Capítulo 4 - Un ser despiadado.
Buenas noches.
ME paso por aquí para dejarles el capítulo de esta semana, siento estar tan desaparecida ultimamente, pero estoy a full. Sorry.
Espero que les guste el capítulo, prometo traerles más pronto.
Pasenla bien, disfruten del capítulo y nos vemos pronto
:D
Refregaba la hornilla de gas después de comer, como si pensase quitarle hasta la más antigua huella de óxido, frustrada con cómo estaban yendo las cosas, conmigo misma, por haber elegido estar como enemiga del único hombre que siempre me protegió.
No merecía su amor, no después de todas las cosas que hice, pero no podía ponerme de su lado, mirar para otro lado, dejar que él acabase con la vida de mi padre.
Dejé de limpiar, frustrada, tirando las nanas al suelo, y me permití a mí misma pensar en el pasado.
- Hay cosas que tú no sabes – aseguraba mi padre, cuando ambos estábamos sentados en el sofá de aquella cabaña, en mis días de preparación, convirtiéndome en lo que era en ese momento - ¿por qué piensas que los Santoro son los buenos? – me encogí de hombros. Lo cierto es que nunca pensé en ello – Sólo porque los Marino me ordenasen la muerte de uno de ellos...
- Explícamelo para que pueda comprenderlo – rogué, con lágrimas en los ojos, agriando mi humor, porque hablar sobre ello me hacía daño - ¿por qué mataste a los padres de Nate?
- Juana no merecía morir – aseguró – se suponía que estaría de compras, que sólo su marido Alonzo iría en el coche.
- Tu colocaste la bomba, tú la detonaste – espeté, poniéndome en pie, haciendo que él se levantase, y me agarrase de la mano, intentando calmarme.
- ¿Por qué sigues pensando que los malos fuimos nosotros? – preguntó, negando con la cabeza al verme sufrir de aquella manera – Alonzo Santoro era un hombre cruel, Verónica. Estoy seguro de que Nate nunca te habló de él, ¿cierto? – negué con la cabeza – Aunque parece que al final de su vida, cuando se dio cuenta de lo que le venía encima, decidió cambiar el destino de su hijo, alejarlo de esta mierda...
- Lo hizo – acepté. Porque gracias a las palabras que dijo, Nate se convirtió en una gran persona, de la que estaba orgullosa.
- No quieras si quiera imaginar cómo era Alonzo Santoro, la clase de monstruo inhumano que era – le observé, intentando creer en sus palabras – su hermano a su lado, sólo es un corderito.
Tragué saliva, porque conocía los métodos del padre de Gino, yo misma los había sufrido en mis carnes una vez, cuando intenté escapar de todo aquello.
Mi padre siempre tuvo razón. Ni el hombre más bueno de la tierra lo es, ni el más malo, lo es. Todo depende del punto de vista, del lado en el que te encuentres, del lado al que pretendas ser leal.
- Necesitaba morir – aseguró mi padre, en mis recuerdos, volviendo a dejarme fuera de juego, pensando en aquella conversación – no podía salvarse, no después de asesinar con sus propias manos a Paola Marino.
- ¿Quién era Paola? – quise saber, pues aquella información no la conocía. Él sonrió, pretendiendo estar calmado.
- La mujer más buena que he conocido jamás – aseguró – pero al mismo tiempo guerrera y luchadora. La hermana mayor de Alex Merino.
- Ellos atacaron primero – me percaté, mientras él asentía, y yo me daba cuenta de que mi teoría era cierta. Ni los buenos son tan buenos, ni los más malos ... - ¿por qué la mató, si se supone que no quería desatar una guerra? – papá sonrió, con malicia, como si hubiese una pieza clave que me estuviese ocultando en todo aquello.
- Porque pensaba que Paola se iría de la lengua – contestó, molesto con toda aquella situación, como si él tuviese sentimientos por aquella mujer – que le contaría a su hermano, y a todos los demás, que el hijo que esperaba tenía sangre Santoro – abrí la boca, sin dar crédito, empezando a encajar las piezas.
Nate había estado a punto de tener un medio hermano. Juana Santoro no era la única mujer a la que Alonzo había dejado embarazada.
- ¿Cómo pudo hacerlo? – pregunté, temblando, intentando comprender aquella situación - ¿cómo pudo matar a la mujer que amaba? ¿cómo pudo...?
- ¿De verdad piensas que ese hombre quería a alguien más que a sí mismo? – tragué saliva, aterrorizada – Nos sorprendió a todos antes de morir, cuando mostró un poco de afecto a Hércules, rogándole que dejase atrás esa vida. Aunque... no era nada de eso, en mi opinión – levanté una ceja, extrañada - ¿Alejarle de la mafia? No lo creo. Lo único que quería conseguir era tiempo. Alejar a su hijo de la verdad hasta que estuviese listo para vengarse. Eso es algo que entraría dentro de sus maquiavélicos planes – no podía hablar, me había quedado estática, sin dar crédito – Alex me obligó a marcharme del país, hasta que todo se calmase, volver a Miami. Era joven, y me gustaban las mujeres, así que... no tardé mucho en quedar hipnotizado por tu madre... - se detuvo, pensando en el pasado, mientras yo me sentaba en el sofá, intentando calmarme – sin darme cuenta de que lo único que ella quería de mí era mi dinero. Me enamoré de ella, Verónica – mis lágrimas cayeron, al pensar en la traición de mamá, en cómo lo abandonó cuando se arruinó y volvió con su antiguo amor, alejándome de él, para siempre, obligándole a mantenerse lejos – El amor te hace débil, eso es lo único que sé.
Un recuerdo distinto invadió mi mente entonces, al recordar aquella paliza que Dante Santoro me proporcionó cuando pensaba que los estaba espiando, al saber que mi padre era Maldonado.
Mis piernas temblaron, podía sentir cada uno de esos golpes en mi rostro, como este se hundía, se amorataba y manchaba todo a su paso de sangre.
Caí al suelo, horrorizada, temblando de miedo, al recordar lo atroz que fue ese hombre, sólo porque sospechó que podía estar espiándolos para los Marino. ¿Qué cosas atroces me habría hecho su hermano si me hubiese encontrado en la misma situación?
Así fue como conocí a Gino, en aquellas circunstancias tan poco ortodoxas.
- Estarás a salvo – me calmé a mí misma, pues en aquella ocasión mi padre no estaba allí para calmarme, ni siquiera Galaxy. Debía reponerme yo sola – les harás pagar a los Santoro todo el daño que han hecho. Cada muerte inocente, cada intento de asesinato.
Me levanté del suelo y caminé hacia el salón, evitando pensar en lo que ocurrió ese día, sin poder evitar que pequeños fragmentos viniesen a mi mente.
La forma cruel en la que ese hombre siguió golpeándome, hasta dejarme medio inconsciente, intentando sacarme un nombre en aquel interrogatorio, pero yo no tenía nada que pudiese servirle. La forma en la que era obligada a meter la cabeza en un bidón de agua, ante respuestas incoherentes, sin poder respirar, tosiendo sofocada cuando aquel tipo tiraba de mí para volver a colocarse frente a mí. Cuando colocó aquella bolsa transparente en mi cabeza, intentando ahogarme, mientras yo luchaba por respirar, sin éxito.
- Ella no tiene nada – aseguró Gino, entrando en aquella mazmorra, haciendo que su padre mirase hacia él, molesto por su atrevimiento – sólo estaba en el lugar menos oportuno, en el momento menos...
- Sal de aquí – pidió su padre, mientras él negaba con la cabeza – ¡se bajó del coche con el emblema de los Merino!
- Eso es porque es la hija de Maldonado – declaró, haciendo que todos pusiesen sus ojos en él, y que su padre me sacase la bolsa de la cabeza. Miré agradecida hacia mi nuevo salvador. Parecía que tenía más de un ángel guardián en aquel mundo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro