14: Secretos y mentiras
No sé qué me ha pasado. Yo no sobre pienso. Y menos sobre gente que no debe interesarme. No soy de esas... ¿O sí?
Cuando llego a clase, mis amigas me están esperando en la puerta. Mica viene corriendo para ver cómo me encuentro, lo que consigue distraerme. Lleva toda la semana así. Cree que me va a dar un derrame cerebral o algo por el estilo. Todo por el golpe con el balón. Ninguna comprende por qué me ocurrió eso si yo nunca fallo. Supongo que hasta las mejores lo hacen de vez en cuando, nadie es perfecto. Carol es la única que sabe la verdad.
—¿Por qué no venís a la fiesta? —comento para cambiar de tema. Doy un trago de mi refresco.
—¿Cuándo es? —pregunta Susana con interés.
La cafetería estaba tan llena que nos hemos tenido que sentar en los bancos de la galería durante el recreo.
—¿He oído fiesta? —Alexia, una chica de nuestro curso, se acerca a nosotras con sus tres lapas. Nunca me ha caído bien, pero cuanta más gente mejor. Se aparta el pelo rojizo a un lado, cual supermodelo preparada para posar.
—El domingo en mi casa.
—¿Un domingo? —responde arrugando la nariz como si acabase de oler un pedo.
—Es puente —murmura Gabi y contengo la risa al ver la mala leche con la que lo dice.
—¿No se te había ocurrido?
Alexia entrecierra los ojos y la lapa de la derecha se cruza de brazos en posición defensiva. Que yo recuerde, nunca las he escuchado hablar, puede que sean mudas.
—¿Tienes pensado grabar un video grupal? —comenta con desprecio y su sonrisa se hace más grande. Frunzo el ceño sin comprenderla—. Ya sabes, para contentar a los tíos del insti.
—¡Pero de qué vas, cacho zorra! —exclama Carol cuando se da cuenta de lo que está diciendo. Sin embargo, yo me quedo callada con los brazos cruzados, observándola. Sé que quiere fastidiarme, pero yo soy mucho más lista que ella como para entrar en su juego y comenzar una pelea.
—Estáis invitadas a la orgía, pero traed condones, no queremos sorpresas —digo con sarcasmo y ella aprieta los labios tan fuerte que desaparecen en su rostro. Yo sonrío en respuesta.
—Tenemos un evento, pero intentaremos ir —se apresura a decir otra de las chicas.
Desde hace un año, las cuatro tienen una especie de grupo de música pop-trap raro. A principios de curso dieron un concierto como teloneras de una banda bastante conocida y ahora se creen las nuevas Spice Girls.
—Vale —añado imitando su tono agudo de voz mientras mantengo los labios curvados hacia arriba hasta que por fin se marcha.
—¿Por qué les has dicho lo de la fiesta? Las odio —replica Gabi de nuevo con enfado. Se levanta y se marcha por el pasillo.
—¿Qué le pasa? —susurro a Carol mientras las otras dos hablan de lo que se pondrán.
—Ni idea, últimamente está muy rara. Creo que es por las clases.
Cojo a mi amiga de la mano y tiro de ella para que se levante. Nos despedimos de Mica y Susana y corremos hacia donde se ha ido Gabi: el edificio de los de cuarto. Todavía en clase porque desde el Covid nos separaron por cursos para que no se acumulara tanta gente durante el recreo. Paseamos por la planta baja, pero no vemos a nuestra amiga. Subimos las escaleras. Se escuchan muchas voces en la clase del fondo, pero parece ser una actividad de alguno de los profesores. Gabi tampoco está en el baño. Entonces escuchamos nuevas voces, cada vez más altas.
—No creo que quejarte sea la solución —dice una voz masculina con bastante autoridad.
—Me quejo porque no tiene sentido —responde otra persona y nos damos cuenta de que es nuestra amiga. Carol me mira con la misma confusión que yo y me pongo el dedo índice sobre la boca para que no diga nada. Nos escondemos detrás del muro que lleva hacia los baños y escuchamos. Debe estar en la antigua clase de arte. Vuelve a hablar—: No tiene sentido hablar de estos temas. No es una lectura que se adapte a nuestra edad ni a los conocimientos que tenemos que adquirir según el planteamiento de la asignatura.
—A vuestra edad deberíais ser conscientes de muchas cosas.
El tono del hombre se atenúa, mientras que Gabi no deja de gritar. Nunca la había visto tan alterada.
—¿Deberíamos entrar? —susurra Carol y yo niego con la cabeza.
—Anna Karenina no es el claro ejemplo de cómo alguien debería actuar. Es obsceno e innecesario. No representa la sociedad ni enseña valores.
—Es la clara representación de una persona que desafía las normas.
—Y muere —puntualiza ella.
—Vaya spoiler —añade Carol.
—¿Te lo ibas a acabar? —bromeo y ella niega con la cabeza.
Volvemos a centrarnos en las dos personas tras la puerta. Sin embargo, no escuchamos nada. De repente la puerta se abre y nuestra amiga sale corriendo, directa a las escaleras. No parece enfadada, sino desconcertada. ¿Qué ha pasado ahí dentro? El hombre que estaba con ella sale unos segundos después, también bastante confuso. Se toca los labios y luego se marcha. Es joven y bastante guapo, no le había visto antes. Nos escondemos en el baño y esperamos a que suene el timbre para salir sin ser vistas.
❀❀❀❀❀
El sol de esta tarde es tan abrasador que he sacado una toalla del armario y me he bajado al jardín de atrás para hacer los deberes. Aunque en realidad mis deberes son hacer un pedido de comida al supermercado para tener provisiones para la fiesta. David me ha encargado esa tarea. Supongo que es mejor que decorar la casa.
—Prometiste que te ibas a pasar al menos un día —escucho una voz masculina que proviene de una de las esquinas de la casa.
Me levanto con curiosidad y camino en su dirección. Es Álvaro y está hablando por teléfono.
—Mamá se va con ese capullo.
Ese capullo es mi padre. Una pequeña ola de enfado me invade por unos instantes. Solo yo puedo referirme a él de esa manera. Da una patada a una piedra que hay sobre el césped y la esconde entre los arbustos.
—Vete a tomar por culo, siempre dices lo mismo.
Cuelga el teléfono y observo cómo camina hacia la entrada. Avanzo un poco más y veo que se mete en el coche, lo arranca y se marcha. Desconcertada e intrigada, me meto en casa por la puerta trasera, donde Evelyn está cocinando mientras su otro hijo come patatas de bolsa. Entonces recuerdo lo de mi puerta.
—Oye, gracias por lo de la cortina —le digo a David aún despistada.
—¿Cortina?
Me mira confuso y se come otra patata.
—La de mi habitación.
—No ha sido él —interviene Evelyn mientras echa las verduras a la cacerola—. Le pedí a Álvaro que te buscara una y la pusiera.
Me quedo bloqueada. No sé qué decir, así que simplemente se lo agradezco. No imaginaba que ella fuera a llevar la contraria a mi padre y mucho menos que el demonio de su hijo le hubiera hecho caso, aunque ahora puede que tenga más sentido el motivo que las adorna. Él sabe lo que me gustan las mariposas. De hecho, así me llama de vez en cuanto. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Supongo que no espero que haga cosas amables por mí. En realidad, no espero que nadie las haga, aunque su madre le haya instado a hacerlo.
*****
AJÁAAAAAA. Fue Álvaro quien puso la cortinaaaaaa jiji
¿Estáis listas para la fiesta? ¿Qué creéis que ocurrirá?
¡OS LEO! ❤
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