la típica chica que haría que cualquier chico caiga a sus pies con solo mirarla. Su cara es perfecta, sus ojos son perfectos, todo en ella es perfecto. Nada le queda mal. Comparada conmigo, parecería que la sacaron de una revista de modelos de ropa. Matías está enamorado de ella desde que la conocí, y se nota en cómo la mira. Pero ella lo rechaza constantemente, diciendo que busca otro tipo de hombres, que Matías es demasiado poco para ella. Lucía es decidida y siempre sabe lo que quiere. Con esta chica, lo poco que me queda de autoestima desaparece por completo. Ella es todo lo que yo desearía ser.
— ¿Chicas, cómo andan? —preguntó Lucía, siempre presumiendo con su voz y una sonrisa que no podía evitar.
La ignoramos y seguimos hablando de nuestras cosas.
— ¡¿QUÉ NO SON LOS JONAS BROTHERS?! —gritó Fer, señalando hacia donde estaban ellos. Y tenía razón, los reconocí al instante, incluso si estuvieran disfrazados de otra manera. Vestían ropa deportiva, gorras y lentes de sol, y parecían un poco perdidos.
— Hay que mantener la calma y actuar como si nada pasara, o los asustáremos y saldrán corriendo —les expliqué a mis amigas, colocando un dedo sobre mis labios, mientras caminábamos con el estómago revuelto, tratando de parecer "normales".
Nos acercamos a ellos de una manera que intentaba no ser obvia, con el temor de espantarlos. En ese momento, el mundo a mi alrededor se desvaneció, y solo existíamos ellos y yo. Mi timidez comenzó a aflorar a medida que nos encontrábamos cara a cara. Las chicas saludaron a los tres sin ningún pudor, con un beso en la mejilla. Cuando llegó mi turno de saludar a Nick y Kevin, no tuve problemas, pero cuando me acerqué a Joe...
*Bosques de Palermo:
✨ Momentos Musicales ✨
🎶 Nadie Más - Ivan Nilson 🎶
https://youtu.be/Ycgv5SO63Ao
🎶 Los Autenticos decadentes: Osito de peluche de Taiwán 🎶
https://youtu.be/w_QE2EjF-P8
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