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Epílogo 3

Hoy toca....

Sí, lo adivinaron.

Capítulo nuevo. Espero que les guste :)

Ella lucía aterrada con la situación, yo no podía entender por qué, o la razón por la que se encontraba en mi casa. Pensar en haberme involucrado con ella me aterraba, volver a errar en los negocios a causa de una mujer...

Intentar recordar sobre toda aquella situación me mareaba en exceso, estaba comenzando a dolerme la cabeza, así que debía terminar con todo aquello de raíz, de una vez. Pero ... eso de que hubiesen pasado años me asustaba. ¿Cuánto tiempo estuve en coma? Debió haber sido bastante tiempo, pues estaba delgado y débil.

No podía perder la calma en ese tipo de situaciones, yo era un hombre fuerte, debía reponerme y seguir como si nada, justo como siempre.

- Escucha – la llamé al fin, decidido a terminar con toda aquella situación a la mayor brevedad posible – no quiero que te confundas, si la hemos pasado bien hasta este momento, aunque no lo recuerde... - negó con la cabeza, como si supiese lo que iba a venir a continuación - ... sólo ha sido por diversión. Yo no creo en las relaciones a largo plazo.

- Nate... - me llamó, sin poder aceptar aquellas palabras, derramando algunas lágrimas más, aterrada, apoyando su mano en mi mejilla, acariciándola. Bajé la mirada, nunca me gustaron este tipo de situaciones en las que una mujer suplica por un poco más de tiempo a mi lado. Tragué saliva, sin sentir absolutamente nada por ella, quizás las ganas o el deseo, porque ella siempre me atrajo, pero nada más. Levanté la mano, con la intención de apartar la suya de mí - ... te quiero – la observé entonces. Pensando en el pasado, en todas esas veces que la vi desde lejos, después de que fuese maltratada por su padre – Y tú me quieres a mí – esa mujer estaba confundida, porque yo nunca... Entonces mi corazón se detuvo, tan pronto como un recuerdo que no recordaba haber vivido inundaba mi mente. La recordaba a ella, en una playa, su sonrisa me hacía feliz, su mirada sobre la mía, y entonces la abracé por detrás, observando aquel bello atardecer, un día más a su lado me hacía sentir un hombre afortunado. "Te amo, nena" Resonó mi propia voz – Por favor, Nate – su voz me trajo de nuevo a la realidad, a ese momento – No puedes olvidarte de nosotros, no puedo volver a perderte – asentí, porque a diferencia de hacía un momento, en ese, me estaba matando verla tan destruida.

- Hazme recordar – pedí, metiendo los dedos debajo de sus cabellos, hasta llegar a su nuca, observando su desconcierto. En ese momento quería hacerlo, recordar cualquier momento a su lado, porque ese recuerdo en la playa me hizo sentir tan feliz, como jamás nunca me había sentido. Quería recuperarlo, todo, a ella.

Apoyé mi frente sobre la suya, y presioné su nuca para que no se alejase ni un poco, su cercanía me gustaba demasiado, la forma en la que ella se relajaba y dejaba de pensar en la situación, en la tristeza que sentía en ese momento, atreviéndose a acariciar mis labios, embobada. Para luego retirarse y observarme. La forma en la que lo hizo me sobrecogió, no era solo deseo, era amor, uno tan grande que jamás antes había despertado en nadie. Retiré la mano y me quedé observándola. Se quitó la camisa, mientras yo tragaba saliva, devorándola con la mirada.

No podía creerme que tuviese a Verónica Lewis a mi merced, a punto de entregarse a mí. Pero ... lo que realmente me interesaba saber era cuántas veces la habría tenido de la misma manera.

- Voy a disfrutarlo – me dijo, dejando caer la camisa al suelo, observándome con seguridad – aunque no recuerdes quién soy – asentí, sin atreverme a decir nada, mientras ella se quitaba el sujetador, y yo miraba hacia ese punto. ¡Dios! Tenía unos pechos perfectos, esa chica – llevo deseando esto durante mucho tiempo.

Me atreví a dar el paso, sin poder detener mis ansias por tenerla más tiempo y apoyé la mano en su pezón izquierdo, haciéndola estremecer, deseosa de que le hiciese mucho más, abriendo la boca, gimiendo pausadamente. Sonreí, divertido, mientras los recuerdos llegaban a mí desde el pasado. La recordaba en una fiesta, nos calentamos el uno al otro, y ambos nos quedamos con ganas de más.

Acortó las distancias entre ambos y depositó sus labios en mi cuello, un gemido se escapó de mi garganta y la recordé a ella, a mi merced, en una mansión muy hortera. ¡Dios! Realmente esa mujer y yo tuvimos más que palabras en el pasado. Pero ... ¿hasta qué punto se convirtió en algo más?

Abrí la cremallera de su falda, mientras ella abrazaba mi espalda, depositando caricias con las yemas de sus dedos, dejándome ver un poco más, y más, cada una de las veces que la aparté, hasta llegar al punto de traicionar mis principios por ella, solo porque un cabrón hijo de puta se había atrevido a hacerle daño. Indagué un poco más, mientras le bajaba la falda, presionando mis dedos por la suavidad de su piel, incluso recordé lo que pasó después, a mí buscándola por cielo y tierra hasta que di con ella, gracias a Galaxy, y volví a salvarla del hijo de puta de quería hacerle daño. Lo que pasó después de eso, a mi golpeándole, borrándole la sonrisa de sus labios, a ella pidiéndome sexo en el auto.

Me ahogaba, joder.

La agarré de las manos y la eché hacia atrás, apartándola de mí. Necesitaba observarla, saber qué era lo que yo sentía por ella. Me observó, sin comprender, preocupada de que hubiese cambiado de idea, y entonces la vi, a esa chica miles de veces, como su mirada conectaba con la mía, lo completo que me hacía hacerla feliz, su sonrisa me calmaba, y todo ello explotó dentro de mí, y lo supe. Ella tenía razón, yo estaba enamorado de ella.

La agarré de la nuca, sin previo aviso, y la besé, desesperadamente. Ni siquiera me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba sus besos. Eran como el aire que necesitaba para seguir viviendo.

La necesitaba, joder. Ella era la medicina que me hacía recordar.

A medida que terminábamos de desnudarnos, los recuerdos me invadían, mientras nos amábamos fervientemente, mis sentimientos hacia ella iban creciendo, en el momento en el que dábamos rienda suelta a la pasión.

La cogí en brazos, cuando la situación se volvió insostenible, y la conduje a nuestra habitación, mientras ella seguía gimiendo a cada tanto, encantada con el roce de mis dedos por sus zonas más frágiles.

La dejé caer sobre la cama y le hice el amor a mi mujer. Sabiendo que todo volvería a ser como debería, porque ella estaba a mi lado, estábamos juntos.

.

La abrazaba por detrás, dando pequeños besos en su cuello, haciéndola sonreír, calmada y aterrada al mismo tiempo, dejando que sus lágrimas se precipitasen por su rostro, aferrándose a aquel abrazo, sin querer despertar de ese perfecto sueño.

A medida que la calma me invadía iba pensando en el último recuerdo que tenía. Recordaba la isla, a Gino y sus hombres encontrándonos, los disparos, nos defendimos con ganas y entonces me dispararon, todo se volvió negro y ella lloraba a mi lado, aferrándose a mi rostro, intentando retenerme a su lado.

¿Cuánto habría sufrido esa chica por mi culpa? Me aterraba pensar en ello.

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