~Deja de intentarlo~
Elsa
Después de un par de minutos en esperar de noticias, una doctora apareció anunciando su nombre. Y lo comprendí, era como si estuviera esperando saber algo de mi hermana y en el momento que la enfermera se presentó, simplemente deseaba escuchar cosas buenas, porque con Anna todo era bueno y feliz, lo malo no entraba a su categoría de vida. Una sonrisa brillante que animaba a todos, eso era mi hermana...
Esa enfermera representaba las malas noticias, y yo solo quería hacerme a oídos sordos ante eso.
— ¿Familiares de Anna Bjorgman?
— Es mi esposa — Kristoff se levantó de inmediato, con el rostro contraído de los nervios — ¿Ella está bien?
La enfermera asintió sin ninguna expresión en la cara — Ella está bien — revisó su expediente — Pero la estamos preparando para cirugía.
Apreté con fuerza la mano de Jack — Dijo que todo estaba bien.
— Y lo está, pero ella pidió una ligadura de trompas. Estamos acá para que su esposo firme una formalidad para que ella pueda entrar a cirugía.
— ¿Podemos verla? — preguntó Kristoff, emitiendo un tono de voz inigualablemente resignado. Tanto que provocaba darte por vencido de todo — Quiero verla.
— Ella está en el doscientos ocho, pero le advierto que desde que pidió la cirugía no ha pronunciado ninguna otra palabra. Esperamos que ustedes la animen. ¿Sus padres no están?
Negué con la cabeza, pronunciando lo único que mis labios quisieron decir — Ellos viven en Nueva York.
— ¿Quieren que los llamemos? Solo para que estén enterados del estado de la paciente.
— Ah... — miré a Kris, quien simplemente asintió con la cabeza — Anoté el número, por favor.
Caminar hacia esa habitación era un martirio, en cada pasó sentía los cuchillos clavándose en mi pecho por el miedo de ver a Anna. Mientras más pasaba el tiempo en ese hospital, más recordaba los días anteriores, donde mi hermana estaba inexplicablemente feliz, casi repartía amor con cada palabra que salía de su boca, y era simple, yo no me lo explicaba, pero estaba feliz por su embarazo. Quizá no dijo nada, pero estar en cinta la mantenía feliz. Y ahora ella quería ligar sus trompas y negarse por completo a intentarlo.
Kristoff se acercó a la camilla tomando la mano de su esposa, quien en su mirada solo desprendía desolación, incluso decepción. Podía sentirse esa vibra de decepción por toda la habitación. Su esposo trató de hacerla hablar, acariciando su rostro, besándole la frente y motivándola, pero ella solo observaba de frente con los ojos empapados en lágrimas. Y cuando creímos que no reaccionaría, se quebró en un millón de pedazos sollozando en el pecho de Kristoff.
Jack y yo veíamos la escena desde los pies de la camilla, y me aferre fuertemente a mi peliblanco encontrando en él la fuerza necesaria para no romper a llorar mientras el llanto de Anna solo se escuchaba con una inmensa decepción propia.
— Señorita — la enfermera de antes tocó mi hombro para llamar mi atención — La madre de la joven Anna me pidió que la pasara al teléfono.
— Por supuesto.
— Sígame a recepción.
Jack me siguió detrás de la enfermera — Creo que debemos dejarlos solos por el momento.
— Sí... — tomé la llamada cuando llegamos a recepción — Hola...
— ¿Cómo está ella?
— No... no para de llorar — contesté, suspirando fuertemente — Está devastada, quería esto desde que...
— Lo sé... — la madre de Anna comenzó a balbucear entre su lloriqueo — Lo sabía, sabía que ella lo quería y aun así no le dije nada. Lo sabía.
Ladee mi cabeza completamente confundida de lo que acababa de escuchar proviniendo de ella — ¿De qué habla?
— Olvídalo, ¿en qué hospital están? Llegaremos lo antes posible.
— En el central de Washington... ¿Llegaremos? ¿Papá también viene?
— Sí, claro, es su hija Elsa... Nos vemos en un rato, ¿sí?
Asentí lentamente con mi cabeza — Está bien.
Una sensación extraña y de mal gusto giro en mi estómago, un disgusto total sobre mi padre. Me di la vuelta y decidimos volver a la habitación de Anna, y me detuve justo a la entrada.
— ¿Todo bien? — Jack puso su mano sobre mi hombro bajando a mi cintura — ¿Qué te dijo?
Sacudí mi cabeza, solo pensando que si lo hacía mi clara mortificación se iría mágicamente por algún agujero negro — Sí, todo bien. Están en camino.
Me adentré a la habitación de mi hermana, sentándome al lado de su camilla observando sus hinchados ojos turquesas — Hola, Annie... Lo siento mucho.
— Los médicos dijeron que solo tengo un veinte por ciento de probabilidad de quedar embarazada, porque sufro de anomalías en mi útero que no presentan síntomas visibles. No resiste nada, es por eso que toda mi vida tuve periodos irregulares, nunca lo entendí hasta ahora — remojó sus labios con saliva repartiendo mordiscos en su labio inferior — Y el hecho de que pueda quedar embarazada, pero terminar perdiéndolo de todas formas, es cruel... Y mi madre lo supo todo el tiempo. Lo supo y no me lo dijo.
— ¿Cómo sabes?
Ella me miró — ¿Recuerdas cuando te conté la primera vez que perdí a mi bebé? Tu recién te enterabas de tu embarazo.
Y como olvidarlo, estaba aterrada y sensible por lo que ella decía — Lo recuerdo.
— ¿Recuerdas que te conté que mi madre me había dicho que simplemente mi cuerpo no estaba listo y que, sin duda, luego podría? Ella me mintió solo para que yo no me asustara, me mintió.
— Ella te protegía...
— Sí, y ahora estoy por someterme a una cirugía horrible para mí, porque ella fue incapaz de decirme que yo nunca iba a poder tener hijos.
Relamí mis labios, preparándome para su posible enojo por lo que diría — Ella vendrá... Junto con papá.
— ¿Pueden dejarme a solas con Elsa, por favor?
Jack se hizo escuchar detrás de mí — El hospital dijo que era mejor que tus padres se enteraran, Anna...
— Por favor, déjenme a solas con mi hermana.
Kristoff suspiró antes de apartarse renuentemente del lado de su esposa, y Jack le siguió después de apretar un poco mis hombros, cerró la puerta una vez abandonó la habitación.
Anna se tiró contra la almohada — Estoy cansada, ¿sabes? Le pedí a Kristoff intentarlo una última vez, sabiendo lo que pasaría. Y cuando me enteré, dije: Hey, tal vez ahora si suceda... Quise estar feliz porque por alguna razón pensé que, si estaba feliz, el bebé se quedaría.
— Anna, esto no tiene por qué ser malo siempre... — me levanté de la silla para estar frente a ella de pie, tomando su mano con fuerza — ¿Has pensado en la adopción?
— En realidad, no quiero saber nada de bebés por ahora — respondió respirando profundamente — Mírame, Elsa. Terminé mis estudios, tengo un trabajo increíble donde empiezo a escalar en grande, mi esposo me ama, tengo una familia que me ama. No tengo una mala vida... Puedo empezar simbólicamente de cero.
Asentí, sin dejar de mirarla a los ojos — Eres fuerte, Anna, lo sé de sobra... Pero si guardas lo que sientes en este preciso momento, luego vas a explotar — metí mis labios en mi boca por un momento, observando el rostro que estaba pintado en una muy reservada tristeza destructiva — Se honesta.
Un pequeño momento en el que ella quiso ser tan fuerte como un huracán, aparentando serlo al menos. Su rostro de decisión lo derrumbaban por completo sus ojos de cristal, humedeciendo sus mejillas con lágrimas que le parecían acido corriendo por su piel.
— Tengo una vida increíble, Elsa, la tengo... Y no me siento feliz, en este instante no me quiero sentir feliz ni optimista — jadeó, contrayendo su cara de dolor — Y no creo que alguien me entienda, no creo que alguien entienda lo mucho que deseaba ser mamá. Muchas me dirían que estoy loca, pero yo anhelaba eso, después de estudiar y conseguir trabajo, yo deseaba poder cambiar pañales y despertarme a las tres de la madrugada para consolar a mi bebé. Quería emocionarme con su primera sonrisa, con sus primeros pasos y su primera palabra... Yo quería todo eso, y ahora lo único que deseo es que me operen para ya no ponerme falsas esperanzas y seguir caminando en falso.
— Ay, nena — me senté a su lado, sosteniéndola sobre mi pecho apreciando como sus lágrimas mojaban mi camisa y su respiración tan fuerte e irregular me llevaba a acariciarle la espalda para que se relajara un poco — Llora todo lo que necesites, yo estoy aquí... Siempre voy a estar aquí.
Acostándome a su lado en la camilla, los minutos más lentos transcurrían mientras Anna se desahogaba. Lloraba desconsoladamente hasta que el hipo de su llanto desaparecía, y sus ojos se secaron y no pudieron lanzar más lágrimas; y su garganta no soportaba el nudo ahí instalado. Ella me llevó consigo al silencio absoluto, donde el único sonido presente era el reloj y las maquinas que hacían sonar su corazón.
— ¿Estás dormida? — pregunté con cautela.
— No... creí que tú estabas dormida.
— ¿Dijeron a qué hora te operarían?
— A las tres — susurró — Necesito que me distraigas.
Me removí de posición — ¿Con qué?
— Tus planes... No sé, ah... ¿Tu boda?
— ¿Mi boda? ¿Mi inexistente boda?
Ella asintió con una diminuta sonrisa — Sí, Jack y tu aún no han pisado el altar, ni han sentido los nervios nupciales. No es justo, te comprometiste antes que yo.
— Sí... bueno, ya tenemos años juntos, no se puede estar más casado que eso.
— Deben hacerlo oficial.
Me encogí de hombros — Quizá vayamos a un juzgado. Más rápido y no hay gastos extras.
— Claro que no... Debe haber fiesta, un gran pastel y vestido blanco... Aunque ya no seas virgen.
Me reí haciendo mi pecho temblar — Sí, lo de virgen ya no va conmigo. Y menos teniendo a Jack de pareja... Nunca me vi con vestido blanco, me niego a eso.
— Pero...
Un par de doctores entraron a la habitación, con un archivo en sus manos — Señora Bjorgman, debemos prepararla para su cirugía. Su hermana debe salir de la habitación, terminó la hora de visita.
— Entiendo — bajé de la cama dándome la vuelta para tomar las manos de Anna, dejando un beso en su frente — Ahora sí necesito que seas lo más fuerte que eres. ¿Está bien?
— Sí... lo intentaré.
Me senté afuera, junto con Jack y Kris a mi lado — Van a prepararla para cirugía.
— Voy a ir a estar con ella — el rubio se levantó de inmediato, sin dedicar otra palabra.
— ¿Hablaste con él?
— No quiso decir nada... — Jack se deslizó por el asiento — Pero sí hablé con Derek, estaba un poco confundido porque no llegamos por él como se lo prometimos, pero está bien. Por lo que sé estaba viendo televisión con Arti.
— Bien...
Era muy cansado estar en un hospital por mucho tiempo, sin muchos lugares a los que ir más que a la cafetería por un café extremadamente cargado y algunas galletas. En espera de la rápida operación, sabíamos que no iban a tardar mucho y que incluso era posible que la dieran de alta el mismo día. Y no veía la hora de irnos, es que los hospitales de alguna forma me ponían nerviosa. Gente llorando por la pérdida de un ser querido, otros en la incertidumbre del que pasará.
Después de un rato, decidimos traer a Derek con nosotros para no molestar mucho a Tooth. Que, si bien para ella no era una molestia, yo sentía que abusaba un poco. Y como era de esperarse, él se aburrió al poco tiempo de estar ahí.
— ¿Ya nos vamos mami? — preguntó dejando de mover sus carritos por el suelo, observándome con fastidio de estar en el mismo lugar — Me quiedo id ya.
— Derek, por décima vez, no. Paciencia — murmuró Jack con los dedos en el puente de su nariz.
Derek rezongó lanzando sus carritos contra el suelo — ¡Me quiedo id ya!
— Derek, ven aquí ahora — lo llamé lanzándole una mirada molesta — Vas a comportarte, ¿me escuchas? No vas a hacerme berrinches justo ahora, sabes que eso es de mala educación.
Sus mejillas se pusieron automáticamente rojas con las cejas juntas, apunto de hacerme otro berrinche — ¡Me quiedo...!
— ¡Ya, Derek! Recoge tus juguetes y te sientas — reprendí señalando al suelo donde había abandonado a sus carritos — Esto es un hospital, debes estar callado. Y si te digo que nos iremos pronto, es porque así será.
Con el entrecejo fruncido recogió sus juguetes y trepo a la silla para estar quieto y con su labio inferior haciendo un mohín frustrado — Eso dijo hace hodas — resoplo moviendo con lentitud los carros sobre el asiento.
En horario infantil, una hora de espera podría sentirse eterno claramente.
Jack miró de reojo a nuestro pequeño cascarrabias, riéndose sin que él lo notara — Eres igual que tu mamá.
Rodé los ojos — Pues entonces ahora la entiendo — miré a mi berrinchudo de nuevo — ¿Por qué en lugar de estar enojado, me cuentas sobre tu primer día en la escuela?
Y de pronto su enojo se esfumo — ¡Me gustó mucho, mami! Jugamos con plastilina y Legos con Adti y otos niños — sonrió enormemente dando saltitos en su silla.
— ¿Hiciste nuevos amigos? — preguntó Jack revolviendo su cabello con una sonrisa satisfactoria — Que suertudo, campeón.
— Son Dennis y Bonnie — se cubrió riendo su boquita — Mami, tú me dijiste que no iba a jugar en la escuela.
— A veces podrás hacerlo, tontín — su rostro entre mis manos era tan pequeño y precioso, podía jurar que sus ojitos azules me enamoraban cada día un poco más. Besé su frente estampando mi labial — Te adoro.
Una pareja de adultos cruzó la puerta de entrada, bastante elegantes como si fuera una gala de primera. Pero mi padre y la gran ginecóloga no podían ocultar tras esos trajes caros y finos la enorme preocupación tatuados en sus ojos.
Mis ojos se cruzaron con los de mi papá, quise apartar la vista de inmediato y no pude conseguirlo. La madre de Anna me miró preocupada — ¿Y Anna?
Jack y yo nos levantamos dejando a Derek muy confundido — Llevan un tiempo operándola, tal vez nos den noticias ya.
Papá se adelantó — ¿Operándola? ¿A qué te refieres, hija?
— Ella quería esterilizarse.
— Oh, mi niña — susurró la madre, cubriendo su boca — Ella va odiarme cuando le diga...
— Ella lo entenderá, cariño — quiso apoyar mi padre a su esposa, abrazándole por la cintura — ¿No han dicho nada los doctores?
Kristoff apareció de los pasillos mirándonos a todo — Hace media hora la tienen en cuidados, pronto la podremos llevar a casa... — miró a su suegra con cautela — Me dijo que, si ustedes habían llegado, necesitaba hablar solo con usted...
Aquella mujer de cabello rojo secó sus lágrimas, asintiendo — ¿Dónde está ella?
— Yo la llevo...
Un vacío cayó por mi estómago, ante la fría incomodidad de estar a solas con Jack y papá.
— Mami... — la vocecita de mi niño llamó mi atención de inmediato, mirando con curiosidad a mi papá, aunque rápidamente desvió su mirada a mí — ¿Qué le pasa a mi tía?
Me senté a su lado — Ella está un poco mal, pero pronto estará bien...
— Hola, Derek... — saludó mi padre a mi pequeño, con una pequeña sonrisa, aunque en sus ojos no cabía otro sentimiento que la incomodidad, pues no había contactado directamente a mi hijo desde hacía casi dos años. Porque a menos que los juguetes y las cortas llamadas hicieran alguna clase de relación que pudiera hacer que mi Derek quisiera un poco a su supuesto abuelo, todo estaría bien — Hace mucho no te veo...
Derek me miró a mi sin dudar un segundo, sintiéndose muchísimo más pequeño en su silla. Él podía ser extremadamente tímido si no conocía a las personas.
Le sonreí — Es tu abuelo, Derek... quien te ha dado muchos juguetes. ¿Recuerdas a tu Spiderman? — él asintió — También hablas por teléfono con él...
— Ah — Derek volvió a ver a papá con una leve sonrisa en su rostro pintado de un leve rojo — Hola...
La sonrisa de Agnar se hizo más sincera, incluso creo que se relajó un poco — Hola pequeño.
Observé a Jack directamente a los ojos. Él me conocía, debía saber exactamente lo que pedía con mi mirar. Quería estar sola, hablar con mi papá y simplemente dejar las cosas como estaban antes. Mucho, pero mucho antes.
Y mi peliblanco entendió, asintiendo poco cómodo atrayendo a Derek — ¿Quieres unas galletas, amiguito? — él nos miró por un momento — Regresamos en un rato...
Y él hombre que tenía a mi lado no tardó en hablar, en decirme lo que él creía que yo quería escuchar. Como desearía que por un segundo se hubiese quedado callado, solo por un momento más sin decir nada.
— Debía venir — empezó — Tu hermana de la nada estaba en el hospital y me doy cuenta por lo que está pasando. Es importante para mí... Lamento no haber venido cuando te lo prometí, Elsa, tenía mucho trabajo y por más que deseara estar aquí no pude.
Me reí, una risa que me sabía tan amarga como medicina — Siempre ha sido así, ¿no? ¿Por qué esperar a que algo cambien contigo?
— Estoy esforzándome lo más que puedo, hija — suspiró con fuerza — Tener una parte del gobierno en una mano y a mi familia de la otra, no es tan fácil como piensas. Entiéndeme... Te llamo cuando puedo, quiero darle cosas al niño, no puedo viajar tan seguido como quisiera por placer...
Y mientras más hablaba, menos me importaba porque comprendía cada vez mejor que esa situación nunca iba a cambiar. Él nunca iba a comportarse como un verdadero padre conmigo, agradecía enormemente que lo fuera con Anna, porque ella en ese mismo instante necesitaba lo que fuera que un padre hace en un momento así para su hija. Comprendí que quería su presencia a lo lejos, porque así fue siempre desde que tuve seis años. Entendía tantas cosas que sentía que mi aliviaba de alguna forma, pero al mismo tiempo hacían que mi corazón doliera.
— Yo creo que es mejor que dejes de intentar ser mi papá — interrumpe la otra promesa que estaba por hacerme, algo sobre ambicionar estar aquí más seguido. Solo lo calle — Debes de dejar de hacerlo, de prometer, porque nunca lo has sido y nunca lo serás.
Frunció mi entrecejo — ¿Elsa?
— Tu nunca has sido mi papá — negué con cabeza lentamente, encogiéndome de hombros sin más — Esa es la verdad. Durante años no te molestaste o intentaste visitarme, mejorar tu relación conmigo, era yo quien tenía que ir a Nueva York y ni siquiera me ponías atención por tu trabajo escalando para un puesto alto en el gobierno, era mejor enviarme con Anna y ya. Pero pensabas que al tenerme cerca arreglaría algo...
— He estado lejos, Elsa, pero ¿y todas las cosas que te di? ¿Lo que me he esforzado para darte una vida buena, no cuenta?
— Claro que te agradezco eso, pero la paternidad es más que la ropa cara, teléfonos nuevos y muebles en mi hogar — dije suavemente, porque no quería una pelea o que ambos nos gritáramos como locos — Te agradezco eso, pero nunca actuaste como un padre. No te importó nunca si me hicieron bullying, si me rompían el corazón, si tenía primeros lugares en competencias de matemáticas o en mis competencias de baloncesto, cuando Derek nació, en su primer cumpleaños... Nunca estuviste ahí.
Sus ojos me observaron por un largo tiempo sin decir nada, con el entrecejo cerrado y abriendo de vez en cuando la boca como si quisiera decir algo, pero nada salía de sus labios.
Finalmente, suspiró — ¿Entonces quieres que me aleje?
— Quiero que dejes de prometerme cosas. Que dejes de intentar ser a duras penas algo que nunca has sido. Si vas a venir, hazlo, si quieres llamar, adelante — me puse de pie, resuelta a que no quería más de esto en mi vida — Pero juro que estoy harta de ser solo un asunto más en tu agenda.
Caminé lejos de él antes de que pudiera decir algo más, ya no quería escucharlo. Su labia barata que con discursos dulces me hacían tener la ilusión de por fin tener a mi papá incluido en mi vida y luego terminaban en meses de espera sin ningún resultado concreto más que nuevas promesas. Quizá por eso era un excelente político, porque era excelente para prometer, mentir y vender ideas. Aunque al menos, en su agenda política, si cumplía esas cosas. Una lástima que, con su hija de seis, quince y veintiún años eso le quedara bastante grande.
Mi hijo y Jack eran mi más enorme refugio.
Una vez en nuestro hogar, cuando supe que mi hermanita estaría mejor a manos de su esposo consentidos, Mantuve a Derek entre mis brazos y yo entre los brazos de Jack mientras disfrutábamos de palomitas de maíz con una película infantil escuchando las carcajadas de mi niño.
Aunque mi atención la tenía Jack, quien solo podía pensarlo como un padre amoroso que mi hijo tenía la suerte de gozar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro