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xvii.

—¿Ya dejarás de perderte en tu vacío existencial? —preguntó Rin con una ceja alzada, el cuerpo ligeramente inclinado hacía adelante para acercar más sus rostros, ojos indiferentes. —Relajate, estúpido. No te voy a demandar. Quería asustarte un poco, eres lindo cuando te asustas.

Yoichi sintió su rostro enrojecerse. ¿Le dijo que era lindo? Espera, eso no era lo importante.

—¿N-no vas a demandarme? —Su lengua se trabó por un momento pero tomó el control con rapidez. ¡Sí! ¡Su trasero estaba a salvo!

—¿Para qué? No tiene sentido.—Rin le restó importancia con un gesto en su mano. —Me sorprendió ver mi cara en este tipo de dibujos, es todo. Realmente he visto muchos de esos con el rostro de Sae. Incluso algunos sin ningún tipo de censura.

Rin tembló ligeramente en su lugar con una mueca de asco. Isagi no pudo evitar reírse.

—Joder. Debió ser horrible ver eso. —comentó, y es que Itoshi se estaba abriendo ¿No? Actuando un poco menos arrogante y más como alguien de su edad que es capaz de bromear como cualquiera.

—Trauma de por vida. —contestó con una sonrisa torcida. —Aunque si lo vieran desnudo, los artistas quedarían decepcionados con lo que tiene.

¿Con lo que...?

Isagi se cubrió la boca con su mano, mordiendo ligeramente su dedo índice y así no reír a carcajadas, se supone que es un hombre elegante por esta noche.

—¿Y contigo estarían satisfechos? —preguntó con la obvia intención de picarle el orgullo.

—Tu incluso me dibujaste, así que supongo que te dejé más que satisfecho. —Una sonrisa socarrona abordó los labios de Rin, Yoichi sintió su cara enrojecerse una vez más pero no, claro que no, no iba a dejarlo ganar.

—De ser así lo habría agregado al dibujo ¿No crees? Rin tu rostro es precioso, pero ¿El resto? Nada muy extraordinario.

Isagi se felicitó a sí mismo en su cabeza, una sonrisa triunfal creció en sus labios...

—Eso no dijiste ese día. Acaso no era yo, déjame citarte, ¿Lo mejor que había estado dentro de tí?

Maldito bastardo, hijo de...

Y maldita sea también su lengua larga y por se tan jodidamente vocal a la hora de hacerlo diciendo un montón de vergonzosos halagos en el calor del momento.

Rin le tomó una fotografía, estando desprevenido, con las mejillas rojas y una mueca deformada por la vergüenza.

—A esta foto la llamaré, “Silencio de un perdedor".

—Vete a la mierda, Rin.

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