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Capítulo 29

Hola amigos.

Disculpen la tardanza.

Ya en mi Instagram les decía que este capítulo ha sido el más largo (13 páginas) por lo que la edición se alargó un poco. (lo que me recuerda, si no me siguen aun, ¿Qué esperan?)

Espero que para mañana tenga disponible el capítulo 30.

Todo con tal de seguir el hilo y que no olviden lo que sienten después de este capítulo.

Disculpas anticipadas por lo que se viene.



















































El jardín se extendía en una espléndida exhibición de colores y fragancias, donde las rosas rojas y las gardenias blancas competían por la atención. Los altos cipreses marcaban el horizonte, sus sombras alargadas danzando suavemente con el vaivén de la brisa. Los jardineros, con sus camisas de lienzo y sombreros de paja, recortaban meticulosamente los arbustos, creando formas artísticas que embellecían aún más el entorno.

Estela, con su vestido de muselina blanco ondeando al viento, paseaba animadamente entre los senderos de grava, con sus ojos brillantes llenos de entusiasmo. Su risa se mezclaba con el canto de los pájaros, mientras gesticulaba con las manos, atrapada en la emoción de la conversación. A su lado, Aziraphale la seguía, con la cabeza en otro lugar, su mirada distante, perdida en pensamientos que lo llevaban lejos de aquel hermoso jardín.

–¡Y te juro que Anthony se veía tan feliz! –comentó Estela, alegre– No puedo recordar la última vez que lo vi así. A veces pienso que esos amigos suyos le han hecho un gran favor.

Aziraphale, distraído, parpadeó intentando enfocar su mente en lo que decía su prometida.

–¿Qué dijiste, Estela? –cuestionó mirándola.

–Decía que Anthony parece tan feliz últimamente... –dijo con una sonrisa– Lo vi con sus amigos en el jardín de la mansión, bromeando, riendo...

Un destello de incomodidad pasó por la mirada de Aziraphale, aunque intentó ocultarlo.

–Eso es bueno, supongo. –dijo Fell, forzando una sonrisa– Siempre es grato ver a un amigo en buen ánimo.

–Sí, incluso Ms. Jones me comentó que esos hombres son un verdadero alivio para él. ¡La última vez que regresaron de un paseo a caballo entraron a la casa sin pudor alguno, las camisas desabotonadas y riendo como locos! –comentó Estela inocentemente.

–¿Desabotonadas? –Aziraphale se tensó un poco, la curiosidad y la preocupación se entrelazaron en su mente. –¿Te refieres a...?

Estela, que había comprendido sus palabras luego de unos segundos, con rapidez se llevó una mano a la boca, cubriendo su vergüenza.

–¡No pienses mal de mí, Aziraphale! Te lo prometo. Cuando los vi, rápidamente me dirigí a mis aposentos. No quería que pensaran que estaba interesada. –la joven con la cara completamente roja se alejó un poco de Aziraphale, pensando que este empezaría a tener una idea equivocada de ella debido a su lengua floja.

Aziraphale sintió una punzada de celos, aunque sabía que no debía. La imagen de Anthony, feliz y despreocupado, se aferraba a su mente.

–Claro, claro. –dijo en tono nervioso– No tengo dudas de que eres prudente, pero... ¿No te parece que es un poco extraño?

–¿Extraño? – preguntó Estela desconcertada– no lo creo, a lo que Ms. Jones me ha explicado, simplemente son hombres disfrutando de la vida. Así como me imagino que lo hiciste en tu juventud –comentó con una sonrisa – me alegro que ahora estés a mi lado Aziraphale, ¿sabes? me he puesto a pensar ultimamente, talvez el motivo por el que me gusta tanto estar contigo es porque en tus ojos veo el reflejo de lo que tanto esperé. Me refiero a que, al verte, me siento completamente segura de lo que quiero. Y por ahora, lo que quiero es pasar todos mis días contigo, estar a tu lado en cada una de tus etapas, sean buenas o malas, las quiero mientras sean contigo.

Aziraphale intentó sonreír ante el comentario de Estela, pero la sombra de sus pensamientos lo envolvió, mientras el sonido de las tijeras de los jardineros seguía resonando en el aire. Los sonidos empezaron a resonar en los oídos de Aziraphale, volviendo el aire del jardín tenso. Finalmente, decidió que no podía continuar así. Se volvió hacia Estela con una expresión seria.

–Estela, –dijo con voz firme– disculpa, pero debo retirarme un momento. Recordé que necesito hablar con Anthony sobre... algunos asuntos de negocios.

–¿Ahora? Pero estábamos disfrutando del paseo... –habló Estela sonriendo, pero con un leve atisbo de preocupación en su bello rostro.

De repente, el sonido de pasos firmes interrumpió la conversación. George, apareció en el camino, Aziraphale lo veía con su porte autoritario y una mirada inquisitiva, pero para Estela, su padre aparentaba ser el hombre más bondadoso.

–¿A dónde va, Mr. Fell? –dijo frunciendo el ceño– No pensará dejar a mi niña sola...

Aziraphale se enderezó, consciente de la intensidad en la mirada de George.

–Solo un asunto de trabajo –comentó Aziraphale con calma– No tardaré.

George se acercó a Aziraphale con la excusa de arreglar su chaleco

–Debes tener cuidado con tus actos. –le dijo en un susurro– Estoy al tanto de todo lo que sucede aquí. En cualquier descuido, romperé nuestro acuerdo y no dudaré en contarle a todos que tú y Anthony solían practicar sodomía. Piensa antes de actuar, porque quien está en riesgo es él.

La tensión se palpaba en el aire, mientras Estela observaba el paisaje, ajena a la conversación que su padre y prometido sostenían.

–No es el momento para discutir eso, George. –dijo Aziraphale con voz controlada– De verdad debo irme por trabajo. No todos pueden vivir como parásitos, como tú... sugieres.

George se inclinó un poco hacia adelante, su mirada penetrante como un puñal.

–Ten cuidado, Aziraphale. –dijo en tono frío– La gente habla, y yo no puedo permitir que tu imprudencia afecte la reputación de mi familia.

Estela tomó el brazo de su padre con gentileza, sorprendiendo a los hombres, quienes se mantenían absortos en su conversación.

–Padre, ¿por qué no paseamos un poco? –dijo suavemente– Necesito hablar contigo sobre la boda, así Aziraphale puede irse a trabajar tranquilo, sin temor a dejarme sola.

George, aunque reacio, cedió ante la súplica de su hija. Miró a Aziraphale una última vez, como si midiera cada palabra y gesto.

–Está bien –dijo George con desdén– pero no se olvide de lo que hemos hablado, Mr. Fell.

–¿Qué cosa padre? –preguntó Estela curiosa.

–Nada en especial, querida.

George era un mago de las mentiras, y el simplemente cambiar la cara frente a su hija era un ejemplo de lo que podía hacer. Alejándose lentamente con Estela, observó a Aziraphale con frialdad, Aziraphale se fue, sintiéndose aliviado y atrapado a la vez, dejando atrás el jardín y la inquietante sombra de su futuro. Sentía crecer un nudo en el estómago al ritmo que sus pasos se aceleraban, pensando en el daño que le estaría haciendo a Estela y pensando en cómo su corazón se encontraba aprisionado en cadenas que lo mantenían atado a Anthony.















































La mañana parecía tranquila en la mansión Crowley, en el despacho, la luz del sol entraba tímidamente a través de una ventana. Anthony, se encontraba sentado en un cómodo sofá de cuero, Samuel disfrutaba de unas galletas recién horneadas, mientras Mads, que saboreaba una copa de vino tinto, ambos sentados, inmersos en una animada conversación intentando animar a su amigo.

–No puedo creer cómo nos miraba Aziraphale. –comentó Samuel animado, masticando una galleta y riendo a carcajadas– Era como si pudiera lanzar rayos con la mirada. ¡Los celos le salían por los poros!

–Tienes razón. –confirmó Mads con una sonrisa mientras daba un sorbo a su vino– eran tan palpables que solo un tonto no se daría cuenta. Fue un espectáculo.

Anthony, que había estado escuchando con una sonrisa en el rostro, sintió una punzada de culpa. Sus amigos, al notar su cambio de expresión, se miraron con curiosidad.

–La verdad es que me siento mal por hacerlo sentir así. –dijo Anthony con tono pensativo– No quiero que Aziraphale se ponga celoso.

–No deberías sentirte así, Tony. –le dijo Mads, levantando su copa sin dejar de sonreír– Esto puede servirle como un escarmiento, por no confiar en ti y no contarte lo de George. A veces, un poco de celos es lo que se necesita para abrir los ojos.

–Exacto. –Samuel asintió mientras llevaba otra galleta a su boca– Además, no hay nada de malo en disfrutar de la vida y de la compañía de tus amigos. Si Aziraphale no puede manejarlo, quizás deba replantearse algunas cosas.

Anthony miró por la ventana, la imagen de Estela le vino a la mente, y un remordimiento lo invadió.

–No podemos permitir que George se salga con la suya, Anthony. –Comentó Mads tranquilo– Necesitamos que estés tranquilo.

–Así es. –confirmó Samuel, asintiendo energéticamente mientras otra galleta recorría el camino a sus labios– Sabemos cómo son esos nobles; su poder se basa en el dinero y el miedo, y si ve que tú no muestras miedo o interés lo volverás loco, y solo así bajará la guardia.

–Tal vez tengan razón, –afirmó Anthony soltando un gran suspiro.

–La vida es complicada, Tony. –comentó Mads en tono serio mientras tomaba otro sorbo de vino– Pero si no te atreves a avanzar, podrías perderlo todo. Y no solo a Aziraphale.

Samuel, con las migajas de galleta aún en los labios, se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos sobre las rodillas.

–¿No crees que es el momento de que le digas la verdad? –Dijo intentando persuadir a su amigo– Si realmente no te gusta verlo así y te importa, deberías darle la oportunidad de decidir.

Anthony cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la decisión. ¿Debería confesar y arriesgarlo todo, o seguir jugando a un juego peligroso? La incertidumbre llenaba el aire, mientras sus amigos esperaban una respuesta, cada uno en su mundo de galletas y vino.

–A veces me pregunto si todo esto valdrá la pena. –Comentó Anthony mientras jugueteaba con su anillo.

–¿Piensas seguido en él? –cuestionó Mads con seriedad, sentándose cerca de Anthony y colocando su brazo alrededor de sus hombros– hablo de Aziraphale.

–Todos los días –confirmó Anthony respirando hondo, dejando que sus pensamientos fluyeran. Se volvió hacia sus amigos, con una sinceridad que raramente mostraba con una pequeña sonrisa– él ha sido la única persona que ha podido entrar en mi corazón... además de ustedes claro.

Samuel, con una mirada de exagerada indignación, se llevó una mano al pecho, actuando como si se sintiera ofendido.

–¡Oh, cómo osas, herir mi corazón de esa forma! –dijo dejándose caer sobre el sillón– Ya me empezaba a indignar con ese comentario. –continuó en tono burlón– menos mal que no soy celoso. –La risa de Anthony se dejó escuchar por el salón, alegrando a sus amigos, Samuel, al ver que ya no había más galletas, se acercó a la ventana, dejando que la luz iluminara su rostro. Justo en ese momento, vio a Aziraphale corriendo hacia la mansión, su figura moviéndose con urgencia y determinación hizo que Samuel esbozara una sonrisa enorme. – Esto se pondrá interesante. –dijo con un tono lleno de picardía.

Mads y Anthony intercambiaron miradas, curiosos por el repentino cambio en la atmósfera. Antes de que pudieran preguntar a Samuel a qué se refería, la puerta se abrió de golpe y Aziraphale entró en la mansión con el corazón latiendo a mil por hora y visiblemente agitado por la carrera que había tomado.

Al pasar el umbral, la imagen que encontró ante él lo dejó helado: Mads tenía el brazo alrededor de los hombros de Anthony, y disfrutando de un momento íntimo, y le dirigió una mirada fría a Mads con una ira que no conocía.

Sintiendo una oleada de celos contenidos, Aziraphale se aclaró la garganta y se acercó, intentando mantener la calma.

–Crowley, ¿podemos hablar? En... privado –su voz se escuchaba tensa y entrecortada.

Mads y Samuel intercambiaron miradas y sonrisas burlonas, disfrutando del evidente malestar de Aziraphale.

–No te preocupes, nosotros iremos a pasear. –dijo Mads con tono despreocupado mientras daba palmadas en la espalda baja de Anthony– Tony estará a tu disposición durante los próximos diez minutos.

Aziraphale frunció el ceño, sintiendo que el aire se volvía más denso.

–Ten cuidado, ¡Nosotros te extrañaremos estos diez minutos! –dijo Samuel abrazando a Anthony con fuerza– serán los diez minutos más largos de mi vida.

Aziraphale sintió que el malestar crecía en su interior al ver a Samuel aferrado a Anthony. Mads y Samuel salieron del salón con una sonrisa en sus rostros. Cuando Aziraphale pensó que se encontraban solos, Samuel regresó asomando su cabeza por la puerta.

–Cuida de nuestro chico, ¿vale? –dijo con tono juguetón, alejándose. La puerta se cerró detrás de ellos, dejando a Aziraphale y Anthony a solas.

Aziraphale se giró hacia Anthony, como queriendo una explicación a lo que Samuel acababa de decir.

–Es solo Samuel... no hay nada que temer. –dijo Anthony con una sonrisa suave agachando la cabeza con timidez.

–No puedo creer que te estés riendo con ellos de esa manera. –dijo inquieto hacia Crowley– ¿Desde cuándo son tan cercanos? – Anthony levantó la vista, sorprendido, pero su expresión se endureció al ver la determinación en los ojos de Aziraphale.– Crowley, ¿realmente crees que puedes ignorarme así?

–¿Ignorarte? –preguntó Anthony con indignación– No sé de qué hablas.

–¡No puedes seguir así! –dijo Aziraphale dando un paso adelante– Te estás olvidando de mí, de nosotros. Todo esto que haces... las salidas con tus supuestos amigos, tú haces que mi corazón duela.

Anthony se alejó, frustrado, sus manos se aferraron al borde del escritorio como si este fuera su único soporte.

–¿Y tú qué sabes de eso, Aziraphale? –la voz de Anthony demostraba firmeza– Desde que te comprometiste con Estela, perdiste el derecho a reclamarme nada. –Las palabras de Anthony golpearon a Aziraphale como un puñetazo, los ojos del menor se empezaron a llenar de lágrimas debido a la intensidad de sus emociones– ¡Esto no es justo!, ¿Qué quieres Fell? Me dejaste en la oscuridad, y ahora esperas que te siga tratando como si nada hubiera cambiado.

–No quería que fuera así. Te necesito, por favor, Anthony. –Dijo Aziraphale con la voz entrecortada, intentándose acercar más a Anthony recibiendo un rechazo de su parte.

–Si te comprometiste con Estela, entonces ya elegiste tu futuro, y está más que claro que yo no aparezco en él. No puedes venir aquí y reclamarme cuando tú decidiste dejarme atrás.

Aziraphale bajó nuevamente la mirada, luchando contra sus emociones. La rabia que en un principio lo llenó, ahora se transformaba en tristeza.

–No quería dejarte, Anthony. –logró decir en un susurro– Nunca quise.

Anthony observó a Aziraphale, una lágrima empezó a recorrer su mejilla. El menor, sintiéndose conmovido por la escena, se acercó a Aziraphale para limpiar con delicadeza su mejilla.

El silencio se instaló entre ellos, cada uno lidiando con la confusión y el dolor de la situación. Finalmente, Aziraphale se dio la vuelta, su voz apenas era un eco en la habitación.

–¿Qué pasaría si no quisiera ese camino? –comentó en voz baja– ¿y si de verdad te quisiera a ti en mi futuro en lugar de a Estela?

–De ser así, yo te seguiría... a donde fuera...–contestó Anthony, Aziraphale volvió su mirada a donde se encontraba el delgado, observando cómo las lágrimas de sus ojos ahora dibujaban un río por su rostro– pero el hubiera no existe, Aziraphale, no para nosotros,

Aziraphale bajó la mirada, el peso de las palabras de Anthony lo volvió a golpear con fuerza. Sin embargo, no podía ignorar lo que sentía.

–Lamento eso, lamento todo lo que paso, realmente lo hago. Pero... aún... te amo, Anthony. –dijo en voz suave– Eso no ha cambiado.

La atmósfera se tornó densa y cargada de emociones. Anthony sintió que su corazón se estremecía ante la confesión de Aziraphale, pero se obligó a mantener la compostura.

–¿Aún me amas? –cuestionó Anthony con desdén– ¿Después de todo esto? Después de que no me dijiste nada de lo que tenías con Estela o que George.... –Aziraphale abrió los ojos como platos, preguntándose si Anthony sabía algo, Crowley al notar eso continuó– que George ya sabía al respecto de su compromiso. –Anthony pudo notar que Fell no era el mismo de antes, la luz que emanaba ya no se encontraba, ahora lucía un tono grisáceo que parecía rodear su figura– No sé qué hacer con esto, Aziraphale. Todo es tan complicado. Nunca planee enamorarme. Surgiste de la nada y, sin embargo, tenía la sensacion de que te conocía desde siempre. Tú lo hiciste todo tan fácil, creaste una oportunidad para volver a ser feliz. Me enamoré de ti profundamente y aunque nada salió como quería, sé que valió la pena cada segundo que pasamos juntos.

El rostro de Aziraphale reflejaba sorpresa y vulnerabilidad. Sus ojos, se encontraban abiertos de par en par, brillando con una chispa de incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. Sus cejas, se encontraban ligeramente levantadas, enmarcando su asombro.

–Pero eso ya se quedó atrás, tú fuiste el que tomó esa decisión y yo... también he tomado la mía...–continuó Anthony– después de tu boda me iré.... Dejaré la mansión Crowley y pondré tierra de por medio entre nosotros, probablemente nunca logre olvidarte y espero que Samuel y Mads me ayuden a sobrellevar tu ausencia. No tenía planeado decirle a nadie, de hecho, nadie lo sabe así que espero que guardes este secreto, solo... Solo quería que lo supieras. No espero que todo se solucione ahora, pero creo que es importante que lo sepas.

Los dos se miraron, atrapados en un momento que desafiaba las reglas y las expectativas, mientras el eco de la risa de Mads y Samuel se lograba escuchar en la distancia.

Anthony se dio cuenta de que la situación se había vuelto más seria de lo que había imaginado. A medida que las risas se empezaron a escuchar más cerca la tensión aumentó, Anthony no quería que sus amigos lo vieran llorar, y menos después de todo lo que se habían esforzado por mantenerlo alegre y sin estrés.

Crowley se apresuró a limpiar su rostro, buscando su pañuelo, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Aziraphale en un arranque de desesperación, se acercó y tomó su rostro entre sus manos con firmeza, Anthony no supo cómo reaccionar cuando Aziraphale puso sus labios sobre los suyos, empezando un suave vaivén de sentimientos reprimidos, logrando que la línea delgada entre la cordura y la locura empezara a volverse cada vez más difusa.

Anthony posó una de sus manos sobre la espalda de Aziraphale inconscientemente para acercarlo más, por un instante, abrió los ojos, logrando ver a George observándolos desde la ventana que daba al jardín. Se congeló, un torrente de emociones recorrió su ser. A pesar de la sorpresa, intentó actuar como si nada, pero el corazón le latía con fuerza.

Finalmente, se separó de Aziraphale recuperando el aliento que el mayor le había robado.

–Este ha sido nuestro último beso. –la voz baja pero firme de Anthony resonó en la habitación– Es mejor que regrese con su prometida Mr. Fell.

Aziraphale, con los ojos llenos de lágrimas, asintió lentamente. Anthony, con el corazón roto, se dio la vuelta y salió del despacho, notando que George lo miraba con confusión. El rostro de George no podía ocultar su sorpresa; esperaba un conflicto, una escena de celos, que Aziraphale le contara todo a Anthony, pero lo que presenció fue la despedida que nunca pensó ver.

Anthony se alejó, dejando a Aziraphale sumido en un silencio que parecía gritar.

























Anthony subió las escaleras con prisa, Mads y Samuel, al verlo salir con rapidez del despacho, fueron a su lado, el eco de sus pasos resonando en el pasillo. Al llegar a su habitación, cerró la puerta con un golpe sordo y se giró hacia ellos, aún agitado.

–¿Qué pasó? –preguntó Samuel, con preocupación y curiosidad.

–Aziraphale... –Anthony respiró hondo.

–¿Qué hizo? –volvió a preguntar Samuel, esta vez con desesperación– ¿tengo que bajar y golpearlo?

–Me besó. –logró decir Anthony– él me besó....

– Eso no parecía importarte antes –Samuel levantó una ceja, y una chispa de travesura se dibujó en sus ojos.

–George estaba mirando. Nos vio besarnos.

El silencio en la habitación se volvió palpable. Samuel abrió los ojos como platos, mientras Mads fruncía el ceño.

–¿Qué? —exclamó Samuel.– ¿Estás seguro?

–Lo vi. –Anthony se dejó caer en su cama, sintiendo la tensión acumulándose en su pecho– No sé qué hacer.

–Entonces, debemos actuar rápido. –comentó Mads con una gran tranquilidad– ¿hiciste algo que lo hiciera saber que lo viste? —Anthony negó con la cabeza, Samuel sonrió de forma traviesa. – Quizás debamos aprovechar que George no se esperaba que dejaras a Aziraphale. Podría ser nuestra ventaja.

–¿Estás seguro que ese viejo no disfruta ver a hombres besarse? –preguntó Samuel tratando de aliviar la tensión– esta sería la segunda vez que lo hace... y no suena descabellado.

Anthony negó con la cabeza, frustrado.

–No quiero jugar con el corazón de nadie, y menos con el de Aziraphale.

Samuel lo miró con seriedad.

–Pero también debes pensar en ti, Anthony. Tu felicidad debería estar sobre todo no...

Pero antes de que pudiera seguir, el sonido de un toque en la puerta interrumpió la conversación. Ms. Jones entró con un semblante serio, sosteniendo una carta.

–Señor Anthony, ha llegado una carta para usted.

Anthony extendió la mano y tomó la carta, notando que no tenía remitente.

–Gracias, Ms. Jones, puede retirarse.

Mads miró la carta con curiosidad.

–¿Crees que sea de Aziraphale?

–No, él siempre firma con una "A". –Anthony frunció el ceño mientras observaba el papel.

–O quizás sea una declaración de amor anónimo, –comentó Samuel– ¿quién sabe?

Anthony ignoró la broma y, abrió la carta. A medida que sus ojos recorrían las palabras, su expresión cambió de la curiosidad a la alarma.

–¿Qué dice? –preguntó Mads, inclinándose hacia adelante.

Querido Anthony Crowley

Me enteré del pequeño juego que tiene con Mr. Bobary. Me divierte ver cómo él se deja llevar por su ego y su confianza con sus habilidades.

Pero permítame recordarle que hay un jugador más poderoso en el tablero, alguien que ha estado observando sus movimientos y esperando el momento perfecto para actuar.

No se distraiga con pequeños ratones en el Prado. El verdadero desafío está en mí.

Tal vez no sepas quien soy, tu debes conocerme como Mr Willow. Y pronto, nuestros caminos se cruzarán...

Prepárese para el final Mr. Crowley, el abismo espera.

Suyo.

Mr. Willow

–Es de Mr. Willow... –su voz temblaba– ¿Cómo es posible?

Samuel y Mads intercambiaron miradas, el ambiente en la habitación se tornó pesado.

–Esto no puede estar sucediendo –murmuró Anthony, su mente giraba en mil direcciones. La risa y el juego habían desaparecido, y una nueva realidad se cernía sobre ellos, amenazante y oscura.











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