Noche Inolvidable
Capitulo 36:
—¿Y tú cómo me ves? —pregunté en un susurro, casi con miedo de saber la respuesta. Pero en el fondo, una pequeña esperanza se encendía en mí. ¿Él realmente me veía?
Joe me miró con ternura, como si supiera lo importante que era esa pregunta para mí.
—Te veo como una niña muy dulce, divertida... —hizo una pausa, su tono más serio—. Alguien que fue incomprendida, que nadie quiso escuchar o tomar en cuenta.
Sus palabras me golpearon con fuerza. Sentí un nudo en el estómago, pero no era desagradable. Era doloroso, pero también liberador, como si por fin alguien entendiera lo que siempre había sentido. Claro, él siempre me vería como una niña. Lo sabía. Él me llevaba siete años, y aunque yo sentía cosas que no podía entender, era consciente de que Joe jamás me vería de la forma en que yo lo veía.
Y, aun así, algo dentro de mí se resistía a aceptar esa realidad.
—Pero eso ya no será así —añadió, su voz llena de determinación—. No dejaré que nadie te subestime, ni que te hagan sentir menos. —Se señaló a sí mismo, como si se comprometiera de alguna manera que no podía romper—. Yo voy a protegerte. Voy a asegurarme de que dejes de ser esa niña insegura.
Su sonrisa era cálida, y antes de que pudiera reaccionar, sentí sus dedos rozar suavemente mi mejilla. El toque era tan suave que casi parecía un sueño, y mis ojos se llenaron de un brillo nuevo, de una confianza que solo él podía darme. Con Joe, todo parecía más fácil, más claro, como si finalmente pudiera ser yo misma.
Y eso era todo lo que siempre había querido. Sentí el impulso y, sin pensarlo, lo abracé fuerte. Joe se quejó y se apartó un poco, frunciendo el ceño, algo sorprendido.
—No me molesta que me abraces —aclaró, con una sonrisa que suavizó la expresión—, pero hazlo suave.
—¡Lo siento! —respondí riendo un poco—. Es que a veces no mido mi fuerza.
—Tranquila —respondió con una risa franca.
Noté que estaba concentrado en la pantalla de su computadora, donde aparecía un personaje con un rombo verde sobre la cabeza. Me acerqué, curiosa.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, intrigada.
Joe sonrió y me hizo un gesto para que me sentara en una banqueta a su lado. -- Es un juego donde puedes crear una familia, hacerles bromas y controlar todo lo que hacen —explicó con emoción. Miraba la pantalla con fascinación mientras Joe me mostraba cómo jugar. El juego parecía muy divertido, como si de repente pudieras tener una vida completa en tus manos y hasta hacerle alguna travesura a tu familia virtual.
Luego de un rato, bajamos a la sala de estar para la pijamada. Yo llevaba puesto mi pijama de Pikachu, algo sencillo porque hacía calor, aunque el pobre estaba algo desgastado. Igual lo cuido como si fuera un tesoro. Me había recogido el cabello en una trenza y escondía en mis brazos un oso de peluche, con la esperanza de que nadie notara mi "secreto".
Fer, en cambio, llevaba un conjunto elegante, con su top rosa de encaje y shorts con un estampado floral suave. Su cabello rubio caía suelto, con una diadema blanca que le daba el toque final.
Bajé corriendo las escaleras, emocionada por que escuchaba algunos ruidos en la sala de abajo. Kevin estaba inflando un colchón enorme, con otros tres ya acomodados. La sala parecía un pequeño campamento improvisado. Me sonrió desde el sofá, con su camiseta negra, joggers grises y esos calcetines antideslizantes que parecían gritar "comodidad absoluta". Yo, en cambio, solo tenía ojos para el tazón lleno de gomitas y caramelos que descansaba en la mesa.
No lo pensé dos veces y estiré la mano, lista para tomar un puñado. Pero, justo cuando mis dedos rozaron el borde, Joe apareció de la nada, como un ninja, y levantó el tazón por encima de su cabeza.
—¡Dame eso, Joseph! —grité, poniéndome de puntillas y saltando como si mi vida dependiera de ello.
Joe soltó una carcajada, inclinándose apenas hacia atrás.
—¡Nop! —canturreó, disfrutando de mi frustración—. Los niños no deberían comer dulces de noche.
—¡Y tú no eres nadie para darme órdenes! —le espeté, sacándole la lengua y arrugando la nariz. Luego añadí, en tono más dulce—: Además, no comeré muchos, lo prometo.
Puse mi mejor cara de cachorrito, con ojos grandes y brillantes, como si eso fuera suficiente para ablandarlo. Joe me miró de arriba abajo, mordiéndose el labio inferior con fingido fastidio.
—Tus ojitos de boba no me van a conmover. —Negó con la cabeza, pero antes de que pudiera protestar, tomó unas gomitas y se las metió en la boca, sonriendo burlón.
—¡Eres un egoísta! —me crucé de brazos, fingiendo ofensa.
—Y a mí, ¿qué? —se burló, encogiéndose de hombros mientras se reía suavemente.
Finalmente, dejó el tazón en la mesa y se desplomó en el sofá.
—¿Qué vamos a ver? —pregunté, desviando la atención hacia los porta CDs llenos de películas.
Kevin, que seguía acomodando los colchones, me miró con simpatía.
—¿Quieres ayudarme a elegir? —sugirió, señalando las películas con un gesto de la cabeza.
—Seguro elige una de Disney —se quejó Joe, atrapando una aceituna con la boca y sonriendo con suficiencia.
—¡Disney tiene películas hermosas! —le respondí, levantando un dedo como si estuviera a punto de dar una conferencia—. Una vez vi una sobre una banda que tenía un holograma en el grupo.
Joe se rió entre dientes, mordiéndose el labio.
—Vamos a escoger algo que sea apto para todos, porque aquí hay una niña —se jactó Nick al entrar en la sala con Fer.
Fruncí el ceño al darme cuenta de que hablaba de mí. Joe, sentado a mi lado, soltó una risa y negó con la cabeza. ¿Es posible que se vea más guapo?
—¿Qué tal está? —preguntó Fer, levantando una película con el título *Ice Princess*.
—¡Parece interesante! —respondimos todos casi al unísono.
Nos acomodamos para verla, rodeados de mantas y almohadas. Durante la película, la sala se llenó de risas y comentarios. Los Jonas tenían una habilidad especial para convertir cada escena en algo aún más divertido. Me encantaba escuchar sus ocurrencias, aunque a veces me daban ganas de decirles que se callaran para no perderme la trama.
Cuando terminó, el ambiente se llenó de voces emocionadas. Nos quedamos hablando de las mejores partes, contando anécdotas y riéndonos de cosas tontas. Miré a mi alrededor, sintiéndome parte de algo especial. Estar con ellos era como vivir dentro de una película, pero esta era mi realidad, y no quería que terminara nunca.
Ice Princess de Tim Fywell:
Casey Carlyle es una estudiante aplicada a la que se le da bastante bien la física. Su madre, Joan, es una profesora de literatura que ya tiene planeado el brillante futuro académico y personal de su hija. Para conseguir una beca de física para la universidad de Harvard, Casey decide hacer un trabajo personal sobre el patinaje artístico, para probar así que hay fórmulas físicas en la inercia de las patinadoras.
Con el tiempo, Casey empieza a involucrarse más en el mundo del patinaje para poder probar sus teorías, haciendo así su trabajo mucho más personal. Poco a poco se da cuenta de que el patinaje artístico le apasiona y un día tiene la oportunidad de patinar junto a Jennifer, una joven prodigio del patinaje de élite, y su entrenadora Tina, una antigua campeona de patinaje venida a menos, madre de Jen. Pero la madre de Casey no quiere que ella sea patinadora, ya que considera que el género femenino avanzó mucho como para "retroceder" de esa manera. Casey decidirá entonces dejar atrás las ilusiones de su agobiante madre para ir en busca de su propio sueño. A pesar de tener un gran don para patinar, debe enfrentarse a los problemas que se le presentan a lo largo del camino para materializar su deseo de ser patinadora profesional.
Título: Sueños sobre hielo (Latam); Soñando, soñando... triunfé patinando (España)
Reparto: Michelle Trachtenberg, Joan Cusack, Kim Cattrall, Hayden Panettiere
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