xii.
—Serás idiota, ¿Te abandonó de nuevo?
Reo apoyado contra una de las paredes, tenía una ceja alzada y los brazos cruzados, por suerte logró deshacerse de Barou en una reunión de ancianos viejos y decrépitos hablando de la basura que es la juventud de hoy en día, creyendo en la igual de clases y rechazando la sobreexplotación.
Tuvo que huir antes de vomitar o quitarle una de esas elegantes bandejas de plata que llevaban los meseros para estrellarselas en sus viejos rostros.
Ahora tenía en su mano una copa de champagne burbujeante al igual que Isagi que parecía estar a punto de treparse en esa escultura abstracta junto a ellos de la cuál desconocía el nombre, después de todo, los expertos en arte eran Nagi –quién no quiso acompañarlo– e Isagi –que era más una molestia que un acompañante–.
—No me abandonó, solo lo perdí de vista un momento. —Se excusó él, intentando elevarse por encima de las cabezas del resto al ponerse de puntas. —¿Podrías ayudarme un poco, Reo? Eres más alto.
Cierto, Reo era llamativo, con su porte de metro ochenta y ocho (siendo aún así, más bajo que Nagi) cabello púrpura perfectamente atado en una coleta elegante, y un traje gris con una camisa púrpura que contrastaba con el resto. Levantó la vista del pequeño Isagi, para ver un poco a su alrededor.
—No lo veo, pero Sae está por allá. Cerca de la muñeca Nara. —comentó refiriéndose a la escultura de cabeza grande y ojos expresivos, no tenía idea de cómo se llamaba esa en específico pero tan poco era tan inútil como para no reconocer el estilo de un artista tan popular.
—¿Y a mí que me importa donde está Sae? —contestó Isagi, tomando un sorbo de su champán.
—Porque el trabajo de Rin es fotografíar a Sae, imbécil. —Reo lo observó con los ojos entrecerrados como si quisiera golpearlo. —Duh, pedazo de idiota.
—¡Pues perdóname por no saberlo!
—Todo el mundo lo sabe, Rin se volvió reconocido por publicar las mejores fotos de Sae, y a medida que la fama de Sae crecía también la de Rin. —comentó, no era tan difícil de entender. Cada uno de los hermanos hacía aquello en lo que era bueno, y de esa forma, apoyándose mutuamente para llegar más alto. —Ahora que Sae es internacionalmente reconocido como modelo, puede darse algunos caprichos. Como exigir que el único con el permiso legal de tomarle fotografías y luego venderlas sea Rin, cualquier otro requiere un permiso explícito de alguno de los hermanos Itoshi.
—¿Se puede hacer eso?
—Técnicamente no, pero nadie se arriesgaría a una demanda por parte de Sae, tiene a más de medio Japón a sus pies. A ninguna revista le gustaría un escándalo de ese tipo. —Reo se encogió de hombros como si no fuera la gran cosa, Isagi no sabía si desear o tener miedo si algún día llegaba a ser un artista famoso.
—De acuerdo. ¿Te molesta que vaya?
—Deja tu falsa amabilidad, sé que él es la única razón por la que viniste. —El pelimorado se encogió de hombros restándole importancia. —Consigue la firma, y después me deberás una grande.
—Lo que tú quieras, Reo. Te quiero, amigo. ¡Adiós! —Isagi agitó el brazo mientras se alejaba, Mikage rodó los ojos.
—Que amigo de mierda es...
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