ÓOXLAJUJ
Ciudad de Guatemala, 25 de julio de 2012
En una oficina común y corriente, una trabajadora llegada hacía poco se encargaba de llenar documentos. Sus compañeros la miraban atentamente, y no con buenos ojos.
―¿Y esta quién se cree que es?
―Es el colmo que le tengan tanta consideración, en especial porque lleva poco aquí.
―Yo creo que se acuesta con el jefe.
Todas aquellas pestes llegaban a los oídos de Eva, la empleada en cuestión.
―Si van a hablar mal de alguien, háganlo más fuerte, para que los escuchen.
La joven no era una persona a la que le gustara pelearse con otros, pero no era suave con aquellos que la fastidiaban. Por lo demás, lo que comentaban sus colegas no eran más que rumores malintencionados: Eva era alguien muy profesional y que conseguía las cosas por mérito propio.
―Claro, si lo hacen, corren el riesgo de que el jefe los batuquee.
Aquellas palabras alimentaron el fuego del desprecio.
―Ahí está. Hablando del jefe como defensor. ¿En serio no te encamas con él? ―se burló uno de los tipejos. La reacción a aquello fue un tremendo bofetón por parte de Eva.
―No necesito caer tan bajo para lograr el éxito. ¿Y quién me asegura a mí que tú no haces tus propias movidas para conseguir favores en la empresa? Madura y déjame trabajar.
De ahí se alejó para concentrarse nuevamente en sus labores.
El resto del día transcurrió sin mayores novedades, aunque Eva mantuvo sus suspicacias. Se la pasó lanzándole ojeadas tóxicas a todos los que hablaban mal de ella, claro que estos se hacían los tontos.
A la hora de salida, Eva se dirigió al estacionamiento para subir a su auto, pero se encontró con una desagradable sorpresa nada más llegar.
―¡¿Qué significa esto?!
Enganchado a uno de los limpiaparabrisas, había un grotesco dibujo. Supuestamente era Eva siendo penetrada por un hombre. Como era de esperarse, a la chica aquella cosa no le hizo ninguna gracia.
―¿Te gustó tu caricatura, puta? Confiesa lo obvio ―dijo uno de sus compañeros, saliendo de detrás de un muro. Era uno de los que se había burlado de ella más temprano.
―¡Eres un...!
La chica, comprensiblemente furiosa, se abalanzó sobre él. El hombre no se dejó y empezó a forcejear con ella. De eso fueron testigo otros empleados de la compañía, quienes intentaron intervenir.
―¡No se metan! ―exclamó Eva.
Preocupados, se le dio aviso al jefe, quien llamó a ambos a su oficina.
―¿Y bien? ¿Quién me va a explicar lo que sucedió?
Ambos aludidos dieron a conocer su versión de la historia. Sin embargo, después de que Eva terminó de hablar, algunos de sus compañeros irrumpieron en la oficina, asegurando que ella era la única culpable de todo el desastre.
―Ha incurrido en prácticas muy poco éticas en el último tiempo.
―Dicen que se ha metido con algunos de los superiores.
―¿Es cierto eso, señorita? ―preguntó el jefe.
―¡Por supuesto que no! Yo soy una persona profesional. Lo que pasa es que me tienen envidia. Les molesta que haya logrado cosas importantes siendo nueva.
―... En lo que a mí respecta, ambos son responsables del incidente. Quedan suspendidos hasta nuevo aviso, sin goce de sueldo.
―¡¿QUÉEEE?! ―gritaron ambos involucrados al unísono.
―Ya me oyeron. Ahora retírense, por favor.
Molestos, los dos se fueron.
―Todo habría sido más fácil si admitieses que eres una puta.
―Muérdete la lengua. Jamás admitiré algo que no soy. Además, fuiste tú el que hizo ese espantoso dibujo. Qué infantil.
Cuando Eva llegó nuevamente al estacionamiento y subió a su auto, finalmente logró liberar toda la rabia que sentía. Era en extremo desagradable el tener que ser blanco de rumores que no tenían el más mínimo fundamento. Tan enojada estaba que por poco provocó un accidente automovilístico, lo que aumentó su ya de por sí inflamado humor.
Al llegar a su hogar, lo primero que hizo Eva fue tumbarse en el sillón. Estaba harta, realmente harta. Desde que era una niña la habían acusado de obtener beneficios, ya fuera en los juegos o las calificaciones, aun cuando no tenía manera de hacerlo. Algo tenía Eva que la hacía sospechosa a ojos del resto, y eso le dolía.
«Tal vez si tuviera un novio podría soportar mejor esto, pero ningún hombre se fijó jamás en mí. Pensaban esa estupidez de que soy una mujer fácil».
―Duele ser marginada por cosas falsas, ¿no es así?
Como la joven vivía sola, que hubiese alguien más en su casa era aterrador. El aspecto del extraño contribuía al miedo: vestido con una túnica blanca y con una capucha que ocultaba su cara.
―¡¿Quién... quién es usted y qué está haciendo en mi casa?! ¡Váyase antes de que llame a la policía!
―Tranquila, no soy ninguna amenaza. Yo sí puedo ver lo que vales y cuánto te has esforzado por conseguir logros. No, estás muy lejos de ser una prostituta. Más aún, sigues siendo virgen.
―... ¿Cómo sabes eso? ¿Acaso... me has estado acosando?
―Vigilando, más bien. Hay un potencial escondido en ti, pero necesitas de los medios correctos para sacarlo a relucir. Yo te puedo ayudar con eso.
Sin convencerse todavía de las palabras de su interlocutor, Eva intentó sacar su celular de su cartera, pero el encapuchado se le adelantó y lo tiró lejos.
―Ya dije que no soy una amenaza. ―Después de aquel gesto, la chica estaba menos convencida que antes. Ni siquiera era capaz de hablar.
La tensión se sentía en cada esquina. Inclusive podía erizar la piel de cualquiera que estuviera en la habitación. De cualquiera salvo el extraño, claro está.
―Creo que tendré que ser más claro, y qué mejor forma que con esto.
De una de sus anchas mangas, sacó una piedra redonda de color violeta. Una curiosa serpiente tallada se apreciaba en su superficie.
―Podría parecer una simple esfera colorida, pero créeme, este pequeño objeto en mi mano tiene más poder del que podrías imaginar. ―Hizo un breve alto. Parecía deleitarse con sus propias palabras, aunque la capucha impedía ver si su cara coincidía con su tono―. Se llama la piedra Kan. Cualquiera que sea su portador obtendrá los poderes de una serpiente. Solo piénsalo, ¿qué podrías hacer con poderes como esos?
―... No entiendo nada ―dijo Eva con una mezcla de confusión y desconfianza.
―Vaya, tenemos a una chica dura... Bueno, ¿por qué mejor no ves la piedra por ti misma y después me comentas qué tal?
―Si lo hago, ¿te largarás y me dejarás tranquila?
―Sí, por supuesto.
El extraño le entregó la esfera. En cuanto Eva la tuvo en su poder, notó que era más pesada de lo que parecía a simple vista. Sin embargo, lo que al principio aparentaba ser una simple bola decorada se transformó en una auténtica tortura cuando esta se introdujo en su mano y le recorrió todos los músculos. Eva por momentos pensó que moriría, y la sensación no paró hasta que la piedra emergió en un lugar sumamente incómodo: la parte delantera de su cuello.
―¿Qué... es esto...? ―preguntó la muchacha mientras se palpaba el espantoso bulto. Aún jadeaba.
―La comprobación de que eres digna de la piedra Kan. Felicidades, ahora podrás usar los poderes de una serpiente. ¿De qué manera? De la manera en que quieras, sin importar si es para ayudar o perjudicar a otros. Por cierto, estoy seguro de que ya tienes en mente a alguien con quien usar esos poderes. ¿O me equivoco?
Mientras trataba de procesar toda esa información Eva estaba consciente de que no quería seguir siendo víctima de los rumores. ¿En serio podría darle un escarmiento a su impertinente colega? Tendría que averiguarlo.
―Ah, antes de que se me olvide, más te vale mantener esa piedra a resguardo. Si se rompe o se desprende, despídete de la vida; una parte de tu alma se ha fusionado con ella.
―¡¿Ah?! ¡¿Que... moriré?!
No recibió respuesta; el encapuchado se fue de la misma forma en la que llegó: súbitamente.
(...)
Al día siguiente, una carta de renuncia llegó a la oficina del jefe de Eva. En ella, el redactor le ofreció una disculpa a la chica por tratarla de prostituta, asumiendo también la completa responsabilidad por el incidente de la tarde anterior.
Eva recibió una llamada telefónica poco después, diciéndole que podría reintegrarse pronto al trabajo. Al mismo tiempo, el insolente se retorcía de dolor en su habitación, todo producto del veneno que le habían inyectado. Si sobrevivía a la noche, podría considerarse afortunado.
(...)
Palm Springs, California, Estados Unidos, dos meses después
En una de las elegantes mansiones de la localidad, un hombre rubio de unos cuarenta años leía varios artículos de diarios en español que tenía en su computador. Una sonrisa pícara se había dibujado en sus labios.
«Parece que finalmente se han revelado».
―Veo que está de buen humor, señor ―dijo un mayordomo que entró a la habitación.
―En efecto, Minion ―respondió el aludido―. Después de muchos años buscándolas, finalmente he descubierto la ubicación de las Piedras del Nahual. Solo mira: muchos eventos raros han estado ocurriendo en Latinoamérica.
El hombre volteó su computador para que su mayordomo viera las noticias. En todas se mencionaba que eventos inexplicables estaban aconteciendo, desde cosas inofensivas hasta muertes en apariencia imposibles.
―He investigado lo suficiente como para saber que las piedras están involucradas. Sus poderes, los animales con los que están asociadas, esto está lejos de ser una simple coincidencia. ―Comenzó a emocionarse―. ¡Ya no puedo esperar más tiempo!
―Me alegro por usted, señor. Ahora podrá lograr su objetivo.
―Así es ―respondió el hombre, ya más calmado―. Prepárate, Minion, porque habrá mucha acción en esta casa en los próximos días. Solo hay que alistar todo.
Con este capítulo se acaba la tónica que llevamos hasta ahora. La piedra Kan era la única que faltaba, por lo que ahora sí puedo contar nuevas cosas en esta historia. ¿Quiénes son los gringos del final y qué pretenden? Se sabrá en la próxima actualización.
Por cierto, sí, este capítulo se llama igual que la obra. Creo que lo expliqué con anterioridad, pero si no, lo hago ahora: los capítulos tienen nombres de números en maya. Hasta ahora han ido desde el cero hasta el trece, por lo que óoxlajuj significa justamente eso: 'trece'.
Batuquear: Regañar.
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