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JO'O

Buenos Aires, Argentina, 25 de julio de 2012

«Sí, creo que esa sería la carrera perfecta para mí».

Faltaba poco para que el año escolar terminara, y Axel planeaba su futuro cuidadosamente. Él era el tipo de persona que no dejaba las cosas al azar, evaluando las posibilidades y mirando todas las posibles consecuencias de sus actos. El único problema al respecto era que se la pasaba pensando y solía ignorar lo que ocurría a su alrededor, no intencionalmente, claro está.

―Axel... Axel... ¡AXEL!

«Puedo trabajar en eso durante el suficiente tiempo como para reunir guita y retirarme con un buen pasar».

―¡AXEEEEEL!

«Sí, eso haré».

―¡ESCUCHÁ, TE ESTOY HABLANDO!

Escenas como esa se repetían todos los días, y si bien aquello era molesto para muchos de sus compañeros, a Axel en el fondo le tenían mucho respeto; aunque, como suele pasar con los ídolos, preferían mirarlo a la distancia.

(...)

Caminando por las calles de Buenos Aires, Axel dejaba volar su mente. Aspiraba a conseguir el éxito mediante las buenas decisiones, por lo que había elegido postular a leyes en cuanto terminara su educación escolar.

Tan concentrado estaba en sus pensamientos que, como casi siempre, no se percató de nada de lo que le rodeaba... hasta que sintió algo duro en su espalda.

―¡Soltá toda la guita, boludo!

A pesar de la delicada situación, Axel se mantuvo sereno.

―¿Acaso no podés laburar? Hacé algo honesto.

­―Gracioso, ¿eh? Muy, muy gracioso. ¡No te quiero escuchar! ¡Soltá la guita ahora!

El joven se negó. El resultado de eso fue una paliza y terminar con los bolsillos vacíos. Por suerte, no le dispararon.

―Vos no quisiste cooperar conmigo. Ahí tenés ―se burló el ladrón antes de escapar.

(...)

Tambaleándose y rengueando, Axel se dirigió a su casa. A pesar de su situación, estaba en su habitual estado de introspección, sin percatarse de la gente que se acercaba a él para intentar ayudarlo.

«Ese tipo es un miserable. ¿Acaso no se da cuenta de que acabará en la cárcel?».

Terminó apoyándose en una pared en su camino; no podía seguir avanzando.

«Ahora me dan más ganas de estudiar leyes. No puedo dejar que gentuza como esa siga suelta en las calles».

Mientras seguía tratando de recuperarse, por fin soltó palabras manifestando su sentir:

―Lo bueno debería ser para la gente que planea con cuidado y visualiza, no para los boludos que se aprovechan de otros.

―La vida es dura, ¿no es así? Muchos prefieren el camino fácil antes que esforzarse por conseguir algo ―comentó una voz desconocida para Axel.

Por alguna razón, el muchacho no pudo ignorar aquello. Se volteó y se encontró con un sujeto vestido de blanco, con una túnica que llegaba hasta el suelo.

Disculpá, pero ¿quién sos vos?

―Eso no tiene ninguna importancia. Lo relevante aquí es que vi lo que pasó contigo.

La afirmación del hombre misterioso sorprendió a Axel.

―¿Cómo? ¿Viste lo que me pasó?

―Sí, lamento no haberte ayudado, pero debo admitir que tuve miedo de esa pistola ―señaló casi sin emoción―. De todas formas, reafirmo lo que te dije antes: la vida no trata bien a la gente honesta. Es algo muy injusto.

―... Lo sé ―dijo Axel con decepción.

―¿Pero sabes? Hay una manera en la que puedes llegar muy alto, literalmente, no como ese ladrón que te asaltó. Y aunque no lo creas, hoy es tu día de suerte, porque planeo revelarte el secreto para eso.

―¿De qué hablás? ―preguntó el chico alzando una ceja.

―Ya lo verás.

De su ancha manga, el extraño sacó una piedra de color celeste. Grabado en ella había un halcón de aspecto prehispánico.

―Lo que tengo aquí es el secreto para que tengas una gran vida. Esta preciosidad es la piedra Coz, que le da a su portador las habilidades de un halcón.

―¿Habilidades de halcón?

―Eso dije. Con ella, serás un hombre muy poderoso, y lo mejor de todo es que los límites los pones tú. Puedes usarla tanto para salvar a las personas como para dominarlas, para atacar como para defender. Todo depende exclusivamente de ti. ¿Captas?

Para Axel, aquello sonaba muy extraño. No es que pensara que todo era mentira, porque sí sentía algo extraño que emanaba de esa piedra; pero tanta maravilla sin costo alguno se escuchaba como algo demasiado bueno para ser verdad.

―No sé si creer todo lo que decís.

―¿Insinúas que trato de engañarte? Mira, si tienes dudas al respecto, puedes ver la piedra con tus propios ojos.

El desconocido le entregó la esfera a Axel, quien comenzó a observarla minuciosamente.

«De verdad que es curiosa. Hasta tiene un pájaro en ella».

De repente, la piedra comenzó a introducirse en la mano del muchacho. Para él, aquello fue un verdadero tormento; podía sentirla atravesar su carne y recorrer su cuerpo antes de reemerger. Aunque no pudo verla otra vez, Axel se dio cuenta del lugar donde se encontraba ahora la piedra: sentía un pequeño bulto en su espalda, justo entre los hombros.

―No fuiste destruido por los poderes de la piedra Coz: eres el elegido.

El joven estaba más preocupado de recobrar el aire que de escuchar las palabras del hombre con túnica.

―Ahora puedes usar sus poderes como quieras. La única condición es que los uses. Nada más, nada menos.

«Usar... mis poderes...», pensó Axel en medio de su agotamiento. Ya comenzaba a prestarle atención al extraño otra vez.

―Una última cosa antes de irme: la piedra que tienes en la espalda ahora es uno de tus órganos vitales, porque se ha fusionado con parte de tu alma. Si se rompe o se desprende, irremediablemente morirás. ¿Te quedó claro?

No hubo tiempo para respuestas; el hombre misterioso se esfumó tan rápido como apareció, dejando a Axel completamente solo.

(...)

NOTICIA DE ÚLTIMO MINUTO

«Hace solo unas horas, fue capturado un peligroso delincuente que operaba en el centro de la ciudad de Buenos Aires. Curiosamente, el sujeto fue encontrado sobre la copa de un árbol, con moretones y rasguños, además de un cuantioso botín».

Ninguno de los presentes en ese momento entendía cómo el criminal había terminado en un sitio como ese, enredado con unas cuantas ramas y, además de eso, golpeado. Por suerte para él, la golpiza no había sido tan violenta como se veía a simple vista.

―Muy bien, decinos cómo terminaste allá arriba ―dijo un policía mientras le colocaba las esposas.

―No diré nada.

En parte era porque no quería hablar con la policía y en parte era porque no iba a dejarque lo catalogaran de loco, ¿o acaso alguien le creería si contara que el atacante era un chico capaz de volar?

(...)

«Ojalá hayas aprendido las consecuencias de tus actos. Pensá mejor las cosas desde ahora».

Axel surcaba el cielo nocturno, dejando atrás su molestia con el ladrón.

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