
xxii.
Al final y luego de prometerle que le compraría un helado, Bachira le había prestado sus jeans negros desgastados de fabrica y con algunas partes ligeramente rasgadas, aprovechándose del hecho que ambos tenían la misma talla.
También usaba un cinturón, y sus botas de color rojo (Tal vez cedía demasiado a los caprichos de Bachi) y una chaqueta negra. En su mochila traía un block de hojas para dibujar casi totalmente nuevo, su caja de lápices especiales, un borrador, una regla, un sacapuntas y no se le ocurrió nada más, también tiró ahí dentro las llaves, en su bolsillo la billetera y recordó llevarse su teléfono con la dirección luego del grito de Kunigami para recordarselo.
Bachira y Chigiri habían apostado a ver qué tan lejos llegaba antes de notar que lo había olvidado, pero Kunigami era un alma demasiado pura y buena como para no decirle.
Estaba sentado en una mesa de la cafetería, ordenó un capuccino que tomaba a sorbos pequeños, garabateando las distintas cosas que veía mientras esperaba la llegada de Rin.
Una mano le arrebató el lápiz por la espalda, y estaba dispuesto a levantarse para discutir con el imbécil que se atrevió a hacerlo de no ser porque la vista logró que las palabras murieran en su garganta.
Rin estaba frente a él con un suéter de lana de cuello alto y mangas largas de color negro, en su antebrazo sostenía un abrigo largo de color marrón y sus pantalones blancos solo terminaban de darle elegancia a su estilizada figura.
—¿Bastard München? Yo prefiero al Francia PXG, pero lo respeto. Noel Noa es un caso único e impresionante. —Esas fueron las primeras palabras que le dirigió Itoshi al sentarse frente a él, colgando el abrigo en el respaldo de su silla.
“Sí las respeta o las comparte, no lo dejes ir."
No pudo evitar recordar las palabras de Bachira, tomó otro sorbo de su café intentando no pensar en eso.
—Hola para tí también, Rin.
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