Nos volveremos a encontrar
Capítulo 6:
️🔞| +18 Esta historia contiene escenas de violencia que pueden resultar sensibles para el o los lectores. |❗
Me dormí en segundos, sin tener ni idea de cuánto tiempo había pasado. Cuando finalmente recobre la conciencia, me di cuenta de que no podía mover ni un dedo. Mis brazos y piernas estaban inmovilizados, y al abrir los ojos, me encontré en lo que parecía un galpón bastante grande con las paredes sin pintar, dándole un aspecto lúgubre. En ese espacio desolado, solo pude divisar una puerta roja de hierro completamente oxidada.
Mi mente se llenó de terror al darme cuenta de mi situación. Estaba atada a una silla y, además, tenía una mordaza que me impedía hablar. La desesperación comenzó a apoderarse de mí, sin entender cómo había llegado allí, ni por qué. Mi respiración se volvió errática, y los pensamientos oscuros invadieron mi mente. Lo primero que se me ocurrió fue gritar, pero la cinta sobre mi boca lo impedía. Las lágrimas brotaron de mis ojos, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
En ese instante, escuché el chirrido de la puerta de hierro al abrirse. Tres individuos enmascarados emergieron de la penumbra. Solo podía ver sus ojos, que parecían atravesarme con una intensidad inquietante. El primero de ellos llevaba una máscara negra, que solo dejaba al descubierto sus ojos grises, penetrantes y misteriosos. Su mirada y su postura me resultaban extrañamente familiares, aunque no podía recordar de dónde lo conocía. Este individuo emitió un suspiro que parecía contener un atisbo de diversión.
Veo que la niña ha despertado –comentó el hombre de ojos grises, su voz me resultaba familiar–. Claro que no te haré daño, jamás lastimaría ese rostro –susurra mientras acaricia mi mejilla con suavidad. Siento un escalofrío recorrer mi piel ante su tacto, y sus palabras me aterran–. ¿Cómo obtendría algún beneficio lastimándote? –añade con una expresión siniestra.
– ¡Ayuda, por favor! –grite con todas mis fuerzas. El hombre con la máscara azul, de ojos negros, se acerca y me propina una bofetada. A pesar del dolor, no dejo de gritar. Su compañero, el de ojos verdes, que es un poco más alto, coloca su mano en el hombro del primero para frenar su agresión.
El hombre de ojos verdes me desata y me arrastran a otra parte del lugar, donde hay una especie de cama destrozada. Me arrojan sobre ella, y empiezan a intentar esposar mi tobillo a la cama. Las lágrimas brotan de mis ojos sin control, mi corazón late desbocado, y los nervios se apoderan de mí, dejándome sin control.
El hombre con la máscara negra se inclina sobre mí en la cama y aprieta su rostro contra el mío, dejándome paralizada. Me quedo mirando fijamente sus ojos grises, mi corazón late aún más rápido, y siento un escalofrío recorriendo mi espalda, lo que me provoca náuseas.
Cuando Lola me pidió que durmiera con ella, me pareció un gesto tierno. Al principio me pareció un tanto extraño, pero después de haberla tratado tan mal, pensé que sería bueno hacer algo amable por ella, una forma de mostrarle que puede confiar en mí. Aunque sigo viéndola como una niña caprichosa y propensa a decir mentiras, entiendo que no es mala; simplemente necesita un poco de cariño. Antes de cerrar los ojos, me volví hacia Lola para hablar con ella, pero ya había cerrado los suyos. No pude evitar observarla un poco más detenidamente. Me gustaría conocerla mejor, pero siempre siento que me oculta algo o que no es completamente honesta. Arrugando el ceño, pienso que no parece tener quince años. Se ve joven, bastante inocente, pero también algo caprichosa e insegura. Su estatura tampoco ayuda a que parezca más madura.
Finalmente, cierro los ojos y me dejo llevar por el sueño. Un rato después, alguien me llama. Con un poco de molestia, abro los ojos y veo a Kevin a mi lado.
– Qué? –pregunto, no soy precisamente un fanático de que me despierten.
– Lola no está –me responde mi hermano, sin comprender del todo.
Miro a mi lado y me doy cuenta de que Lola no está en la cama. Me rasco la cabeza con cierta preocupación. Salgo de la cama y sigo a mi hermano hasta la sala, donde están Gastón, Federico, Guillermo y Fernanda. Todos me miran y me preguntan por Lola.
– Me quedé dormido mientras intentaba hablar con ella –explique.
Mi hermano Kev se apoya en la pared de la cocina cruzándose de brazos mientras pregunta– ¿Ella suele hacer esto?
Guillermo, uno de los amigos más cercanos a Lola, responde pensativo– Es bastante escurridiza cuando se lo propone, normalmente se suele esconder a algún sitio para que nadie la vea cantar, ya han visto que es algo tímida.
Me quedo extrañado y pregunte– ¿Cómo notaron que se escapó? A menos que hayan entrado a su habitación, lo cual dudo, porque si lo hubieran hecho, ya me habría despertado antes.
Gastón responde serio– Matias nos avisó, porque estaba abierta la ventana de su habitación, y lo sé porque lo ha hecho antes ya.
Eso me desconcierta, y les pregunte con incredulidad– ¿Y cómo hizo Matias para saber eso si no está aquí?
Guillermo suspiró con exasperación y me mira– Eso mismo quisiera saber yo.
Nick comenta intentando tranquilizar a Fer quien parecía preocupada– Seguro ya aparecerá.
Luego, se me ocurre una idea– Tal vez esté en ese bar que me mostró ayer.
Federico, el otro hermano de Lola, agrega seguro– Es un barrio cerrado, muy lejos no pudo haber ido.
Fernanda se preocupa y suspira– El problema es que Lola es una chica demasiado ingenua. Seguro Matías sabe dónde encontrarla, él la conoce bien.
«¿Una persona ingenua puede mentir? Creo que en este lugar subestiman a Lola.»
Todos acordaron esperar un poco por si Matías volvía. En serio, ¿confían tanto en ese tipo? Matías no me parece una persona sana, al menos en mi punto de vista. Decido no involucrarme, ya no quiero problemas, y menos por alguien que apenas conocí antes de ayer. Me dirijo a la habitación e intente volver a dormir, pero no puedo. Ya estoy despierto y no podré volver a dormir. De repente, una sensación de intranquilidad me invade, y no puedo evitar pensar dónde estará Lola. No sé qué es, pero siento un vacío en mí. Sin poder ignorar esta sensación, me visto y salgo a caminar. Tal vez pueda dejar de pensar si me concentro en otra cosa. Por curiosidad, pase por el sitio donde fuimos con Lola, pensando que tal vez estaría ahí. Pero todo está apagado. Continúo caminando.
Tengo un buen sentido de la orientación. La vez que nos perdimos fue porque escapamos de las fans y terminamos frente a esa bola gigante que parece la Bola de Epcot en Disney. Me detengo en el sitio donde conocí a Lola. Recuerdo cuando la vi y sentí como si la conociera de toda la vida. Sus ojos transmitían soledad y tristeza.
Sigo caminando un poco más y noto un galpón abandonado. No sé por qué me llama la atención, pero me acerco. Entro, ya sea por instinto o curiosidad, no lo sé. Observe una silla de madera con una cuerda alrededor y más adelante, una puerta que lleva a otra habitación. Desde allí provienen ruidos extraños, como gritos ahogados y golpes o pasos. Intento abrir la puerta, pero está trabada por el óxido. La empujo de nuevo, sin éxito. Tomo un poco de distancia y le doy una patada. Esta vez funciona. Me encuentro cara a cara con un hombre enmascarado con un pasamontañas azul. Corre hacia mí para atraparme, pero le hago una zancadilla. Antes de que pueda girar, otro tipo con un pasamontañas negro me pega un puñetazo en el ojo. Intento mantener el equilibrio y lo arroje al suelo. Escucho a alguien decir mi nombre y volteo hacia una niña que me mira con los ojos muy abiertos por el miedo. Tiene algunos golpes en el rostro. Mire su cuerpo y note que todavía está vestida. Creo que llegué a tiempo. Lola intenta salir de la cama, pero su tobillo está encadenado a la cama.
Ni siquiera me había dado cuenta de que Joe estaba allí. Estaba tan asustada que mi mente estaba en blanco. ¿Cómo demonios había logrado encontrarme? Joseph me observa y finalmente reaccione, dándome cuenta de que tengo una oportunidad para escapar. Intenté levantarme de la cama, pero un tirón en mi tobillo me hizo caer nuevamente en ella. Miré y vi que mi tobillo estaba encadenado. Busqué desesperadamente una forma de salir, buscando a Joe. Lo vi peleando con el individuo de ojos verdes, pero este último simplemente salió corriendo, dejando el lugar. El que llevaba un pasamontañas negro volvió a subirse encima de mí, tomando a todos por sorpresa. Mi corazón comenzó a latir con fuerza por el miedo. Intenté encontrar el valor para quitarle la máscara, pero "ojos grises" me sujetó con fuerza las muñecas, evitando que pudiera moverlas.
Se acercó a mi oído, y su respiración me erizó la piel. Pude sentir su sonrisa maliciosa detrás de la máscara. – Ya nos hemos cruzado en el pasado varias veces, muñequita –susurró, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda. Me miró y me guiñó un ojo. Luego, sin apartar sus ojos de los míos, añadió– Esto es solo el comienzo. Ahora me iré, pero algún día tú y yo nos volveremos a encontrar, aunque quizás no te des cuenta de que soy yo. –Sus dedos volvieron a rozar mi rostro, y traté de apartar mi rostro para que no pudiera tocarme. En un abrir y cerrar de ojos, desapareció y se fue por la puerta. Joe intentó detenerlo, pero no tuvo éxito. Joseph regresó rápidamente a mi lado, y por primera vez noté que le sangraba la nariz. Un ojo estaba comenzando a ponerse morado, y apenas podía caminar.
– ¿Estás bien? –Me preguntó Joe con una expresión de preocupación, acercándose a mí.
Tapé mi rostro y empecé a sollozar. Ojalá hubiera tenido el valor de desenmascarar a ese tipo. Tal vez no estaría asustada ni temblando ahora. Mi respiración se volvía agitada y mi corazón latía a mil por hora. Los sollozos se hacían más frecuentes. Me invadió una vergüenza abrumadora. Joe no debería estar pasando por estas cosas. No quería que se presentara cada vez que algo malo me pasara. Pensaría que estaba loca. No quería ponerlo en estas situaciones.
Sentí la mano de Joe en mi tobillo y me sobresalte. Retiré las manos de mi rostro y lo miré. Su expresión estaba llena de preocupación.
– Listo, ya te liberé –aseguró Joe en tono calmado, tratando de reconfortarme. Mi tobillo me dolía mucho. Al intentar ponerme de pie, creo que me lo torcí. Gemí de dolor sin poder evitarlo. Joe me levantó en brazos sin preguntar. Quise decirle que me bajara, pero mi boca parecía no querer colaborar. Por alguna razón, me aferré a él, apoyando la cabeza en su pecho, y cerré los ojos. Me invadió una extraña sensación de protección que me tranquilizó.
Cuando salimos, aún era de noche. Sentía como si hubiera estado dentro por un tiempo eterno. Joe me llevó en sus brazos todo el camino, y nunca me había sentido tan segura en mi vida. Tenía esa sensación de que no quería que me soltara, ni que se fuera jamás. Al llegar a casa, Joe me bajó con gentileza y me ayudó a entrar.
Guillermo estaba en el sofá de la sala, sentado y serio. Me observó y, después de escuchar mi explicación sobre lo que había sucedido, me abrazó. Luego me preguntan por qué Guille era mi amor platónico. Guille me entendía mejor que toda mi familia. Era como un hermano para mí, un reflejo de mi hermano Marcos.
Me dirigí a la habitación con la ayuda de Joe y me senté en el borde de la cama, esperando a que él regresara con el botiquín. Hacía unos días, no dejaba de repetir cuánto me odiaba. Ahora, de repente, quería ayudarme. No entendía sus intenciones. Mientras esperaba, mis pensamientos regresaron a lo que había ocurrido en ese lugar espantoso. "Nos volveremos a encontrar", esas palabras resonaban en mi cabeza. ¿Volvería a pasar esto? ¿Me secuestrarían de nuevo? Mi respiración se agitó y me invadió un torbellino de pensamientos.
Me sentía asfixiada, como no lo hacía en mucho tiempo. Nadie sabía lo que me pasaba en esos momentos. Cerré los ojos, intentando encontrar la calma.
– Lo siento, no encontraba... – escuché a Joe hablar. Sentía que se acercaba a mí, y percibía su preocupación. – Oye, tranquila Lola, ya estás a salvo. – Tomó mi mano izquierda y con la otra tocó mi rostro. Las lágrimas comenzaron a brotar sin control, y Joe se sentó a mi lado, rodeando mi cuerpo con sus brazos. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando me abrazó. Mi respiración se fue calmando y mis lágrimas cesaron. Joe intentó separarse de mí, pero me aferré más a él. No quería dejar de sentirme así. Me gustaba cómo me hacía sentir, y apreciaba el calor agradable que transmitían sus brazos, además de escuchar los latidos de su corazón, que me llenaban de seguridad y paz. – Suéltame para que te cure – me indicó en tono molesto, y decidí apartarme. Lo miré con tristeza. Su rostro estaba herido, y era mi culpa. Por cierto, ¿cómo supo dónde encontrarme?
¿Joe? – Lo miré mientras aplicaba desinfectante en mis heridas. Yo sostenía un poco de hielo en mis moretones para calmar el dolor. Me dolía mucho el rostro, y las heridas ardían cuando pasaba el algodón. – ¿Cómo me encontraste? – pregunté con curiosidad. ¿Será que es Aladdín o algo así?
– Salí a caminar porque no podía dormir. Llegué hasta el lugar donde nos conocimos – contestó. ¿Habría visto una pequeña sonrisa en su rostro cuando lo dijo? – Luego continué caminando un poco más, y vi un taller cerrado. Aún no puedo explicar lo que me llevó a entrar en ese lugar, solo sabía que tenía que hacerlo. – Terminó de curar mis heridas y buscó algo dentro del maletín, hasta que sacó una cajita de curitas. Me miró con expresión divertida al ver que eran de Winnie the Pooh. ¿Qué tiene de malo que una chica de 15 años las aprecie? Joe colocó una sobre mi ceja derecha y otra en mi mejilla izquierda.
Lo observé mientras se levantaba, ¿debería intentar ayudarlo? Se veía un poco herido y, obviamente, era mi culpa. Pero las palabras me traicionaron y no hice nada. Nunca me había sentido así con nadie, y me ponía nerviosa. Él se dirigió a la puerta de la habitación, y yo lo seguí, intentando que algo coherente saliera de mi boca. Pero entonces apareció Lucía desde el otro lado. – Joey, ¿qué te pasó? – preguntó sorprendida, llevándose la mano a la boca. Luego me miró disimuladamente, y yo bajé la cabeza, evitando su atención. – No te preocupes, linda, yo me encargo. Este asunto es de mayores – bromeó, tratándome como si fuera una niña. Fruncí el ceño, y estaba a punto de responder, pero no salió nada de mi boca. Me quedé muda. ¡¿Por qué soy tan tonta?! No entendía por qué no podía decirle algo insultante. Me acosté en la cama, tratando de evitar este incómodo momento. – ¿Te ayudo? – preguntó la morocha, de manera sensual.
Yo suspiré y fui a acostarme en la cama, tal vez así sería más fácil superar este horrible momento. – No, gracias, los niños también sabemos curarnos solos. –Joseph respondió de manera irónica. Me senté en la cama con expresión de sorpresa. ¿Qué estaba pasando? Joe nunca se había comportado así conmigo, o al menos nunca lo había escuchado hablar de esa forma a otra persona que no fuera yo.
– Bueno, pero no desperdicies ese hermoso rostro en otras personas – añadió, y se fue.
Me acosté, intentando hacer como si no hubiera pasado nada. – ¿Estás mejor? – preguntó Cejitas luego de volver del baño con su rostro ya curado mientras se acostaba en la otra punta de la cama.
La miré y suspiré, no podía mentirle; se lo había prometido. Antes de responder, Joe me hizo una señal para que no lo hiciera, y creo que entendió lo que le iba a decir. Apoyé mi cabeza en la almohada y cerré los ojos. Pasó un rato, y de repente, abrí los ojos impulsivamente. Aún era de noche, y pensé que había dormido más tiempo. Me incorporé y la oscuridad inundó la habitación. Miré hacia los rincones del cuarto, con la respiración agitada. Mis manos sudaban. Algunos se ríen de mí por tenerle miedo a la oscuridad, pero en realidad no le tengo miedo a la oscuridad en sí, sino a lo que podría ocultar.
De repente, escuché un ruido en la ventana. Me acosté rápidamente y me cubrí con las sábanas, con la esperanza de que no pudieran atraparme.
Me regañé a mí misma por ser tan asustadiza «¡Estás actuando como una idiota, nadie te va a querer así». Sin embargo, mi cuerpo actuó por sí solo, y toqué el hombro de Joseph con los dedos.
«¿Qué acabo de hacer?» pensé.
Él se dio vuelta con los ojos entreabiertos, y balbuceé– ¿Puedo abrazarte? –Me sentí como una tonta al decirlo.
Lo miré un poco asustada, y él simplemente asintió. Lo abracé con fuerza, aferrándome a él.
– Te quiero, Joe– añadí, cerrando los ojos. Mis mejillas se encendieron al darme cuenta de lo que había dicho. Su calidez me proporcionó consuelo, y al mismo tiempo, sentí un cosquilleo en el abdomen. Por momentos, me asustaba. Creo que nunca había sentido algo así antes. Todos mis miedos parecían desvanecerse cada vez más.
–Al otro día
*Zancadilla 🦶🏻 Acción de poner un obstáculo, el pie o la pierna propios delante del pie o pierna de otra persona o entre ambos pies o ambas piernas para que tropiece y caiga.
*Ahre 🇦🇷 En Argentina usamos "ah re" como una expresión que da a entender que uno dijo una tontería, una exageración o algo que no debe ser tomado con seriedad o en sentido literal... En Argentina se usa por la gente joven (adolescentes) en el ambiente informal.
Fin
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Ya, se terminó el libro, vete de aquí ~fush fush~ (づ-_-)づ
Nah... Mentira sigue, en un rato o mas XD.
«No nos pareció gracioso»
«🙄»
💋-A
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