—¿Conoces el arte de Utagawa Kuniyoshi?
Una pequeña inclinación en la cabeza de su musa, él era más alto, considerablemente más alto que Isagi, quién tendría que levantar ligeramente la cabeza para conseguir verlo directo a los ojos.
—Sé que se dedicó a hacer obras en textiles en las que agregaba sus sueños, apariciones de fantasmas, presagios y otras escenas sobrenaturales. Lo que sea que pasara por su mente y fuera lo más remotamente parecido a arte. —respondió indiferente, Isagi abrió los ojos sorprendido. Vaya, el chico sabía de lo que hablaba, él había escuchado de ese artista en historia del arte, aprendiendo distintos datos sobre él, aunque el de ojos azules siempre había preferido a los artistas contemporáneos.
Apreciaba el arte del pasado, con sus ínfimos detalles intentando alcanzar la perfección, la belleza visual que nadie pudiera decir que esa obra no era hermosa, pero un artista hoy en día, según su opinión, más que buscar alcanzar la inexistente perfección, más que alcanzar una belleza subjetiva, debía lograr que el observador sintiera algo.
Que aquel que observaba su obra sintiera alegría, tristeza, enojo, lo que fuera, un sentimiento. Isagi buscaba que sus obras obtuvieran un poco de todo lo que él daba, sentimientos.
Después de todo, una obra vacía, hecha por hacerse, más como una obligación que como un placer jamás dejaría de ser un cuadro plano, sin razón ni sazón. Un dibujo estéticamente lindo pero nada más.
—¿Te gusta? —Isagi lo dijo casi sin pensar, después de lo que pareció una eternidad en silencio y el más alto le había dado la espalda con cámara en mano, apuntando a un lugar frente a ellos, al otro lado del pasillo, una cabellera rojiza junto al cabello rubio cenizo de alguien más.
—Podrías ser más específico... —Fue su respuesta, tomó un par de fotografías antes de volver a caminar, sin molestarse en esperarlo. El más bajo fue tras él, necesitaba esa firma.
—¿Te gusta estar aquí? No pareces muy feliz.
En realidad cuando lo dijo se refería a las obras pero le parecía curiosa la forma en que miraba todo con el ceño fruncido, dejando ver a cualquiera su mal humor, aún cuando (a diferencia de él) vestía a la perfección, con un traje a la medida en color negro con la única nota de color siendo la camisa verde agua que traía debajo del saco.
—¿Qué te hace pensar eso?
Una mirada de reojo y una curva casi imperceptible en su labio, la ironía podía sentirse en cada una de las palabras que pronunció, para Isagi fue imposible no sentir el leve tinte cómico en lo que dijo, así que sonrió a la vez, aunque la suya era una sonrisa socarrona.
—No te ves feliz, al menos no tanto como cuando estuvimos juntos en la mansión de Reo.
¿Era un imbécil? Sin dudas, lo era. Tal vez se merecía un golpe, y tal vez, eso era lo que iba a recibir cuando el fuerte brazo de Rin lo arrastró a un pasillo fuera de la vista de todos.
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