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23: Trampa explosiva

Las chicas y yo hemos tenido una interesante conversación con Charlie, la amiga de los gemelos, después del instituto. Tiene una manera de pensar muy intrigante. Gracias a ella hemos llegado a la conclusión de que tenemos que utilizar a Rodrigo para sembrar la duda en el grupo y ellos harán el resto del trabajo por nosotras.

Por otro lado, Alexia no ha dejado de subir fotos a Instagram con su nuevo novio. De hecho me ha etiquetado en una, pero la ha borrado minutos después. Llevaba tiempo detrás de él, lo sé muy bien, pero ¿a qué viene restregármelo? ¿Se cree que me va a dar envidia? A ver cuánto tarda el gilipollas en cagarla.

—He traído lo que me pediste —me informa Carol a la mañana siguiente. Hemos quedado hoy fuera del instituto para planificar todo.

—Durante la clase de laboratorio lo prepararé todo.

—¿Y no es mejor cuando estén todos en la charla de universidades?

—¿Qué charla? —pregunto confusa mirando la hora en el móvil. Ya casi va a sonar el timbre.

—La que dan sobre selectividad y eso. —No recuerdo haber escuchado nada al respecto, pero tampoco es que me interese—. Es en el salón de actos, así que te dará tiempo de sobra.

—Es perfecto —respondo con una sonrisa traviesa y la abrazo.

Gabi se nos une al rato y entramos las tres juntas. Dentro nos encontramos a Susana y Mica, histéricas por el resultado de un examen. Cuando pasamos junto a los Rebels, nos miran como si fuésemos los seres más repugnantes del universo. Yo, en cambio, les sonrío.

Hacemos inglés y después historia. Luego nos dejan tiempo para hacer los deberes en una sesión de media hora de tutoría. Durante el recreo nos distraemos viendo videos de Tiktok. Susana y Carol están empeñadas en que nos grabemos bailando.

—No sabéis la de seguidores que dan estos videos —dice Susana con la intención de convencernos.

—A los tíos les encanta, por eso dan tantos likes.

—Es cierto —afirmo recordando el sábado pasado cuando Nesa y yo nos subimos en la barra. Todos se acercaron como buitres carroñeros.

Entonces se me viene una idea a la mente. Videos bailando. Claro, ¡es lo que me hace falta! Si llama tanto la atención ese tipo de contenido, estoy segura de que en OnlyFans eso triunfaría, solo tengo que adaptarlo a mi público objetivo.

Al final nos convencen para hacer la coreografía de una tiktoker famosa y, cuando suena el timbre, todos los estudiantes de segundo de bachillerato se dirigen al salón de actos que se encuentra en el edificio principal. Todos menos yo que, con disimulo, me escabullo sin que nadie me vea y me escondo en el baño hasta que pierdo a todos de vista.

Mis amigas saben lo que tienen que decir si mi padre o alguien pregunta por mí: he tenido un problema de chicas y estoy en el baño. Por suerte, nadie suele cuestionar esos temas, pues saben lo incapacitante que puede llegar a ser.

Salgo del baño y corro hacia mi edificio. La carrera me deja sin aliento durante unos segundos, pero me recompongo y entro en mi clase. Tengo todo lo que necesito en la mochila.

Carol me ha dejado la GoPro que sus padres le regalaron por su cumpleaños hace unos dos años. Me meto en la clase y la coloco sobre el armario del fondo, entre dos pilas de libros que nadie coge nunca.

Después, saco los caramelos y el hilo dental del bolsillo. Charlie me explicó que debo tener cuidado, pues no pueden caer en el refresco antes de tiempo, por eso debo colocar bien los hilos y cerrar a botella con cuidado. He practicado en casa por si acaso.

Sin que me tiemble un solo dedo, consigo cortar los hilos. Vuelvo a colocar la botella sobre la mesa y me marcho por la puerta de atrás sin hacer ruido.

—¿Qué haces aquí, mariposa?

Me sobresalto cuando escucho su voz. Desde el fondo del pasillo, Álvaro me mira con suspicacia. Avanzo con lentitud hacia él, pensando en una excusa. Maldita sea.

—Podría preguntarte lo mismo —añado en el mismo tono.

Nos encontramos a mitad de camino.

—Trabajo aquí, ya lo sabes.

—Y yo estudio aquí.

Entrecierro los ojos y él se muerde ligeramente el labio.

—Sé que tu curso está en la reunión de universidades.

—Ahora que lo dices, debería ir, seguro que me estoy perdiendo la mejor parte —respondo con un tono de ironía que él capta al instante porque cuando intento avanzar me coloca la mano en el hombro para que me detenga.

—¿Qué haces aquí? —insiste con seriedad.

Resoplo con impaciencia. El timbre suena, lo que no es buena señal. Me he pasado demasiado tiempo desaparecida, debería esconderme.

—He venido a por un tampón —contesto sin pensarlo y él alza una ceja.

De repente se empiezan a escuchar voces cada vez más cerca. Pueden que sean los de primero en la planta baja, pero no me quiero arriesgar. Si me ven sabrán que he sido yo la que ha hecho todo. Nerviosa, miro hacia los lados. El baño está a tan solo unos metros a nuestra derecha, aunque si me meto corriendo, Álvaro sospechará aún más.

Él asiente y veo detrás de él a Christian, el chico al que le di el puñetazo. Mierda. Me echo hacia un lado, para taparme con la columna del fondo. Me quedan segundos. Tengo que hacer algo. Miro de nuevo hacia el baño y luego a Álvaro.

Es ahora o nunca.

Trago saliva y me acerco a él con la decisión propia de una loca. Agarro su camiseta por la parte de los pectorales y giro con él hacia el hueco que hay en la entrada del baño. Mi espalda choca contra la pared de ladrillo. Sus ojos me desconciertan, pero hay algo más en ellos que me hace perder la razón. Cuando nuestros labios se juntan es como si todo alrededor desapareciese. La calidez que desprende su cuerpo hace que quiera estar más cerca de él. Álvaro parece buscar lo mismo que yo cuando su mano se adentra en mi melena y me besa con más ansia. Es como un chupito de tequila con chocolate. Fuerte, pero dulce. Adictivo.

Un grito hace que nos separemos. Luego solo se escuchan risas. Miro a Álvaro, aun con la respiración entrecortada y él aprieta los labios, fastidiado. Antes de poder disculparme, se marcha, perdiéndose entre la multitud. La he cagado pero bien.

Me froto la cara y trato de recomponerme. La gente se acumula en el pasillo para ver qué es lo que ha ocurrido. Yo aprovecho para escapar a mi clase. Carol me guiña un ojo con disimulo. Estoy demasiado aturdida para reaccionar y ella lo nota. Se acerca a mí y quita a Martín del asiento de al lado.

—Estoy jodida —susurro, aunque en realidad en clase solo hay dos personas más y no creo que les interese nada de lo que digamos.

—¿Por lo de la broma?

Niego con la cabeza, dudando si decírselo o no. Todavía siento el corazón acelerado y el sabor de sus labios. Para mi sorpresa, sabía a menta.

—He besado al gemelo.

Carol arruga la nariz, procesando lo que he dicho.

—¿A David? —Vuelvo a negar y ella abre tanto los ojos que parece que se le van a salir de las órbitas. Luego se tapa la boca por la sorpresa y dice—: Al malvado.

—Soy una maldita inconsciente. Tenía que esconderme y...

Me tumbo sobre la mesa y hundo mi cabeza entre los brazos.

—Y te has escondido en sus labios —comenta Carol en tono burlón mientras me da un suave codazo—. ¿Y qué tal ha sido?

Me giro para mirarla de reojo y veo que está sonriendo con picardía, alzando las cejas repetidas veces.

—Horrible —sentencio con desesperación y, al recordarlo, se me eriza la piel—. Besa demasiado bien.


*****

AAAAAAAAAAAAAAA. HA LLEGADOOOO EL BESOOOOOO. *-* ❤︎

¿Creéis que lo dejarán pasar así como si nada?

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