
37: Pillados
Con la selectividad acabada, no hay mucho más que hacer. Me ha tocado venir al instituto a mitad de semana porque a los que no nos hemos ido de viaje, que somos unos cuantos, nos tenían que dar las notas. Mi padre ha sugerido que vaya y ahora sé por qué. Ha traído a unos tíos que nos están dando una charla a los cuatro gatos que quedamos sobre las salidas profesionales que hay tras acabar.
Sin que sirva de precedente, no me importa atender. Desde que Álvaro comentó lo de abrir una cafetería, no he parado de pensar en ello. Tengo muchas preguntas y se las he hecho todas. De hecho, hasta he tomado apuntes. Cuando hemos acabado, ellos casi se han ido corriendo, mientras que yo me he quedado exhausta, como si me hubiesen sacado todo de dentro.
—¿Has venido a verme? —pregunta Álvaro con diversión.
Niego con la cabeza y sonrío mientras le miro subir una caja en el estante del cuarto de materiales. En realidad sí le he estado buscando aprovechando que estaba aquí.
—Necesito uno de esos rotuladores —señalo un cubilete que hay al otro lado de la pequeña habitación e intento ocultar mi risa cuando me mira con suspicacia.
Me hace caso. En ese momento aprovecho para acercarme a él por la espalda y meter mis manos bajo su camiseta. Llevo deseando hacerlo desde el día de la boda, no hemos podido tener muchos momentos a solas. En casa no queremos que se entere nadie y David está muy sensible con lo de Claudia, la cantante; pero me gusta este misterio.
Álvaro se da la vuelta al instante y busca mi cara pasa besarme. La dulzura con la que empieza se convierte en deseo cuando mi lengua se abre paso y la suya la recibe. Entonces me agarra de la cintura y una de sus manos baja hasta mi trasero.
—Me encanta que te hayas puesto un vestido —susurra entre mis labios.
Me agarra con fuerza y me aprieta más contra su cintura. Estamos prácticamente inclinados sobre la mesa y de un momento a otro nos vamos a caer. De repente, me coge en volandas y yo entrelazo mis piernas en su cintura. Me apoya sobre la pared contraria y comienza a darme suaves besos en el cuello.
—Y me encanta lo bien que sabes —vuelve a hablar a la vez que besa mi cuello.
Hundo las manos en su pelo, revolviéndoselo aún más, mientras exhalo un suspiro de placer.
—Nos van a pillar.
—¿Y eso no lo hace más interesante?
Suelto una pequeña carcajada y vuelvo a besar sus labios, mi nuevo lugar favorito. Nunca me habría imaginado que acabaría así con él. El gemelo malvado. Ahora su apodo tiene un nuevo sentido mucho más indecente. Quiero que sea malvado. Que sea malvado todo el rato, pero conmigo.
La campana suena y nos tenemos que separar. Tiene la boca enrojecida y la respiración acelerada. No me quiero ni imaginar cómo estoy yo.
—Nos vemos en casa. —Se coloca la entrepierna y, antes de salir, me besa de nuevo.
Yo espero hasta que los alumnos se hayan vuelto a meter en clase para irme. Mientras me recojo el pelo en una coleta alta para disimular.
—¿Te lo has pasado bien? —escucho decir a una voz femenina nada más abandonar el edificio.
Me giro y encuentro a Alexia apoyada sobre la verja de la entrada.
—Hasta luego —contesto con indiferencia. No quiero perder más el tiempo con ella.
Sigo caminando cuando vuelve a hablar.
—¿Sabes qué? No hay nada mejor que la venganza.
Su risa asquerosa me taladra los oídos. No puedo evitar volver a girarme.
—Ya tienes a Rodrigo, ¿no era eso lo que querías?
Vuelve a reírse mirándome con aires de superioridad.
—Te has metido con las personas equivocadas —responde caminando hacia mí—. ¿Crees que no sabemos que fuiste tú la que hizo todo eso a los Rebels?
—¿Tanto te importa quién fue? —replico con enfado—. Estás saliendo con un tipo repulsivo que trata a las mujeres como si fueran mierda.
Arruga la nariz al escuchar eso, pero no la frena.
—Tú y tus amigas lo vais a pagar.
Saca el teléfono y empieza a teclear. No tengo ni puta idea de lo que está haciendo. Al cabo de unos segundos, como no vuelve a hablar, doy media vuelta hasta la parada del autobús. Esta idiota me ha alterado demasiado con lo contenta que estaba yo. Es de esas personas a las que te encantaría dar al botón de mute del mando para no escucharlas más.
Hoy me toca comer sola como el resto de la semana, así que llamo a mis amigas para ponernos al día. A Gabi el moreno de la playa le sienta genial. Carol, por su parte, está ultimando los preparativos para su viaje por Europa. Mientras me como la ensalada, investigo las webs que los chicos de hoy me han recomendado y luego preparo unas galletas del libro de recetas que Evelyn me regaló.
—¿Adriana?
—¡Estoy aquí! —exclamo cuando mi padre me llama y no tarda en aparecer en la cocina. Viene cargado con bolsas llenas de comida.
—Mañana vamos a preparar una cena en casa —me cuenta y al instante sonrío.
Pasado mañana es mi cumpleaños y la verdad es que no pensé que querría celebrarlo. Le ayudo a sacar la verdura mientras él mete la carne al congelador.
—Me parece genial —respondo, intentando ocultar la emoción que siento.
—Evelyn va a preparar lasaña para todos.
Uno de los platos que más me gusta.
Hablamos de la cena y luego me pregunta por la charla de hoy. Siento un cosquilleo de ilusión al darme cuenta de que, por fin, mi padre está interesado por algo de lo que me ocurra y me siento tentada a hablarle sobre lo de Álvaro. No obstante, considero que de momento lo mejor es guardar el secreto.
Por la noche, Evelyn pide pizzas para todos y comemos mientras vemos la televisión. De vez en cuando, Álvaro me da un rodillazo por debajo de la mesa y yo le devuelvo una caricia con el pie. Todos están demasiado distraídos con el programa de entrevistas a famosos como para darse cuenta.
—Me voy a dormir —comento tras un bostezo totalmente fingido.
Veo que Álvaro se ríe, pero no dice nada. Los demás me dan las buenas noches mientras subo las escaleras.
No son ni las once de la noche, así que hago tiempo con el ordenador mirando videos y luego navego en mi perfil de OnlyFans. Con el dinero que he ganado con las publicaciones, el bar y la boda me da para un mes de alquiler decente en algún lugar. Quizá si comparto piso me pueda dar para dos meses. Por ese motivo, y por otros, decido desinstalar la aplicación. Admito que ha sido una experiencia distinta y que quizá no vuelva a repetir en mi vida. Está bien eso de ganar dinero con simples fotografías, pero no pienso sobrepasar los límites que se necesitan para poder ganar mucho más. Hay que saber retirarse a tiempo.
En ese momento, me llega el mensaje que estaba esperando. Dejo el teléfono en la mesilla y salgo de mi habitación procurando no hacer nada de ruido. Camino de puntillas hasta que llego a su puerta y, sin llamar, abro. Es el momento más crítico, ya que nos puede escuchar su hermano, pero todo sale bien.
—¿Y esa camiseta? —dice nada más verme, observándome de arriba a abajo.
Está tumbado en la cama, apoyado sobre un cojín. Además, ha despejado la habitación y ahora parece más ordenada, casi de persona normal. Todo un detalle.
Echo el cerrojo.
—Es solo un trapo que un tío me regaló —bromeo extendiendo las esquinas mientras me contoneo. Él se muerde el labio. Llevo la camiseta que me dio aquella noche que se me olvidó la mía en casa.
—Menudo pagafantas.
Me río y voy hacia él.
—Eso mismo pensé yo.
Sus brazos me capturan cuando llego al borde de la cama y me tira junto a él para besarme por todas partes.
—Sabes que te la voy a quitar —susurra y en sus ojos veo un destello de travesura.
—No lo dudaba.
Le doy pequeños mordiscos en los labios mientras él mete las manos bajo mi vestido improvisado. Cuando su piel roza la mía, me estremezco de placer. Es todo lo que imaginé que sería y mil veces mejor. Deslizo mi mano por su vientre, deleitándome en cada músculo que se marca. Me siento en el paraíso.
Entonces llaman a la puerta. Álvaro gruñe contra mi cuello, molesto. Le atrapo con mis brazos para no dejar que se levante.
—¿Me abres? —La voz triste de David se escucha al otro lado—. Porfa, necesito hablar.
Esta vez soy yo la que resopla. Me escurro entre las sábanas y me acerco a la puerta. Nada más abrir, abre la boca por la sorpresa. Le cojo del brazo y tiro de él para que entre.
—No digas nada.
Se tapa la boca como un niño cuando ríe y ahoga un pequeño grito de emoción. Camina hasta la cama para sentarse junto a su hermano, al que le mira y se empieza a reír. Contagiada por su risa, acabo mordiéndome el labio inferior para contenerme.
—Ya era hora, joder.
—¿Querías algo? —habla su hermano en tono neutro para mantener la compostura.
—Llevo semanas intentando juntaros, ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida.
Se deja caer en la cama como si estuviese agotado.
—¿Qué dices? —le pregunto intrigada mientras me acerco. Él me mira con pesadez.
—Sois más lentos que una tortuga, si se veía a kilómetros que queríais daros el lote. Lo supe desde el día en que te puso la serpiente en tu almohada.
Miro a Álvaro pasmada. Tiene el ceño fruncido y, al igual que yo, está flipando por lo que ha dicho su hermano. Le hago un gesto con la cabeza y como si nos leyésemos la mente, acabamos cada uno con un cojín pegando a David.
—Vamos, cuenta qué te pasa —sentencia Álvaro cuando la risa de su hermano comienza a apagarse, cansado de tanto reír.
Suspira y nos empieza a hablar de su vida amorosa.
*****
La dinámica entre Álvaro y Adri me encanta, pero la de estos tres (sin ningún sentido sexual) ME TIENE ENAMORADA *-* ❤︎
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