vii.
Su promesa había durado un promedio de cinco minutos cuando entró al gran salón de eventos, y por andar mirando como idiota el elegante candelabro de techo, se tropezó con un mesero y este arrojó las costosas copas sobre una anciana con un vestido muy entallado.
Lo bueno es que la mente de Isagi trabaja muy rápido, y fingió estar sumamente ofendido con un sujeto detrás de él alegando que este le empujó, y el hombre para evitar un escándalo mayor, ofreció pagar las copas rotas y ya no escuchó que le dijo a la anciana.
—¿Lo ves, Reo? No te he avergonzado.
—Te salvaste por poco, idiota. —contestó el pelimorado más divertido que molesto. —Trata de mirar al frente de ahora en más mientras camines.
—Entendido. —Isagi miró hacía al frente pero su vista no podía evitar desviarse en distintas direcciones. Y es que ¡Estaban en un museo de arte! Pedirle a Isagi que no mire, es como colocar una galleta frente a un perro y pedirle que no coma ¡Es inhumano!
Así que Yoichi intentaba ver las pinturas sin olvidar que para caminar debía ver al frente obligatoriamente.
—Vamos a la mesa a recibir la cena, y después podrás irte por ahí a buscar a Rin. —Reo sonreía pero no a él, ni tampoco al resto.
Era una sonrisa dolorosamente falsa mientras daba apretones de mano y besos en las mejillas a las personas elegantes que se acercaban. El pelinegro intentaba ser amable también, asintiendo y dando algún que otro apretón de mano a quién se lo ofreciera, pero era una compañía silenciosa, intentaba ser una sombra detrás de Reo porque lo que menos quería era afectar su reputación.
La comida era costosa y extraña, Isagi descubrió que el caviar no era tan delicioso como parecía en la televisión, pero debía admitir que la gente de sociedad tenía excelentes gustos en vino.
—Buenas noches, Mikage. Una sorpresa verte aquí sin tu acompañante usual. —Isagi comió un trozo de filete mignón que le habían servido, tomando un largo trago de vino después. Viendo al resto de las personas en la mesa se dió cuenta que no era el único en notar el ambiente pesado que se formó cuando ese castaño alto y de ojos rojos arribó la estancia.
—Shoei, buenas noches. —La sonrisa de Reo, era en este caso, retadora, y tensa como si hubiera esperado este momento todo el tiempo. —Seishiro tuvo un compromiso de improviso, así que me recomendó venir con un buen amigo suyo.
Técnicamente Isagi se llevaba muy bien con Nagi, ambos jugaban videojuegos juntos, salían a comer, eran compañeros de entrenamiento. Habían jugado futbol juntos un montón de veces, y también habían realizado un par de trabajos como compañeros cuando sus facultades debían colaborar. Siendo Isagi un estudiante de bellas artes con cierta inclinación a la pintura y dibujo, mientras que Nagi era del departamento de escultura. Los trabajos en colaboración eran bastante esporádicos pero no raros, así fue como lo conoció, un chico con cero emociones en sus ojos pero mil sentimientos en sus esculturas.
—Isagi Yoichi, un gusto conocer...
—¿Esa es la única razón por la que no vino?
¿Ese idiota lo acababa de ignorar?
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