Capítulo 10 - Una charla amistosa.
Buenos días.
Hoy tenéis capítulo nuevo.
Espero que les guste :D
Caminaba con él, por el bosque, debíamos encender la chimenea o nos moriríamos de frío, aunque ... calentarme con sexo, tampoco me parecía una mala idea. Pero debíamos despertar de aquella burbuja de una vez, eso fue lo que pensé al sugerirlo.
- ¿Qué pretendías conseguir el día del río? – quise saber. Él sonrió - ¿pretendías... seducirme?
- Lo cierto es que no pretendía nada – aseguró, mirando hacia la venda que tenía en la mano, la cual solía cambiar a diario – beber y olvidarme de todo antes de verte en la plaza, después... me pareció ingenioso llevarte conmigo – sonreí - ¿y tú? ¿querías que te contase mis secretos?
- Los Merino me enviaron allí para seducir a un chico seguro de sí mismo, un capo de la mafia... - aseguré, él asintió - ... pero, no fue eso lo que me encontré en el río.
- ¿Te defraudó? – quiso saber, miré hacia él, divertida – que no fuese ese chico.
- Me sorprendiste – afirmé – me lo pasé bien contigo ese día, Gino.
- Ya... seguro que eso se lo dices a todos – rompí a reír, sin poder evitarlo – Mi padre quiere que vuelva – me dijo, sin filtro alguno, haciendo que me detuviese y mirase hacia él – podría ser una gran oportunidad, podría ser vuestro topo – negué con la cabeza, preocupada – podría... - agarré su mano sana, y tiré de él para seguir andando, sorprendiéndole.
- No te detendré si es eso lo que quieres hacer – le dije – pero no quiero que lo hagas por mí, para ponerte de nuestro lado, Gino.
- Veronica, mi familia me ha traicionado, ¿qué clase de tipo sería yo si no le devolviese la jugada?
- Un buen tipo – me quejé – Eso es lo que eres. La venganza sólo oscurece tu corazón. Nada borrará lo que te hicieron, ni siquiera devolver cada golpe... - hablaba por experiencia propia, y él pareció comprenderlo.
- Entonces... si me quedo... me dejarás cuidar de ti.
- No soy una niña, Gino.
- Sabes a lo que me refiero – se quejó él – te haré reír cada día.
- Ya sabes lo que siento por él.
- No pretendo cambiar eso – aseguró – pero no puedo prometer que lo que sientes por mí no crezca – rompí a reír. Él era un buen tío.
---
Mis risas resonaban por todo el lugar, mientras él intentaba seguir mis pasos de ese reguetón lento, tan distinto a lo que él estaba acostumbrado.
Su teléfono comenzó a sonar, haciéndonos volver a aquella realidad. Me observó, antes de contestar, cuando lo hizo, me dejó claro quién era la persona que llamaba.
- Nate – le llamó. Mi cara era un poema, no podía creer que algo así estuviese sucediéndome. Su cara fue cambiando, volviéndose alerta a medida que su primo iba hablando. Colgó antes de que terminase y miró hacia mí, alarmado – tenemos que irnos, él sabe que estamos aquí, incluso sabe lo que ha pasado entre nosotros... - se me heló la sangre al pensar en ello, pero no podía quejarme o reprocharle nada, no cuando conocía el potencial de Galaxy. Había sido ella la que nos había encontrado – dice que si no me alejo de ti vendrá a buscarte, que te usará como cebo para atraer a tu padre, que, si quiero mantenerte a salvo, debo... - acorté las distancias entre ambos, intentando calmarle, pero terminé besándole, para calmarme yo misma. ¿En qué momento de la historia él quería hacerme daño en vez de salvarme?
- Ninguno de los dos irá a ninguna parte – aseguré, justo cuando nos sentamos en el sofá. Me quité la camiseta, sacándola por la cabeza y tirándola al suelo, dejando mis pechos libres, volviendo a besarle – él tiene que entender que nuestras vidas no giran en torno a la suya.
---
Acariciaba mi mejilla, aún tumbados en aquel sofá, después de habernos acostado. Sonreí, me encantaba su calidez, su ternura. Ningún hombre me había tratado así jamás, ni siquiera Nate.
- Me estás utilizando para hacerle daño ¿no? – dijo al fin, levanté la cabeza para observarle, percatándome de que una fina lágrima recorría su nariz. Limpié esta, y entonces contesté.
- No.
- Vamos – se quejó, sentándose, colocándose la camiseta y los calzoncillos – no soy tan tonto... - sonreí, quitándole importancia, pero él no iba a dejarlo estar. Me coloqué la ropa y me senté junto a él, seguía bromeando al respecto – La chica de mi primo, ¿en serio? Ni siquiera podría aspirar a tanto... - entrelacé nuestros dedos, sorprendiéndole tanto que dejó de hablar, ya no se sentía nervioso, estaba mucho peor que eso, aterrorizado - ... debí estar loco cuando me atreví a pensarlo si quiera – sonreí, apretando mi agarre – tu silencio solo corrobora que tengo razón... - se quedó pensativo un momento, recordando las palabras que dijo su primo - ...o .... Puede que no digas nada porque sabes que él nos está escuchando, de alguna forma....
- ¡Bingo! – bromeé, rompió a reír, antes de decir algo más.
- Siempre podemos hablarnos por señas – sugirió, sonreí, divertida. Sus ocurrencias me hacían gracia – soy bueno en eso. Cuando mi madre estaba enferma... - su humor cayó en picado, al recordar aquellos días - ... murió – se atrevió a confesarme – no tenía ninguna enfermedad, no fue cáncer, ni nada de eso. No fue un maldito atentado terrorista, ni algo muy estrambótico. Ella no podía con la presión, no estaba de acuerdo con la forma en la que mi padre me trataba, en la que hacía las cosas... Así que... se podría decir... que murió de pena... quizás defraudada al darse cuenta de que el hombre con el que se casó, no era el que la enamoró.
- Lo siento... - me disculpé, pues no quería agriar nuestro humor con recuerdos tristes.
- No me gusta hablar de ella, siempre pienso que pude hacer más, pero en aquella época vivía asustado por mi padre y por mi tío, siempre intentando acatar las normas, no sacarles de quicio para no ser castigado. Nate era el rebelde, no yo.
- ¿Nate? – quise saber.
- Él quería ir a la universidad, cosa que su padre no veía con buenos ojos – me informó – quería que siguiese sus pasos, que terminase siendo el capo, el que siguiese con su legado en la familia. Pero Nate nunca quiso esta vida – se detuvo durante un momento, echándose hacia atrás – Es irónico ¿no crees? – me giré para observarle – Que haya acabado justo de la forma en la que su padre quería, en la que él más detestaba.
- Mi padre me contó que no era un buen tipo, tu tío – asintió, aceptándolo.
- Te contaré un secreto que se escuché de mi propio padre un día... se le suele soltar la lengua cuando bebe, por eso siempre bebe solo – aseguró. Sonreí – él dice que Alonzo tenía una amante, dice que la muchacha quedó embarazada, y que para asegurar su silencio tuvo que matarla – asentí - ¿ya conocías esta historia?
- Mi padre me la contó – aseguré, olvidándome por un momento de que estábamos siendo vigilados – la razón por la que el padre de Nate murió de esa forma.
- Entonces... ¿la historia es verídica? – quiso saber – Mi tío se acostaba con la hermana de Alex Merino...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro