~Nuevo empleo~
Jack
Era interesante ver a Derek hacer lo que fuera que estuviese imaginando con sus juguetes, muchas veces se quedaba mirando sus carritos por tantos minutos para después moverlos por la pequeña pista que tenía. O cuando corría por la casa hablando bajo por sus juguetes, también cuando íbamos al parque e inventaba tonterías al jugar con Arti. cuando armaba cosas con sus bloques, separando todo por colores.
Finamente, después de un rato de estar separando los cubos, me miró — Papi, ¿Qué colod es este? — levantó un cubo naranja.
— ¿Qué color piensas que es?
Lo mantuvo en sus manitas y ladeo la cabeza mirándolo otro rato — Es que se padece al dojo, y también al amadillo...
— En realidad, es una combinación de ambas — me senté a su lado en el suelo, tomando los cubos de los colores mencionados — Estos dos colores, forman el naranja, ese que tienes en las manos.
— Nadanga... No me gusta este colod — lo dejó a un lado, tomando uno verde brillante — ¡Me gusta más el azul!
— Derek, ese es el verde.
— ¡Vede!
Lo arrastré a mi lado haciéndole cosquillas y escuchando su risa infantil y adorable, besando su cabello tan despeinado como el mío — Peque... ¿Te gusta la escuela?
— ¡Me gusta jugad!
— ¿Y te gusta aprender?
Sus cejitas se juntaron un poco — Mi maesta me cambió de lugad, ya no estoy con Adti. Me abudo.
— Pero tienes que poner atención, ¿sabes? cuando tengas que jugar, juega. Pero en clases, debes escuchar a tu maestra y hacer aquello que ella te indique.
— Mmm... — tiró del dobladillo de su camisa un par de veces y me miró ladeando la cabeza — ¿Pod qué?
— Es la escuela, vas a estudiar y a aprender, hijo...
— ¿Y mi mami?
Suspiré — En una entrevista, pero no cambies el tema... ¿Qué haces mientras tu profesora habla?
— Es que me gusta dibujad... Y me abuden los tiangulos y cuadados. Y luego mi maesta me cambia de lugad podque dice que distaigo a mis amigos.
— A veces es tedioso, pero luego todo eso te va a servir.
— ¿A ti te sidven los tiangulos, papi?
De nuevo me acomodé exhalando aire por segunda vez — A lo que me refiero, hijo, es que eres pequeño y esas cosas que comienzas a aprender ahora te van a servir mientras sigues tu aprendizaje. Debes prestar más atención a tu maestra, y no hablar con tus amigos mientras ellos hacen sus tareas, porque tú deberías estar en lo mismo. ¿Entendido?
— ¿Y mi vas a dad un degalo si lo hago?
El valioso regalo del aprendizaje, ¿qué más quieres?
— Claro, pero siempre y cuando lo hagas, ¿está bien?
— ¡Sí, señod! — respondió levantando su mano cual soldadito.
Lo apreté contra mí hasta que comenzó a rogar por aire mientras emitía su risita incontrolable e infantil. En cuanto lo solté volvió nuevo con lo que hacía, casi regresando al instante a su mundo de juegos y cero preocupaciones tal como debía hacer un niño de su edad.
Recibí un mensaje de Elsa pidiéndome recogerla en la empresa a la que había ido para su entrevista. Las últimas semanas ella había tenido una búsqueda exhaustiva de un trabajo decente que le permitiera trabajar de medio tiempo, y le era casi imposible puesto que en muchos lugares se necesitaba a alguien de tiempo completo. La había visto frustrarse de maneras incontrolables, lloraba por ese mismo sentimiento varias veces, le concebía pensar que era inútil.
Derek cambió sus zapatos él solo, y todo el rato estuvo caminando extraño hasta que me percaté que se los había colocado al revés. En cuanto se los arreglé bien, le coloqué una chaqueta para que no se notara que seguía con su pijama.
Encontramos a Elsa sentada en la parada de autobús donde acordamos, tenía en sus manos los usuales papeles que tenía que presentar. Ya tenía puesto el último de los vestidos formales que su madre le prestó, puesto que los suyos se le habían terminado unas entrevistas atrás, y su cabello estaba adornado con una coleta baja a un lado de su hombro.
Alzó su vista y no tardó nada para entrar al auto, efusivamente se lanzó a mis brazos.
— ¡Lo logré, Jack! ¡Me dieron el empleo!
— ¡Eso es increíble, preciosa! — podía sentir su emoción aflorar en mí también, ajustando mis brazos a su cintura apretándola fuertemente.
Se soltó de pronto, dejando únicamente su mano sobre mi brazo, su sonrisa temblaba y las mejillas estaban rojizas — ¡Estaba tan nerviosa! ¡Y mis manos congeladas! — cubrió su rostro con las manos — Pensé que tartamudearía o estaría dando largas, pero salió perfecto.
Derek se aproximó hacia ella desde el asiento trasero provocando que ella lo sentara en sus piernas — Mami consiguió trabajo, tesoro. ¿Estás feliz por mí?
— ¿Y siempe me cocinadas macadones con queso?
— Claro que sí, pero algunas cosas serán distintas ¿bien? — le besó fuertemente la mejilla, volviendo su mirada a mí — Entraré desde las siete hasta las doce, así que tendré tiempo para cuidar de Derek también, aunque, me explicaron que de todas formas si necesitan algo en otras horas me lo dirán, y me pagaran el tiempo extra.
A pesar de su emoción principal en el mar de sentimientos que apreciaba justo en el momento, presentía que su mirada me estaba comunicando lo aterrada y ansiosa que estaba en ese momento de su nueva etapa. Me parecía enternecedor verla un tanto temerosa al arriesgarse a lo que era desconocido para ella, y era tierno porque sabía que ese sentimiento en ella solo duraría un rato, y luego podría con cualquier cosa que estuviera en su camino.
Tomé su mano, besándola repetidas veces antes de avanzar nuestro camino — Eres la mejor, lo harás fantástico.
Nos llevé a casa y me encargué de hacer el almuerzo para celebrar a Elsa y su primer empleo después de años, no era el mejor cocinando, sin embargo, me esforzaría mucho esta vez por ella.
Bajó a la cocina una vez se había despojado de la ropa formal cambiándola por unos shorts y una camisa que hace unos años fue mía. Se acercó a mí mientras soltaba su cabello de esa coleta, dejando un poco de ese platinado sobre su hombro. Me encantaba mucho lo largo que se le veía.
— ¿Qué cocinas, chef? — cuestionó abrazándome por la espalda mirando a la estufa — Porque huele muy bien.
Le mostré el libro de recetas que siempre tenía cerca de la encimera de la cocina — Estoy tratando de hacer ese pollo con crema... y arroz, pero... ¿Sí huele bien?
— Sí, ¿puedo probar?
Tomamos cucharas distintas y las sumergimos en la olla, una vez la sacamos y probamos, no fui humanamente capaz de disimular la pequeña mueca en mi rostro por lo exageradamente salado que había dejado eso. Mi esposa en cambio, podía recibir un premio a la mejor persona del mundo por poder mentirme de la manera que estaba planeando hacerlo para no hacerme sentir mal.
— Está... muy rico, yo digo que así está bastante bien — me sonrió para después darme un beso en la mejilla.
— Elsa, también lo probé. Eso está más salado que mi suerte, acéptalo.
— Pero se puede arreglar, lo prometo — rió volviendo a besarme evitando reírse a carcajadas de mi rotundo fracaso — Me encanta aun así, te esfuerzas, aunque sabes que no es tu fuerte.
Miré mi desastre de nuevo — ¿Cómo se arregla?
— Vierte un poco más de agua y crema, así suavizará lo salado.
Fue ella quien puso la cantidad de lo que mencionó correctamente, y esperamos unos minutos para que surtiera efecto. Y, bueno, no esperaba que lo hiciera, pero no esperaba menos de ella. Bueno, al menos ayudó un poco. Luego lo dejamos estar para que el pollo estuviera bien cocido.
— ¿Sabes? — llamó Elsa mi atención sentándose en una de las sillas del comedor, recargando uno de sus brazos en esta — Sí me siento nerviosa por comenzar a trabajar... Es decir, nunca he tenido un trabajo.
— ¿Y la tienda para cosas de bebés? Al menos cuenta...
— Me refiero a un trabajo así de serio. Tal vez sea de medio tiempo, pero igual seré asistente de un gerente y eso me pone nerviosa. ¿Qué tal si es amargado... o grosero? O ¿Qué tal si es una señora que es abusiva?
— ¿Y qué tal si son personas amables, que no abusan de sus empleados y no son para nada groseras? — me senté frente a ella, colocando mi mano sobre la suya haciendo chocar nuestros anillos de boda — Siempre te centras en lo mala que puede ser una situación que no has vivido. Piensa mejor que es gente amable, que será un ambiente de trabajo muy amigable y que no te sentirás incomoda o insegura. No es sano que pienses cosas negativas acerca de las cosas nuevas en tu vida.
Su rostro cabizbajo se ablandó un poco con una tenue sonrisa en cambio — Siempre estás levantándome en animo...
— No sería tu mejor amigo si no fuera capaz de hacerlo.
Se levantó despacio para ir a parar a mis piernas, cubriendo mis hombros con su brazo izquierdo y su pequeña mano viajó por mi rostro, el cuello, al mismo tiempo que ella me besaba con ternura y subía un poco de tono con los segundos que comenzaban a trascurrir entre nuestros labios que no deseaban borrar el tiempo usado para estar juntos. Sostuve sus piernas para que no se deslizara y estuviera más cómoda, apreciando a la vez la piel más suave que siempre iba a poder acariciar.
— ¿Crees que Derek se entere si nos ausentamos un rato? — susurró muy bajo en mi oído, besando lentamente bajando en mi cuello.
— ¿Me vas a secuestrar?
— Solo por un momento — bajó de mis piernas, bajándole el fuego a la estufa hasta apagarla — No tardes demasiado.
— Subiré después de ti.
La vi alejarse pasando al lado de nuestro hijo que estaba más que concentrado en la televisión y sus juguetes.
Tomé el control de la televisión subiéndole un poco más al volumen y revisando la guía de programación asegurándome que Derek estaría entretenido.
— Papi, tengo hambe.
— Ya va estar la comida, peque... — saqué de la alacena la bolsa de papitas que a él le gustaban más y un jugo pequeño del refrigerador — Toma, come esto para mientras.
— ¡Chupi!
Subí las escaleras tan pronto como lo vi embelesado en sus caricaturas, esperaba que funcionara mientras tanto. Entrando a la habitación, cerré la puerta con llave para evitar cualquier inconveniente. Elsa me miraba sentada de rodillas desde la orilla de la cama, con esa sonrisa traviesa en la que se mordía un poco sus labios y su mirar celeste se volvía más intensa.
— Pensaba quitarme la ropa, pero creí que te gustaría hacerlo tú...
Acercándome a ella, con el propósito que mis manos pedían tirar de la camisa con el fin de pasar mis manos por su piel blanca. Dejándola expuesta a mí, sin más que la ropa de abajo cubriendo su precioso cuerpo, me aferré a su cintura chocando mi cuerpo contra el de ella. La cálida bienvenida de sus pechos contra mí era por excelencia una sensación excitante, dejar que recorriera la suave espalda baja y poder estrujar su trasero al mismo tiempo que devoraba el tiempo en sus perfectos labios rojizos. Sentía sus dedos enterrándose en mi cabello, exigiendo por lo alto todo lo que podía ofrecerle.
Agarró sin más mi camisa y la arrojó a la cama, podía sentir piel con piel, ambos desbordando el calor en nuestro espacio.
— Sabes que me gusta desnudarte — respondí, inclinándome en ella y que así pudiera caer recostada en nuestra cama, y ese cabello tan largo quedó esparcido justo donde ella quedó a mí espera.
Sus piernas fueron las segundas en enganchar a mi cintura contra su cuerpo, sus manos se escurrieron por mí pantalón hasta deshacer el botón y poder bajarlo un poco con ayuda de sus pies. Pude escuchar más de cerca esos suspiros que sus labios me regalaban cuando comencé a besar impetuosamente su elegante cuello, bajando por sus hombros tan femeninos y pequeños. Con una mano juguetee con sus pechos amansando con cuidado sintiendo la sensualidad de las curvas voluminosas, resbalando mi lengua por la lisa piel que desprendía el olor de su perfume favorito.
— Se supone que yo te secuestraría a ti, tarado — jadeó despeinando mi cabello, acomodándose bajo de cuerpo.
Rodee con mi lengua su pezón rosado, succionándolo después rozándolo con mis dientes. Que regocijo apreciaba al escucharla jadear debido a mí — Bien, pero si quieres me detengo.
— No, no, secuéstrame tú — jadeó antes de reírse y guiar sus labios a los míos por un breve segundo.
Me reí — De todos modos, te estoy celebrando, ¿sí? — me senté tirando mis desajustados pantalones al suelo. Apreté sus muslos después llevando mis manos a la cima donde se encontraba el botón, y una vez fuera, deslicé las dos prendas juntas por sus extremidades exponiendo su fabuloso cuerpo desnudo, invitándome a darle placer en cuanto por voluntad abrió sus piernas.
— Que generosa celebración, entonces. Almuerzo, caricias... — gimió preciosamente apreciando los besos ascendentes por sus largas piernas, el agarre firme del deseo que me provocaba hundir mis dedos en su piel caliente y blanca hasta que se pusiera roja por completo. Mis labios se encontraron de frente con su feminidad húmeda, sedienta por un poco de cariño, el deseo de probarla se sació al tocar con mi lengua ese punto sensible que le provocaba soltar los gemidos más gloriosos que una sinfónica entera. Temblaba, su cuerpo exteriorizaba aquellas oscuras sensaciones que estaban supuestas a ser prohibidas. Amasé con mis manos extendidas sus senos desatendidos. Sus manos tiraban de mi cabello, curvaba sus caderas moviéndolas contra mi lengua con tal de saciar su orgasmo magnificente — ¡Amor! Ah... Espero no haberlo gritado.
— Me gusta cuando gritas, te ves muy atrevida — subí por su monte venus, besando su vientre y su estómago.
Elsa se incorporó acomodando sus piernas a cada lado de mí, restregó su pelvis suavemente en la zona baja de mí cuerpo creando una reacción en cadena que hizo al instante que su aferrara a su cuerpo, escondiendo mi rostro entre su cuello y hombro. Sentía su humedad hambrienta con los roces y deslizamientos. Sus manos jalaron mi cabello sacando mi rostro de entre su hombro, tenía la sonrisa que solo yo tenía el privilegio de gozar y besar hasta el maldito cansancio.
— Ahora sí, eres todo mío.
Mordiendo mi labio al final de su beso caliente, tomando mi miembro para hacer de las suyas conmigo, montándose en mí lentamente apretando mientras su calor me cubría y yo en cambio la llenaba. Un momento se quedó quieta dejándome embriagarme por toda ella como si fuera la primera vez que la tuviese en mis brazos, apreciaba a sus labios recorrerme el cuello y sus pequeñas manos por mi pecho y el abdomen, en un movimiento constante al compás del subibaja. Comenzaba a levantar sus caderas acompañados con los suaves brincos de sus senos casi frente a mi rostro, con sus brazos recargados en mis hombros y su rostro reflejando todo aquel placer que nacía en ella. Escuchaba el unísono de nuestros jadeos y particularmente esos gemidos suaves desde su garganta, los que intentaba contener mordiendo su labio. Nuestra piel chocaba, nuestra piel se calentaba. Era una jodida maravilla sentirla, apretando contra mí su caliente humedad que chorreaba entre los dos. No planeaba moverme demasiado sabiendo que era ella quien llevaba el control de la situación, que ella y su magnífica sensualidad se tomaría el cargo de llevarnos a los dos a un orgasmo pleno. Mirarla en justo acto sexual, cerrando los ojos, mordiendo sus labios, abriéndolos para dejar paso a inevitables grititos, sus senos exigiéndole que los tome en mi boca y los devore, que muerda y lama cada centímetro solo para provocarle más placer a la maravilla de mujer que tenía montándome.
Se inclinó sobre mí, gimiendo cerca de mi oído. Jadeando tan cerca que su aliento caliente chocaba contra mi oreja, me daba una sensación de cosquilleo que viajaba por toda la columna. Sus dientes mordían mi hombro y de pronto sus uñas se clavaban en mi espalda baja, sus caderas estaban ahogando a su vagina en cada embestida, y ella en cada segundo deliraba, era falta de saber cómo mierda controlar su cuerpo ante el venidero clímax para su precioso cuerpo.
— Jack... — chilló casi en un susurro en mi oído, tan tierna y sensualmente que podría acabar con ella con solo escucharla correrse encima de mí. Apretándome, con su cuerpo temblando placenteramente habiendo por fin acabado — Cariño... Tu no...
— Shhh — la alejé un momento, acostándola de nuevo y ajustarme entre sus piernas abiertas y colocadas sobre mis muslos — Solo disfruta, hermosa.
Verla acostada, viendo su figura, su rostro ansioso y saciado, su cabello despeinado, los labios rojos e hinchados. Sus pechos que subían y bajaban por la respiración tan ajetreada. No había ninguna otra cosa más que me excitara que mi propia esposa justo al terminar de tener su orgasmo, la embestía sabiendo que un nuevo orgasmo se creaba en su sensibilidad, me daba la oportunidad de juguetear con tu clítoris poniéndola más caliente y lista para un nuevo clímax. Con cada golpe veía esa fabulosa escena de como su vagina me devoraba, estaba fascinado con ella. Intentaba tanto como ella no gemir en lo alto, oprimiendo los sonidos en el pecho, pero mirándola a ella, sintiendo el placer que me daba ella, era una tarea casi imposible. Elsa junto sus piernas en el momento, arañando su propia piel ante su segundo clímax, y pude ser testigo de cómo mi mujer disfrutaba y yo podría arrojarme a su pecho completo y saciado como ella, empujando en su mojado ser, acabando por besarla como si fuera mi última oportunidad de hacerlo.
Elsa reía suavemente en mi oído — Me gusta cuando lo hacemos de la nada.
— Ah — me deje caer encima de ella, sacándole el aire de sus pulmones.
— ¡No! — río a carcajadas, empujando inútilmente mis hombros — ¡Estás aplastándome!
Me incorporé riéndome también, mirándola con esa enorme sonrisa en su rostro solo podia adorarla más de lo que se suponía debía ser posible amar a alguien. Besé sus labios, sus mejillas rosadas, esa pequeña nariz y su frente.
— Eres tierna... Y muy sexy.
— Pues más te vale creer eso de mí, es tu deber — respondió su vanidad por ella, antes de besarme en la nariz — Te adoro, guapo.
Un golpe fuerte en la puerta nos hizo voltear a ver velozmente — ¡Mami, papi, ya tengo mucha hambe! ¡Quiedo comed ya!
— Oh, mierda, Derek.
Nos dimos una ducha de casi quince segundos antes de salir con olor a sexo fuera del cuarto. Elsa y yo nos vestimos entre besos y bromas, culpándonos el uno al otro por ser tan malos e irresponsables con nuestro pequeño engendro. En cuanto salimos al pasillo casi desbordando cursilerías y bromas idiotas, vimos a Derek con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
— ¡Tengo hambeeeee!
Su madre lo cargó ya con la poca facilidad de antes, llenando su carita furiosa de besitos que solo su madre podría darle para calmar su enojo y convertirlo en una enorme sonrisa.
— Entonces vamos a comer, ¿si? Papi preparó algo muy rico para ambos.
— Pero papi cocina extaño...
— ¡Escuché eso Derek!
Y así pasó nuestro día, tan normal como podía ser otro fin de semana. Salimos por la tarde al parque que se situaba cerca de nuestro hogar a jugar un poco hasta el cansancio con Derek, comer helado y una que otra chuchería. Volvimos a casa con el pequeño casi dormido en mis brazos, tarareando una cancioncita hasta que dejé de escucharla más, sabiendo que estaba descansando por haber corrido y saltado tanto.
— Jack, empiezo martes y es muy temprano. Tienes que alistar a Derek antes de irte y dejarlo en la escuela todos los días... ¿Vas a poder?
— Voy a tratar — suspiré — Sabes que el tráfico es horrible muchas veces.
— Lo sé, tendré que irme más temprano de lo que planeaba para poder tomar el autobús.
Bufé, torciendo un poco mis labios — No me gusta la idea de dejarte ir sola en autobús... Puedo dejarte en tu trabajo y luego volver con Derek.
— Vas a cansarte, es muy temprano y luego que trabajar hasta la noche. No, voy en autobús. Además, si vas a dejarme Derek se quedaría solo en casa.
— Podemos llevarlo.
— No voy a obligar al niño a levantarse más temprano por mí — tomó mi mano libre apretándola — Eres lindo cuando te preocupas, pero está bien, no tienes que hacerlo, siempre te avisaré cuando llegue.
Casi sonrió, de todos modos, eso no me dejaba del todo tranquilo — Te besaría, pero bodoque ya está durmiendo y no puedo moverme.
Entonces fue ella quien se movió a mi derecha y en puntillas alcanzó mi mejilla dejando un rápido beso justo ahí.
— ¿Te dijeron de quien serás asistente?
— No, solo me dijeron que era un gerente que no pasa mucho tiempo en la empresa, por eso les pareció bueno que estuviera de medio tiempo trabajando para él. Supongo que martes voy a conocerlo.
Era muy extraño que fuera a trabajar y que la contrataran sin saber exactamente para quien lo haría. No sabía mucho de la empresa y mucho menos de quienes la manejaban, sentía algo extraño en el pecho. Quizá solo era que ella me había contagiado sus nervios, o, realmente no sabría cómo definirlo.
Elsa
El martes por la mañana puse el despertador a las cinco en punto, apagándolo tan pronto como sonaba para no molestar a Jack. Al terminar de ducharme fui a mi ropero, descubriendo que de nuevo toda mi ropa se encontraba limpia y colgada como Jack me había prometido que la había dejado. Traté escoger un vestido recto y formal con unos tacones moderadamente altos, intenté que mi maquillaje no fuera pesado y que mi cabello suelto estuviera decente.
Metí mis llaves al pequeño bolso que llevaba y me miré al espejo una última vez antes de salir, fijándome por el reflejo que Jack se levantaba de la cama.
— ¿Ya te vas?
— Sí... ¿Me veo bien? ¿Está demasiado exagerado mi maquillaje? Intenté que no lo fuera...
— Estás preciosa, respira un poco... ¿Si llevas tu inhalador, cierto?
— ¡Oh! Cierto — volví a mi espero y saque del primer cajón ese pequeño inhalador, que realmente no usaba mucho — Entonces, me voy, deséame suerte.
Me acerqué rápidamente para besarlo como despedida. Cuando crucé la puerta, lo escuché decirme: Ten cuidado. Y le prometí por segunda vez avisarle en cuanto llegara a mi destino.
Era horrible ir en autobús cuando tenía mucho sueño, veía a muchas personas que dormían placenteramente sin importarles que los vieran babear, pero si no estaba con Jack no me atrevía a pegar un ojo. El viaje constaba de cuarenta minutos en este transporte, con un auto sería más rápido, pero seguía sin saber bien cómo manejar y mucho menos de cómo mantenerlo. Además, comprar un auto en estos momentos no sería la mejor idea del mundo.
Tuve que caminar solo un par de calles antes de llegar a la empresa, y fue cuando envié un mensaje a Jack: Llegué, ya no te preocupes. Te amo.
No supe si me contestó, pues al entrar una mujer muy agradable me ayudó a ambientarme un poco. Estaba indicándome cual sería mi puesto de trabajo y como sería mi puesto, a qué horas llegaba el gerente y como quería incluso su café.
— ¿Tienes alguna pregunta, querida?
— No, todo está muy claro. Muchas gracias — asentí sonriente, casi mordiendo mi labio al final de los nervios que de nuevo se habían apoderado de mí. Me contuve.
— Bien, entonces el señor Hamada está por llegar. Bueno, es más joven como para llamarlo señor¸ pero ya sabe, formalidades — rió bufando un poco apartando un mechón rubio de su frente — Si necesitas algo, solo dime, ¿de acuerdo Elsa?
— Muchas gracias, Aurora.
Me dejó sola en mi escritorio frente a la oficina de mi próximo jefe, encendiendo la computadora revisé los correos que me habían pedido ver al principio. Pero por poco mi cabeza se va a otro lado, resonando ese apellido en mi cabeza. ¿Lo reconocía de alguna parte?
— Buenos días, Aurora. ¿Ya está aquí? — preguntó una suave voz amable que me hizo voltear hacia el lugar que provenía, pero no alcancé a ver a nadie.
— ¡Sí! Ya está en su puesto revisando los correos que me indicó.
— Muy bien, te lo agradezco.
Me puse de pie, pensando que debía hacerlo. Sus pasos llegaron rápido a mi campo visual y pude verlo justo ahí, con traje y una mirada sorprendida — Elsa...— sonrió de vuelta, esa amigable sonrisa que desde hace muchos años no veía — ¡Que sorpresa!
Y yo sabía que su apellido me era familiar — Tadashi, que gusto verte de nuevo.
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¡Espero que lo hayan disfrutado! 7u7 oh, yo se que lo hicieron, pillas 7u7
Ok ya. Gracias por leer ;3 comenten, voten, es gratis, miren que hay mucha novela que se cobra hoy en día :3
Lo siento si hay errores, igual edito luego, porque se supone que ya lo hice pero también a mi miope vista se le escapan algunas cosas :'v
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