Un Lugar Seguro
Capitulo 33
—¡Wow! —dijo alguien, con una mezcla de sorpresa y algo más.
Volteé y ahí estaba Joe, parado en la puerta. La única persona con la que siempre me sentí cómoda para cantar. Había algo en él que me daba una seguridad que ni siquiera podía explicar. Y aunque no estaba segura de sí lo hacía bien o mal, con Joe nunca sentía miedo.
No necesitaba mirarlo para saber que había estado ahí todo el tiempo. Su perfume, ese aroma tan familiar, me lo había confirmado mucho antes de que él entrara. Y entonces entendí de dónde venía toda esa confianza que había sentido mientras cantaba. De alguna manera, lo sabía: Joe estaba escuchando.
Después de cantar, sentí un extraño alivio, pero cuando Joe habló, todo cambió.
—Es la primera vez que te escucho cantar tan limpiamente —comentó Joe, cruzándose de brazos, apoyándose en el marco de la puerta con esa postura despreocupada que siempre me desconcertaba.
—Es verdad —asintió Kevin, mirando a Joe antes de girarse hacia mí—. Te salió tan bien porque sabes que aquí estás cómoda, y confías en nosotros.
Sentí un calor agradable al escuchar a Kevin, y estuve a punto de devolverle una sonrisa. Pero antes de que pudiera, una risa seca, casi sarcástica, escapó de Joe, haciendo que la sonrisa que había comenzado a formarse en mi rostro desapareciera por completo. Lo vi dar media vuelta y marcharse, su mirada oscurecida por algo que no entendía del todo.
Quería arreglarlo. Estaba cansada de sentir ese vacío incómodo entre nosotros. Quería pedirle perdón, aunque no estaba segura de si eso sería suficiente.
—Creo que Nick y Fer ya volvieron —dijo Kevin, haciendo un gesto hacia la puerta principal.
—Voy contigo —respondí, pero mientras Kevin fue a ayudar con las compras, yo subí las escaleras, decidida a hablar con Joe.
Cuando llegué a su puerta, el valor que había sentido desapareció. Mi estómago se retorcía como cuando me preparo para cantar frente a mucha gente. Era una sensación parecida a la que me invadía cuando escribía en mi diario, un sentimiento nuevo que aún no lograba descifrar. Tomé aire, levanté la mano y golpeé la puerta, pero no hubo respuesta.
Abrí la puerta con cautela y el cuarto estaba vacío. Me quedé un rato mirando su espacio, sus cosas. Me entretuve conectando mi MP5 en su mesita de noche, esperando. Entonces lo escuché. Sus pasos subiendo por las escaleras. Lo sabía. Siempre podía reconocer el sonido de sus pisadas, como si fueran únicas.
Me puse a mirar sus CDs sin tocarlos, solo observando. Me senté en uno de los puff junto al televisor. Había una consola de videojuegos ahí. Estuve tentada a jugar, pero decidí no arriesgarme. Ya no quería más problemas con Joe. Me quedé quieta, como una niña obediente, hasta que lo escuché entrar.
Tomé mi diario y empecé a garabatear distraídamente, pero de repente, sin pensar, escribí su nombre. Y, como si fuera una reacción automática, dibujé un pequeño corazón al lado. Mi corazón saltó y cerré el diario de golpe, sintiendo mis mejillas arder. Suspiré, y entonces Joe volteó, mirándome brevemente, antes de volver su atención a la computadora.
—Joe... —dije, vacilante, mi voz sonaba más pequeña de lo que quería. Él giró lentamente hacia mí—. ¿Podemos hablar?
Tragué saliva, esperando lo peor. Tal vez me gritaría, o me trataría mal. Pero no. Solo asintió, indicándome que continuará.
—Quiero que sepas que nunca quise herir tus sentimientos ni tu confianza —solté todo de una vez, sin respirar. Joe me miraba raro, como si tratara de entender qué estaba diciendo. Yo jugueteaba nerviosa con mis manos, mis mejillas seguían ardiendo.
—Lola... —se quejó suavemente, como si no supiera cómo lidiar con mi nerviosismo.
Volví a mirarlo, decidida a decir lo que en realidad quería.
—Yo... yo quería decirte lo de Camilla... —empecé, y esta vez logré decir lo correcto, porque Joe dejó de hacer lo que estaba haciendo. Giró su silla hacia mí y se cruzó de brazos, mirándome con esos ojos que ahora notaba que tenían un tono verdoso. Mi corazón se aceleró, y mi mente comenzó a divagar otra vez sobre lo guapo que era con esos rizos rebeldes. ¡Lola! ¡Concéntrate! me recordé a mí misma, avergonzada.
—Ella me dijo que te enojarías conmigo y que ya no querrías ser mi amigo... —las palabras salieron apresuradas, mientras le contaba todo lo que Camilla me había dicho y cómo me había hecho sentir.
Joe se puso serio al escucharme.
...
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