Capítulo 12 - Traición.
Ante todo pedir disculpas, pero mi inspiración se marchó durante meses, y no estaba dispuesta a regresar. Hace poco vi unas imágenes de Nate (Michael Treviño) y volví a inspirarme con algunas escenas, tan sólo necesitaba darle un encuadre adecuado, y me ha costado más de lo que me gustaría admitir traerles este capítulo.
Tengo muchas ideas para lo que se avecina, así que espero no estar tan desaparecida con esta historia. Pero ... de mientras que esperan siempre pueden leer algunas de las que están en curso ahora. Les recomiendo Anat de Mercurio y Leo (esta ya está terminada :P). También les recomiendo la que ahora me tiene in love: En Blanco y Negro o De Mil Colores (esta aún no está subida)
Sin más dilación... aquí les traigo el capítulo. Feliz Navidad!
Espero que les guste :D
Esto está dedicado a todos los que no les tocó la lotería ayer, es un buen premio de consolación ¿no? :P
Seguro que no se esperan el giro que da este capítulo :)
--
Cuando salí de aquella cabaña mis hombres estaban allí, mirándome sin comprender, pues no llevaba conmigo a la rehén que se suponía que debía cazar. A vosotros os diré la verdad, la había dejado libre, pero esa información no es algo que fuese a compartir con nadie más.
- ¿Dónde está? – preguntó uno de ellos, me encogí de hombros entrando en el coche, mientras los demás volvían a mirar hacia la cabaña.
- Se me ha escapado – contesté, sin más, haciéndole una señal para que nos marchásemos de allí.
- Te dijimos que había sido difícil cogerla – se quejaba otro, mientras mi mente desconectaba por un momento, pensando en la conversación que ella y yo habíamos mantenido minutos antes.
"Nos vestíamos, después de haber hecho el amor como tanto deseábamos. Ella lucía molesta con todo aquello, y yo arrepentido de haber cedido a mis sentimientos una vez más.
- Esto no cambia nada, ni yo voy a abandonar mi lado ni tú el tuyo – le dije, dejándole claro que no iba a abandonar mi venganza por ella. Ya lo sabía, pero por si las moscas, me pareció oportuno recordárselo.
- Sólo quiero que me digas... que al final... si ambos resistimos toda esta mierda... volveremos a estar juntos – ese hilo de esperanza me hizo girarme, mirar hacia esa preciosa chica a la que jamás dejaría de amar.
- Márchate lejos, Verónica – rogué – vete tan lejos como puedas, y si te importa la vida de tu padre, llévale contigo.
- Él no va a abandonar a la familia Merino, más después de que matarás a Alex...
- Entonces morirá, junto a todos los demás.
- ¿Qué le pasará a Gino? – quiso saber.
- Eso no es asunto tuyo – contesté, con rabia, que se atreviese a preguntar por mi primo después de lo que había pasado entre ellos, aún me ponía de peor humor.
- Él no es tan mal tío – le di la espalda, no quería seguir hablando de ese tema, más cuando ellos habían tenido algo. No quería ponerme de parte de mi primo, no después de todo.
- Márchate antes de que ellos se den cuenta de que te has ido – rogué, para luego salir por la puerta, dejándola en aquella habitación completamente sola"
***
Entrenarme tres veces al día, como si fuese a correr una maldita maratón, sin poder quitarme de la cabeza a esa chica, mi maldito talón de Aquiles, eso era. A pesar de todo la seguía amando, y no podía hacer nada que la dañase, seguía siendo su ángel guardián.
Ni siquiera quería saber dónde habían llevado al capullo de mi primo ni que estúpidas técnicas estaban usando contra él, sabía que su padre estaba enfadado, no iba a dejarlo pasar, pero, joder, ese crío era un buen chico. Verónica tenía razón, a pesar de eso, no podía interceder por él aquella vez, no cuando se había atrevido a tocar lo que era mío.
Abrí un par de cervezas y le ofrecí una a Carlos, no podía uno descuidar a sus visitas por muy jodido que estuviese en la vida. Le hice una señal para brindar y luego di un largo sorbo que me supo a gloria.
- ¿Cómo van los negocios por allí? – quise saber, sentándome en uno de los altos taburetes de madera, agarrando el mando para encender la televisión.
- Las ventas del nuevo prototipo han subido un 20 por ciento – me informó. Dejé escapar un leve grito de júbilo, haciéndole sonreír, daba gusto verme de buen humor - ¿cómo van las cosas por aquí?
- No van tan bien cómo esperaba – contesté, dando un par de sorbos más a mi cerveza - ¿quieres algo para picar? – pregunté, abriendo el mueble que tenía justo al lado, sacando un paquete de ganchitos, ofreciéndole algunos – Pero lo tengo todo bajo control.
- ¿Y la palomita?
- Ese tema es complicado, y lo sabes.
El teléfono comenzó a sonar, estropeando mi conversación con uno de mis socios, al que también consideraba un gran amigo. Le hice una señal para que me diese un minuto y respondí el teléfono por el manos libres, gracias a Galaxy, ni siquiera necesitaba estar cerca del aparato para hacerlo.
- Dime Gabriel – fue mi único saludo.
- Gino está soportando bien el dolor, dice que sólo hablará contigo. Tu tío requiere tu presencia en la mansión – resoplé, molesto, eso era algo que no me apetecía nada, pero ni modo, tenía que hacer las cosas bien.
- Cuenta con ello, pero iré más tarde, tengo visita, y no se nos conoce a los italianos por ser unos capullos hospitalarios, ¿no crees? – él entendió mi punto de verlo en seguida.
- De acuerdo, avisaré a tu tío – justo iba a apretar el pinganillo para indicarle a Galaxy que la conversación había terminado, cuando él dijo algo más – por cierto, creo que te interesará caer que Maldonado ha caído - ¡Mierda! Roni estaría destrozada, allá donde estuviese.
- ¿Cómo ha sido? ¿Uno de los nuestros? – quise saber, intentando que no se me notase que estaba afligido. Aún recuerdo la primera vez que lo vi, con ese aire encorvado, nariz aguilucha y el cabello largo y lacio, pegado a la cara. Me parecía el mismísimo ángel de la muerte, como un enterrador en un pueblo lejano de la mano de dios, incluso un vendedor de ataúdes. Tenía ese aire peligroso, con sólo una mirada y ya era temido.
- Lo han traicionado – abrí la boca, eso no me lo esperaba – Han sido los propios Merino los que lo han freído a tiros en un callejón, Hércules – presioné el pinganillo, dando por terminaba la conversación.
Carlos intentaba traerme de vuelta a la realidad, no dejaba de llamarme, incluso me zarandeaba, yo sólo podía pensar en ella, en el duro golpe que eso sería para mi palomita. La imaginé allí, desolada, intentando llegar al cuerpo sin vida de su padre, mientras los hombres que aún estaban de su parte la detenían, para que evitase ver aquella masacre y ella rompía a llorar, desconsolada.
Tomé una decisión entonces, antes si quiera de ponerme a pensar en la gravedad del asunto.
- Encuéntrala – rogué a Galaxy.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro