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13: Maromos

—¿Cómo he llegado hasta aquí? —gruño mientras me desperezo en mi cama.

Todavía llevo la ropa de anoche, lo cual me recuerda que trabajé por primera vez y eso me hace sonreír como una tonta. Veo el sobre rojo sobre la mesa de mi escritorio y mi nueva cortina de mariposas. Es preciosa. La caja de mi madre está en mi mesilla. Aparto la vista de ella y me recuesto en la cama para observar mis mariposas del techo. Todavía no estoy preparada para ver si esconde algo.

Las mariposas me refugian. Hay de varios colores y tamaños. Me siento como en un invernadero con todas ellas revoloteando a mi alrededor.

Mi móvil vibra insistente. Lo desbloqueo y veo que está lleno de notificaciones. Algunas del grupo de clase, otras de mis amigas y de la fiesta que se pegaron anoche sin mí.

Carol: Me gusta mucho ese local.

Gabi: ¿Cómo no lo hemos descubierto antes?

Carol: Adri, despiertaaaaaaa.

Gabi: Anoche llegó muy tarde.

Carol: Te fuiste con algún maromo??

Gabi: Por dios, Carol.

Yo: Estoy viva, tranquilas jajaja.

Carol: Qué tal el tío bueno?

Yo: Estaba como un tren.

Carol: JAJAJAJ qué guarra tía, mándame alguno. Gab, tú también quieres?

Carol y yo solemos hacer ese tipo de cosas para molestarla.

Gabi: Asquerosas.

Me río y me levanto mientras sigo escribiéndolas sobre mi noche. Después, me meto en la app de OnlyFans y descubro que mi perfil sigue estancado. Dispuesta a reavivarlo, desconecto el internet del teléfono y me meto en el baño. Me miro al espejo. Estoy hecha un asco. Mi pelo está revuelto y sucio y la sombra de ojos que Nesa me puso ahora decora mis mejillas.

Me meto bajo el chorro de agua caliente. Soy de esas personas que aunque haga cuarenta grados en la calle, se sigue duchando con agua hirviendo. No tan literal, pero casi. Tras veinte minutos, consigo salir. Me envuelvo con el albornoz y limpio el vapor del espejo para observar mi reflejo. Menos mal que existen los acondicionadores, no sé cómo podría desenredar mi pelo de otra manera.

Entonces se me ocurre una escena. Bajo el albornoz ligeramente por uno de los hombros. Hago lo mismo con el otro lado y me cruzo de brazos con fuerza haciendo que mis tetas formen un escote tremendo. Es perfecto. Apago la música para inspirarme. Hago una foto, pero no me gusta demasiado, hay poca iluminación. Abro la ventana y vuelvo a intentarlo. El selfie es el mejor invento del siglo. Procuro que mi cara no salga. También intento no mostrar más de la cuenta. Hay que dejar un poco a la imaginación.

—¡Joder! —escucho una queja detrás de mí y la puerta se cierra con fuerza. Me quedo de piedra. ¿Quién la ha abierto? Reacciono y salgo con el albornoz cubriéndome todo el cuerpo—. Podrías echar el pestillo, para eso está.

El gemelo malvado camina malhumorado por el pasillo, dándome la espalda.

—¡La puerta estaba cerrada por algo! —exclamo indignada.

Mis pies descalzos se mueven hacia él. David sale de su habitación al escuchar los gritos.

—¿Qué está pasando?

Me mira brevemente y luego frunce el ceño a su hermano.

—Se ha metido en el baño cuando estaba yo dentro —explico indignada y me cruzo de brazos, esta vez con una intención totalmente inofensiva.

—¿Qué coño te pasa? —Pero el tono que usa es más de diversión que de réplica. Álvaro le empuja y David suelta una carcajada—. No sabía que mi hermanito fuera un mirón.

—Quería mear, joder.

Se da media vuelta y cierra dando otro sonoro portazo.

—Me gusta reírme de él a veces.

—¿A veces? —añado y él sonríe aún más.

—Por cierto, la semana que viene los señores de la casa se van de escapada y he pensado en dar una fiesta.

Se apoya en el marco de la puerta.

—¿Te han dicho que se van? —pregunto curiosa, pero nada extrañada. Él asiente. Resignada, suspiro y me apoyo sobre la pared contraria. Las gotas caen de mi pelo, mojando el suelo—. Me apunto a lo que sea.

—Así me gusta —sonríe y me guiña un ojo.

Luego se mete en la habitación y yo regreso al baño. Esta vez sí pongo la cerradura.

❀❀❀❀❀

La foto del baño ha tenido éxito. Vaya si ha tenido que me han pedido más. Ya llevo casi trescientos euros ganados. Es increíble lo que puedo conseguir enseñando un poco de mi cuerpo.

Siempre he odiado que se trate a la mujer como un trozo de carne, que se la sexualice por solo llevar una prenda pequeña o que la gente se burle por lo que hace; pero no tenía ni idea de que nosotras también podíamos jugar en su contra. Podemos aprovecharnos de lo que tenemos y sacar algo en nuestro beneficio. Y lo mejor de todo es que estoy en el anonimato más absoluto. ¿No lo hacen ya algunas en Instagram? Influencers del mundo, en vuestra cara. Me siento una supermodelo en la portada de la revista FHM.

Mi tía se marchó el domingo, no sin antes discutir con mi padre, porque al señor López se le ocurrió la maravillosa idea de sacar el tema de la universidad y ya sabemos cómo puede acabar eso. Yo me alteré, por consiguiente mi tía se alteró y gritamos bastante. Por suerte para Evelyn, no tuvo que escuchar nada porque estaba fuera con unas amigas.

Natalia: Haz lo que quieras, siempre, pero sin meterte en líos. Y ya sabes que tienes una cama en Barcelona por si quieres hacerme una visita.

—He pedido a Charlie que compre dos barriles —comenta David desde el salón. Están jugando de nuevo a matar. Bloqueo el teléfono y les observo.

—¿Solo dos? Es poco.

Desde lo del baño, no he vuelto a ver a Álvaro. Con un sandwich en la mano, me acerco a ellos. El sofá es lo suficientemente grande como para caber los tres, pero cuando me siento, David se aparta dando un grito.

—Eres demasiado asustadizo —me río y la televisión emite un sonido muy extraño.

—¡Mierda! He perdido —se queja. Deja el mando con enfado y gruñe.

Doy un mordisco a mi comida y sonrío apretando los labios.

—He hecho el bizcocho que te prometí.

Su mirada se ilumina. Una sonrisa gigante aparece en su cara. Se levanta con rapidez y corre a la cocina. Estiro las piernas en lo que ha quedado libre del sofá y cojo el teléfono de nuevo para ver stories.

—Le malacostumbras.

Alzo la vista. Álvaro está casi al final de mis pies. Pensaba que pillaría la indirecta y se marcharía también, pero no lo ha hecho.

—Envidioso —me burlo mientras echo una ojeada a mi alrededor para buscar el mando. No hay nada interesante por las redes, así que necesito poner algo entretenido en la tele mientras como. Lo tiene justo al lado, sobre el reposabrazos—. Dame el mando, quiero ver la tele.

Lo coge, lo mira y pone un canal donde están echando una película que parece de terror por toda la sangre que hay. Dejo el plato sobre la mesa del centro y me incorporo hacia él, sentándome sobre mis pies.

—Estoy yo viéndola.

—Eso no es verdad, dame el mando —insisto enfadándome más a cada segundo que pasa. ¿Lo hace a propósito? Hago ademán de quitárselo, pero lo aparta más de mí.

Sin despegar la mirada de la pantalla, se le escapa una sonrisa, aunque trata de disimularla mordiéndose el labio.

—Quiero ver esto, cállate.

—Ni siquiera están hablando.

Se escucha un grito y el sonido de objetos metálicos. Giro un poco la cabeza y veo que un payaso está lanzando cuchilladas a una chica. Joder, qué asco.

Apoyo una mano sobre su rodilla y me abalanzo sobre él, dispuesta a todo para obtener lo que quiero. Álvaro estira el brazo para que no lo alcance y le lanzo un gruñido en respuesta. Estoy prácticamente sobre él y un mal movimiento... De repente, siento un mordisco en el brazo estirado. ¿De verdad ha sido capaz? Lo encojo por inercia, pero regreso a la batalla con más fuerza.

—No te rindes, ¿eh?

Vuelvo a extender el brazo. Es demasiado largo para llegar.

—Jamás.

Paso la pierna por encima de las suyas para poder estirarme más. Él cambia el mando de mano, lo que me obliga a impulsarme hacia arriba como si de un partido de voleibol se tratara. ¡SÍ! ¡Por fin lo he conseguido!

En ese momento me doy cuenta de que estoy sentada sobre sus piernas. Bajamos los brazos casi al mismo tiempo. No se molesta en quitarme el mando de nuevo. Supongo que él también se ha dado cuenta de la situación en la que nos encontramos.

Sus ojos grises me miran con precaución y sus manos rozan mis muslos. Una corriente ardiente hace que mis mejillas se sonrojen y que el calor baje por mi cuerpo hasta instalarse en el vientre. Trago saliva sin apartar la vista de sus manos.

—Ya me lo he... acabado.

Al escuchar esa nueva voz, Álvaro me empuja hasta el otro extremo del sofá. David nos observa pasmado desde el pasillo con el plato vacío en la mano.

Por lo menos he conseguido el mando.


*****

Este es un acercamiento MUY IMPORTANTE. A partir de aquí pueden pasar muchas cosas, ¿qué esperáis? Contadme. ❤︎

Espero que lo hayáis disfrutado. :)

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