Capítulo 14.5
Jueves 25 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—calles de la Ciudad Central de Sefiro, 3:00 PM—
—¡Hayanaka-san! —Jonathan gritó esto aunque de forma educada, después de tocar un par de veces la puerta de una casa de apariencia humilde.
Mary, Arthur, Nashi, Deus, Edgard y Orland estaban detrás del semihumano león, esperando a que alguien abriera la puerta.
—¿Puede que no esté en casa? —preguntó Arthur con su gentil sonrisa.
—Hayanaka... Ese nombre me suena... —susurró Mary para sí misma.
—¡Oh! Escucho pasos, sí está dentro de la casa —dijo Jonathan echándose un poco hacia atrás para que abrieran la puerta.
Quien abrió fue una señora mayor, una anciana de aproximadamente 60 o 70 años, al menos lo que se podía decir físicamente. La mujer tenía una sonrisa cordial y lo que parecía ser cierta expresión divertida en el rostro. Su cabello canoso, lacio y muy cuidado era considerablemente largo, hasta las rodillas. Sus ojos eran de color marrón.
—Oh, Jonathan, qué alegría verte. Cuánto tiempo —la anciana sonrió más gentilmente. Sus palabras aunque eran entendibles, se manifestaban con cierta lentitud.
—Me alegro de verla también, Hayanaka-san.
—Oh, vamos, no seas tan formal. Dime Teselia.
—Ah, claro, disculpe, Teselia-san —el semihumano asintió tímidamente.
—Oh, Orland, querido. Hace tiempo que no te veía a ti tampoco y... —después de observar al rey pelirrojo que le dedicó una gentil sonrisa, la anciana llamada Teselia notó a Arthur, sorprendiéndose con gran alegría— ¿Po... ¡Podría ser que eres Arthur!? Oh, querido, has crecido tanto. Eres todo un hombre, dentro de unos pocos años podrías llegar a ser incluso más apuesto que Orland, jajaja.
—Siempre tuviste a tu favorito, ¿eh, Abuela Teselia? Jajaja —Arthur también rió divertido en respuesta a la mujer anciana. Mary abrió los ojos con sorpresa.
—Espera... ¿la conoces? —preguntó la pelimorada sorprendida.
—Ah, sí. En el pasado la Abuela Teselia nos ayudó mucho a Orland y a mí. Ella fue la que nos ayudó a confeccionar nuestras amadas espadas —dijo Arthur.
—Fue bastante difícil ahora que lo mencionas... —la anciana suspiró como si comenzara a recordar todo el pasado— Qué tiempos... En aquellos días estaban con nosotros... —pero lo que comenzó diciendo con una conmovida sonrisa, lo finalizó forzadamente tratando de cambiar de tema— Bueno, ¿por qué tantas personas vienen a visitar a una anciana tan aburrida como yo?
—Ella es Mary-san, es una bruja de Esmelt y quería hablar contigo.
—Oh, qué interesante. Bueno, pasen, pasen —entonces Teselia se adentró en su casa dejando pasar a los demás.
Cuando Mary que fue de las primeras en entrar, observó el interior de la humilde residencia, se sorprendió un poco por lo bien cuidada que tenía la sala. A pesar de la simpleza de los muebles y de las pocas decoraciones, todo estaba lustrosamente pulido como si se limpiara todos los días con mucha frecuencia. Un plumero que se movía por sí solo estaba sacudiendo el polvo en una estantería cercana, aunque Mary juraría que no debería haber polvo que limpiar en esa reluciente zona.
—Siéntense donde gusten —dijo cortésmente la anciana, que se quedó de pie esperando a que sus invitados escogieran sus propios asientos para luego sentarse ella.
Mary se sentó en un sofá de tres plazas, cerca de una mesita que tenía apilados algunos libros, pero la pelimorada se interesó en el marco que había a la derecha de dichos libros. Parecía ser una foto de la anciana Teselia con su hija o lo más probable con su nieta que era...
—¡¿T... Tsuki?! —Mary preguntó impresionada.
—Oh —la anciana se sorprendió igualmente.
...
—Jaja, ya veo, así que conocéis a mi nieta Tsuki. Qué grata coincidencia.
—El mundo es realmente un pañuelo, ¿eh? —preguntó Arthur con su habitual encantadora sonrisa de siempre; Jonathan, Mary y él se habían sentado juntos.
—Entonces... Entiendo que Mary-san tenga curiosidad acerca de cualquier conocimiento que yo pueda tener sobre brujería y hechicería, pero... ¿y en cuanto a ustedes, encantadores jovencitos? —preguntó la amable Teselia viendo hacia Nashi, Deus y Edgard sentados en otro sofá de tres plazas.
—¿Le acaba de llamar “jovencito” a este hombre? —preguntó Deus arqueando la ceja ligeramente incrédulo mientras señalaba con su pulgar a Edgard.
—Jaja, para una mujer tan mayor como yo, cualquiera puede ser solo un jovencito —sonrió la anciana.
—Tiene sentido... —dijo Deus después de asentir en comprensión.
—Oye, ¿algún problema con mi edad? —inquirió Edgard ligeramente insultado.
—La verdad es que fui yo quien les pedí que vinieran —dijo Orland serio.
—Mmm... ¿Y a qué se debe? ¿Tiene que ver con lo que sucedió con Onissel-kun? —cuando la anciana preguntó esto, Orland asintió una vez con la cabeza.
—Sí... Actualmente sospechamos de uno de los miembros del “Consejo de Sefiro”. En el peor de los casos podría ser una cooperación entre dos consejeros o más, pero... Siendo sinceros, en los únicos en los que tengo plena confianza: son Jonathan y Edgard. En cuanto a Nash y Deus, ellos se ofrecieron a ayudar con la investigación y... Me gustaría que te nos unieras. Pero no quiero que te expongas al peligro, quiero que investigues en las sombras. No podría perdonarme que terminaras siendo una víctima más del culpable. Por eso quiero que aportes tu magia a la investigación sin llamar la atención y sin exponerte al peligro... ¿Podrías ayudarnos, Abuela Teselia?
—... Orland... tú mejor que nadie sabes que mi magia no es perfecta.
—No necesito algo perfecto, necesito una esperanza —las serias palabras de Orland sorprendieron a todos, en especial a la anciana mujer—. Incluso si fuera solo una vaga esperanza, me aferraré a ella con tal de protegerlos a todos.
—... Siempre has sido así, ¿eh? —Teselia sonrió dulcemente— Entiendo... Los ayudaré lo más que pueda, pero no esperes mucho de mi magia y conocimiento.
—Lo que hagas será más que suficiente —dijo confiadamente Orland.
—Entonces, Mary-san... —la anciana le dirigió una tierna sonrisa a la pelimorada que por un instante se tensó nerviosamente— ¿Qué quieres saber?
[...]
—Ah... Fue divertido ver a la Abuela Teselia después de tanto tiempo —dijo Arthur sonriendo encantadoramente, mientras paseaba junto a Mary por las calles de Sefiro. Los demás se habían despedido tomando caminos diferentes una vez que salieron de casa de la abuela de Tsuki.
—Sí, fue muy productivo —sonrió Mary—. Me dijo que me enseñaría más cosas aprovechando que se unirá a la investigación. Realmente espero aprender de ella.
—Oh, ¿quieres ir a alguna cafetería? —preguntó de repente Arthur virándose hacia la pelimorada que levantó la mirada como si la despertaran de un sueño.
—¿Eh? —inquirió la bruja sorprendida.
—Bueno, dentro de poco tengo que volver a Esmelt y lo más probable es que no te vuelva a ver en un buen tiempo... Te voy a extrañar —le sonrió encantadoramente cerrando los ojos. Mary se ruborizó aún sorprendida, pero bajó la cabeza ligeramente deprimida, lo que confundió solo un poco a Arthur cuando este abrió los ojos.
—... Tienes... ¿En serio tienes que volver a Esmelt? —preguntó tímidamente.
—¿Eeehhh? —Arthur ligeramente confundido parpadeó varias veces— ¿No eras tú la primera que se la pasó insistiendo todos estos días diciendo que yo debería volver a Esmelt lo más pronto posible?
—Sí, pero... volveré... a... sentirme sola... —Mary dejó escapar estas palabras con una claridad envidiable en comparación con lo avergonzada que estaba, completamente ruborizada hasta las orejas.
—... —Arthur que estaba sorprendido, terminó sonriendo tiernamente y decidió acercarse a Mary. El rey peliverde con su mano derecha cogió la mano izquierda de la pelimorada que se ruborizó más (si esto era posible) al notar no solo el contacto con la mano del muchacho, sino cuando advirtió que en ese preciso momento sus rostros estaban muy cerca, más de lo que ella en ese momento podría haber imaginado— ¡Ven conmigo, Mary, te enseñaré algo interesante!
Arthur llevó a la pelimorada por unas calles bastante transitadas y bulliciosas de la ciudad, a un paso rápido pero que no parecía que estuvieran corriendo. De repente el peliverde se detuvo en un lugar donde había muchos vendedores ambulantes que no tenían nada que ver con los de Esmelt. Los vendedores de Sefiro tenían todo tipo de lujosos y variados productos, con precios módicos pese a la evidente buena calidad. Mientras que en Esmelt, los vendedores existían con la intención de sobrevivir a la escasez (con productos apenas demandados), los de Sefiro vendían por puro entretenimiento. Muchos artistas confeccionaban sus artículos para mostrarlos al público y que los ciudadanos fueran los que lo valoraban, así iban mejorando su arte.
Arthur observó varios puestos al aire libre y su rostro solo se iluminó más de lo usual cuando advirtió uno en específico. Jaló delicadamente la mano de Mary para llevarla hasta el lugar que había vislumbrado. La pelimorada confundida observó que aquel pequeño puesto solo parecía vender collares, aretes o anillos. Por un momento ella arqueó las cejas con incredulidad sin comprender qué el peliverde podría querer que la muchacha viera ahí. Entonces Arthur agarró lo que parecía ser un guardapelo de un color dorado claro, con la dibujada silueta de un majestuoso unicornio levantando sus dos patas delanteras. El unicornio era el animal símbolo de Esmelt, así que Mary se sorprendió por ver tal cosa en Sefiro siendo este un país que públicamente parecía tener “malas relaciones” con Esmelt; aunque la pelimorada sabía la verdad: en realidad los dos reyes (Arthur y Orland) se llevaban muy bien, pero oficialmente los largos años de rivalidad entre estos dos países parecían haber hecho que todos los demás reinos e imperios rechazaran de sus mentes la posibilidad de un mejor convenio entre ambos. De hecho, esta mentalidad había afectado a los propios ciudadanos de Sefiro y Esmelt, haciendo difícil que creyeran al instante que en realidad los dos reinos estaban en buenos términos. Realmente las relaciones internacionales eran complicadas.
Mientras Mary pensaba todo eso, se sorprendió al notar que Arthur además, había agarrado otro guardapelo del mismo color dorado pero en vez de un unicornio, tenía dibujado dos cuervos. La pelimorada parpadeó confundida varias veces.
—¿Y esto? —preguntó ella después de unos cortos segundos.
—El unicornio es el símbolo de Esmelt, y yo soy el rey, así que siempre me recordarás cuando veas este guardapelo. El cuervo es tu animal favorito, así que siempre te recordaré cuando vea este guardapelo. ¿Los compramos y ponemos un poco de nuestros cabellos en ellos? —preguntó mostrándole una reluciente y encantadora sonrisa a Mary mientras él cerraba los ojos con entusiasmo.
—... —Mary por un momento se quedó sin palabras. Estaba muy conmovida como para decir algo automáticamente. Sus ojos se aguaron y antes de que comenzara a llorar de felicidad, rápidamente se tapó su rostro con sus manos y se secó las gotas que amenazaban con salirse por las comisuras de sus ojos.
—¿Mary? —preguntó Arthur ligeramente confundido cuando no escuchó una respuesta de parte de la pelimorada a su lado.
—... Ah... —Mary suspiró mientras sonreía aún conmovida intentando no llorar por la felicidad que estaba experimentando— Compra esos malditos guardapelos y no se te ocurra separarte de él una vez que comiences a usarlos. ¡Te lo advierto, me enfadaré mucho! ¡Ah, y cuando te vayas no iré a despedirte, no creo soportarlo! —la pelimorada soltó todas estas palabras como si fuera una reclamación y estuviera regañando al peliverde que después de todo era su absoluto monarca. Aún así, el tierno muchacho de ojos dorados sonrió tiernamente y asintió con la cabeza.
—¡Por supuesto! —y se volteó hacia la vendedora frente a ellos que no les había prestado mucha atención por estar atendiendo a otros clientes— ¿Puedo llevar estos?
«Ah... Quiero besarlo ahora mismo...», pensó Mary conmovida viendo al tierno Arthur a su lado que conversaba amablemente con la cortés vendedora.
[...]
Jueves 25 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—calles de la Ciudad Central de Sefiro, 4:00 PM—
—Ah... Quiero pan... —Kisara dijo esto estando sentada perezosamente en una silla alrededor de una de las mesas al aire libre frente a la heladería.
—Kisara-san, pero si acabas de comerte como 5 donas —comentó Tsuki.
—¿Y? Sigo teniendo hambre.
—Así es Kissy, jaja —rió divertido Jaden.
—Ya veo, así es Kazari...
—... Kure, ¿lo haces a propósito? —preguntó Jaden serio de repente.
—¿El qué? —inquirió el de ojos rosados.
—Aunque yo entiendo a Kisara-san, yo quiero más galletas —dijo Josh.
—¿En serio, Josh? ¿Más galletas? —inquirió Tsuki arqueando una ceja incrédula ante su amigo semihumano león.
—¿Me vas a decir que tú no quieres más helado? —preguntó Josh.
—... ... ... no~~ —negó Tsuki de una forma para nada creíble.
—¿Más galletas? —preguntó el camarero pasando cerca del semihumano león y notando que este actualmente tenía más chocolate que galletas, habiendo devorado las últimas con gran rapidez.
—¡Sí, galletas! ¡Más galletas! —exclamó entusiasmado Josh como un niño pequeño. El camarero sonrió y le puso incluso más galletas que antes, y luego se fue— Qué buen servicio, ¿eh? —preguntó Josh feliz masticando una de las galletas.
[...]
Jueves 25 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—Residencia de los hermanos “von Sefiro”, 11:00 PM—
Kisara que no podía dormir, salió de su habitación y encendió las luces de la sala. No pareció despertar a nadie, así que tras comprobarlo, se acostó de espaldas al sofá, mientras leía uno de los informes que ella misma les había pedido a los “Humility Brotherhood” para el entrenamiento de los muchachos. Era precisamente el informe de Orion, que revisaba con un rostro desanimado mientras observaba la foto del peliazul mayor ubicada en la esquina superior izquierda del registro.
Fue entonces cuando alguien abrió la puerta que daba al exterior de la casa. Aunque llamó la atención de la mitad demonio, esta no se sorprendió mucho porque después de todo faltaba una persona por llegar.
—Siento llegar tarde —se disculpó Danna después de sorprenderse un poco al notar que había alguien en la sala a esas horas de la noche.
—Bienvenida —dijo Kisara con simpleza mientras aún acostada de espaldas en el sofá, levantaba cada vez más su cabeza para ver a Danna justo detrás de ella, por lo que actualmente la mitad demonio observaba “de cabeza” a la semidiosa peliverde.
—¿Mary-san ya llegó? —preguntó Danna.
—Sí, llegó un poco tarde, pero fue antes de que los demás se fueran a dormir.
—¿Y tú? ¿No puedes dormir? —preguntó la semidiosa sonriendo.
Pero Kisara no sonrió, más bien mostró un rostro ligeramente afligido y luego como si se decidiera por fin, decidió extenderle la hoja con la información de Orion a Danna. La peliverde se sorprendió, pero se acercó, se sentó en el brazo del sofá que estaba más cercano a la cabeza de Kisara y leyó el contenido del papel.
—... Esto... —Danna se sorprendió, y como si hubiera dicho algo, pero en realidad sin haber dicho otra palabra, la mitad demonio asintió con la cabeza.
—Sí... Y no solo eso... —las palabras de Kisara volvieron a sorprender a la semidiosa que no se imaginaba en ese momento qué más podría dejar tan pensativa y preocupada a su amiga mitad demonio.
—¿Qué sucede?...
—El poder de esos dos... Creo que Arien no sería capaz de usarlo de esa forma, pero... Creo... que yo podría terminar... Creo que yo podría terminar creando a un monstruo —dijo Kisara mostrando un rostro plenamente turbado, como si fuera capaz de ver algo que solo ella podía entender en ese momento, y... de lo que solo ella comprendía la magnitud de ese peligro.
Fue en ese momento cuando Danna creyó reconocer la expresión del rostro de su amiga mitad demonio. Era una expresión que la semidiosa conocía muy bien.
—... Siempre piensas más allá cuando entrenas a alguien —dijo la peliverde. Por supuesto, las dos muchachas estaban conversando tan bajo que incluso si alguien intentara escucharlas a escondidas, no llegarían a oír nada sin que ellas lo notaran primero—. Cuando analizas el poder de una persona siempre te pasa eso... Ves usos en un poder más allá de lo que el propio usuario ve... Y esa expresión de ahora en tu rostro... ¿significa que el poder de Orion puede ser usado de una forma tan macabra como lo imaginas?
—... —Kisara no respondió al instante. Decidió quedarse callada unos cuantos segundos, antes de sentarse en el sofá con su lado izquierdo del cuerpo de frente al lado derecho de la semidiosa peliverde— La imaginación es peligrosa... Ver más allá no siempre es bueno... A veces la imaginación puede tornarse desagradablemente cruel...
—Pero... Sea lo que sea que estás pensando... Mientras no se lo digas a Orion... debe existir una posibilidad muy escasa de que a él se le ocurra ese uso, ¿no?
—... Quiero confiar en Orion y pensar que él no sería capaz de darle ese uso a su poder, pero... He visto a muchas personas aparentemente sanas capaces de hacer cosas insanas... Al mismo tiempo quiero entrenarlo de la mejor forma posible, quiero que se vuelva fuerte, lo más fuerte posible para que pueda enfrentarse a cualquier situación que se le presente, pero... Tal vez lo mejor sería otorgarle el mejor entrenamiento en un sentido moral... Después de todo... El poder más asombroso es simplemente basura si no se usa con buenas intenciones...
—...
—... Tengo miedo de crear un monstruo que aniquile vidas inocentes sin control.
—... Tú misma lo has dicho, ¿no? Tenemos que vivir con miedo... —Danna susurró estas palabras sin estar muy segura de que pudiera animar a su compañera.
—... Sí, pero... No tengo la confianza de poder ser una buena influencia... Existen decisiones que nunca sabes si podrán repercutir a un nivel caótico o no... Pero existen decisiones que te ves obligado a tomar, sabiendo que escojas lo que escojas, todo terminará siendo caótico... Cuando te enfrentas a ese último tipo de decisiones... te das cuenta de lo complicado que es elegir...
—... Sole se ha convertido en una buena chica. Tiene sus defectos como cualquier otra persona, pero nunca ha usado su devastador poder contra alguien o con la intención de lastimar a una persona inocente... Llegados a este punto, suceda lo que suceda, no deberías culparte, sé que harás lo mejor posible con las mejores intenciones. Incluso si tus intenciones son buenas pero los resultados fueran malos, no es tu culpa.
—... Jeje, gracias. Eso me anima un poco, en serio —sonrió débilmente.
[...]
Sábado 27 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—calles de la Ciudad Central de Sefiro, 9:00 AM—
—¡Ahhh! ¡Llegué tarde! ¡¿Han visto a Mirai?! —Kurebai que llegó corriendo al lugar indicado, al reconocer a Bloom y a Zaykos antes que a cualquier otra persona, se acercó a ellos preguntando con mucha prisa.
—Sí, nos vio y nos dijo que como no llegabas se decepcionó mucho y nos pidió que te dijéramos que más nunca quería verte en la vida —dijo Zaykos seriamente.
—..........
Kurebai estaba sin palabras. Sus ojos se pusieron en blanco como si se le fuera a escapar el alma. Estuvo así durante casi medio minuto completo.
—¡¡JAJAJAJA!! —fue entonces que Zaykos y Bloom sin poder aguantar más terminaron estallando en carcajadas, despertando la conciencia de Kurebai que parecía haberse disipado durante unos segundos.
—¿Eh? —preguntó el pelinegro de ojos rosados sin comprender.
—Era solo una broma, Kure, ¡jajaja! —Bloom continuaba riendo— No la hemos visto, parece que todavía no ha llegado, no te preocupes.
—¡¡¿Con qué cara me dices que no me preocupe si lo primero que me decís cuando llego es que Mirai les dijo que no quería verme más nunca?!! —preguntó completamente irritado el de ojos rosados.
—Con esta cara, fíjate. Soy hermoso —dijo Bloom señalando su propio rostro. Zaykos rió divertido ante esto, pero Kurebai arqueó una ceja de forma incrédula.
—Ya, como sea, seguro que está a punto de... ¡Oh, es ella! —Zaykos se sorprendió al notar detrás de Kurebai, a una hermosa muchachita de cabello suave, esponjoso y ondulado de color rosa claro, con flecos que le llegaban a las cejas. Sus ojos tenían un tono dorado y ámbar de color marrón. Ella llevaba una chaqueta de color rosa-crema y medias largas negras. Su accesorio más distinguible era el par de gafas de color rojo, gafas que ella usaba en todo momento.
—¡Oh! —Kurebai se sorprendió cuando volteó hacia donde veía su amigo Zaykos. La muchacha llamada Mirai observaba un lugar primero y el otro después como tratando de encontrar a alguien.
—Vamos, ¿qué esperas? ¿Tienes la “arete-gema de telecomunicación” en el oído? —preguntó Bloom.
—Ah, sí —volviendo de su embelesamiento, Kurebai señaló un arete rojo que llevaba en la oreja izquierda y que al parecer era una “gema de telecomunicación”.
—Bien, déjalo encendido y te oiremos a la distancia —dijo Zaykos.
—O... Okay —dijo aunque un poco tímido Kurebai, quien luego se alejó de sus dos compañeros. Los representantes de Sefiro se escondieron detrás de la esquina de una casa mientras ligeramente asomados observaban a su amigo de ojos rosados.
—... ¡Oh, hola, Kure! Pensaba que te habías ido, siento llegar tarde —le dijo tiernamente la muchacha con gafas.
—Ehm, no te preocupes. De hecho yo también acabo de llegar, pensé que iba a ser yo el único que llegaría tarde, jeje —sonrió tímidamente Kurebai llevándose la mano derecha a detrás de la cabeza, sonrojado casi no queriendo establecer contacto visual con Mirai, quien le sonrió tiernamente.
—Bueno, al fin estamos aquí. ¿A dónde vamos primero? —inquirió ella.
—Mmm... Es un poco temprano, pero... ¿quieres ir a alguna dulcería?
—¡Me parece bien! —exclamó Mirai con entusiasmo.
...
—Jaja, y entonces... —mientras la muchacha conversaba animadamente con el chico de ojos rosados frente a ella, sentados alrededor de la misma mesa en la dulcería, Kurebai trataba de prestarle atención tanto a Mirai como al dúo de representantes de Sefiro que habían entrado disimuladamente a la dulcería y observaban a distancia.
—Cuando termine de contarte eso, pregúntale «¿Eh? ¿En serio?» con cara de sorprendido y de tal forma que parezcas interesado en el asunto —dijo Bloom a través de la gema que sostenía cerca de Zaykos y él.
—... —Kurebai sonrió un poco forzadamente como si no estuviera seguro de lo que estaba pasando. Es decir, ¿cómo Bloom podría saber lo que Mirai va a decir como para estar seguro de lo que Kurebai tenía que responder a continuación? El de ojos rosados se estaba cuestionando grandemente si pedirle ayuda a sus amigos fue una buena o pésima idea. Hasta ahora Bloom le había dado consejos simples, pero...
—... ¿lo puedes creer? —inquirió Mirai finalizando su charla.
—¿Eh? ¿En serio? —preguntó Kurebai haciéndose el sorprendido.
—¡Sí, en serio, jaja! ¿Verdad que parece loco? Jaja, pero eso no es todo, sino que... —y Mirai después de sonreír divertida, comenzó hablando de un nuevo tema.
Kurebai se sorprendió por lo bien que había salido.
—Eres realmente bueno en ese tipo de cosas, ¿no? —le preguntó Zaykos ligeramente impresionado a Bloom.
—Nah, solo hay que fijarse en el tono de voz que usen las mujeres. Son como unas máquinas, las primeras reacciones son fundamentales para predecir el patrón final. Yo mismo lo he aprendido pero después de mucho, mucho intento, y aún no soy un experto del todo —le dijo Bloom a Zaykos.
—¿Y cómo es que no tienes novia a estas alturas? —inquirió Zaykos curioso.
—Ah... Es que las mujeres son muy problemáticas, lo digo en serio. Quiero una que no dé tanto problema. Alguien responsable pero divertida —dijo Bloom.
—Mmm... Pensé que estabas interesado en Kisara-san —comentó Zay después de varios segundos en silencio, viendo fijamente a su compañero pelirrojo.
—¿Hah? —preguntó Bloom encontrándose realmente confundido.
—Desde que luchaste con ella has hablado muy bien de Kisara-san, cuando antes te empeñabas en criticarla.
—Ah, eso... —Bloom sonrió— Sí, desde que luché contra ella sentí como que había aprendido una buena lección. Estuvo mal de mi parte asumir que los demonios puros somos más fuertes que los mitad demonio. Kisara-san demostró que fue una persona muy madura y responsable que se preocupó por la seguridad de los demás cuando yo me descontrolé y pretendía atacarla con todas mis fuerzas sin preocuparme por la seguridad ni de mis propios amigos. Por eso he comenzado a respetarla y de hecho, me gustaría tener un nuevo combate con ella si es posible, ya que dio una buena pelea, jeje. Pero no estoy enamorado de ella, es tan solo una leve admiración —dijo con una satisfecha sonrisa, dejando pensativo a Zaykos durante unos segundos.
—... Mmm... Bueno, dijiste que querías a una chica responsable y divertida. Ya reconociste que Kisara-san es alguien responsable, en cuanto a divertida no sabría decirte porque no soy muy cercano a ella, pero... ¿Entonces Kisara-san no está bien para ti? —preguntó Zaykos serio.
—¡Jajaja! Eso es imposible, jajaja —Bloom rió realmente divertido—. Sobre todo porque... en realidad estoy enamorado de otra persona... —y el pelirrojo tímidamente con un tierno sonrojo bajó un poco su cabeza mirando avergonzado hacia otro lado.
—... —Zaykos observó serio y en silencio a su compañero, como si lo analizara.
—¡¿Se puede saber de qué tanto hablan estos dos justo en este momento?! —se preguntó Kurebai impacientado en su pensamiento.
Mirai continuaba charlando amigablemente, pero el pelinegro de ojos rosados se había distraído tanto con la confusa plática de sus dos colegas, que ahora mismo no podría ni adivinar sobre qué estaba hablando la chica frente a él.
—¿Están hablando de Kazari? ¡No me entero de nada! De hecho, ¿qué tiene que ver Kazari con mi cita con Mirai? ¡¿Podrían concentrarse en mi cita con Mirai?! ¡Esto es importante, rayos! ¡Ni siquiera pude concentrarme en lo que Mirai está contándome justo ahora! ¡Esto es malo, esto es malo...! —aunque Kurebai estaba desesperado y gritando en sus adentros, por fuera mostraba un pacífico y calmado rostro completamente en contraposición con lo que realmente sentía internamente.
—¿Entonces qué te parece? —preguntó Mirai con una tierna sonrisa.
—Bueno, Kazari es una chica responsable y divertida, jaja.
—...
—...
—...
—... ¿Qué mierda acabo de decir? —se preguntó Kurebai con una sonrisa nerviosa, gotas de sudor bajaban por sus mejillas.
—¿Qué mierda acaba de decir ese idiota? —se preguntaron Bloom y Zaykos.
—Ka... ¿Kazari? ¿Quién es Kazari? —preguntó Mirai confundida, ya su sonrisa se había ensombrecido con cierta decepción en su voz.
—¡O... Olvida lo que dije, por favor! ¡No le tomes mucha importancia, a veces digo cosas sin sentido, jajaja!
—... No es la muchacha con la que nos encontramos con Akkey, ¿verdad? Creo que ella se llamaba...
—Sole, y sí, no es ella. Pero en serio olvídalo, no es importante.
—... Vale...
Por supuesto, la conversación no fluyó con la alegría que Kurebai esperaba en un inicio, pero al menos Bloom y Zaykos decidieron no intervenir demasiado y mucho menos conversaron sobre algo que no tuviera que ver con la cita del de ojos rosados.
Aunque fue un poco incómoda la atmósfera entre Kurebai y Mirai, lograron sonreír y rememorar sucesos agradables de su infancia, hasta que finalmente él la llevó hasta su casa y allí se despidieron. En algún momento Bloom y Zaykos parecieron notar que su “trabajo” había terminado, y huyeron rápidamente. Kurebai estaba muy molesto.
[...]
Sábado 27 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—coliseo deshabitado, fuera de Sefiro y lejos de otros reinos, 10:00 AM—
—Demasiado temprano para mi pobre alma en pena. Fuwa~ —dijo Tsuki, finalizando con un bostezo. Ella y sus compañeros acababan de cruzar un portal de teletransporte hacia el estadio donde una vez habían combatido Kisara y Bloom.
—¿Eh? Normalmente eres de las primeras en despertarte, ¿no era así, Tsuki? —preguntó Sole confundida. Detrás de ellas, las últimas en pasar por el portal fueron Kisara y Leydis, esta última haciéndolo desaparecer.
—Eso le pasa por gastar tanta energía tratando de invocar a su Tsukaima —dijo la mitad demonio, y Tsuki puso un rostro incómodo sin poder refutar aquello—. Por cierto, Leydis, muchas gracias por traernos. ¿Estás segura de que no te interrumpo?
—Tú nunca me interrumpes, Kisara-san. Es un placer serte de ayuda —dijo Leydis con una tierna sonrisa, sonrojada, pero rápidamente notó las miradas medio asesinas que le dirigieron Orion y Sole a la mismísima Inventora Real. Leydis, asustada, se escondió detrás de Kisara agarrando un poco de la capucha de esta, mirando precavida hacia el peliazul mayor y la albina. La mitad demonio que no había notado las miradas hacia Leydis, se confundió un poco por la actitud de la chica, pero sonrió y luego se dirigió a hablarle a sus discípulos.
—Bien, estos días finalicé vuestras sesiones de entrenamiento —les dijo Kisara—. Ya que tenéis diferentes tipos de elementos, todos entrenaréis por separado para garantizar el perfeccionamiento de sus habilidades individuales. Espero que llegue un momento en el que entrenen juntos, como equipo, pero por ahora solo entrenarán juntos Arien y Orion, y aún así pasarán gran parte del tiempo entrenando por separado —dijo, y sacó de una mochila colgada de su cuello hacia su costado derecho a través de una correa, varios papeles que fue entregando a cada uno de sus discípulos—. Pero también me gustaría probar algunas tácticas combinadas, por lo que preparé algunas cosas que veremos después del entrenamiento individual, aunque por ahora solo harán equipo Josh, Hawk y Tsuki; y el otro equipo serán Orion, Arien y Yuki.
—¿Con Yuki? —preguntó Orion mientras leía por arribita la hoja que le acababan de dar, y luego volteó a ver a Kisara que terminaba de entregar los papeles— ¿Por qué? De hecho, no veo muy bien las alineaciones. Los poderes de Josh, Hawk y Tsuki difieren mucho, y en cuanto a mi hermano y yo lo entiendo, ¿pero Yuki?
—Un auténtico mago debe ser capaz de explotar hasta la última pizca de utilidad que le confiera su elemento... ¿no te enseñaron eso en la Academia? —preguntó Kisara con voz fría, que puso un poco incómodo a Orion— Todos los elementos, por imposible que parezca, pueden ser usados en conjunto para lograr un mismo propósito. Incluso el fuego y el agua son buenos camaradas si sus usuarios son compañeros en batalla. Solo debes ser capaz de ver cómo lograr usar ambos elementos de la mejor forma posible. No se trata de entrenar solo la magia, sino también la mente. Cuando te quedes sin poder mágico, lo único que persistirá será tu mente, tu ingenio será el que deberá salvarte cuando el maná se termine. ¿No recuerdas lo que dijo el Rey Orland acerca del gas de Onissel Menrilk? Cada uno de nosotros lo vivimos en las anteriores líneas temporales, pero ahora solo lo recuerdan Sarah, Selik, el Rey Arthur, Mary, y Arien. ¿Cómo se sintió, Arien-kun? —preguntó, dirigiéndose al peliazul menor.
—... No podías usar tu magia, era como... si siempre hubieras sido un humano corriente, sin poderes... —dijo Arien, que tímido volteó a ver sutilmente hacia Sarah, que se encontraba mascando un palillo de chocolate, sentada aparentemente despreocupada en una de las gradas del estadio, observando el cielo.
—Pero tampoco podíamos movernos, ¿verdad? —preguntó Hawk, confundido— ¿Entonces de qué sirve la mente en una situación así?
—Por eso es trabajo en equipo —señaló Kisara seriamente—. Por ejemplo, en una situación así, debes avisarle a tu compañero que no fue afectado por el gas, para que no se acerque. Y en el caso de que el enemigo te esté observando y no puedas avisarle a tu compañero sin levantar sospechas, debes pensar en una forma de hacerle llegar el mensaje a tu camarada sin alertar a tu enemigo. Tal vez a través de un lenguaje de señas, unas palabras que solo conocen entre ustedes... cualquier cosa vale. Deben tener casi todo en mente. La idea es estar preparados para la peor situación posible.
—Mmm... ¿En serio existe alguna forma de conectar nuestros poderes en una misma táctica? —preguntó Josh, todavía dubitativo.
—Hah... —Kisara suspiró cansadamente— Oigan, si no quieren que los entrene, mejor para mí, así tengo más tiempo libre.
—¡No, no! ¡Sí queremos que nos entrenes! —exclamó Josh.
—Pues no lo parece —comentó la mitad demonio con rostro incrédulo—. Criticáis demasiado cuando todavía no hemos ni empezado. Ah, y por último dedicaremos una hora para continuar tratando que invoquéis a vuestros Tsukaima.
—Ehm, permiso —dijo Tsuki, levantando la mano un poco dubitativa—. Es decir... Realmente me alegro de que continuemos con el entrenamiento para invocar a nuestros Tsukaima, pero... ¿no crees que los planes para hoy son demasiados? —preguntó, mirando durante unos segundos el papel en su mano.
—¿Y qué pensabais? —la mitad demonio sonrió con cierta malicia— ¿Creíais que iba a ser fácil mi entrenamiento? Como dije, solo estamos comenzando. No consiento ningún entrenamiento en el que no sintáis el satisfactorio dolor de haberos esforzado al máximo.
—Eso suena a tiranía —Tsuki tragó en seco, nerviosa.
—Me iré acercando a cada uno a medida que los vea avanzar con el entrenamiento. Bueno, comiencen —dijo Kisara, y sus discípulos aunque un poco dubitativos, leyeron sus respectivas primeras tareas en el itinerario de entrenamiento. Luego cada uno se ubicó a cierta distancia de los otros para entrenar.
—¿Te ayudo en algo, Kisary-chan? —preguntó Sarah dedicándole una sonrisa a su amiga mitad demonio, que se acercó a la muchacha Sandler sentada junto a Sole y Leydis en las gradas— ¿Necesitas que los supervise o algo así? —inquirió, mirando hacia los discípulos que comenzaban a soltar sus respectivos poderes de forma tal que parecían confundidos con su propia magia.
—Por ahora no hace falta, Sarah —Kisara le sonrió—. Puede que dentro de poco. En cada página les puse información acerca de sus respectivos poderes, y una forma de usarlo según se me iba ocurriendo al estudiar sus elementos.
—Ah —Sarah sonrió casi maliciosamente, comprendiendo—. Por eso están usando sus poderes como si descubrieran justo ahora que tenían ese poder... Me compadezco por ellos. Debes haberles puesto usos nunca antes vistos para esos poderes, y con razón parecen tan desconcertados... ¿Fue así tu entrenamiento con Kisary, Sole?
—En mi antiguo hogar estudié muchos libros acerca de la magia de luz... —comentó Sole con los codos sobre sus rodillas, inclinada hacia adelante mientras observaba aparentemente desinteresada aunque seria, hacia Yuki y los demás—... Pero cuando Kisara me entrenó, lo primero que pensé fue que no conocía absolutamente nada acerca de la magia de luz... a pesar de saberme aquellos libros de memoria.
—... —Sarah se quedó sin palabras durante unos segundos, realmente muy sorprendida—... Vaya... —dijo, volteando a ver de la albina hacia la pelinegra.
—Un auténtico mago debe ser capaz de explotar hasta la última pizca de utilidad que le confiera su elemento... y no es mentira —dijo seriamente Kisara—. Cuando conoces los rincones más recónditos de tu elemento... cuando te sabes de memoria y a conciencia las propiedades de tu elemento, puedes explorar aquellos lugares ocultos nunca antes experimentados por los demás magos. Si conoces tu elemento mejor que nadie, puedes usarlo de la mayor cantidad de formas posibles y, también te puede servir para conocer la funcionalidad de los demás elementos, ya que muchos poderes tienen una estrecha relación con los demás... Por ejemplo, Sarah, ¿sabías que el fuego tiene también propiedades curativas? —preguntó con una sonrisa, y la Sandler se sorprendió.
—¿Eh? ¿Te refieres al fuego en su forma común? —curioseó Sarah, confundida.
—Sí, a este fuego —dijo Kisara, haciendo aparecer en la palma de su mano derecha una llama de fuego común, parecía roja, pero tenía tonalidades amarillas y naranjas—. La fiebre es una reacción del organismo en la que este eleva temporalmente la temperatura homeostática a un nivel más alto como respuesta inmunitaria a algún agente externo. Pero, aunque decimos que tener fiebre es malo, en realidad es la fiebre lo que nos salva; el propósito de ese calor interno es eliminar los agentes infecciosos. La fiebre es un mecanismo que actúa como respuesta adaptativa ayudando al cuerpo a combatir los organismos que causan enfermedades, y surge en respuesta a unas sustancias llamadas pirógenos... Dime, Sarah, ¿cómo me atacarías si yo no tuviera ningún poder y tú controlaras el fuego? —preguntó la mitad demonio un poco curiosa.
—Mmm... Te lanzaría una bola de fuego y te quemaría viva.
—Qué directa —se sorprendió Sole ante la naturalidad de las palabras de Sarah.
—¡Jajaja! —Kisara rió divertida, aunque Leydis y Sole parecían preocupadas.
—Por supuesto, esto es solo hipotético, nunca lastimaría a Kisary-chan —aclaró Sarah al ver los rostros preocupados de sus otras dos compañeras.
—¿Y no se te ocurre una forma más efectiva de matarme al instante? —preguntó la mitad demonio aún medio sonriendo.
—Mmm... Creo que no, es la única forma más rápida que se me ocurre.
—¿Es así? ¿Y por qué no matarme desde dentro? —preguntó Kisara con una sonrisa medio malévola, que sorprendió no solo a Sarah, sino también a Sole y Leydis.
—¿Desde dentro...? —la albina casi no tenía palabras.
—Después de todo tenemos glándulas sudoríparas... tenemos poros por donde sale el sudor... ¿Por qué no simplemente colocas tu mano en cualquier parte de mi piel y... haces hervir el agua dentro de mí? —preguntó Kisara con una tranquila sonrisa, aunque sus tres compañeras estaban atónitas— Creo que podría ser una muerte más dolorosa, pero igual de rápida.
—T... Tú... —Sarah sonrió débilmente, un poco incrédula— ¿Cómo...?
—¿Cómo se me ocurrió? —terminó la mitad demonio la frase de su compañera, todavía con una despreocupada sonrisa— Solo necesité dos cosas: imaginación y... ante todo, conocimiento. La imaginación y el conocimiento están tan unidos que es imposible que uno exista sin el otro... Pero si no conoces tu propio elemento, no puedes esperar saber qué tan efectivo será el poder enemigo en tu contra...
Hubo silencio durante unos segundos, mientras observaban a los demás entrenar.
[...]
Sábado 27 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—Mansión Kuriyama, 4:00 PM—
—¡AH! —Jaden gritó preocupado en su habitación.
Había recibido varias cartas de parte de su novia, y el semihumano lobo sospechaba que le reclamaban el hecho de que no había respondido a la primera carta.
—Le advertí que respondiera lo más rápido posible —lo regañó Unde.
—¡Se me olvidó! Oh, dios mío, me va a matar —decía Jaden aún preocupado.
—Obviamente era un tema importante, Jaden-sensei —se quejaba Unde—. Decía “urgente” en el sobre, por favor.
—Creo que la próxima vez te voy a ordenar que me leas tú mi correspondencia —le decía Jaden mientras buscaba cuál había sido la primera carta para disponerse a leerla justo en ese momento.
Unde incrédulo negó con la cabeza:
—¿En serio quiere que le lea incluso las partes en la que los dos se ponen a coquetear pomposamente? —preguntó, y Jaden lo meditó unos segundos.
—... Tienes razón, mejor no. Sería un poco vergonzoso que leas esas partes, jiji —sonrió tímido y avergonzado a la vez que ruborizándose.
—Ustedes dos han estado en unas cuantas misiones estos días, ¿no? —preguntó un chico rubio de ojos azules grisáceos que se encontraba con ellos, vestido con un uniforme que se asemejaba al de un caballero (parecido al de Unde).
—Sí, Timaker, ¿por? —le preguntó Unde llamando al chico rubio de ojos azules grisáceos por su nombre o bien por su apodo.
—Pues porque a mí también se me hubiera olvidado responderle con tanto ajetreo. No se preocupe, Jaden-san —le dijo Timaker.
—A ti se te olvida todo, Timaker. No eres el mejor ejemplo —dijo Unde.
—¡Soy un muy buen ejemplo! —refutó Timaker.
—Ustedes dos... ¿hoy no partían hacia la Villa de los Elfos para vuestra misión de espionaje? —preguntó Jaden curioso, deteniendo su lectura por un momento para mirar a los dos chicos junto a él.
—Ah, sí —dijo Timaker—. Pero queríamos preguntarte si crees que necesitamos llevar algo más. Siento como que estamos muy ligeros, ¿no?... ¡Oh! ¡¿Ya les conté de la vez en que yo...?! —pero no terminó su pregunta.
—Sí, Timaker, ya nos lo contaste —expresó Unde como si fuera costumbre decirle esas mismas palabras al rubio de ojos azules grisáceos en su día a día.
—¿Llevan las “gemas de telecomunicación” y todo lo demás que les puse en una lista? —les preguntó Jaden.
—Sí, revisé la lista unas doscientas veces —dijo Unde, y la seguridad en sus palabras sorprendió a Jaden y a Timaker.
—¡Oh! ¡¿Y ya les conté de la vez en que yo...?! —pero no terminó su pregunta.
—Sí, Timaker, ya nos lo contaste —dijo Unde.
—Bien... Entonces... supongo que me despediré de ustedes —dijo Jaden con una sonrisa y se levantó. Los tres salieron de la Mansión Kuriyama. Jaden levantó su mano izquierda (con la que no sujetaba la carta de su novia), y Timaker y Unde levantaban sus manos: derecha e izquierda respectivamente a modo de despedida, listos para partir.
Después de que se fueron, Jaden se detuvo allí mismo en la entrada de la Mansión Kuriyama para leer con suma atención la carta que parecía tratar ciertamente de un asunto importante. Al cabo de unos segundos, el semihumano lobo se sobresaltó inquietado por ciertas palabras que había leído:
—¡Oh, Dios! ¡Esto es grave! ¡¿El Imperio Etwirch?!
[...]
Sábado 27 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—coliseo deshabitado, fuera de Sefiro y lejos de otros reinos, 5:00 PM—
—¡Wow! —casi todos los presentes dejaron escapar su emoción y sorpresa al ver a esas tres criaturas. Incluso sus invocadores estaban absortos.
—¡Son tan lindos! —exclamó Tsuki, que no pudo aguantarse y se lanzó a abrazar a la criatura de Arien, pero el animalito se alejó y se colocó detrás de su invocador. El peliazul menor lo miró todavía medio embelesado, pero sonrió tiernamente— ¡Ah, déjame abrazarlo, Arien-kun!
—Asombroso... —comentó Kisara, realmente sorprendida por lo que veía, pero con un rostro relativamente menos impresionado en comparación con los demás.
Después de mucho entrenamiento, ya era la hora de tratar nuevamente con la invocación de los Tsukaima. Todos los discípulos se sentaron en el suelo y gastaron el poco maná que les quedaba en esa labor. Según Kisara, ser consciente del poco maná que les quedaba, ayudaba a la mente a sentirse vulnerable y en una “situación de apuros”, lo que facilitaba las posibilidades de invocar a sus Tsukaima, ya que la magia reaccionaba a los instintos de supervivencia. Las magulladuras en varias partes de su cuerpo, pero en especial en sus manos, los molestaban en la concentración que se requería para el ritual de invocación. Sin embargo, para sorpresa de todos, dentro de poco tres de ellos ya habían obtenido resultados satisfactorios, al mismo tiempo.
Arien había invocado a un unicornio blanco brillante, pero era pequeño como un poni, aunque lo suficientemente grande como para estar a la altura de Arien sentado. A su lado, Orion invocó lo que en las leyendas era un antiguo y despiadado monstruo acuático, con forma de serpiente tricéfala: una hidra, más pequeña que el unicornio de Arien, casi pareciendo un bebé, que dejó escapar un estornudo aparentemente inofensivo y tierno, pero el aliento se mostró de color morado, como si fuera veneno.
La tercera y última en lograr invocar fue Yuki. Encima de su regazo, durmiendo plácidamente como si no se enterara de que había sido acabado de invocar, se encontraba un pequeño Nekomata. Su pelaje era negro con betas azules fluorescentes alrededor de todo su cuerpo, que le llegaban incluso hasta las puntas de sus dos colas.
—Todos podéis consideraros afortunados... —comentó Sarah con su habitual sonrisa serena— Vieron el mismo día a tres criaturas de las que únicamente se sabe su incuestionable existencia en Asgard. En Midgard solo podemos soñar con ese tipo de criaturas, aparte de rumores, nunca se ha avistado ni un unicornio, ni un gato de dos colas... y mucho menos una hidra...
—Por cierto... —dijo Tsuki, sorprendiéndose ligeramente y llamando la atención del resto— Ahora que lo pienso... el unicornio es el símbolo de Esmelt. ¿Qué clase de insulto a la patria es este? —preguntó la mitad elfo mirando con seriedad a Arien, quien solo pudo echarse a reír al igual que los demás.
—Felicidades, Yuki —dijo de repente Kisara acercándose a la semihumana que se sorprendió volteándose hacia la mitad demonio que le sonrió cálidamente—. Te esforzaste mucho y conseguiste alcanzar a Arien y Orion que te tenían ventaja en el progreso de la invocación... Lo hiciste muy bien —le sonrió tiernamente a Yuki, quien aunque sorprendida, luego sonrió feliz y asintió con la cabeza, sin decir alguna palabra.
—¿Y cómo sabemos sus nombres? —preguntó Josh.
—Según Selene-san, los Tsukaima son de diferentes tipos y formas —reflexionó Hawk con su habitual rostro sereno y perspicaz—. Y estos tres nacieron, o al menos fueron invocados, con apariencia completamente animalesca. Supongo que hasta que no desarrollen la capacidad de tomar forma humana, no podremos saber sus nombres, ¿no? ¿Tendremos que ponerles apodos en ese caso? —preguntó, dirigiéndose a Kisara.
—Me alegra que hayas escuchado bien lo que dijo Selene, significa que comprendiste parte de la naturaleza de los Tsukaima —sonrió la mitad demonio—. Y es correcto, mientras ellos no puedan comunicarse con nosotros a través de palabras, tendremos que recurrir a otro método para saber sus nombres, aunque no es seguro que ella se sepa cómo se llaman estos tres —dijo, por un instante confundiendo a todos.
Pero rápidamente comprendieron.
Kisara se alejó un poco e invocó a Selene, quien apareció ligeramente aturdida. Parpadeó tres veces mirando a la mitad demonio y luego observó el entorno.
—Mmm... Me alegra que me hayas invocado personalmente, Kisa-chan, pero...
—Lo siento, ¿estabas ocupada? —preguntó Kisara preocupándose.
—¿Eh? —Selene, ahora más confundida, logró rápidamente comprender las palabras de su contratista y se apresuró a negarlo— ¡Claro que no, claro que no! ¡Nunca podría estar ocupada si se trata de ti, Kisa-chan! —exclamó, de repente entusiasmada y abrazando el brazo izquierdo de la mitad demonio que instintivamente se apartó con disimulo. Los demás sonrieron con incredulidad, excepto Sarah, Leydis y Sole.
—Es otra forma de decir lo que había dicho Leydis, pero con mayor desvergüenza —comentó despreocupadamente Sarah, con los brazos cruzados y rostro estoico. Leydis se ruborizó al escucharla, apenada.
—Tch —Sole chasqueó la lengua con irritación—. Eso solo significa que, para sorpresa de todos, esta vez no estabas acosando a Kisara desde Asgard, ¿verdad, Selene? —preguntó la albina, cruzándose de brazos.
—Aco... —Selene de ruborizó, sin atreverse a repetir esa palabra como si decirla en voz alta fuera suficiente para convertirlo en un hecho irrefutable— ¡C... Claro que no! ¡Yo no acoso a Kisa-chan! ¡¿Tienes envidia porque yo sí puedo y tú no, Sole?!
—¡¿Pero qué carajos?! —se quejó la albina, descruzando sus brazos con más irritación— ¡¿Para qué yo quisiera acosarla?!
—Por una vez, deténganse ustedes dos —intervino Kisara, que antes observaba hacia el cielo en busca de paciencia—. Selene, te invoqué porque quería preguntarte si conoces el nombre de los Tsukaima de Arien, Orion y Yuki.
—¿Eh? ¿Ya tienen sus Tsukaima? —se preguntó Selene, realmente sorprendida. Se apartó de Kisara y se acercó a los tres chicos sentados, pero se sorprendió grandemente cuando observó a los Tsukaima invocados— ¡¿Q...?! ¡¿Hermanos?!
—¡¿EH?! —preguntaron Tsuki y Josh al unísono. Hawk también estaba sorprendido, pero solo abrió la boca y no dejó escapar su incredulidad.
—¿Hermanos? —inquirió Arien, mientras acariciaba a su Tsukaima en la crin de color blanco brillante. Sin embargo, fue en ese momento que Selene pareció notar en especial a la invocación del peliazul menor.
—Ah, no. Nunca he visto al unicornio, pero... Los otros dos, son mis hermanos menores. Helios el Hidra, y Eos la Nekomata —dijo Selene, más serenamente.
—¿En serio? —preguntó Hawk, sorprendido— ¿Entonces los Tsukaima de Arien y Orion no son hermanos, pero sí son hermanos los de Orion, Yuki y Kisara-san?
—Oh, buena observación. ¿No es extraño? —preguntó Tsuki, curiosa.
—Bueno, no creo que sea la primera vez que sucede, pero... Creo que es natural y no deberíamos sorprendernos —comentó Selene—. Después de todo, como pueden ver no hay una relación aparente entre una vampiresa, un hidra y una Nekomata; pero sí, somos hermanos. Nuestra apariencia animalesca es un misterio incluso para nosotros. De hecho, en Asgard apenas usamos esa apariencia, solo en los ratos libres o para distraernos... Pero nuestra apariencia humana tiene más similitudes entre hermanos.
—Oh, me gustaría verlos como humanos entonces —dijo Josh, emocionado.
—¿Y por qué no fueron invocados como humanos? —preguntó Tsuki.
—Mmm... Por supuesto no es como que no existan casos donde los Tsukaima de una misma familia presenten diversidad a la hora de ser invocados por primera vez, pero... Oh, tal vez sea por... —de repente Selene se quedó callada.
—Tal vez sea por la edad —terminó Kisara por la vampiresa, y esta volteó a verla asintiendo con la cabeza—. Dijiste que eran tus hermanos menores, ¿no? Entonces puede que cuando invocas a un Tsukaima demasiado joven en Asgard, nazca en su forma animal y tenga que crecer junto a su contratista hasta alcanzar su forma humana.
—Sí. ¿Será posible que hayamos descubierto un dato de los Tsukaima que desconocíamos? —preguntó Selene medio divertida, tras asentir.
—¿Entonces no conoces a este unicornio, Selene-san? —le preguntó cortésmente Arien, pero la vampiresa negó arrepentida con la cabeza.
—Lo siento, nunca antes lo había visto en Asgard. Debe ser de la misma edad que Helios y Eos, pero ni idea de cuál es su nombre.
—Ya veo... —Arien pareció un poco triste, pero Selene le sonrió.
—Oye, aunque no puedas entender las palabras de tu Tsukaima en su forma animal, él sí puede entender las tuyas. Solo pídele que te escriba su nombre.
—¡Oh! —Arien se sorprendió y, emocionado, se volteó hacia su unicornio— ¿Podrías escribirme tu nombre? —el Tsukaima asintió y antes de que se moviera, Sarah formó frente a todos, un pequeño círculo de arena. El animal comprendió y con sus pezuñas comenzó a deletrear su nombre—... Kirin. ¿Es ese tu nombre? —le preguntó Arien con voz dulce al unicornio, que le asintió con la cabeza— Pues bienvenido al grupo, Kirin —dijo, sonriéndole tiernamente.
—¡¿Ya puedo abrazarlo?! —preguntó Tsuki, un poco irritada. El unicornio tras observar a la mitad elfo, vio a Arien que le dedicó una mirada complicada. El Tsukaima como comprendiendo la petición telepática de su contratista, se recostó y Tsuki lo interpretó no erradamente como una aprobación, así que lo abrazó— ¡Ah, tan suavecito! ¡Y brilla tanto! —dijo, complacida. Poco a poco, Josh y Hawk acariciaron el lomo del unicornio, y los demás sonrieron ante la tierna escena.
—Normalmente los Tsukaima comparten muchas cosas en común con su dueño y... Creo que tu invocación fue demasiado acertada, Arien-kun, felicidades —dijo Selene, confundiendo al peliazul menor y llamando la atención de los demás—. El unicornio es símbolo de pureza, y creo que todos aquí estamos de acuerdo con que eres un muchacho muy bondadoso —concluyó tranquilamente, pero Arien no pudo evitar ruborizarse avergonzado por esas palabras.
—¿Qué comen los Tsukaima? —preguntó Tsuki curiosa, todavía sin dejar de abrazar al unicornio que estaba plácidamente recostado con los ojos cerrados.
—Justo lo que coma su contratista —dijo sencillamente Selene, perturbando a Tsuki y un poco a los demás.
—M... ¿Me estás diciendo que si yo tuviera un caballo como Tsukaima, el caballo comería carne? —preguntó la mitad elfo, que no podía creérselo.
—Sí. Y si quieres culpar a alguien, culpa a tus propios gustos alimenticios —dijo la vampiresa sin darle mucha importancia, aunque Tsuki continuaba turbada.
—¿Este es el tamaño máximo con el que nacen los Tsukaima o pueden crecer? —preguntó Hawk, y Selene negó con la cabeza.
—No —dijo la vampiresa—, los Tsukaima que son invocados con su forma animal, se muestran por primera vez con el tamaño medio en escala animal de su correspondiente edad fisiológica en Asgard en escala humana. Cada uno de nosotros tenemos una edad predeterminada, pero podemos alterar nuestro cuerpo hasta cierto límite tanto superior como inferior. Por ejemplo, mi edad fisiológica en escala humana es 18, pero si hubiera sido invocada como una criatura animal, habría aparentado 9 años en escala animal, o sea, la mitad de mi edad aparente en escala humana.
—Me estoy mareando —dijo Tsuki, que sus ojos comenzaban a dar vueltas.
—Creo que entendí. ¿Pero por qué es así? —preguntó el chico elfo.
—Hay muchas cosas que ni siquiera los dioses saben, Hawk-kun —sonrió amargamente Selene—. De hecho, es algo parecido a la capacidad que tiene esa diosa Nash, de cambiar su apariencia de escala humana a escala divina.
—¿Los Tsukaima son obligatoriamente del mismo sexo que su contratista? —preguntó Josh, sorprendiendo a Selene.
—Oh, buena pregunta —sonrió la vampiresa—. Pero no, aunque son pocos casos, a veces el Tsukaima es del género contrario al de su contratista. El género no es tan importante. Bien, ¿alguna otra pregunta? —preguntó Selene medio entusiasmada.
—Estás disfrutando con esto, ¿eh? —bromeó Kisara, y Selene sonrió divertida.
—¡Kissy! —llamó Jaden, corriendo.
Todos se sorprendieron y voltearon hacia la procedencia de la voz. El semihumano lobo apenas se encontraba bajando apresurado de las gradas superiores hasta el nivel inferior del estadio donde se hallaban la mitad demonio y los demás. Jaden ni siquiera advirtió (o lo dejó pasar debido a la urgencia) que había tres Tsukaima desconocidos entre los presentes.
—¿Qué sucede, Jaden? —preguntó Kisara acercándose al semihumano lobo, que se detuvo frente a ella. Los demás se fueron acercando lentamente. Los exhaustos discípulos se levantaron. Orion y Yuki cargaron en sus brazos con delicadeza a sus Tsukaima, y el unicornio de Arien lo siguió tranquilo cuando el peliazul menor caminó.
—Esto —dijo Jaden, sacando de su bolsillo una especie de carta. Kisara la sostuvo y leyó el remitente.
—¿Una carta de Ellie? ¿Quieres que la lea? —preguntó la mitad demonio, que observó cómo el semihumano lobo asentía con rostro serio. Aunque Kisara notó la seriedad del asunto, no pudo evitar sospechar un poco— Oye, ¡no habrá ningún tipo de cursilería entre ustedes dos en la carta, ¿verdad?! Sabes que no soporto esas muestras de cariño entre personas —advirtió la semihumana, sorprendiendo a Jaden.
—¡No, no! ¡Es un asunto completamente serio! ¡No hay nada de eso! —aseguró fervientemente Jaden. Kisara pareció notar la seriedad de su compañero y abrió la carta.
Había leído muy poco cuando la mitad demonio abrió los ojos con cierto espasmo. Todos se preocuparon por ella, excepto Jaden que ya sabía el contenido de la carta y solo pudo mantenerse serio, con un toque de inquietud en su rostro. Kisara continuó leyendo, hasta que pareció finalizar, pero todavía procesaba lo que había leído.
—El cañón... —susurró la mitad demonio, llamando la atención especialmente de Leydis que estaba cerca de ella—... no... no puede ser... ¿por qué...?
—¿Qué sucede, Kisara-san? —preguntó Tsuki, un poco preocupada.
—¿Se trata del Imperio Etwirch? —inquirió Sole, con rostro tranquilo para sorpresa de todos, en especial de Kisara que se volteó hacia la albina. No dijo nada, pero Sole asintió como si el silencio de la mitad demonio fuera una confirmación— Ya veo... Después de todo es el trabajo de Ellie-chan. ¿Qué podemos hacer?
—... —Kisara se mantuvo en silencio, observando con ojos exhaustos y preocupados hacia Sole que continuaba seria y firme. La mitad demonio volvió a mirar hacia la carta, y luego levantó la vista hacia el semihumano lobo— ¿Qué hiciste cuando recibiste la carta? ¿Se la mostraste a Danna?
—Sí... Fue lo primero que hice, como me habías indicado en estos casos, pero... Ella decidió hablarlo con Deus y Nash, y...
—¿Y ya tomaron medidas? —preguntó Kisara, un poco preocupada pero más determinada que antes. Jaden asintió tímidamente— Bueno, es algo muy grave para Sefiro, pero... me preocupan un poco las medidas que puedan tomar... Para evitar todo esto solo se me ocurre... —pero se quedó en silencio, frunció sus labios con sus dientes con tal de no decirlo en voz alta. Su irritación era visible.
—Tengo que ir yo al Imperio Etwirch, ¿verdad? —preguntó Sole, todavía seria.
—¡No! —negó rápida y rudamente Kisara.
—¡Claro que sí! ¡No reaccionarías de esa forma si no fuera así! ¡Déjame ir al Imperio Etwirch, ayudaré en lo que haga falta!
—¡Te saqué de ese lugar y prometí que no te llevaría de vuelta!
—¡Ya no soy una niña! ¡Ya puedo protegerme yo sola! ¡Tienes que entenderlo!
—¡No se trata de entenderlo! ¡Ese lugar es demasiado peligroso, y más para ti!
—Se trata... —de repente Leydis habló, llamando la atención de todos, e interrumpiendo la discusión entre Sole y Kisara, las dos que se le quedaron mirando a la castaña Lyngstad con sorpresa—... se trata del Cañón Magireactivo, ¿verdad? —preguntó, con un hilo de voz. Sus manos estaban juntadas encima de su pecho, con miedo. Jaden y Kisara se sorprendieron al escucharla, y la mitad demonio asintió.
—El cañón... —Orion musitó, sorprendido, con los ojos bien abiertos. Pero sus compañeros de gremio parecían confundidos— ¿Es en serio?
—... ¿Qué es ese cañón? —preguntó Yuki, con su habitual rostro estoico.
—No puede ser... ¿El que dimos en la Academia? —inquirió Josh, inquietado.
—No sé si sorprenderme porque recuerdes algo de la Academia, o porque tal vez experimentemos en carne propia el poder de ese cañón monstruoso —comentó el chico elfo aparentemente con seriedad.
—¡No es momento para bromas, Hawk! —lo regañó Josh.
—Lo siento, quería aliviar la tensión.
—Haremos lo que digas, Kisary —dijo Sarah con rostro sereno, sin la menor perturbación en su rostro. La mitad demonio se sorprendió por aquella confianza, pero ahora logrando calmarse un poco, bajó la cabeza, cavilando al respecto.
—... Orion, Arien, Yuki, Tsuki, Hawk, Josh... —mencionó Kisara, y sus discípulos medio que se tensaron esperando órdenes— Seguid con el itinerario del entrenamiento por vuestra cuenta, y los tres que lograron invocar a sus Tsukaima, podéis entrenar con ellos como mejor os parezca... En cuanto a Sole... —y se detuvo momentáneamente para ver a los ojos grisáceos de la albina, que se tensó también un poco, sin saber lo que la mitad demonio se disponía a decir—... Sole vendrá conmigo y con Jaden, al Imperio Etwirch.
El rostro de Sole se iluminó de gratitud, después de todo la albina sabía que Kisara no estaba del todo de acuerdo con eso, pero era un voto de confianza para Sole.
—¿Significa que te irás de Sefiro? —preguntó Tsuki, sorprendida.
—Sí. Quedaros aquí, entrenando y haciendo misiones en el gremio. El Rey Orland cuidará de vosotros... —dijo, aunque no parecía muy segura.
—Estamos hablando de un cañón que puede aniquilarnos en segundos, ¿no es verdad? —preguntó Hawk, incrédulo— No sé los requisitos para activar a ese monstruo, pero todos sabemos que si Sefiro es su objetivo, ni siquiera un GodKing como el Rey Orland podría detener un impacto de ese calibre. ¿Estás segura de que quedarnos aquí es lo más seguro? —inquirió, un poco de forma acusadora.
—El Rey Orland os protegerá —afirmó seria y firmemente Kisara, sorprendiendo a Hawk, y también a los demás—. De eso estoy completamente segura. No sé cómo, pero lo hará. Lo que me preocupa son las otras naciones que están al alcance del Imperio Etwirch, como Esmelt o... —y miró hacia Sarah, que continuaba seria sin inmutarse lo más mínimo—... el Imperio Sandler...
—Kisary, el Imperio Sandler está más lejos que Esmelt o Sefiro en el rango de alcance del Imperio Etwirch. No te preocupes por eso —dijo Sarah.
—Aún así... ¿no quisieras estar ahí con tu padre...? —preguntó Kisara, dubitativa. Sarah se sorprendió por la pregunta de la mitad demonio, pero luego dejó escapar una fugaz carcajada amarga.
—No tengo en mi padre esa extraña confianza que tú tienes en el Rey Orland, pero... No creo que él dejaría que los aniquilaran tan fácilmente.
—¿Pero al menos no deberían enviarle un mensaje de alerta o algo así? —preguntó Tsuki, pero Jaden fue quien negó con la cabeza.
—Si damos una alerta como esa... Es muy arriesgado. Si denunciáramos al Imperio Etwirch con la Organización Arkaika, y resultara que no hay cañón alguno y solo fue una trampa, el reino que denuncie al Imperio Etwirch terminará con una muy mala reputación. Es por eso que muchos reinos, pese a sus enemistades, se piensan varias veces antes de denunciar tan osadamente a otras naciones... En el caso de Esmelt es impensable que seamos nosotros quienes hagamos la denuncia, no solo nuestra reputación es ya pésima desde un inicio delante de todos los demás reinos, sino que será peor cuando expongamos un mensaje tan abrupto como este.
—Además... —agregó Kisara, con pesar en su voz—... una evidencia como esta que nos proporcionó Ellie... no importa cómo lo veas, no la obtienes tan fácilmente al menos que tengamos espías y... Los países que espían sin autorización no son bien vistos —sonrió amargamente para sí misma.
—¿Entonces existe la posibilidad de que sea solo una trampa y no exista cañón alguno? —preguntó Tsuki, que en su voz asomaba una esperanza de alivio.
—Yo no estaría tan segura de ello —dijo Kisara—. Estamos hablando de un imperio completo de Antixes. Se dice que la magia Antixes es similar a la magia de los dioses y en algunos casos... hasta superior... De hecho, el uso que se le puede dar a la magia Antixes ya ustedes vieron que es muy amplio... Ellos podrían ocultar ese cañón o teletransportarlo o... en fin, cualquier cosa con tal de demostrar su “inocencia” ante una acusación. Pero, lo que más me inquieta es: ¿por qué contra Sefiro? ¿Es para hacerle creer a las demás potencias que no hay peligro... y luego aniquilar a una de ellas en vez de a Sefiro? —se preguntó la mitad demonio, más para sí misma, pero Selene asintió.
—Kisa-chan, si fueras el enemigo y tuvieras ese cañón a tu disposición... ¿contra quién lo usarías? —preguntó la vampiresa, que hizo pensar durante unos pocos segundos a la mitad demonio.
—... Contra la Organización Arkaika —confesó Kisara—. Después de todo, es la fuente de todas las restricciones de “OnMortal-Line” que impiden, por ejemplo, lanzar más seguido ataques a través de un Cañón Magireactivo. El problema es que la Organización Arkaika no radica en un lugar fijo, son solo miembros de diferentes reinos e imperios. El único momento en el que todos se reúnen, es durante las conferencias... pero no hay una conferencia próxima durante estos días.
—Pero aniquilar a los líderes de la Organización Arkaika no es como si fuera a cambiar mucho las cosas, ¿no? —preguntó Jaden, confundido— Es decir... Ya existen las leyes que rigen a “OnMortal-Line”. Si un país usara ese cañón, todos los reinos e imperios sobrevivientes se aliarían contra el país culpable.
—No lo creas tanto, Jaden —dijo Kisara, seria y un poco decepcionada—. Cuando los líderes desaparezcan, existe la posibilidad de que las mentes malvadas ignoren las leyes del pasado, y actúen egoístamente según lo que ellos consideren beneficioso para ellos mismos, sin preocuparse por los demás. No hay garantía de que las personas con poder apoyen una causa solo porque la causa es justa. Las leyes existen precisamente para controlar la maldad e injusticia de los hombres, pero es el miedo que infunden contra los propios hombres a los que controlan, lo que permite someter a la maldad. Y cuando sientan que dejaron de ser controlados, cuando sientan que las cadenas que los atan ya no existen... harán lo que les plazca... Después de todo, no sabes bien, nadie lo sabe... lo que es capaz de hacer el ser humano cuando sus líderes caen.
—... —hubo un silencio amargo, que fue roto nuevamente por la voz de Kisara.
—Por ahora solo podemos informárselo al Rey Orland y al Rey Arthur. La decisión de avisar a las demás potencias será decisión de ellos. Después de todo, los dos conocen mejor a los demás gobernantes, entre ellos al padre de Sarah, y espero que sepan cómo serán sus reacciones. Pero, por si acaso, me gustaría preguntarle al Rey Orland si en estos momentos existe magia lo suficientemente poderosa en Sefiro como para protegerse de un ataque de esa magnitud.
—Mmm... Los Sallagriffon son expertos en magia de sellado, ¿verdad? —preguntó Jaden, sorprendiendo a Kisara, pero Leydis se mostró preocupada.
—¡Rayos, ella se fue a una misión con Nash-sama y Mary-sama!
—¿Eh? Ah... ¿Te refieres a Sally? Bueno, es solo una Sallagriffon. Necesitaríamos a muchos más, ¿no? —preguntó Kisara, confundida por la actitud de Leydis, pero esta negó desesperadamente con la cabeza.
—¡No, no! ¡Ella tiene la “Signatus Gladium”!
—La “Signatus...” —Kisara momentáneamente se quedó sin palabras, pero rápidamente comprendiendo, abrió los ojos con gran sorpresa, y Jaden también.
—¡No jodas! —dijeron los dos al mismo tiempo.
—¡Eso puede cambiar mucho las cosas! —dijo la mitad demonio— Leydis, necesito que averigües a dónde fue Sally. Si es un lugar en donde ya estuviste, puedes usar tu magia de espacio para traerla de nuevo a Sefiro, y espero que el poder de la “Signatus Gladium” sea suficiente...
—¿La “Signatus Gladium”? —preguntó Josh, confundido.
—Después les explico —dijo Kisara—. Leydis, ¿podrías ponerme en contacto con el Rey Orland para discutir acerca de la seguridad de las demás naciones?
—¡Claro! —asintió Leydis.
—Bien, entonces llévanos a la Ciudad Central. Allí los dejaremos a ustedes —dijo Kisara viendo a sus discípulos de los “Humility Brotherhood”—, y los demás nos iremos a ver al Rey Orland.
—Yo me quedaré con Yuki, Arien y los demás —dijo de repente Sarah.
—¿Eh? —se sorprendió la mitad demonio.
—Iré a buscar a mi hermano Selik, y hablaré con él acerca de qué deberíamos hacer —dijo Sarah, seria como de costumbre, pero su mirada resultaba cálida—. Hace poco aprendí que él también ya está en la edad en la que es capaz de tomar sus propias decisiones. Antes me seguía a todos lados, pero me gustaría que trazara su propio camino... Yo no tengo ningún interés en volver a Sandler, pero algunas personas que amo están ahí, y decir que no me preocupan sus vidas sería mentirme enormemente.
—Sarah... —Kisara estaba casi sin palabras, pero logró sonreír tiernamente— En ese caso ven con nosotros para conversar con el Rey Orland. Allí tanto tu hermano como tú podéis llegar a una conclusión acerca de la seguridad del Imperio Sandler.
—... Como tú prefieras... —Sarah al principio parecía un poco sorprendida, pero luego sonrió sencillamente y cerró los ojos medio que asintiendo una vez con la cabeza. Kisara se confundió, y medio que se preocupó por aquel gesto de la castaña de Sandler.
[...]
Sábado 27 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—pasillos del Castillo Sefiro,
7:00 PM—
—Menos mal que no vinieron con nosotros Tsuki, Josh y Hawk, jaja —sonrió nerviosamente Arien mientras caminaba junto a Yuki y su hermano Orion. El peliazul mayor, aunque serio, tuvo que asentir con la cabeza.
—Sí... Es vergonzoso que siendo los hijos del Rey no supiéramos que había una herrería en el Castillo Sefiro —dijo Orion.
—Supongo que será mejor que nos separemos... ¿y el primero que encuentre la herrería avisará a los otros dos a través de la “gema de telecomunicación”? —preguntó Arien, y tanto Orion como Yuki se detuvieron.
Ellos tres fueron los únicos a los que Kisara pareció añadir, en sus respectivos itinerarios de entrenamiento, las medidas exactas para unas armas especiales que usarían posteriormente. La herrería que la mitad demonio les indició radicaba dentro del Castillo Sefiro, y aunque les resultaba vergonzoso admitirlo, los gemelos peliazules no sabían de la existencia de dicha herrería. Pero ahora debían ir allí y mandar a confeccionar sus respectivas armas.
—Está bien, creo que así lo encontraremos más rápido... —dijo Orion, y notó que justo delante de ellos había una bifurcación con tres caminos posibles—. Escojamos entonces...
Y sin decir más nada, los tres levantaron la mano disponiéndose a elegir cada uno el camino que querían, pero... Los tres eligieron el mismo camino, el del frente.
Debido a esto, se miraron entre ellos un poco incómodos, incluso la comúnmente estoica Yuki. Orion suspiró.
—Okay, no nos vamos a poner de acuerdo. Ya que yo estoy entre ustedes dos, iré por el camino del frente. Como Yuki está a mi derecha irá por el pasillo de la derecha, y eso deja a Arien el de la izquierda.
—¡Oye, eso no es justo! —se quejó Arien— Yuki y yo también escogimos el camino del frente.
—¡Ah! ¡Está bien, Yuki irá por el camino del frente! ¿Mejor así?
—... Bien —dijo Arien haciendo un ligero puchero.
La semihumana Neko en cambio, solo jorobó su cabeza y movió sus orejas con cierta curiosidad, observando siempre en silencio a los dos hermanos.
—Entonces yo iré por el pasillo de la derecha —dijo Orion.
—¡Ah, yo quería ese camino! —volvió a protestar Arien, para ligera irritación de su hermano mayor.
—¡¿Es en serio, Arien?!
—Piedra, papel o tijeras —dijo Yuki como si nada, pero a modo de sugerencia, sorprendiendo a los dos hermanos, que se miraron ligeramente serios y decidieron mostrar sus puños.
—¡Piedra, papel o tijeras! —los peliazules dijeron esto al unísono, y el resultado fue una victoria para Orion de papel contra piedra. El hermano mayor sonrió orgulloso, y Arien solo pudo quejarse consigo mismo por su mala suerte.
...
—Ah... Qué mala suerte —Arien suspiró con cansancio y resignación—. Mmm... Ni siquiera conozco esta zona. A pesar de que no sabíamos que había una herrería en el Castillo Sefiro... supongo que Orion-nii conocerá mejor el palacio que yo. No recuerdo haber caminado por aquí cuando era niño... Oh —de repente se sorprendió, al doblar a la derecha al final del pasillo y notar que solo había una puerta. Estaba cerrada, y tanto el marco como la madera parecían tan desgastados y corroídos por el tiempo que era un evidente contraste en comparación con las demás puertas hermosamente pulidas del castillo.
Arien dudó, y tragó saliva un poco nervioso, pero se acercó y tocó cortésmente a la puerta. Tras no escuchar nada, volvió a tocar, pero como el silencio continuaba, suspiró para armarse de valor y abrir lentamente la puerta.
—En serio disculpen la intromisión, pero... —antes de que lograra terminar de disculparse, de repente sintió cómo un cuchillo fue lanzado en su dirección.
Sin embargo, Arien solo se asustó por lo repentino y se quedó detenido bajo el dosel de la puerta, ya que sabía que el cuchillo no fue tirado justo contra él. El objetivo del puñal fue el costado izquierdo de Arien, justo al lado del marco de la puerta, en la pared. Pero fue lanzado con una fuerza y habilidad tal que se quedó incrustado en la pared y la empuñadura se quedó vibrando.
—¡¡Espero que no creyeras que en serio la espada estaría lista para hoy, ¿verdad, Orland?!! ¡¡Ya te he dicho un millón de veces lo difícil que es arreglar una espada de adamantina, ¡ADAMANTINA, joder!!!
—... Esto... No soy mi padre, digo, el Rey Orland... Soy Arien, ehm... Vine a encargar un arma... Me recomendaron esta... ¿herrería?
El viejo herrero, alejándose de la oscuridad dentro del taller apenas iluminado por tres lámparas de aceite, escudriñó con la mirada hacia el joven peliazul que un poco tímido se irguió tensamente.
—... Vale, puedes pasar —dijo el señor, después de quedarse varios segundos viendo a Arien—. ¿Quién te envía?
—Eh, sí... —le extendió el pequeño papel firmado por Kisara, y el herrero lo observó después de sentarse en la silla tras su aparente escritorio de trabajo.
Arien observó el entorno y consideró que no era un buen lugar para practicar herrería debido a la poca iluminación que sería demasiado perjudicial para la vista, pero no se atrevió a decir nada porque el viejo herrero parecía tener muy mal carácter. De hecho, ya el peliazul bastante nervioso estaba tratando de no establecer contacto visual con él, ni siquiera por accidente, mientras el hombre observaba el papel en sus manos.
—Esto... ¿No deberíamos prender algo más de luz? —a pesar de todo, Arien no pudo evitar preguntar esto, preocupado por la vista del señor.
—¡No estoy tan ciego, niño! —se quejó el anciano con malhumor.
—¡Sí! —exclamó el peliazul muy asustado por la ruda voz del herrero, y con todas sus fuerzas retuvo las ganas de decir: «¡Entonces admite que está ciego!». Seguramente hubiera sido catastrófico decir eso.
—Bien, la muchacha Redfire te envía. Entiendo. Tendrás tu arma lista dentro de una semana, niño —dijo el anciano, sorprendiendo a Arien.
De repente el herrero se levantó, no sin mostrar un poco de esfuerzo en su anciana espalda, y con un simple chasquido de sus dedos, al instante se habían prendido todas las lámparas de aceite que estaban apagadas y que Arien ni siquiera había podido advertir en aquella oscuridad.
El taller, a pesar de todo, era hermoso y parecía tan profesional como los que Arien había visto en su gremio o en las ciudades. No pudo evitar deleitarse con la cantidad de armas disponibles, y sin saber mucho acerca de herrería, sintió que eran increíblemente poderosas.
Aún así, el peliazul sintió que a diferencia del taller en sí, las armas aunque aparentaban ser fuertes, no tenían la hermosura típica de las armas que se usaban hoy en día, lo que causó incertidumbre en Arien.
—¿Qué tanto miras, niño? —preguntó de repente el herrero con actitud tosca, y Arien solo se sobresaltó ligeramente. El rostro del anciano ya no daba tanto miedo en la claridad, y sentía que podía entablar una conversación con él.
—Esto... Estaba pensando que... ¿Por qué estas armas parecen tan gastadas?... No sé cómo explicarme, pero... Aunque siento que son increíblemente resistentes estas armas, no se ven nada hermosas y pulidas como las que se venden hoy en día en el resto de las herrerías —se sinceró Arien, y el herrero no pudo evitar soltar una sonrisa confiada, mientras preparaba el fuelle, que al instante comenzó a utilizar la energía mecánica de la rueda de agua para soplar aire en el horno, y la pulidora empezó a girar.
—Al menos tienes buena vista para las armas, niño. No todos son capaces de reconocer la resistencia de mis creaciones. Solo se quejan de su aspecto nada hermoso, y me piden que les devuelva el dinero. Por eso ves tantas armas ya hechas, niño. Todas pertenecían a inmerecidos soldados que no reconocieron el valor del arma y se guiaron estúpidamente por su apariencia superficial. En fin, que todos me reconocen como el Herrero Real, pero pocos saben valorar mis creaciones y por eso tengo tantas armas rechazadas y tan poco dinero. ¡Tch! —se quejó, según Arien, presumiblemente más alto con toda intención, para demostrar lo molesto que estaba al reconocer todo aquello.
—... Lo siento.
—¿Por qué te disculpas, niño? ¿Eres estúpido? ¡Tch! Tú no tienes la culpa. Estoy seguro de que aceptarás el arma que te haga tenga la apariencia que tenga, pero solo si sientes su poderosa aura. Es correcto, niño. Las buenas armas desprenden un aura de intensidad que solo los buenos guerreros perciben. Esa muchacha Redfire nunca se ha equivocado al enviarme a sus discípulos, todos han sentido el poder de mis armas.
El anciano levantó con esfuerzo una pieza de metal, y lo metió en el horno, que ya había comenzado a calentarse. Pero a Arien le llamó la atención otra cosa.
—¿Eh? ¿Kisara-san y usted se conocen desde hace tiempo a pesar de que ella vive en Esmelt y usted en Sefiro?
—No creerás que la muchacha Redfire siendo representante de Esmelt en serio no ha salido de su nación en otras ocasiones, ¿verdad?¡Tch! Y espero que no creas que yo toda la vida fui un anciano que no salía de este taller, ¿verdad? —se quejó el hombre.
Arien solo pudo sonreír incómodo pero avergonzado:
—Sí... Tiene sentido. Lo siento.
—¡Deja de disculparte, niño! ¡Tch! —después de haberse calentado lo suficiente el metal, el anciano lo trasladó al yunque con un par de pinzas. Se sentó, y agarró un martillo. Comenzó a golpear el trozo de metal varias veces, mientras hacía algunas ligeras pausas para hablar. Arien pensó que aquel trozo de metal era un arma que el herrero llevaba ya un tiempo haciendo, y sintió curiosidad acerca de por qué golpeaba el metal en intervalos. Pero como el peliazul no sabía nada de herrería decidió mantenerse callado— En fin, como te seguía diciendo, esos idiotas no saben reconocer la calidad de un arma cuando la ven. Un arma poderosa puede parecer que está a punto de desintegrarse por el óxido en su superficie, pero en realidad es más fuerte y resistente que ninguna otra. En cambio, hay hermosas espadas que son brillantes pero se rompen al mínimo choque contra una espada de madera. ¡Tch! Sin embargo, esos idiotas parece que solo quieren gastar un dineral en espadas relucientes que solo sirven para presumir y que apenas pueden cortar grafito. ¡Tch!
—¡Ah, ya lo ha mencionado varias veces! ¿Cuánto costará mi arma?
—¿Estás prestando atención a lo que te digo, niño? ¡Tch! Pero no te preocupes por el precio. La muchacha Redfire pagará tu arma.
—Q... ¡¿QUÉ?! ¡No puedo dejar que Kisara-san pague mi arma!
—¿Vas a pagar por un arma que ella preparó para ti sin saber primero si el arma te será útil o no, niño? ¡Tch! Deja que ella la pague y tan solo agradécelo debidamente cuando tengas tu arma. Te prometo que valdrá la pena.
—V... Vale. Tch.
—...
—¡Ah, lo siento mucho! Es que lo decía tanto que terminé dejando escapar mi propio «Tch» —se disculpó Arien muy avergonzado. El herrero continuaba mirándolo con ojos sorprendidos, y por alguna razón, terminó riéndose a carcajadas. El peliazul no sabía si eso era buena o mala señal.
—¡¡Jajaja!! Eres divertido, niño. ¿Dijiste que eras hijo de Orland?
—Eh, sí... Oh, ¿entonces es usted quien está arreglando su espada de adamantina? —preguntó Arien, de repente curioso.
—Claro, yo fui quien confeccionó esa espada, soy el único que conoce cómo arreglarla. La verdad es que me molesté mucho por esa rajada que le provocó en su combate contra Onissel. Pero bueno, pudo haber sido peor y pudo haber regresado con la espada rota o... muerto...
Arien se quedó en el mismo sepulcral silencio que el anciano que bajó la cabeza, y en sus ojos se identificaba un profundo pesar.
—... ¿Fue tan grave la rajada de la espada?
—No me malinterpretes, niño. ¡Tch! Desde pequeño, Menrilk siempre fue distinto a los otros. Su mirada era tan fría y perversa que no podías saber lo que estaba pensando, pero... Él siempre reconoció el valor de mis armas. En el fondo siempre creí que no era malo como los demás pensaban... Hubiera preferido que se rompieran todas las espadas que he confeccionado, con tal de que Onissel estuviera vivo y al lado de Orland, como siempre debió ser...
Arien, completamente sorprendido, se quedó sin poder decir algo. Por la edad del herrero, y por sus palabras, puede que haya conocido a su padre Orland y a Onissel Menrilk desde que eran niños. Es entendible que alguien así, que ha visto crecer a dos personas, se entristezca por el nefasto resultado.
—... En fin, ¡tch! Lo que me molestó fue que usara la espada que yo hice contra Menrilk, pero cuando me dijo que estaba protegiendo a sus hijos, no pude recriminarle más nada. A veces se toman difíciles decisiones por el bien de nuestros seres más queridos...
—...
—¡Aún así estuve a punto de lanzarle un cuchillo al desgraciado de tu padre! —se quejó de repente el anciano volviendo a su tono molesto, sorprendiendo y asustando un poco a Arien— ¡¿Cómo rayos le hizo eso a una espada de adamantina?!... ¡Tch! Pero bueno, lo perdoné porque Orland siempre fue muy responsable, en especial con las armas que yo hacía, no como el otro (¡tch!), al que casi le lanzo un cuchillo justo entre los ojos, en parte sin querer y en parte a propósito.
Dijo el anciano, dejando intrigado a Arien cuando se refería a “el otro”.
—Esto... ¿Quién es “el otro”?
—El chiquillo Arthur, por supuesto, ¡tch! Siempre, no sé cómo se las arreglaba, pero siempre terminaba rompiendo su espada, ¡siempre!
—Dijo “siempre” tres veces —pensó inevitablemente Arien, mientras el anciano continuaba quejándose.
—Bueno, la cosa fue que justo cuando Orland me trajo su espada, el chiquillo Arthur entró con su habitual despreocupada sonrisa. Pensé que había vuelto a romper su espada, y por eso le lancé aquel cuchillo de forma instintiva. Cuando me di cuenta de que el puñal se escapó de mi mano me arrepentí, pero por suerte el chiquillo tiene buenos reflejos y lo esquivó. Aún así percibí su miedo que no pudo ocultarse tras su nerviosa sonrisa. Incluso el serio de Orland temió por el chiquillo mientras le gritaba que se alejara de todas mis armas porque es un peligro andante para todas mis creaciones, pero resultó que el chiquillo solo vino a saludarme. ¡Tch! —dijo, y Arien pudo imaginarse nítidamente lo que el anciano estaba narrando, como si hubiera estado presente. El peliazul tragó en seco, compadeciéndose por el Rey Arthur.
—Bueno, yo también hubiera dicho que solo venía a saludar incluso si de verdad tuviera una espada rota... Todo con tal de no enfrentarme a la furia de Herrero-san... Oh... —pensando esto, Arien se dio cuenta— Es cierto, lo siento. No le he preguntado aún, ¿cómo se llama?
—Hefesto.
—¡Oh, ¿como el herrero divino que le entregó a los humanos las “23 Espadas Prometidas”?! —preguntó Arien emocionado.
—No te creerás que soy ese mismo Hefesto, ¿verdad, niño? ¡Tch!
—Ah, ¿no?
—¡Pues claro que no, niño! ¡¿Eres estúpido?!
—Es la segunda vez que me lo pregunta —pensó Arien con una nerviosa sonrisa, pero casi a punto de llorar.
—Fue solo una casualidad que mis padres me pusieran este nombre y terminara dedicándome a la herrería.
—Ya veo... ¡AH! —se asustó Arien, tras recordar algo.
—¿Qué sucede, niño?
—Se me olvidó... Tengo que avisar a Orion-nii y a Yuki de que encontré la herrería. Deben seguir buscándola —comentó Arien, mientras buscaba su “gema de telecomunicación” que tenía en un collar debajo de su chaqueta.
—Hah... —el anciano suspiró incrédulamente.
[...]
Sábado 27 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—pasillos del Castillo Sefiro,
8:00 PM—
—Bueno, ya avisé a Orion-nii y a Yuki, tal vez deba irme a casa a descansar un poco. Aún estoy agotado por el ritual de invocación —se dijo Arien, mientras caminaba por los pasillos, pero justo en ese momento una puerta se abrió a su derecha. Arien se detuvo, y muy sorprendido cuando notó que Sarah fue quien abrió la puerta. Se trataba del Salón de Conferencia, y todos se encontraban saliendo en ese momento.
—Arien...
—Ah... Sarah... ¿Ya terminaron? —preguntó el peliazul, tímidamente.
—Sí...
—¿Arien? —preguntó Kisara, ligeramente sorprendida.
—¡Ah, vine para encargar el arma que me diseñaste!
—Ah, es por eso. Cierto. Bueno, nos vemos en casa, supongo —dijo Kisara, adelantándose por el pasillo.
—Mmm... ¿Entonces no se irá al Imperio Etwirch o...? —preguntó Arien, tímidamente, pero Sarah sonrió negando con la cabeza.
—No, el plan de Kisary se mantiene. Pero no se irá hasta mañana por la mañana. Supongo que es bueno para ti, ¿no? Así no tendrás que entrenar bajo la estricta supervisión de Kisary-chan, jaja.
—Jeje —Arien sonrió, pero igual de débil que Sarah, notando que la chica no parecía tan relajada como intentaba aparentar—. Y tú... ¿te irás...?
—... Conversemos en otro sitio, ¿sí? —preguntó Sarah con una aparente dulce sonrisa en su rostro medio adormecido.
...
Se sentaron en uno de los bancos en el jardín central del palacio. A diferencia de los pasillos que van hacia la herrería que se encontraba al final en lo más recóndito del castillo, Arien recordaba bien este sitio. Su hermano y él jugaban aquí cuando niños, e incluso entrenaban con Orland de vez en cuando. Arien no pudo evitar sonreír al recordar esas fugaces escenas en su mente, que casi podía verlas reflejadas en la realidad.
En cambio, Sarah observaba con una evidente pero misteriosa sonrisa, hacia las flores cerca de sus pies, los cuales se balanceaban uno adelante y el otro hacia atrás, repitiendo el ciclo como si fuera una niña pequeña. Parecía de cierta forma hipnotizada por las flores.
De repente, Arien notó que un pétalo había descendido lentamente, planeando con suavidad hasta caer en el cabello castaño de Sarah. Detrás de ellos había un arbusto de 10 metros, de camelias blancas, y uno de sus pétalos cayó sobre la muchacha de Sandler. Arien no tardó en apartar delicadamente dicho pétalo del cabello de la chica, llamando la atención de la muchacha que volteó a verlo, ligeramente confundida. Arien observaba en su mano izquierda, frente al rostro de Sarah, el pétalo blanco, pero la muchacha de Sandler parecía más sorprendida por otra cuestión, algo que escapaba de la imaginación del peliazul. Cuando Arien miró directamente a los ojos a Sarah, por un momento no pudo saber si ella lo miraba a él o al pétalo, pero la sorpresa de la chica era tan evidente que parecía que había descubierto algo asombroso.
Fue entonces cuando Sarah sacó, de la bolsa que siempre llevaba consigo, un cuaderno de color arena. Lo abrió y sin pedir permiso, agarró aunque con suavidad el pétalo en la mano de Arien y lo guardó en una página en específico. Después, con un lapicero dentro del cuaderno, escribió algo en dicha página, que Arien no leyó por cortesía, pero sí le intrigaba mucho, desde hace rato. A veces llegaba a ver lo que parecían ser dibujos, y se prometió que algún día le preguntaría qué significaba ese cuaderno para ella. Por primera vez en ese día, Arien observó una auténtica sincera sonrisa de parte de Sarah, mientras ella parecía escribir con un profundo cariño en aquel cuaderno de color arena.
—¿Qué sucede? —le preguntó el peliazul.
—Acabo de recordar algo importante. Y lo escribo para no olvidarlo.
—... Selik-kun...
—No estaba presente en la reunión, si es lo que te preguntas —sonrió Sarah, y Arien se alegró un poco por ser tan predecible a los ojos de la castaña—. Cuando Kisary y yo lo fuimos a ver, nos dijo que pasara lo que pasara, se quedaría aquí en Sefiro. Y yo me quedaré con él, así que solo asistí a la reunión con Kisary, el Rey Orland y los demás, únicamente como una especie de representante de Sandler, por así decirlo. Tu padre se ocupará de informar a todas las naciones cercanas, y aseguró que protegería Sefiro incluso si llega a ser activado el Cañón Magireactivo... Lo cierto es que lo dijo con una convicción tal, que no dudé ni por un instante en la seguridad de Sefiro...
—Entonces... ¿Te quedarás en Sefiro?
—¡Jajaja! No. Pero me iré solo cuando tenga que regresar con Selik. Después de todo, aunque no me guste, soy la heredera de mi padre, el Rey del Imperio Sandler.
—... ¿No sería más bien “el Emperador del Imperio Sandler”?
—No. En “OnMortal-Line” todos los países son gobernados por Reyes. El nombre de sus naciones, ya sean Reinos, Imperios, Repúblicas o demás, no influye en cómo se les llama a sus dirigentes. Por supuesto, las personas son libres de llamarlos como les dé la gana.
—¿Eres feliz aquí, Sarah? —preguntó Arien, preocupado por su compañera. Ella, sonriendo, casualmente terminó de escribir en su cuaderno y lo guardó con delicadeza en su bolsa.
—Un lugar por sí solo, es incapaz de otorgar felicidad. La felicidad radica en las personas que te acompañan, no en el lugar donde te encuentras.
—...
—Sinceramente soy muy feliz por estar al lado de Selik, de Kisary, de la cascarrabias de Sole, de la ejemplar Danna, del encantador Jaden, e incluso, soy feliz de estar contigo, Arien, y con Yuki y los demás... —dijo Sarah, sonriendo tiernamente mirando al peliazul, que se sonrojó un poco feliz.
—E... ¿En serio?
—Sí —Sarah asintió, cerró los ojos y volteó su rostro hacia adelante. Al abrirlos, volvió a mostrar su anterior seriedad, que igual parecía acompañada de nostalgia—. Pero aunque los lugares no otorgan felicidad, pueden destruirla... Más bien, los humanos no solo otorgan felicidad, también tienen la capacidad para destruir la felicidad de los demás. Y... No puedo estar tranquila sabiendo que alguien allá afuera, está intentando destruir a las personas que me hacen felices... —dijo, con una voz tan fría que Arien sintió un ligero escalofrío recorrer su espalda, y miró hacia adelante.
Sarah estaba viendo a cuatro personas caminando por los pasillos alrededor del jardín central. El peliazul y la castaña estaban sentados más cerca del pasillo a sus espaldas, pero delante de ellos a pesar de la distancia, pudieron reconocer a Patrick Patterson, Reina Rechister, Horst Hillheaven y Gustav Growclaw; los cuatro charlando entre ellos. Según Danna y los demás, cualquier miembro del Consejo de Sefiro podía ser el culpable que estaban buscando y, por tanto, de cierta forma era también la persona que estaba interfiriendo con la seguridad de la felicidad de Sarah. Aunque su nuevo enemigo, que utilizaba un monstruoso cañón para atentar con sus vidas, era por ahora incluso más desconocido para ellos. Tal vez Sarah no podía tolerarlo.
—Sarah... Nosotros te protegeremos. ¡Yo te protegeré! Pero por favor no te sacrifiques más por los demás, ya has hecho demasiado por nosotros, ya has hecho más de lo que cualquier persona hubiera podido aguantar... Mereces ser feliz, y no puedes ser feliz si te preocupas constantemente por el futuro... —las serias pero a la vez tiernas palabras de Arien fueron una sorpresa para Sarah, que las escuchó atentamente, sin parpadear durante varios segundos.
—¡Jajaja! —de repente Sarah dejó escapar un ligero bufido, y después se rió a carcajadas, para confusión de Arien que parpadeó tres veces sin comprender— Me recordaste a Kisary-chan.
—¿Eh?
—¿Acaso no es obvio? —preguntó Sarah aún sonriendo divertida— Desde que todos se enteraron de mi maldición, Kisary siempre está observándome, siempre al tanto de mí, procurando que no suceda nada que pueda hacer que yo vuelva a sacrificarme por el bien de los demás. Ella tiene miedo de que yo me siga sacrificando. Cuando éramos pequeñas ella me lo dijo, me pidió que dejara de actuar como si yo fuera una pieza desechable que sacrificar siempre que yo lo considerara necesario. Y ella en ese tiempo ni siquiera sabía que yo tenía esta maldición en la que literalmente sacrifico tiempo de mi tasa de vida con tal de reiniciar el tiempo de otros... pero ella lo vio, ella vio a través de mis acciones y supo que mi forma de actuar era la de alguien que no valoraba su propia vida y actuaba impulsivamente para salvar a los otros a costa de mí misma... Y aún así, a pesar de todo lo que la preocupa a ella, sigue siendo la representante de Esmelt, sigue alejando a Sole del peligro, sigue investigando acerca de Yuki, incluso siendo tan perezosa los acogió a ustedes como estudiantes con tal de enseñaros a protegeros... y ante todo, sigue al tanto de mi bien... Simplemente no puedo dejar de admirar eso de ella... su dedicación ante lo que cree correcto... —dijo Sarah, finalizando con una débil pero sincera sonrisa.
—Kisara-san es una buena persona —sonrió el peliazul.
—Igual que tú, Arien —dijo sencillamente Sarah, sorprendiendo un poco a su compañero—. Realmente creo que no es casualidad que tuvieras un unicornio como Tsukaima siendo un animal que simboliza la pureza. Eres una persona muy bondadosa, Arien. ¿Te has preguntado por qué Orion está obsesionado con la venganza y tú no?
—...
—Creo que las personas tienen bien y mal en su interior, pero su auténtico ser los mueve en el camino que creen correcto, y por eso decimos que algunos son buenas personas, y otros son malas personas... Cuando en realidad, todos somos buenos o malos en diferentes momentos de nuestras vidas... Y... a pesar de que sois hermanos, Orion y tú os movéis en direcciones distintas. Tú escogiste dedicar tu vida al camino que crees que hará sentir orgullosos a tus padres... Pero Orion dedicó su vida a mancharse de sangre con tal de vengar a sus padres... ¿Por qué dos hermanos, gemelos, criados de la misma forma... actúan tan diferente?... Creo que esto se debe a que ninguna persona es igual a otra, y sea lo que sea, hay algo dentro de nosotros que nos mueve en el camino que escogió nuestro auténtico ser: ese que puede ser bueno, o malo.
—... Yo... —Arien, reflexionando con cierta aprensión las palabras de Sarah, apretó sus puños encima de sus rodillas, con un rostro triste— Estoy de acuerdo con lo que dices, pero... Muchas veces, me he preguntado si no es Orion el que está en el camino correcto y yo no.
Fue lo que el peliazul dijo, sorprendiendo a Sarah, que a pesar de eso, continuó escuchándolo atentamente.
—Orion quiere manchar sus manos con la sangre de la persona que mató a nuestros padres, pero... ¿Y si el cruel soy yo? Después de todo, fui yo quien decidí ignorar la posibilidad de vengar a mis padres... ¿No es como si estuviera ignorando la voluntad de mis padres? Tal vez... Ellos sí querían venganza... Tal vez solo estoy siendo egoísta y pretendiendo que ellos no querían un futuro así para mí, tal vez solo intento tratar de convencerme de eso para no luchar por el honor de mis padres... Tal vez los estoy ignorando, olvidando, decepcionando...
Sarah se quedó en silencio durante unos segundos, observando el rostro alicaído de Arien, que parecía a punto de llorar, con lágrimas haciendo brillar sus ojos rojos. Sarah sonrió, y colocó sus dos manos en el borde trasero del banco, mirando al cielo con una despreocupada sonrisa.
—Eres tan bondadoso que solo tú podrías pensar en esta situación, o en cualquier otra, que el equivocado eres tú. Eres una maravillosa persona, Arien. Desde el fondo de mi corazón, con toda sinceridad... Me alegro de haberte conocido —Sarah continuaba mirando al cielo, y Arien se ruborizó al escucharla.
—Yo... Yo también me alegro de haberte conocido, Sarah... —dijo el peliazul, tímidamente. La muchacha como respuesta, volteó a verlo y le mostró una gran y sincera sonrisa, cerrando los ojos. Luego se levantó.
—Bien, me iré por ahora. Hagamos una misión juntos un día de estos.
—¡Sí! —Arien asintió alegre. Sarah sonrió una última vez antes de irse.
El peliazul notó que estaba completamente solo, ya que los cuatro anteriores miembros del Consejo de Sefiro se habían ido.
—Arien —de repente escuchó una voz, y al voltear hacia atrás encontró a su padre Orland de pie en uno de los pasillos que bordeaban al jardín.
—Oh, papá.
Los dos decidieron caminar un poco por el palacio, y conversaron durante el camino. Llegaron a la salida del castillo, pero se detuvieron en un balcón lateral que otorgaba una espléndida vista del reino. El viento también resultaba agradable, y por un momento Arien no se quejó de que su anterior pensamiento de regresar a su apartamento y descansar, hubiera sido interrumpido ya dos veces.
—Me enteré que conseguiste invocar a tu Tsukaima. Felicidades —Orland le sonrió tiernamente a su hijo. Aún a pesar de su sincera actitud paternal, continuaba teniendo aquel rostro serio e imponente digno de un rey, pero Arien cada vez lo encontraba mucho más cálido y enternecedor.
—Gracias, papá —Arien sonrió. Adoraba estos encuentros que últimamente lograban tener con más frecuencia los dos, como padre e hijo.
—¿Y encargaste un arma con Hefesto? —preguntó Orland, y el peliazul asintió— Bien, será un arma excelente, te lo aseguro. Solo una cosa, no te lo tomes como lo más importante, mucho menos en una batalla donde lo más importante es tu vida y no tu arma, pero... Si puedes cuidar esa arma, hazlo. Hefesto se enfada mucho cuando tiene que arreglar armas rotas.
—Jajaja, sí, me di cuenta. ¡Oh! Por cierto, dijo que no acostumbraba hacer armas hermosas, pero... Tu espada es muy hermosa, papá.
—Bueno, toda espada hecha de adamantina y adornada con rubíes termina siendo hermosa —sonrió Orland medio divertido. Últimamente su expresividad era cada vez mejor, y eso hacia sentir más cómodo a Arien que no dejaba de sonreír como un niño pequeño orgulloso de su padre—. Fui yo quien tuve que conseguir esos materiales para la espada, así que digamos que tuviste suerte porque no tuviste que buscar materiales raros... Por eso, sea hermosa o no tu espada superficialmente, cuídala y atesórala. Es hermosa porque es tuya, no por cómo se vea a ojos de los demás.
—... ¡Sí! —Arien asintió emocionado, después de estar sorprendido por las palabras de su padre. Luego observó hacia abajo, a la derecha se podía ver sin problemas la entrada principal hacia la puerta del castillo—... Papá... ¿Sefiro estará bien? Tú... ¿estarás bien? —preguntó, ahora preocupado.
Antes Sarah le había dicho que la seguridad de Sefiro estaba asegurada por las firmes palabras de Orland, pero Arien quería experimentar esa seguridad y confianza por sí mismo, escuchando esas palabras de su propio padre.
—No te preocupes —dijo el rey pelirrojo al instante, sorprendiendo a Arien—. Sefiro estará a salvo. Solo me preocupan un poco los demás países, pero ya me estoy encargando de ello. Envié a los mensajeros y espero que sigan mis instrucciones.
—Ya veo —Arien sonrió, aliviado. Realmente se sintió completamente seguro una vez que oyó la determinación de su padre—. Es... Perdóname por haber desconfiado de ti, papá. Eres increíble.
—... —Orland pareció sorprendido durante unos segundos, aunque Arien que observaba tímido y sonrojado hacia la entrada del castillo no lo notó— ¿Por qué te sigues disculpando por eso? —el rey pelirrojo sonrió ligeramente, y también miró hacia la entrada del castillo— La culpa fue mía. Siempre intenté daros atención, pero casi nunca tenía tiempo para ustedes dos, mis hijos... Eso provocó que la confianza en mí no fuera suficiente.
—¡Pero ya no es así! —se apresuró a decir Arien, exaltado y sorprendiendo solo ligeramente a Orland que observó fijamente a su hijo, esperando a que continuara— ¡Confío plenamente en ti, te lo aseguro!
—... Je, me alegro —Orland sonrió, y le acarició la cabeza a Arien, revolviendo un poco su pelo. Sin embargo, Arien adoraba ese gesto de su padre—. Oh, Orion —dijo el rey, apartando delicadamente la mano de la cabeza de su hijo menor, y Arien también observó nuevamente hacia la entrada del castillo. Saliendo del palacio se encontraban Orion y Yuki, al parecer conversando. Yuki hablaba muy poco, y aunque no se expresaba tan bien con los demás en comparación con la fluidez natural cuando estaba con Arien, con Orion había mejorado notoriamente.
Yuki, que estaba casi de frente hacia el balcón de Arien, miró hacia arriba por casualidad y lo vio. Esto llamó la atención de Orion que se volteó e hizo lo mismo. Yuki sonrió tiernamente y levantó su mano derecha hasta la altura de su hombro, dedicándole a Arien un saludo. El peliazul menor se ruborizó y un poco avergonzado pero sonriendo feliz y tímido, devolvió el saludo desde su ubicación en el balcón. Orland observó esta escena, y sonrió más tiernamente.
—¿Te gusta Yuki, Arien? —preguntó Orland, sorprendiendo grandemente a Arien que se ruborizó esta vez hasta las orejas.
—¡¿EEEHHH?! ¡¿PAPÁ?!
—Si la amas, protégela. Prométeme que la cuidarás, siempre —las palabras de Orland sonaron todavía cálidas, pero había cierta tensión en ellas, como si no fuera una frase típica, sino algo que el rey pelirrojo sentía y pedía sinceramente desde lo más profundo de su corazón. Arien, ya no ruborizado sino sorprendido, asintió firmemente con la cabeza, mostrando un rostro serio.
—Lo prometo. Amo a Yuki. Prometo cuidarla y protegerla. Siempre.
Orland le sonrió nuevamente, con una especie de mezcla enternecedora entre felicidad y alivio. Orion levantó su mano derecha por encima de su cabeza para tratar de llamar la atención de Arien, y marcharse juntos a casa.
[...]
Sábado 27 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—Residencia de los hermanos “von Sefiro”, 10:00 PM—
—¿Cómo te fue en tu cita con Mirai, Kure? —preguntó amablemente Arien, sentado en el sofá a la izquierda del de ojos rosados que tenía una expresión abatida en el rostro. A la derecha de Kurebai se hallaba sentada Kisara, tomando té, y Danna y Orion estaban sentados junto a la mitad demonio en el brazo y espaldar del sofá, respectivamente— No... ¿No te fue bien? —inquirió Arien, ahora preocupado.
—... Se me escapó el nombre de otra chica —susurró Kure, aún con mala cara.
—... ¿Qué clase de monstruo haría eso? —preguntó Danna, incrédula.
—¡No fue mi culpa! Les pedí ayuda a Bloom y a Zay, pero aunque me ayudaron bastante al comienzo, de repente comenzaron a hablar de otras cosas y confundí lo que ellos hablaban entre sí con lo que tenía que decirle a Mirai.
—Eso te pasa por no ser tú mismo delante de la chica que te gusta —dijo sencillamente Kisara, volviendo a tomar un sorbo de té—. Bueno, de la chica que supuestamente te gusta. Todavía creo que en realidad estabas pensando en Sole, es tu culpa por dejar que tus indecentes pensamientos te dominen.
—Ni siquiera fue el nombre de Sole —se quejó Kure con la mitad demonio.
—¿Qué nombre fue? —preguntó Danna, curiosa.
—Kazari.
—¡Pff! —la mitad demonio escupió el té que acababa de llevarse a los labios, y como se había atorado, tosió mientras su amiga semidiosa le golpeaba la espalda delicadamente para ayudarla. En cambio, Arien tenía una expresión de encontrarse en el lugar equivocado, mientras que Orion parecía querer matar con la mirada a Kurebai— Me... ¡¿Me puedes explicar por qué demonios dijiste mi nombre?!
—... Kisara-san, dijiste “demonios” —dijo Arien, dubitativo sin saber si fue lo correcto señalar ese hecho, y la mitad demonio se sonrojó mirando seria pero con una especie de puchero en dirección al peliazul menor.
—¡Fue culpa de Bloom y Zay, estaban hablando de ti!
—¿Y sobre qué hablaban? —preguntó Danna.
—No sé, no recuerdo bien. Creo que Bloom quería luchar contigo de nuevo y que se sentía arrepentido por su último combate cuando se dejó llevar. ¡Ah, nada de eso importa! ¡Estoy molesto, me voy a mi habitación! —se quejó, levantándose.
—El baño está libre —dijo Sole, apareciendo junto a Yuki, las dos con camisón de dormir y con el pelo ligeramente mojado por la reciente ducha.
—Kure, ¿no te vas a bañar? —preguntó Danna.
—Después, ahora no tengo humor —dijo el de ojos rosados, desapareciendo por el pasillo. La semidiosa suspiró y se levantó.
—Bien, entonces iré yo —dijo Danna, yendo hacia el cuarto de baño.
—Buenas noches —dijo Arien levantándose también, y retirándose junto a Sole y Yuki, conversando con ellas. Los hermanos peliazules se habían bañado nada más llegar a casa, debido al cansancio del entrenamiento, por lo que los dos, al igual que Kisara, estaban ya vestidos con el camisón para dormir.
—¿Puedo ir a tu habitación? —le preguntó la mitad demonio al peliazul mayor.
...
—No creas que no sé lo que significa —dijo Orion.
—¿Y supuestamente de qué estás hablando ahora? —preguntó con voz estoica Kisara, sentada en la silla del escritorio en la habitación del peliazul, mientras acariciaba al Tsukaima llamado Helios, que por alguna razón se sentía cómodo en el regazo de la mitad demonio. Orion, sentado en su cama, parecía muy serio.
—Mi hermano es la persona más bondadosa que conozco, y su Tsukaima fue un unicornio, el símbolo de la pureza... Pero el mío fue una hidra, el símbolo de la oscuridad. No hay que ser muy inteligente para entenderlo, y sé que lo pensaste tú también —dijo Orion. Su rostro era serio, pero al mismo tiempo Kisara sintió que en realidad pedía auxilio, como si quisiera que lo liberaran de todas esas dudas que comenzaron a azotar su mente.
Kisara lo observó fijamente varios segundos, con rostro estoico, hasta que suspiró cansadamente.
—Eres una persona con muchos complejos de autoinculpación, ¿no?
—Esto no es un chiste. Quiero que seas sincera conmigo.
—... Sí, pensé eso. ¿Pero sabes quién no lo pensó? Precisamente tu hermano Arien. A él nunca se le pudo haber pasado por la cabeza algo así. Y no importa lo que los demás crean, ni siquiera importa lo que tú creas —dijo, mientras se levantaba y dejaba cuidadosamente al bebé hidra sobre la mesa del escritorio—. Importa lo que tú demuestres, Orion —expresó, sentándose al lado del peliazul y sorprendiéndolo con sus palabras.
—Lo que yo... demuestre...
—Dime, ¿qué vas a demostrar? ¿Que eres un ser oscuro que lastimaría a los seres que amas? Si tanto te preocupa no ser eso, pues no lo seas. Eres el único que tiene el poder para cambiar cualquier cosa acerca de ti mismo.
—... ¿Crees... que soy una mala persona? —preguntó Orion, serio, pero bajando la cabeza mostrando un rostro dócil y entristecido. Kisara se sorprendió al verlo así, porque nunca creyó ver ese lado vulnerable del peliazul.
—... Creo que las malas personas no se sienten mal por pensar que pueden ser malas personas —sonrió tiernamente Kisara, sorprendiendo esta vez ella al peliazul. La mitad demonio colocó su mano derecha en la mejilla izquierda de Orion, mirándolo con reconfortante ternura. Orion se sonrojó un poco, pero su rostro no mostraba timidez, sino la misma sorpresa al escuchar las palabras de la chica— Jaja, vine a tu habitación para ver las características de tu Tsukaima, pero... ahora me siento mal si te dejo solo y me voy mañana al Imperio Etwirch. ¿Podrás sobrevivir tú solo con esa vulnerabilidad tan tierna e infantil que necesita tanto apoyo moral? —bromeó Kisara, y Orion se puso más serio pero a la vez más ruborizado, haciendo una especie de puchero casi imperceptible mientras sujetaba la mano derecha de la chica con su mano izquierda, y la iba apartando lentamente.
—No te burles de mí... Estaré bien, te lo prometo —dijo Orion, y solo en ese momento Kisara notó que, su mano que el peliazul colocó delicadamente sobre la cama, Orion aún la sostenía y apretó un poco, como aferrándose a ella.
...
—Ugh... —Tsuki se quejó, mientras caminaba por los pasillos junto a Josh y Hawk, en dirección a sus habitaciones.
—No es tan malo, Tsuki. Nunca he ido a la Villa de los Elfos —sonrió Josh, que era por mucho el más calmado de los tres en ese momento. Incluso Hawk parecía sentirse un poco incómodo por la noticia.
—¡Josh, piensa por un momento! ¡¿Por qué crees que Hawk y yo nos fuimos de la Villa de los Elfos! Y ahora nos mandan a una misión allá... Esto no me gusta nada —dijo Tsuki, que solo pudo volver a suspirar con cansancio.
—Quítate la camisa —de repente tanto Tsuki como Josh y Hawk escucharon esas palabras, que venían de la habitación por la que estaban pasando justo ahora, a la derecha. Se quedaron detenidos automáticamente, y tragaron en seco, sonrojándose y comenzando a imaginarse todo tipo de cosas.
Se acercaron de puntillas hacia la puerta de la habitación de Orion que estaba ligeramente abierta y por ahí se infiltró la voz que al instante reconocieron que era de Kisara. No hicieron ningún tipo de ruido, y los tres se asomaron disimuladamente por la rendija. Llegaron a ver dos figuras de pie, y la mitad demonio parecía comenzar a quitarle la camisa al peliazul de abajo hacia arriba, estando frente a él. El peliazul no oponía resistencia e incluso estaba a punto de ayudar a Kisara cuando...
—¡AH! —gritaron Tsuki y Josh al unísono y cayeron hacia adelante.
—¡Josh, ¿por qué me empujaste tanto?!
—¡Fue Hawk quien me empujó a mí!
—¡Es que no veía bien desde tan atrás!
—Ah... —fue en ese momento que los tres amigos se dieron cuenta de que estaban hablando demasiado alto y, de hecho, habían abierto del todo la puerta de la habitación del peliazul. Entonces los tres miraron hacia adelante y observaron a Kisara detenida a mitad del proceso de quitarle la camisa a Orion.
La mitad demonio y el peliazul miraban medio confundidos hacia los chicos en el suelo, que no tenían palabras para el momento.
—Hah... Deberías cerrar la puerta con pestillo, Orion —dijo sencillamente Kisara tras suspirar, mientras le bajaba de nuevo la camisa a Orion y luego se acercó hacia Tsuki y Josh, ayudando a estos a levantarse.
—¡¿Ce... Cerrar la puerta?! ¡¿Ya están en ese tipo de relación ustedes dos?! —preguntó Tsuki completamente alarmada mientras Kisara la empujaba a ella y a Josh por la espalda, con la intención de que salieran de la habitación.
—¿Hah? —la mitad demonio arqueó una ceja, confundida por las palabras de Tsuki. En cambio, Josh parecía igual o más alarmado aún.
—¡E... Eso es indecente! ¡Al menos esperen a que no estemos en casa y pueden hacer e... eso! —dijo el semihumano león, dejando mucho más confundida a Kisara que no sabía qué pensar acerca de eso.
—¿Hah...? Oigan, no sé qué les pasó por la cabeza, pero pueden estar seguros de que no es nada de lo que estáis pensando. Ahora lárguense —dijo, y consiguió dejarlos fuera de la habitación, cerrando la puerta y asegurándola con pestillo tras un portazo cargado de ligera irritación.
—¡Indecente! —exclamaron Tsuki y Josh al unísono, todavía alarmados.
[...]
Lunes 29 de mayo del año 2000, Después de la Creación
—colina ubicada en la zona noroeste de Sefiro, 9:00 AM—
—Tsuki, Josh y Hawk no paraban de decir cosas extrañas acerca de Kisara-san y Orion-nii —comentó Arien sentado en la cima de una colina donde se observaba todo Sefiro, dirigiéndose a Sarah sentada a su lado.
—Hah... Bueno, no es como que no crea que puede pasar algo entre Kisary y Orion, pero... No te preocupes, no creo que Kisary estuviera haciendo eso de verdad.
—¿Pero qué es “eso”? ¿De qué están hablando? —preguntó Arien, muy confundido, y Sarah tuvo que parpadear varias veces, sorprendida.
—Jajaja, eres muy inocente, ¿no, Arien-kun? —sonrió la castaña de Sandler, y el peliazul se ruborizó un poco medio apenado.
—Bu... Bueno, es solo que no entiendo... —pareció detener sus palabras para ver si podía llegar a una conclusión por sí mismo, pero en su rostro se notaba lo difícil que le resultaba tratar de llegar a la respuesta correcta, y eso provocó otra sonrisa en Sarah.
—No te preocupes. Cuando lleguemos a la Villa de los Elfos, Tsuki y los demás se olvidarán del asunto de Kisary y tu hermano —lo tranquilizó.
—Debe ser incómodo para Tsuki y Hawk volver a ese lugar... —comentó Arien ligeramente preocupado por sus amigos, y olvidando por completo el otro asunto.
—... Sí... Aunque debo ser sincera: me alegré de que no fuera una misión en Sandler. No tengo ningún interés de volver a ese lugar y ver a mi padre.
—... Mmm... No lo había pensado hasta ahora, pero... Eres una princesa, ¿no, Sarah? —preguntó Arien.
—Oh, sí, se puede decir que sí —dijo ella con una sonrisa.
—Es decir... Eres la Princesa del Imperio Sandler o algo por el estilo, ¿no?
—Sí, aunque entonces tú también eres un Príncipe, ¿no? Eres el hijo (aunque adoptivo) del Rey Orland de Sefiro.
—Oh, cierto... Aunque nunca pensé mucho en eso.
—Estamos igual. En el Imperio Sandler no le dan tanta importancia a la jerarquía. En Sefiro parece que le dan un poco más de valor, pero tampoco es la gran cosa... En cuanto a Esmelt, el Rey Arthur no tiene hijos, así que supongo que debido a eso no se habla mucho del tema.
—¿En todos los reinos de “OnMortal-Line” se escoge al líder por herencia real?
—¿A qué te refieres con esa pregunta? —sonrió divertida Sarah— Claro que no. En los reinos más importantes lo hacen así, pero... en otros son los ciudadanos los que eligen a su líder... Aunque, en cuanto a los casos de elección por herencia familiar... solo si el líder es rechazado por la mayoría de sus ciudadanos es que se ve obligado a dimitir. Tú... —le lanzó una mirada escrutadora a Arien— no sabes mucho de política, ¿eh? —le volvió a sonreír divertida.
—Bu... Bueno, debo admitir que ese tema no se me da bien —sonrió apenado.
—... Es bastante común que algunos reyes con más de un hijo, acuerden con reyes de otros reinos que uno de sus descendientes se case con el heredero de otro reino.
—¿Es así? —preguntó Arien levemente sorprendido por el dato que desconocía.
—Sí.
—Oh.
—... Bueno —Sarah sonrió—, y tomando en cuenta que ambos somos herederos directos de dos reinos importantes... ¿Te gustaría casarte conmigo, Arien-kun?
—... ¿Eh?... ¿Huh? ¿Eh?
El peliazul se había ruborizado hasta las orejas. Su rostro entero se encontraba de un color rojo vivo. Una parte de él se preguntaba si había oído mal y la otra parte no sabía qué responder ante la pregunta de Sarah, esta que solo sonreía divirtiéndose con la expresión de Arien.
—Ehm... Yo... Bueno, esto... Quiero decir...
—¡JAJAJA! —Sarah rió bastante divertida— No te preocupes, estaba bromeando contigo, jajaja.
El peliazul se ruborizó un poco más, avergonzado.
—En serio, Arien-kun —dijo Sarah aún sonriente y mirando tiernamente al peliazul—, eres mucho más inocente de lo que aparentas. Cada vez me sorprendes más. Aunque esa inocencia es peligrosa.
—¿Peligrosa? —preguntó ligeramente confundido.
—Sí —afirmó rotundamente Sarah con un toque bromista—. Aún no se me olvidan las locuras que hiciste en esta última línea temporal y que casi nos cuestan el fracaso. No me hiciste caso en absoluto y arriesgaste muchas vidas.
—¡Eh... ya... ya te dije que lo siento! ¡Pero al final todo salió bien, ¿no?! ¡Deja de recordármelo, por favor!
—¡Jajaja!
—... Sarah-san...
—¿Sí? —preguntó ella de forma completamente natural, aún sonriendo.
—He tenido curiosidad por saber: ¿qué es ese cuaderno que guardas en tu bolso?
—¿Oh? —Sarah se sorprendió, e instintivamente miró hacia su bolso colgado por una correa a su hombro.
—Antes de saber acerca de tus líneas temporales... varias veces te vi escribiendo en ese cuaderno... Creo que incluso llegué a observar dibujos... ¿me equivoco?
—... No, no te equivocas —aunque un poco melancólica al comienzo, Sarah sonrió y decidió sacar de su bolso un cuaderno de color arena, que miró con cariño. Luego lo abrió y Arien se sorprendió al ver su contenido—. Aquí... en este cuaderno guardo los nombres de todas las personas que no existen en esta línea temporal porque los sacrifiqué en las anteriores...
—...
—Por si acaso, le puse a este cuaderno un poco de magia Antixes, aunque no es la gran cosa... También he dibujado el rostro de cada persona, para no olvidarme de ninguno de ellos... Aunque... en realidad aún recuerdo a cada uno de ellos...
—... ¡Oh! —Arien se sorprendió al reconocer un dibujo de quien parecía ser Rico— ¿Este es Rico-san? Wow. Dibujas muy bien.
—Gracias.
—Esta es... ¿la hermana de Rico-san y Rikki-chan? —preguntó observando al lado del dibujo del semihumano Inu, a una niña muy similar en apariencia a Rikki.
—Sí, es Rina-san.
—... Tenía curiosidad por saberlo, aunque... Supuse que... tú los recordarías.
—Sí.
—¿A todos ellos?
—A todos ellos.
—...
—Arien... —el peliazul levantó la mirada levemente intrigado— Debe quedarme muy poco de vida en esta línea temporal... Así que...
—¿...?
—Cuando muera... ¿puedes conservar este cuaderno por mí?
—¿Eh?
—No puedo exponerle al mundo acerca de mi maldición, pero... Una vez que muera... si es posible... me gustaría que el mundo conociera estos nombres y que de paso conociera el nombre de la espantosa persona que borró sus existencias...
—Sarah-san...
—Jaja, no te preocupes... Solo quiero... que ellos sean recordados de alguna forma más allá de lo que una cobarde como yo puedo hacer ahora... Tal vez en el futuro... en un mundo donde no haya corrupción o donde haya la menor cantidad de maldad posible... Tal vez en un lugar así, sus nombres puedan salir a la luz.
—...
—Si yo fuera uno de ellos... Posiblemente odiaría a la Sarah que les arrebató una “oportunidad” de seguir viviendo... Espero que donde quiera que se encuentren sus almas ahora... sean felices... Pero... me parece que se podría hacer algo más por ellos...
—... Está bien. Yo me encargo —Arien le mostró una tierna sonrisa.
—Gracias —Sarah le devolvió el gesto sonriente, y luego se levantó guardando el cuaderno en su bolso—. Los chicos se demoran mucho en llegar para partir a nuestra misión, ¿eh? —cambió de tema.
—Sí... ¡Yuki, ¿todavía no llegan?! —le preguntó el peliazul dirigiéndose a la semihumana Neko que se encontraba un poco apartada de ellos, observando al camino por donde sus compañeros deberían llegar.
—No... Aún no —respondió Yuki.
—Quiero... —Sarah dejó salir su voz, confundiendo un poco a Arien y llamando su atención—... disfrutar los últimos días que me quedan... Me gustaría que mis últimos días... estén libres de arrepentimientos...
—¿...?
—Tú sí eres una buena persona, Arien-kun... Mereces una vida con la menor cantidad de arrepentimientos posibles, así que... Si sientes algo por alguien... nunca reprimas expresar tus sentimientos —dijo sonriendo mientras miraba tiernamente a Yuki que continuaba vigilando abstraída de la conversación de la castaña con el peliazul—. Mucho menos reprimas tus pensamientos o ideales solo por lo que los demás digan... Y no es como que sea yo muy sabia para darte buenos consejos, pero... Si no existe la felicidad y solo existen “momentos felices”... creo que todos merecemos dar lo mejor de nosotros mismos para convertir nuestra vida en un gran momento de felicidad que dure lo más posible... No lo olvides, ¿sí? —le sonrió cerrando los ojos con una tierna expresión. El peliazul se ruborizó un poco y asintió con la cabeza.
—S... Sí.
—Bien. ¡Yuki! —dijo ahora dirigiéndose a la semihumana Neko que volteó su rostro confundida hacia la castaña a la vez que movía sus orejas y cola, intrigada— Cambiemos de lugares, ¿sí? Yo vigilo. Ven tú con Arien-kun.
—... Está bien —dijo la semihumana ojiazul acercándose al chico de ojos rojos.
Sarah se había apartado dejándolos solos, y Arien le sonrió a la semihumana.
—¿Cómo te has sentido estos días, Yuki? —le preguntó el peliazul.
—... Me he divertido... con Miriam, Rikki, Oskar y los demás.
—Sí, Oskar tomó la costumbre de pedirte que lo abrazaras siempre antes de irte, ¿eh? —sonrió Arien divertido.
—Aunque no me molesta... sobre todo cuando supe que en una de las anteriores... líneas de tiempo, él me pidió que lo abrazara una última vez y yo no pude...
—... —Arien entornó los ojos, un poco melancólico al respecto— Pero... ahora todo está bien... Todos —una imagen de Rico le vino a la mente—..., es decir...
—¿Pero y si no estuvieran vivos?
—¡¿...?! —Arien se sorprendió por la pregunta de Yuki.
—He pensado acerca de ello y... Me duele aquí —apretó con su mano derecha parte de su chaqueta negra que daba directo al corazón— cada vez que pienso en ello... A veces siento como que... de alguna forma... todo fue mi culpa... Y a la vez... me siento culpable... porque soy incapaz de sentirme más culpable al respecto... Sí, hay un pequeño dolor... pero... es tan “pequeño” que... me duele más ser consciente de lo poco que me entristece, me duele más que el hecho en sí de la pérdida de todos ellos...
—...
—Arien-kun... ¿Soy una mala persona?
—... Yuki... No eres una mala persona...
—...
—... eres tan solo una persona que... tiene miedo de ser una mala persona.
—¡...!
—Y creo que eso es admirable de tu parte, Yuki... Eres especial.
—... Arien-kun... tu alma sigue rosada.
—¡Jajaja! Sí, ya me lo has dicho.
—¿No dijiste que sospechabas a qué se debía ese color?... —preguntó ella mientras inflaba un poco sus mofletes— ¿No me lo puedes decir aún?
—Ya no sospecho. Ya estoy convencido —dijo orgulloso.
—¿Y entonces por qué no me lo dices?
—Porque... es vergonzoso —y se ruborizó un poco.
—“Vergonzoso”... ¿las personas con el alma rosada se sentirán avergonzadas?... Eso... no tiene mucho sentido... —se decía Yuki mirando al cielo, pensativa.
Arien sonrió al verla de esta forma:
—... ¿Te has fijado de qué color es el alma de Edgard-san?
—... Gris.
—Cambió de verde a gris, ¿eh? —se decía Arien curioso en su pensamiento—... ¿Y de qué color está el alma de Sarah-san ahora?
Yuki volteó a ver a la castaña de Sandler que vigilaba con una sonrisa el camino:
—... Blanca.
—¿Blanca? ¿Y ese color qué significa?
—No lo sé —dijo mirando un poco decepcionada por no saber la respuesta—. Normalmente la mayoría de las almas que no muestran un sentimiento fuerte en el momento, muestran un color naranja claro... Así que... evidentemente ella está sintiendo algo justo ahora, pero... El significado es desconocido para mí... incluso si lo puedo ver.
—¡Oh! ¡Ya llegan! —informó Sarah a la vez que levantaba su mano derecha bien alto para que sus compañeros la notaran.
Arien y Yuki se levantaron para recibirlos.
—Llegan tarde —les dijo Arien sonriendo un poco bromista.
—A Tsuki le dio por comprarse un barquillo doble en el último momento —dijo Hawk arqueando una ceja incrédulo.
—Lo peor fue cuando se le cayó el helado y nos insistió bastante para que la dejásemos comprar otro —dijo Josh sonriendo divertido.
—¡Ya dejen de criticarme! —se quejó la mitad elfo inflando sus cachetes.
—Bueno, estamos listos para la misión, ¿verdad? —preguntó Arien con una sonrisa entusiasta.
—¡Sí! —dijeron todos, incluso la estoica Yuki que mostró una hermosa sonrisa.
*****
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro