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xiv.

No es que Isagi tuviera una gran intuición, tal vez simplemente estaba confundiendo las cosas pero había algo raro en la forma de actuar del "pequeño demonio" (¡No te rías, Isagi! ¡Sé fuerte!) cuando Sae estaba cerca.

El chico rubio cenizo parecía emanar un aura que le gritaba a cualquiera que le daría una paliza si se acercaba, pero parecía actuar como un cachorrito obediente cuando el pelirrojo se le acercaba, temblando bajo su toque, y sonriendo como idiota cuando le susurraba algo.

Al parecer Shidou (Le preguntó su nombre en un arranque de valor, y este se lo respondió indiferente) era algo así como el guardaespaldas de Sae.

La televisión le mintió, siempre se imaginó a los guardaespaldas como hombres calvos, con cicatrices y manos lo bastante grandes para romperle el cuello. No dudaba que Shidou tuviera habilidad para darle la paliza de su vida (tomando en cuenta su nula experiencia en combate) pero tenía el cabello con las puntas rosas, y un delineado de ojos envidiable.

Isagi ni soñando podría conseguir líneas tan finas y perfectas.

De cualquier forma, no dudaba de que Shidou hiciera un excelente trabajo, cumplía completamente con la tarea principal de un guardaespaldas que era lucir amenazante, a Isagi le daba miedo, y no se metería con él, si estuvieran en una situación normal, pero ahora ese rubio era lo que lo separaba de Rin, su belleza y su firma.

Cierto, la firma. Cuando Reo se lo mencionó fue como un balde de agua fría, la había olvidado por completo.

¿Había quedado mareado por la belleza de Rin? Tal vez.

Ahora se sentía un idiota, porque Rin tenía razón y quería algo de él. Una firma. No era la gran cosa, o quizás sí, porque lo que el Itoshi le dijo le caló hondo ahora se sentía como un completo imbécil.

—Dice que hablara contigo en la sala de sur. —comentó Shidou leyendo algo en su teléfono, sonriendo con las mejillas sonrojadas antes de irse en dirección al baño.

Eso fue un poco sospechoso pero no era su problema, miró de reojo uno de los mapas del museo que aún se mantenían en su lugar, y se encaminó a dónde le habían indicado.

Caminó pensando en cómo carajos le diría a Rin para que le dé la firma sin quedar como un jodido interesado...

Espera... ¡Ya tenía una idea!

Sacó su teléfono, en uno de los pasillos más vacíos, tecleando un nombre con rapidez.

—Bachi, necesito un favor.

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