Próximo Destino
Capítulo 26:
No recuerdo en qué momento me dormir, abrí mis ojos con molestia encontrándome con la luz azul y blanca «como la hermosa bandera de Argentina» del cielo, me acomode en mi asiento, para encontrarme con esta hermosa vista. Nunca creí que New Jersey fuera tan hermoso, sentía que estaba en un sueño. La vista es impresionante, mientras el avión descendía, se lograba ver la costa atlántica con sus playas y mares, tambien las extensas áreas verdes, y el vibrante horizonte urbano de Newark y Jersey City. Desde aquí podía verse los icónicos edificios de Manhattan, dándome una hermosa postal, como lo muestran en las películas y series.
—Amiga, despierta. Tienes que ver esto —dije suavemente, sin apartar la vista del panorama.
Fer abrió los ojos lentamente, ajustándose a la luz de la mañana. Se acercó a la ventana, aún con cara de dormida, y sonrió.
—¿Qué haremos al bajar del avión? —preguntó mirándome seria.
Miré mi ropa arrugada de la noche anterior, sintiendo un remordimiento por haber escapado y preocupándome por Guillermo, nuestro amigo. Pero no quería pensar en eso, así que me volví hacia Fer rápidamente.
—Primero tenemos que ir al baño a arreglarnos un poco, y luego descubriremos este misterio —dije, sacando una nota con la dirección de Little Falls, New Jersey. Fer tomó el papel para guardarlo; ella conocía mejor la ciudad, ya que no era su primera vez aquí.
Me pregunté si ya se habrían dado cuenta de nuestra fuga. Sacudí la cabeza y enfoque mi vista en la ventanilla del avión. No había vuelta atrás; ya habíamos dejado Buenos Aires.
Sí, además, pensando que quizás esa dirección nos lleve a donde creo, debería ponerme más linda —comentó Fer, riendo nerviosa y sonrojándose un poco—. ¿Qué crees que piensen o nos digan cuando nos vean? Si es donde yo creo, claro.
—No sé, pero seguro lo primero que harán será querer matarnos. Y luego, quién sabe —reí mientras abría un paquete de golosinas que había comprado antes de viajar. Los dulces siempre calmaba mis nervios.
Después de unos minutos, bajamos del avión y fuimos a buscar las valijas. Nos dirigimos al baño y nos cambiamos. El calor comenzaba a sentirse. Me puse una camiseta bordó de tela fina, debajo de una blusa roja estilo vintage, unos jeans semi ajustados azul desgastado y botitas de lona a juego con la camiseta. Cepille mis ondas rebeldes y las dejé sueltas, añadiendo una diadema negra.
Fer se puso un top de tiras anchas, un short de jean celeste claro, unas zapatillas blancas básicas y una camisa de tela fina púrpura. Amarro su cabello rubio con un gancho de pelo color rosa viejo.
Salimos del baño y nos dirigimos fuera del aeropuerto para pedir un taxi. Fer le dio la dirección al chofer, quien nos ayudó a subir las cosas al auto. El viaje duró unos 20 o 30 minutos hasta Little Fall. era grande y bonito, recordándome a algunos sectores de Buenos Aires. Al llegar, el taxi se detuvo frente a una casa enorme. Todo me parecía enorme a mi estatura, incluso el taxi.
Aquí estamos —dije, mirando la casa con una mezcla de emoción y nerviosismo.
Fer tomó aire y sonrió.
—Wow, ¡qué bonita casa! —exclamé con asombro. Creo que es la casa más linda que he visto. Tenía un estilo moderno y elegante, con ladrillos rojos y una puerta con marco blanco. Cuando bajamos del taxi con nuestras cosas, tocamos el timbre con un poco de temor, pero finalmente lo hicimos. Los nervios estaban a flor de piel mientras esperábamos. La puerta se abrió tras unos segundos y apareció un señor. Bueno, mejor dicho, el señor Jonas. Nos miró un poco extrañado, pero con una mirada suave y alegre.
Buenos días —saludó amablemente, aunque aún un poco desconfiado—. ¿Qué se les ofrece, niñas?
—Bu-buenas —empecé tímidamente, tratando de encontrar las palabras correctas en inglés, que aún no manejaba muy bien—. Y-yo soy Lola, y ella es mi mejor amiga, Fernanda —nos presenté. El padre de los Jonas solo sonrió con amabilidad al notar mi nerviosismo al hablar—. Hace un año, los chicos se quedaron varados en Argentina. Quizás ellos...
—Claro, lo recuerdo —asintió, recordando—. Por favor, pasen adentro. Seguro que a mis hijos les dará mucho gusto que estén aquí —comentó con amabilidad y simpatía, dejándonos entrar a la casa—. Por favor, tomen asiento —sugirió, señalando el sofá de tela gris de la sala.
Entramos. Fer sostenía su valija con ruedas y yo llevaba mi bolso de mano y mi guitarra a la espalda.
Muchas gracias, señor Jonas —agradecimos al unísono mientras nos sentábamos. Observé la casa, que tenía un ambiente familiar y acogedor. Las paredes grises combinaban armoniosamente con el sofá. Del otro lado de la entrada estaba el comedor con una mesa larga, y más atrás se abría la cocina de concepto abierto, creando un ambiente amplio y acogedor. La casa estaba decorada con varias fotos de la familia Jonas: algunas de los hermanos de cuando eran niños, otras de sus padres de jóvenes o de viaje en algún lugar.
—Ahora les aviso a los chicos que están aquí —informó el señor Jonas mientras se dirigía a la punta de la escalera—. ¡Kevin, Joe, tienen visitas! —anunció Paul, con una sonrisa en su rostro. Se escuchó a Kevin contestar con un "¡ya bajo!", y luego, se sentó en el sofá frente a nosotras y nos miró con diversión—. Mi pregunta es: ¿por qué hay niñas en mi sala sin adultos cerca? —cuestionó Paul, aún con tono agradable. Miré a Fer y ella a mí.
—No hay de qué preocuparse —comentó Fer finalmente, y luego miró a Paul con amabilidad—. Tenemos permisos para viajar, señor Jonas.
Por favor, díganme Paul. Aún soy joven, ¿eh? —señaló con diversión. El humor viene de familia, al parecer—. Bueno, eso me deja más tranquilo —declaró Paul con voz clara. Llevó su mano al mentón y nos miró a Fer y a mí—. Los chicos han hablado de ustedes, y fueron de mucha ayuda para mis hijos —reconoció mirando hacia las escaleras. Volvió a llamarlos, y esa voz tan familiar y a la vez irritante respondió con un "sí" de mala gana. Con Fer nos miramos con emoción al escucharlos.
—Tú eres Fernanda —señaló con educación, a lo que Fer asintió—. Nick ha hablado mucho de ti. Seguro estará contento cuando te vea —comentó el padre de los Jonas. Fer respondió con una sonrisa dulce.
¿Nick habló de mí? —vaciló Fer para sí misma, sonriente y con algo de emoción en su voz.
—Y tú eres Lola —aclaró Paul, mirándome con simpatía—. ¿Eres a quien Joe ha estado dando clases de música, verdad? —interrogó señalándome con la mano abierta. Asentí tímidamente—. Dijo que tienes mucho potencial —agregó, repitiendo las palabras de su hijo del medio. Luego miró con intriga—. ¿Qué tal si me muestras un poco? —sugirió con tono claro.
Lo miré con un poco de temor ante su petición.
—¿Seguro quiere que cante? —pregunté, insegura y con miedo.
Sí —respondió en un tono despreocupado—. Seguro que les hará mucha ilusión escucharte cantar a mis hijos —aseguró Paul.
—E-esta bien —balbuceé mientras suspiraba nerviosa. Para no sentirme más nerviosa, dejé mi bolso a un lado en el sofá y saqué mi guitarra de su estuche con manos temblorosas y torpes, porque sentía las miradas encima de mí, esperando a que comenzara a cantar, aunque realmente no lo estuvieran haciendo—. Me da un poco de nervios —aclaré mientras colocaba mi guitarra para tocarla. Por unos instantes me quedé en blanco sin saber qué cantar, ni siquiera me salía la voz. Pero luego recordé que Joe estaba en esta casa. Aunque aún no lo había visto, sabía que estaba ahí. Mi miedo se esfumó y comencé a sentir esa sensación que tengo cuando Joe está cerca, una rara sensación de que puedo saber que está en un lugar, aunque no lo esté viendo. Entonces comencé a tocar y cantar un pedazo de la canción que los Jonas me dieron como ejercicio y que escribí hace un año.
🎶That most people see me as ordinary
But if you look close you'll find I'm very
Interesting and hard to know
You can never tell where this might go
'Cause I'm not your average, average person
I don't know much, but I know for certain
That I'm just a little bit extra, extra
I'm just a little bit extra ordinary 🎶
Mientras cantaba y tocaba la guitarra, dirigí mis ojos a la escalera blanca que estaba un poco más lejos de nosotros. Mis ojos brillaron de felicidad cuando vi a...
....
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro