Capítulo 34
El bullicio de la mansión era palpable, cada rincón vibraba con la tensión de lo que estaba por ocurrir. Anthony observaba desde una esquina, rodeado por Samuel y Mads, con una copa en mano y la mirada fija en la puerta del vestíbulo. La situación le apretaba el pecho como un corsé, pero su rostro no lo delataba. Sonrió ligeramente, su gesto relajado a pesar del caos que lo rodeaba. George se movía entre los invitados, charlando con los caballeros, su presencia altiva y mirada calculadora, queriendo siempre buscar el control.
Todo está en su lugar, pensó Anthony, mientras el nerviosismo lo recorría por dentro. No podía evitar la sensación de que algo podía ir mal en cualquier momento. A su alrededor, Samuel simulaba colocar un plato con sus manos bajo su mentón, mientras se burlaba de como veía a Aziraphale, quien entraba en la sala con paso firme, pero con la palidez evidente en su rostro. Anthony golpeó levemente la mano de su amigo para reprender su comportamiento, haciendo que Samuel, de una manera exagerada hiciera una mueca de dolor, lo que provocó una risita de Mads.
Anthony no dejó de observar a Aziraphale, sus ojos se encontraban fijos en él a pesar de las bromas que lo rodeaban. La situación era tensa, Estela aún no sabía, pero ese día, todo estaba en juego. George, con su mirada penetrante, observaba desde lejos, ya en su papel de padre entregando a su hija. Estela, radiante, parecía ajena a la lucha interna de Aziraphale, y a la promesa, ahora rota que él había hecho por el bien de todos.
–¿Y Arthur? –preguntó Samuel con su habitual tono burlón.– Ya debería estar aquí, ¿no? –La voz de Samuel cortó el aire como un cuchillo, y Anthony se forzó a mantener la calma.
–No debe tardar. –Respondió Anthony, su tono firme, aunque su mente no dejaba de divagar. La mirada de George seguía fija en él, y sabía que cualquier movimiento en falso podía cambiarlo todo.– Las cosas seguirán su curso sin contratiempos.
Luego de unos minutos, el sonido de la puerta abriéndose los sacó de sus pensamientos. Estela apareció, radiante en su vestido blanco, acompañada de su padre. La luz se reflejaba en sus perlas, y todo parecía una escena sacada de un cuento. Aziraphale, parado en el centro de la habitación, no pudo evitar que su rostro reflejara una tensión que no pudo esconder. La sonrisa que intentó esbozar fue forzada, y Anthony vio cómo la angustia lo invadía por completo.
Esto no está bien, pensó, mientras su pecho se apretaba con fuerza. La culpa y la angustia lo carcomían, pero tenía que mantener la compostura.
–Estás hermosa, Estela... es un honor... –murmuró Aziraphale, su voz se escuchaba temblorosa, pero lo suficientemente clara como para llamar la atención de todos.
–¿Qué sucede, Aziraphale? ¿Te encuentras bien? –Estela lo miró con preocupación, su sonrisa se desvaneció al percatarse de su nerviosismo.
Aziraphale no respondió de inmediato. La joven, sintiendo el frío de sus manos, se adelantó a preguntarle, pero fue su padre quien interrumpió con rapidez, impidiendo que el silencio se instalara.
–¡No es nada, hija! Solo está nervioso por la boda. Esto es lo que siempre he querido para ti, lo que siempre he deseado. –La voz de George era firme, casi autoritaria, y las palabras frías le helaron la sangre a Anthony. Sabía que lo que estaba sucediendo no tenía nada de romántico. Para George, todo esto era un intercambio de poder, una estrategia bien pensada. Mads observo a Anthony y en un susurro pronunció un "te lo dije".
George se encontraba acorralado, la presión de ver a Anthony relajado y a Aziraphale nervioso lo llenó de dudas. Y esa duda se expresaba en sus plabras, estaba mostrando sus verdaderas intenciones, y eso era lo único que necesitaban. Su plan estaba funcionando.
Aziraphale tomó la mano de Estela, pero su mirada seguía vacía, y por un segundo sus ojos brillaron con una tristeza tan profunda que Anthony pudo sentirla en su propio pecho. La duda brilló en la mirada de Estela, pero se hizo la muda al ver la firmeza de su padre, quien susurraba en su oído.
Anthony apretó la copa con más fuerza. La atmósfera era cada vez más densa, más peligrosa. Estela no comprendía del todo, y Aziraphale, atrapado en su propio dilema, no podía hacer más que seguir el curso que le habían marcado. Anthony sintió una punzada de dolor por todo lo que estaba ocurriendo, pero su mirada no se apartó de la figura de Aziraphale, no debía mostrar debilidad cuando su objetivo se encontraba tan cerca.
El golpe de los tambores en la distancia rompió el momento. La ceremonia estaba por comenzar, y el reloj parecía marcar el último compás de una vida que estaba a punto de cambiar para todos. Los invitados comenzaron a salir hacia el jardín para la ceremonia, fue entonces cuando, como si el destino lo hubiera ordenado, Anthony dislumbró a lo lejos la silueta de Arthur, cabalgando a toda velocidad acompañado de Harry.
Anthony se alejó de sus amigos sin decir palabra alguna. La distancia entre él y Aziraphale se acortó en un par de pasos. Todo lo que sucedía a su alrededor se desvaneció mientras se acercaba a su lado.
"Es hora", susurró a Aziraphale, el peso de sus palabras cargado de lo que estaba por ocurrir. El rostro de Aziraphale cambió al verlo. Sus ojos se abrieron como platos, y en ese instante, Anthony vio cómo la adrenalina comenzaba a invadir su ser.
Aziraphale lo miró, entendiendo sin necesidad de más palabras. Él sabía lo que debía hacer, y aunque eso no lo hacía más fácil, Anthony ya no podía esperar más.
Anthony se giró sin mirar atrás, Mads y Samuel ya lo esperaban, listos para continuar con lo planeado. George, guiado por la curiosidad, los siguió, sin saber que los tambores no solo anunciaban el inicio de la ceremonia, sino el comienzo de su fin...
–Arthur viene en camino –susurró Anthony cuando sintio que Samuel y Mads se encontraban lo suficientemente cerca– es hora, Mads.
Los tres hombres se dirigieron a la parte delantera de la mansion, siendo seguidos por George. Mads y Samuel se escondieron en la puerta, dejando solo a Anthony como carnada
Al llegar con Anthony, George fue sorprendido por Mads y Samuel, quienes lo aprisionaron con fuerza para impedir que escapara. Aprovechando que los invitados se encontraban en el jardin, los amigos empezaron con su interrogatorio.
La expresión de sorpresa de George pronto se convirtió en desconcierto. No entendía qué estaba sucediendo, pero la sensación de peligro lo hizo tensarse, su cuerpo ya consciente de que algo no iba bien.
–¿Qué está pasando aquí? –George espetó, su voz fuerte, llena de autoridad, pero también cargada de la creciente incomodidad de verse rodeado. Anthony, sin perder su compostura, caminó hacia él, con su mirada fija y seria. Mads, por su parte, se mantenía alerta, sus ojos observaban cada movimiento.
–Creo que la pregunta correcta sería: ¿qué has estado haciendo todo este tiempo? – dijo Anthony con voz baja, pero firme. Sus palabras flotaron en el aire como una amenaza velada, y George frunció el ceño.
–Por si no te habias dado cuenta, esto es un interrogatorio. ¿No te sientes un poco incómodo, George? –Samuel, dejó caer la copa de vino que llevaba, observando a George con una mueca burlona. Su tono era tan sarcástico, casi peligroso, una amenaza camuflada bajo una sonrisa de diversión.
–¡Esto es absurdo! ¿Qué quieren de mí? ¿Saben quien soy? Se estan metiendo en muchos problemas –la voz de George ya no era tan segura como antes. Los tres hombres se miraron.
–No estamos aquí para jugar, George. Sabemos lo que estás haciendo y, créeme, esto acaba ahora. –Mads soltó a George para colocarse directamente frente a él.
Con un movimiento rápido, George intento correr dentro de la mansion, siendo interceptado por Samuel y Mads, quienes lo rodearon. George no tenía escapatoria. Samuel le dio un empujón en el hombro, que lo hizo tambalear provocando su caida, mientras Mads se acercaba a el para impedir que corriera de nuevo.
–No tienen idea de lo que están diciendo. –La arrogancia de George aún no se había disipado por completo, pero su tono de voz ya no era el mismo. El miedo empezaba a filtrarse a través de sus palabras, aunque trataba de ocultarlo.
–Oh,sí que sabemos, George, –dijo Anthony, sus ojos mostraban un enojo feroz, quellamó la atención de sus amigos.– Sabemos sobre las amenazas a Aziraphale,sobre cómo lo has manipulado a él y a otros para que todo sucediera a tumanera. Debes ser un ser realmente despreciable para usar a tu propia hija paralograr lo que quieres. Pero hay algo más que necesitamos saber... lo que has planeado con Aziraphale, lo que has estado ocultando. ¿Qué tiene que ver con Willow?
George se tensó, y por un momento, su rostro perdió su habitual dureza. Anthony observó cada detalle, cada leve cambio en su expresión. La mentira se desmoronaba frente a él.
–No sé de quién hablan... –murmuró George, pero la incredulidad en su voz sonaba más a desesperación que a confianza.
–Es una pena, George, que no quieras hablar. ¿Sabes lo que pasa cuando uno decide quedarse callado en una situación como esta? –Samuel se acercó un poco más, dejando que su sombra se alargara sobre el hombre.– Te aseguro que no es nada agradable.
Anthony levantó la mano, indicandole a Samuel que guardara silencio por un momento. Luego, volvió a mirar a George con una intensidad que podía sentir en el aire.
–Te daré una última oportunidad. ¿Vas a hablar por las buenas o tendremos que ser menos... amables? –dijo, con una calma fría, su mirada afilada como una cuchilla.– ¿Quién es Willow? ¿Qué tiene que ver en todo esto? ¿Por qué esta detrás de mi?
George tragó saliva, sabiendo que ya no podía escapar. La presión de tres hombres decididos lo aplastaba, y por un segundo, sus ojos brillaron con la misma arrogancia que siempre lo había caracterizado.
–No entiendo qué buscan, pero si lo que quieren es que confiese que todo esto es parte de un plan... –comenzó, su voz era vacilante pero aún desafiante.– ... entonces, ¿por qué no lo hacen? Ya está hecho, todo está listo.
Los tres hombres intercambiaron miradas rápidas, y Samuel, aprovechando el momento, se acercó aún más.
–¿De qué plan hablas, George? –Su tono ahora era más grave, más peligroso.– Ahora tengo más curiosidad que antes.
La respuesta de George fue una sonrisa torcida, como si finalmente estuviera dispuesto a concederles algo, pero no todo.
–El plan siempre ha sido... proteger lo que es mío. Mi hija se casará con quien yo diga, y si hay que hacer sacrificios para que todos estén donde deben, lo haré. –Su voz se hizo más baja, más sombría.– El matrimonio de Aziraphale con Estela... no es una simple unión. Es un acuerdo. Y no solo entre ellos.
–Y ese acuerdo... ¿qué incluye, George? ¿Qué más estás dispuesto a sacrificar? –Mads se acercó al rostro de George,sus ojos por un segundo se volvieron completamente negros. George no respondió de inmediato, y eso fue suficiente para que Mads diera un paso adelante, haciendo un gesto con la mano.– Habla, viejo. ¿Qué estás ocultando? –Mads le susurró al oído.
–No puedo... –George murmuró, su resistencia finalmente cayendo.– No hay vuelta atrás ahora. Todos corremos peligro, él está observando, siempre lo hace, él sabe todo, no tengo idea de cómo, pero él lo sabe. Yo solo seguí sus órdenes. No tuve nada que ver.
Anthony miró a sus compañeros, quienes ya se preparaban para lo que fuera necesario. El tiempo de jugar se había acabado. George estaba al borde de ceder, y los tres hombres a su alrededor lo sabían. Anthony, con la mirada fija y penetrante no podía permitir que George se escapara de lo que ya había comenzado a confesar.
Con un movimiento calmado, pero decisivo, Anthony dio un paso al frente, acortando aún más la distancia entre él y el hombre que había manipulado los destinos de tantas personas. Su voz resonó baja, pero con la fuerza de una sentencia.
–Te voy a preguntar una vez más, George. ¿Por qué amenazaste a Aziraphale? ¿Qué es lo que realmente estás tratando de ocultar? –Anthony habló con una calma tensa, cada palabra calculada, cada pausa una amenaza en sí misma.
George, cuyos ojos parecían perder el brillo de seguridad que siempre había mostrado, se quedó en silencio. El miedo ahora era evidente en su rostro, la resistencia ya no estaba, y el peso de la situación lo estaba aplastando. Durante unos segundos, no dijo nada, solo observaba a Anthony con una mezcla de odio y resignación, pero finalmente, cedió.
–Está bien...–murmuró con voz áspera, sin poder evitar la confesión que ya le ardía en la lengua.– No fui yo quien planeó todo esto. Yo solo... yo solo cumplí las órdenes. –Su voz vaciló, pero las palabras ya habían salido, y ahora no podía deshacer lo que había dicho.
–¿Órdenes? ¿De quién? –Anthony frunció el ceño, acercándose aún más, casi pegándose a él.
George tragó saliva y, con una mirada cansada y derrotada, miró al suelo, como si quisiera evitar ver el horror en los ojos de los hombres que lo rodeaban.
–Willow –dijo finalmente, sin alzar la vista.– Es él quien está detrás de todo esto. Él... él fue quien me obligó a hacer todo. A amedrentar a Aziraphale, a forzarlo a este matrimonio. Y créanme, no podía hacer otra cosa. Me tiene acorralado.
Las palabras de George flotaron en el aire, llenas de una gravedad que hizo que la atmósfera se volviera aún más opresiva. Mads y Samuel intercambiaron miradas, mientras Anthony procesaba lo que acababa de escuchar.
–Willow... –Anthony murmuró el nombre con un tono de desaprobación y algo más, un sentimiento que no lograba identificar.– ¿Qué tipo de hombre es este Willow? ¿Por qué temerle como para que sigas sus órdenes sin cuestionarlas?
–Es un hombre poderoso, –George levantó la mirada por primera vez– Y no solo poderoso... es imparable. Cuando le debes algo, no puedes negarle nada. Hace lo que quiere, cuando quiere, y con quien quiere. Lo he visto. Él nunca pierde. Nadie se atreve a desafiarlo, no si quieres seguir con vida.– La desesperación era evidente en su voz.– Aziraphale es solo un peón en su juego. Como lo fui yo,... solo un peón más. A demas,tiene a Victoria, Estela no lo sabe.
Anthony dio un paso atrás, procesando la información. La revelación lo golpeó con fuerza, aunque no le sorprendía completamente. George siempre había sido una figura paterna para él, hasta el momento en que el deseo y el poder lo convirtieron en alguien sombrío, pero había algo que él siempre pondría sobre todo, su esposa.
A lo largo de los años, siempre mostró devoción por su esposa, Victoria Bobary. Con anterioridad se había preguntado ¿qué seria tan poderoso para hacer que George hiciera lo que estaba haciendo?, la respuesta estaba frente a él, amor. Ahora, con la verdad ante él, Anthony sentía que la red que se había tejido a su alrededor se apretaba cada vez más. A la vez que se formaban más nudos.
–¿Qué pasó con Victoria? ¿Y qué clase de deuda tienes, George? –preguntó Mads, sin apartar la vista de él, como si estuviera esperando a que el hombre se hundiera aún más en su confesión.
–La deuda... es vieja –explicó, George suspiró, como si hablar de ello lo hiciera aún más vulnerable.– Hace años, cometí un error. Un gran error. Me metí en negocios... con la gente equivocada, puse en riesgo mi fortuna y él fue quien me rescató. Lo hizo a su manera, claro, pero me rescató.
George hizo una pausa, como si las palabras le pesaran más de lo que quería admitir.
–Y ahora, lo que le debo, no es algo que pueda pagar con dinero. No si quiero seguir vivo. Cuando Estela vino a visitarte, él llegó a mi casa, tomó de rehén a Victoria, me comento que tenia en mente cobrar una deuda con un tal Crowley, yo no sabía a quién se refería, fue ahí cuando me enteré de que tu eras el hijo de ese Crowley. Él me explicó que tu padre tenía una deuda con él, al igual que yo, antes de morir, trató de cortar lazos con él, un error ya que nadie puede cortar lazos con Willow, a menos que él así lo quiera. –Anthony lo miró fijamente, su mente funcionando a toda velocidad. Todo empezaba a tener sentido de una manera retorcida.–, tu padre debió tener una gran deuda con él, nunca lo habia visto tan emocionado por cobrar, desde el principio su objetivo siempre has sido tú, quiere verte sufrir. Él me mandó, para venir y ser quien amenazara a Aziraphale, sabía de tu relacion, debes de creerme yo no tuve nada que ver con eso... no me importaría menos con quien te revuelques. Pero, tenía que hacerlo
Anthony comprendioó lo que George decía, el matrimonio entre Aziraphale y Estela no había sido solo una cuestión de conveniencia, no solo una cuestión de poder económico; había sido la última carta de George para saldar una deuda que no podía eludir. Y, por supuesto, había sido parte de los planes de Willow, el hombre que controlaba los hilos desde las sombras.
–¿Cómo sabía Willow de mi relación con Aziraphale? –cuestionó Anthony.
–Bernart..... –dijo con un susurro.
–¡Habla fuerte viejo! –Mads golpeó su cabeza con fuerza moviendo los cabellos de George.
–¡Bernart! La mano derecha de Willow –contestó con seriedad – el es quien investiga todo por Willow, Bernart fue quien te vio, el día de campo, el estaba escondido entre los arboles, después de verte fue a mi encuentro y ahí me dio la instrucción de acercarme a Aziraphale y amenazarlo.
–Así que Aziraphale y Estela solo son fichas en el tablero, ¿verdad? –dijo Anthony, casi como si lo dijera para sí mismo, pero lo suficientemente alto como para que George lo escuchara.
–Exactamente. –George asintió lentamente, su rostro se encontraba arrugado por la preocupación y el arrepentimiento.– A él no le importa nada de esto. No le importa Estela, ni siquiera el matrimonio en sí. Todo lo que importa es que Aziraphale se case para que tú sufras. El resto son solo... detalles.–George se encogió de hombros, como si se hubiera resignado por completo a la situación.– La vida de Estela o Aziraphale no le interesa. Yo solo soy un mensajero. Yo solo quería a Victoria de regreso. Y ahora, no hay marcha atrás.
La furia que ardía en el pecho de Anthony era palpable, aunque trató de controlarla. Sabía que este no era el momento para perder el control, pero algo en las palabras de George le rozaba la línea que separa la calma de la desesperación.
–Willow se está aprovechando de todos nosotros... –murmuró Anthony.–No vamos a permitir que este hombre continúe con sus juegos.
–¿Crees que puedes detenerlo? –George sonrió sarcástico –cuando Willow quiere algo, lo consigue, no hay más, y si no lo hace, preferirás estar muerto, si no es que él te mata antes.
–¿Dónde está Willow ahora? ¿Cómo lo detenemos? –Mads se acercó a George, con una expresión sería.
George lo miró, su rostro desencajado, pero no dijo nada. Había algo en sus ojos que ya no era temor, si no simplemente resignación a lo que estaba por venir.
–Tienes una última oportunidad para ayudarnos, George –dijo Anthony, con la voz firme y decidida.– ¿Nos vas a decir lo que sabes sobre Willow, o tendremos que tomar otro tipo de medidas?
La puerta de la mansión se abrió de golpe, y Estela, acompañada de Harry y Aziraphale, aparecieron en el umbral, los ojos de la joven mostraron confusión y preocupación al ver a su padre rodeado por los tres hombres, Estela no pudo evitar detenerse, George, enseguida se puso de pie, rodeado por Anthony, Mads y Samuel.
–¿Qué está pasando aquí? –preguntó Estela con una voz temblorosa, mirando a su alrededor. Los murmullos cesaron de inmediato. Su mirada se centró en su padre, buscando respuestas.
–Estela –Anthony, dio un paso al frente, su mirada fija en ella, sin temor.– lo que está pasando es que tu padre ha estado manipulando a todos, incluidos tú y Aziraphale. Ha amenazado con... difamarnos a él y a mi, para asegurarse de que todo salga como él desea. Todo esto, el matrimonio, la boda, las presiones, todo ha sido parte de su plan.
–No... eso no puede ser posible. Mi padre no haría algo así... ¿Verdad, papá? –Preguntó, mirando a George en busca de una explicación, su voz quebrándose con la angustia. Completamente desconcertada, Estela negó con la cabeza, incapaz de asimilar lo que Anthony estaba diciendo.
George, al sentir la mirada de su hija, hizo una mueca. Su rostro se endureció, pero al mismo tiempo, sin mostrar signo de tristeza en sus ojos.
–Estela, todo esto lo hice por ti, por nuestra familia. Lo hice para salvar a tu madre y mantener nuestra posición en la sociedad. Todo lo que he hecho, todas las decisiones... fue para protegernos. –Su voz tembló al final, como si intentara justificar lo injustificable.
–¿Salvar a mamá? ¿Mantener el estatus? ¿De que hablas? –Estela lo miró, incrédula, sin poder comprenderlo.–¿Manipularme a mí? ¡¿De qué hablas, papá?!
Pero en ese momento, un sonido sordo como un crujido en los árboles cercanos, hizo que todos se giraran. Entre los árboles del jardín, una figura alta y delgada emergió de las sombras, como si hubiera estado esperándolos desde siempre. Sus ojos se posaron directamente en George, y este, al verlo, palideció aún más.
–Bernart... –susurró George, como si el nombre fuera una maldición.
El hombre de pie entre los árboles tenía una presencia imponente. Su mirada fría y calculadora se posó sobre ellos, y sin ninguna emoción, habló con voz baja pero clara, llena de poder.
–Willow está decepcionado, George. Muy decepcionado. Creí que podrías al menos cumplir con una simple orden. –Bernart dijo con un tono de desdén, su mirada fija en George.– Pero, al parecer, no fuiste capaz de seguir las instrucciones.
Estela, completamente perdida, miraba a su padre y luego al extraño, que parecía tener más poder del que su mente podía comprender. Los murmullos entre los invitados aumentaron, y algunos comenzaron a levantarse, observando desde las puertas, las ventanas y los pasillos, conscientes de que algo importante estaba ocurriendo.
–No... no entiendo... –murmuró Estela, sintiendo que la realidad se desmoronaba a su alrededor.
–¡Tienes que correr, Estela! ¡Ahora! –George, con el rostro lleno de desesperación se acercó rápidamente a su hija, tomándola por los hombros con fuerza.– ¡No tienes tiempo!
Mads, viendo que la situación se complicaba aún más, se adelantó para acercarse a Bernart, buscando respuestas directas. Sin embargo, Bernart no se movió. Su expresión era indiferente, incluso aburrida, como si todo lo que estaba ocurriendo fuera un juego para él. De repente, sin previo aviso, Bernart sacó un arma de su saco, apuntando con precisión a Anthony, que había dado un paso atrás al ver lo que estaba sucediendo.
–Si tan solo fuera así de fácil...–dijo Bernart, su voz suave.
El disparo resonó en el aire con una claridad mortal.
Anthony abrió los ojos con asombro y sintió el aire comprimido a su alrededor. Aziraphale, Samuel y Mads corrieron hasta donde Anthony se encontraba. Los cuerpos abrazaron con fuerza al delgado, quien no pudo moverse debido a la adrenalina.
Los gritos de Estela sonaron con fuerza, la mente de Anthony bailaba entre ¿Cómo llegamos a esto? A preguntarse ¿Qué habia pasado?, todo, hasta que el liquido rojo empezo a ser mas presente.
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