Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Mentiras que lastiman

Capítulo 18:

Joe me obligó a mirarlo a los ojos con firmeza. — ¿Te acuerdas de la cita con...? —se detuvo de repente, y su expresión denotaba cierta irritación. Asentí, recordando el encuentro al que se refería. — Antes de ir hasta allí, tus hermanos y Guillermo me llamaron porque querían hablar sobre Matías —continuó, escogiendo sus palabras con cuidado. — Ellos me contaron que hace un año tuviste un accidente. Estabas cruzando la calle y, por no mirar bien, un auto te atropelló —hizo una pausa, recordando lo que mis hermanos le habían contado. Yo estaba helada, tratando de recordarlo, algo que a veces se presentaba en mis pesadillas. — En ese accidente, perdiste parcialmente la memoria, por lo que no tienes muchos recuerdos sobre tu infancia —continuó suavemente, tratándome con delicadeza. Ahora todo tenía sentido, pero ¿por qué me habían ocultado eso? ¿Por qué mi madre nunca me había dicho la verdad? Ella siempre decía que era normal que no tuviera muchos recuerdos, pero ahora entendía que quizás me había estado mintiendo todo este tiempo. — Has vivido creyendo que tienes 14 años, cuando en realidad tienes 10 años —confesó temiendo mi reacción.

— Joe, no me mientas ¿Por qué me habrían engañado así? —pregunté confundida y algo perturbada.

La expresión de Joe cambió de preocupación y compasión a una más hostil. Elevó una ceja, mirándome con irritación, frunciendo el ceño. —¿Algún vez te he mentido? —preguntó rápidamente, con un tono seco. Sus ojos parecían cuchillos atravesando mi alma.

Negué con la cabeza. Era cierto, Joseph nunca me había mentido. Desde que lo conocí, siempre fue sincero conmigo, aunque a veces su forma de decir las cosas podía ser un poco brusca, pero nunca mintió. —Pero... —comencé, con un nudo en la garganta. Mis lágrimas amenazaban con salir de golpe. — ¿Por qué me engañaron así? —protesté con la voz entrecortada, mientras las lágrimas empezaban a brotar sin control.

Joe me mira preocupado y desliza sus dedos sobre mis mejillas, secando las lágrimas que rodaban en ellas.

— No, no, no llores, por favor —implora Joe, suavizando su mirada de preocupación—. No me gusta verte así, ven —ordena en un tono apagado, inclinándose a mi altura para abrazarme. Coloco mi cabeza en su hombro izquierdo, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello casi sin fuerzas, y nos quedamos así en silencio por un rato. Creo que jamás me había sentido tan reconfortada.

Suspiro lentamente. El nombre de Joe resuena en mi mente, encajando perfectamente con él. Es como una dulce melodía que me llena de seguridad y alegría. Incluso mi alma parece brillar cuando está cerca.

— ¿Por qué me dijeron esa mentira? —pregunto detenidamente, aferrada a Joe, sin querer separarme de él—. Si lo sabes, por favor, dímelo —le suplico, con el nudo aún en mi garganta.

Tristemente, se separa de mí y me mira a los ojos.

— No puedo decírtelo —niega con tristeza y preocupación—. No voy a poder estar aquí para abrazarte o darte besos en la frente para calmarte —explica, apartando un mechón de cabello detrás de mi oreja.

No importa, dímelo —le vuelvo a pedir un poco desesperada- además, de todas maneras, no volveremos a vernos —agrego desilusionada, a lo que Joe me mira con el ceño arrugado y se cruza de brazos.

— ¿Tú crees que después de estos 4 meses junto a ti, yo me pueda olvidar de ti? —cuestiona en un tono elevado— después de todo lo que me costó aprender a quererte, ¿crees que voy a olvidarme de ti así? —me gruñe en tono severo.

Eso es lo que la mayoría hace, se olvidan de mí —declaro encogiendo mis hombros, Joe suspira con exasperación.

— Pero tú eres mi mejor amiga, Lola —señala firme y me sonríe sutilmente de lado— jamás podría olvidarme de mi fan número uno —aclara mostrándome nuevamente la foto que me sacó aquel día en la puerta de mi habitación, y yo me rio nerviosa, Joseph me guiña su ojo derecho.

Bajo mis ojos tristes al acolchado de mi cama y mis ojos se humedecen, lo miro de vuelta con temor— no quiero que te vayas —niego rotundamente y vuelvo abrazarlo— sé que tienes tu vida allá en New Jersey, y necesitas de tus cosas, pero voy a echarte mucho de menos- comento con angustia e inhalo su cálido aroma a Joe.

— No pienses en eso ahora, todavía falta mucho para que me vaya -explica intentando levantarme el ánimo— céntrate en el presente, luego habrá tiempo para llorar, ahora piensa que tenemos mucho tiempo para disfrutar juntos —sonríe empáticamente, mientras continúa abrazándome con energía positiva, nos separamos.

Lo intento, pero... —Joe me interrumpe mostrando la palma de su mano y se cruza de brazos otra vez.

— ¿Qué hemos dicho sobre esa frase? —pregunta arqueando una ceja.

Que está prohibida —contesto pasivamente, y Joe asiente contento.

— Sabes, Lola, tú puedes venir con nosotros en vacaciones —comenta decidido, señalándome con el dedo— con una condición —observa con autoridad—, tienes que hacerme caso en todo —haciendo énfasis en la palabra "todo"— así demostraremos que puedes quedarte en nuestra casa en verano —declara, chocando su dedo con la punta de mi nariz, y luego frunce los labios de manera chistosa.

Está bien —acepto sin decir más, pero creo que será difícil aprender a seguir sus reglas. «Igual, ¿por qué tengo que hacer lo que él diga?» — ¿Entonces ahora debo ser como una niña de 10 años? —pregunto curiosamente a Joe, quien asiente obvio. — Ahora que lo dices, siempre he pensado que no me veía exactamente como una chica de 14 años —miro a Joe con confianza—. Me quedo más tranquila de que no he repetido de año tantas veces —añado, golpeándome suavemente la frente con el puño—. Tendría que haberlo sospechado —me reprocho a mí misma.

— Pues, es normal que creas eso —explica con tono sarcástico—. Eres una niña, apenas entiendes lo que sientes. ¿Crees que vas a entender cuando alguien te miente? —vuelve a usar su voz sarcástica y me mira con obviedad.

Asiento dándole la razón e intento poner mi cabeza en otra cosa, así que tomo el libro de matemática que estaba en mi mochila y me levanto de la cama para ir a mi escritorio. Abro el libro, proponiéndome entender lo que me explicaron en clase. Apenas inicio la actividad y ya he fracasado olímpicamente al no entender el problema, me quejo, llevándome las manos a la cabeza. Me giro un poco para verlo y él entiende que ya no hablaremos del tema. Le prometí que no le diría a nadie que me contó eso, así que hacer otras cosas evitará que intente enfrentar a mi madre y mis hermanos, aunque quizás termine acobardándome, como siempre.

— Quizás pueda ayudarte con eso —brinda su ayuda, mientras se sienta cerca del escritorio con una baqueta que había cerca—. Te ayudaremos a subir esas notas para que puedas venir a verme cuando estés de vacaciones —agrega, afinando su voz, imitándome. Me cruzo de brazos, lo miro y arqueo una ceja, como Joe suele hacer a veces, y le saco la lengua. Parece gustarle cuando lo imito, tenía que ser de Leo.

Después de que Joseph me ayudara con mi tarea, tuve clases de canto, pero ahora las tendría en casa. Joe cambió el horario a uno más acorde con mis horas de escuela, así que ahora tenía clases a las 6 de la tarde, lo cual debía aceptar a regañadientes, porque a Joe no le importó que a esa hora tuviera el duro trabajo de ver mis telenovelas de la tarde.

Joe me daba mis clases en la habitación grande con el sofá cama, que mis hermanos querían reformar en un pequeño lugar para hacer fiestas, ver películas, etcétera. Ahora había una mesa con seis sillas, un equipo de música y el televisor que ya estaba ahí.

Nick y Kevin me enseñan a leer las partituras, y me cuesta bastante, en especial cuando tengo que tocar la guitarra. No puedo hacer tantas cosas a la vez, por lo que me propuse aprenderme de memoria todas las partituras, como lo hago con el piano. Allí no me es difícil embocarles a las teclas correctas. Como ya les había dicho antes, pareciera que ya lo hubiera tocado antes. Además, me da sensaciones muy bonitas, y siento alguna conexión especial con el piano.

¡Lola! Estuvimos hablando con mis hermanos, y ellos me dieron una idea para una actividad muy interesante— comenta Joe parado frente a la mesa.— Ya que sabemos que te gusta escribir, a Kevin y Nick —mira a sus hermanos, quienes me saludan graciosamente— bueno, mejor que ellos, te lo expliquen —pide amablemente mientras se corre hacia el costado izquierdo de la habitación.

— Se nos ocurrió que podrías componer una canción —comienza Nick juntando sus manos detrás de su espalda, cual profesor, lo que me hace reír disimuladamente.

Joe me llama la atención, aunque a él también le causa gracia. — Pero, la canción debe hablar sobre ti —aclara Kevin con tono serio pero agradable, señalándome con su dedo índice. — Y tendrás que usar la guitarra, esto tambien te ayudara a mejorar con ella —agrega cruzándose de brazos.

— Con esta actividad trabajaremos la confianza en ti misma —menciona Joe mientras corría su flequillo, que tapaba su ojo derecho, «está obsesionado con su flequillo». — Queremos que escribas algo que hable sobre ti —continúa mientras camina hacia el centro nuevamente.

Asiento mirando a Joe con atención, o eso intento. — No soy muy buena creando la música —aclaro mientras anoto en mi libreta lo que me habían dicho.

—No te preocupes, te ayudaré un poco, si así lo deseas —se ofrece Kevin, con una media sonrisa amistosa, y me guiña el ojo.

¿Hasta cuándo tengo tiempo de hacerla? —pregunto mientras tomo mi lapicera para anotarlo en mi libreta.

— Tendrás hasta la penúltima semana de junio —contesta Joe, dirigiéndose hasta el equipo de música, junto al sofá.

En clases, Joseph intentaba enseñarme cómo escribir letras de canciones, pero mi mente divagaba hacia otro lado. Estaba tan absorta soñando despierta con Joe que apenas prestaba atención a sus consejos. Cada gesto suyo, cada movimiento, me tenía hipnotizada. Sus ojos avellana, sus cejas pobladas que daban carácter a su mirada, su cabello oscuro y rebelde que apenas dejaba ver su ojo izquierdo. Era como si cada detalle de él estuviera hecho para enamorar. Suspiro profundamente, como si pudiera expulsar las mariposas que revoloteaban en mi estómago, y no puedo evitar sonreír como una tonta.

Por la noche, durante la cena con mis hermanos, no podía sacarme de la cabeza la idea de que algo no cuadraba en la historia de mi madre y Gastón. ¿Por qué habrían mentido sobre mi edad? La sospecha me carcomía por dentro, y aunque Joe intentaba animarme, la angustia no me abandonaba. Necesitaba encontrar el valor para confrontar a Gastón por todas las mentiras, y también para averiguar si mi madre ocultaba algo sobre mi padre. La idea de que tal vez ellos supieran dónde está él y nunca me lo hayan dicho me dolía en lo más profundo. Al dejar Bariloche, creí que en Buenos Aires encontraría las respuestas que tanto buscaba, pero ahora me enfrentaba a una incertidumbre aún mayor.

Estaba dando vueltas en la habitación que comparto con Joe, bailando al ritmo de la música como si fuera una estrella del pop en mi propio concierto privado. De repente, siento un toque en el hombro y me giro asustada, pero me tranquilizo al ver que es Joseph.

— Lo siento, no quise asustarte —se disculpa rápidamente, pero su expresión aún denota preocupación. Luego, se cruza de brazos y echa un vistazo al reloj digital sobre el escritorio, para luego fijarme con una mirada seria— ¿No deberías estar en la cama? Mañana tienes clases, ¿no? —pregunta con tono de preocupación.

Sí, lo sé, pero aún no tengo sueño —respondo, encogiéndome de hombros con una sonrisa nerviosa.

Joseph aclara su garganta y señala mi cama con la cabeza, manteniendo sus ojos fijos en mí. Antes de que pueda decir algo más, me interrumpe con una mirada penetrante y señalando nuevamente mi cama.

— Dijiste que harías todo lo que yo ordenara —me recuerda, haciendo hincapié en el "YO", mientras se señala a sí mismo con gesto autoritario.

Resignada, decido seguir su indicación y me cambio rápidamente a mi pijama, deslizándome bajo las sábanas. No me había dado cuenta del cansancio que sentía hasta que mi cabeza golpea la almohada, y en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro sumida en un profundo sueño.

"En mi sueño, me encontraba en Bariloche, envuelta en un día perfecto de primavera. Mariposas revoloteaban a mi alrededor mientras caminaba por las calles cercanas al Lago Nahuel Huapi, no muy lejos del centro de la ciudad. Todo parecía estar en paz hasta que, de repente, la escena cambió drásticamente.

Me vi a mí misma corriendo, el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. No sabía por qué huía, solo sentía un miedo abrumador que me impulsaba a seguir adelante. Mis lágrimas caían mientras repetía una sola palabra: "Papá". Pero ¿por qué estaba corriendo hacia él con tanto temor?

Finalmente, me detuve al borde de la acera, y al otro lado de la calle, divisé a mi padre. Sin embargo, estaba de espaldas a mí, y cuando miro hacia atras, podia ver a una figura corriendo detras mío. Era un chico, pero su rostro estaba borroso, como si mi mente se negara a reconocerlo. Solo sabía que necesitaba llegar hasta mi padre.

Sin pensarlo dos veces, me lancé hacia la calle sin mirar a los lados. Escuché gritos a mi alrededor, pero mi única preocupación era alcanzar a mi padre. Justo cuando estaba a punto de llegar a él, el estruendo de un coche acercándose me sacudió con horror. Sin poder reaccionar a tiempo, vi cómo el vehículo se abalanzaba hacia mí, sumiéndome en una oscuridad abrumadora."

Me despierto con un grito, respirando agitadamente. Veo hacia la otra cama, y no hay nadie. Intento calmarme, pero la oscuridad me aterra. Me levanto con dificultad y voy a la cocina, donde encuentro a Nick y Kevin hablando, sorprendidos por la hora.

— ¿No deberías estar acostada a estas horas? —pregunta Kevin, mirando su computadora.

Eso mismo me pregunto yo —comenta Joe.

No había notado que Joseph estaba frente a mí. Lo miro adormilada aún, y mi mente divaga sobre la pesadilla. Mis ojos se humedecen al recordarla.

— Tuve una pesadilla y no puedo dormir —explico entre balbuceos, aún dormida y asustada.

— No te preocupes, solo es un mal sueño —intenta tranquilizarme Nick.

Me siento cerca de Kevin, avergonzada. — No se burlen —les advierto, y ellos niegan al unísono. — Me da miedo la oscuridad —confieso como si fuera un Top Secret, y ellos se ríen.

— Yo también le temía a la oscuridad —confiesa Kevin, levantándome el ánimo.— ¿Quieres contarnos el sueño? Quizás te ayude a volver a dormir —sugiere Kev con ternura.

Describo mi sueño y recuerdo que mi hermano Marcos me daba leche tibia para dormir.

Joe me mira preocupado y se acerca.— No temas, fue solo un sueño, no va a pasarte nada de eso —comenta, apoyando su mano sobre la mía. —¿Cómo podemos hacer para que vuelvas a dormir? —pregunta con extrañeza.

Comento sobre la leche tibia, y Kevin la trae. Joe murmura que tengo fiebre y me ayuda a acostarme.

— Gracias por ayudarme —agradezco mientras tomo la leche, sintiendo su calor reconfortante.

— Te ayudamos porque te apreciamos —comenta Joe al salir de la habitación. Me da un beso en la mejilla, recordándome a mi hermano.

Cuando Joe regresa con su pijama, finjo estar dormida. Estoy feliz de que me dejara la luz encendida.

————————————————————————————————————

...Bueno luego de el concierto del 25  de Abril (ayer), como era de suponerse tengo Fiebre Jonatica,  aun no puedo creer que los vi, estaba tan emocionada por ir, quisiera poder repetir esa noche nuevamente. Nada ni nadie va arruinar este año, porque recien estamos en Abril y ya vivi mi mejor momento, mi momento canonico desde los 9 años, ayer la que fue al recital fue esa nena que espero muchos años por poder verlos de cerca  (la primera vez que los vi en vivo tenia 15 años) pasaron 11 años desde que vinieron, eso lo hizo ser más importante, tenia que contar esto, aunque nadie lo lea, jajaja, pero, era necesario decirselos a la nada.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro