Capítulo 27
¡Hola amigos!
Se que el capítulo anterior no fue lo que muchos esperaban, pero todo tiene un propósito, y un por qué.
No desesperen, habrá final... ¿feliz?
Bueno, disfruten.
El sol se asomaba entre los árboles, bañando el bosque en tonos dorados. Aziraphale avanzaba entre la maleza, mientras su mente volaba entre pensamientos, recordando a Anthony en cada paso. La brisa fría y suave acariciaba su rostro, pareciendo susurrar su nombre.
–Crowley... Si tan solo pudieras saber lo que siento. –dijo susurrando para sí mismo– No debí dejar que George decidiera por mí.
Su caminar era lento y tranquilo, escuchando el cantar de las aves, Aziraphale se detuvo la brisa fría acariciaba su rostro, al cerrar los ojos, logró escuchar una voz algo familiar a la lejanía. La curiosidad lo llevó a investigar cuál era el origen de aquellas voces. Cuando por fin encontró la fuente de la voz, se sorprendió al ver a Anthony, de pie, observando el amanecer. Aziraphale sintió un estremecimiento, como si el destino, aquel que se había burlado antes de él, ahora lo hubiera llevado hasta allí, solo para observar a su amado.
Seguía igual que siempre, su cuerpo delgado formaba una sombra hermosa acompañado de los primeros rayos del sol, haciéndolo sentir un vuelco en el alma, ese era Anthony, SU Anthony, hermoso como siempre.
–No hace falta que te escondas, –habló Anthony sin voltearse, sorprendiendo a Aziraphale– Sé que estás ahí. –Fell salió de entre los árboles, la ansiedad y esperanza empezaron a formar un huracán de emociones en su ser, todas y cada una centrándose en su pecho.
–Anthony... yo... no sabía que estabas aquí. –habló Aziraphale titubeando– te juro que yo no... –Anthony se giró lentamente, sus ojos mostraban un enrojecimiento ligero, como si acabara de llorar. Aziraphale avanzó unos pasos, empujado por la necesidad de abrazarlo contra su pecho para consolarlo y preguntar qué era lo que había pasado, cuando se encontraba lo suficientemente cerca, notó frente a él una lápida, provocando que su pecho se encogiera.
–Es la tumba de mi madre. –dijo Anthony regresando la mirada a la lápida– Mi padre no tuvo la decencia de enterrarla en el cementerio familiar. –comentó con una sonrisa ladina– algo que le agradezco. Ella nunca quiso ser parte de esa familia. –Un silencio pesado se estableció entre ellos, mientras el sol se elevaba, iluminando sus rostros. – ¿sabes? Planee un momento como este antes, quería que mamá te conociera. –Aziraphale se acercó a Anthony, quedando a su lado, guardó algo de distancia, queriendo decir algo, cuando observó como unas pequeñas lágrimas empezaron a bajar por la mejilla de Crowley– Mamá, él es Aziraphale Fell, tal vez lo llegaste a ver antes, vive justo al lado de la mansión, él es... bueno, ¿Cómo te lo puedo decir? –Anthony se acercó a la lápida, acariciando sus suaves bordes con delicadeza – es el amor de mi vida, estoy seguro que si estuvieras aquí, solo te reirías y me abrazarías, no sabes cuánto me hace falta eso. Aún recuerdo tus palabras, y te alegrara saber que no lo voy a hacer. Después de todo soy Anthony J. Crowley tu digno hijo, y como tal, nunca fallaré a mi palabra. Solo quería que lo conocieras, que sepas que tu hijo logró amar, a pesar de todo lo que pasó. –Anthony se volvió hacia Aziraphale, la intensidad de su mirada atravesaba la distancia que los había separado. – presenta tus respetos Fell, no seas mal educado, ¿Qué pensara mi madre?
–Mis disculpas, es un honor conocerla Ms. Crowley –Aziraphale se inclinó frente a la lápida saludando con caballerosidad– su hijo me ha platicado solo maravillas de usted, lo educó bien, es la persona más bondadosa y gentil que tengo el honor de conocer, además de ser muy inteligente, algo que sin dudas sé que saco de usted.
La brisa soplaba entre los árboles, llevando consigo algunas hojas caídas, la luz naranja del sol los alumbraba. Aziraphale sintió que el tiempo se detuvo mientras observaba a Anthony, deseando poder retroceder y reescribir su historia.
–No quiero que esto termine. – comentó Aziraphale con la mirada plantada en el joven a su lado, Anthony, finalmente, se volvió hacia él. – Anthony yo...
La tristeza pesaba sobre ellos como el rocío de la mañana, mientras el sol avanza en su ascenso. El bosque se teñía de un cálido resplandor. La lápida brillaba suavemente a su lado, abrazando con su luz a ambos.
–Anthony, no sé por dónde empezar...– dijo Aziraphale con voz entrecortada– Estos días han sido un tormento.
–No hace falta que hables, Aziraphale –comentó Anthony mirando al horizonte– Los silencios dicen más que las palabras. –Aziraphale se sentía abrumado, el dolor en su pecho era casi insoportable, manteniéndolo plantado en su lugar. – y tú dijiste mucho, al ocultarme lo que pasaba entre tú y... Estela.
–Yo... Lo hice sin querer. –se defendió Aziraphale titubeando– No quería que esto terminara así.
Anthony se giró lentamente, sus ojos reflejaban tristeza y decepción.
–Pero lo hiciste. –comentó Crowley calmado y firme– ¿Qué esperabas que sintiera al verte desposar a Estela? Justo después de que nosotros....
Anthony agachó la cabeza hacia su mano, donde aún descansaba el anillo, desviando la mirada para notar que, al igual que él, Aziraphale también llevaba el suyo
–No tenía otra opción. –dijo Aziraphale agachando de igual forma la cabeza– Sentía que no podía seguir arrastrándote a un mundo que nunca podría ser nuestro.
–¿Un mundo que nunca podría ser nuestro? ¿Y creías que así era más fácil para mí? –contestó Anthony sarcástico– ¿Que simplemente te dejaría ir como si nunca hubieras sido parte de mi vida? ¿Qué soportaría la idea de verte casado cuando mi alma te pertenece?
Una ráfaga de viento sacudió las hojas, como si la naturaleza también sintiera su dolor.
––Todo lo hice por ti, por tu bienestar. ––dijo Aziraphale desesperado– No quería que te arriesgaras más. Si esto avanzaba más, podría ser perjudicial para ti, la sociedad....
––¿Por mi bienestar? ––Crowley frunció el ceño–– No me mientas en la cara. Yo voy a creer todo lo que tú me digas. Tomo cada una de tus palabras como si fuera verdad. No dudo, nunca he dudado de las razones por las que querías estar conmigo. Mi amor por ti es INCONDICIONAL, lo único que te pido a cambio, es que cuando hables conmigo, cuides tus palabras. –dijo tajante–– ¿Y qué hay de lo que siento? ¿Acaso eso no importa?, ¿crees que me importa lo que la gente piense de mí?, que poco me conoces, Fell.
Aziraphale sintió una punzada de culpa, sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas.
––¡Claro que importa! –gritó implorante–– Pero a veces el amor significa dejar ir. Aunque duela, aunque te destroce.
Anthony se alejó unos pasos, luchando con sus propias emociones.
––¿Qué queda de nosotros? ––susurró Anthony – ¿Seremos solo un amor que se desvanece?
––Anthony, por favor... ––Aziraphale se empezó a acercar–– No quise que las cosas llegaran a este punto. Te necesito en mi vida, aunque sea de una manera diferente.
Anthony lo observo con intensidad, su corazón ahora se encontraba dividido entre el amor y la herida de la soledad.
––¿De verdad crees que eso es suficiente? ––cuestionó, su voz se con ironía–– ¿piensas que solo aceptaré, y seré tu sucio secreto?, demonios Fell, pensé que eras inteligente.
––No puedo cambiar el pasado, pero aún quiero que sepas que siempre estarás en mi corazón. ––habló Aziraphale con determinación–– solo tu eres dueño de él, nadie más, de eso no tengas duda. Los días contigo fueron y serán los más preciados para mí.
Anthony se quedó en silencio, la tristeza se reflejaba en su rostro. Los recuerdos de los días juntos y lo abrumaron, sin duda Aziraphale había sido y sería siempre el único en su corazón. Con un suspiro finalmente, asiento, aceptando la cruda realidad.
––Entonces, guardemos esos recuerdos... aunque duelan. ––Anthony habló en un susurro.
––¿Qué? ––Aziraphale se encontraba confundido, no quería que esto terminara–– yo no quería... es decir... no es lo que....
––Es mejor quedarnos con lo que pudo haber sido Fell, ya no hay necesidad que alguien más salga herido, ahora estas comprometido, y no es justo para Estela todo esto, desde ahora solo seremos conocidos, no me gustaría que Estela sufra más de lo que ya ha hecho, no lo merece, lo que se merece es un hombre que en verdad la ame y la respete, y más te vale, Fell, ser ese hombre ––dijo con firmeza–– no debemos estar con alguien solamente para llenar un vacío, debemos estar con alguien para que con nuestros vacíos podamos sentirnos bien. Debemos seguir adelante y para ser felices hay que eliminar dos cosas: El temor de un mal futuro y el recuerdo de un mal pasado.
Ambos se miraron mientras el sol seguía ascendiendo, iluminando su dolor compartido. Anthony se volvió hacia la lápida de su madre dejando un dulce beso, despidiéndose de su madre. Con una reverencia Anthony se despidió de Aziraphale, alejándose mientras, Aziraphale por su lado no le despegó la mirada de encima.
Anthony se alejó lentamente, a medida que se alejaba, de entre los árboles se asomó Arthur, quien lo había estado esperando. Su rostro mostraba preocupación y curiosidad.
–Arthur, –llamó Anthony con voz firme– está de más decir que no quiero que hables de esto. No hoy. –Arthur asintió, regalándole una mirada comprensiva y respetuosa.
–Lo entiendo. –dijo en un tono suave– a veces el silencio es lo mejor, ¿no señor?
Ambos comenzaron a caminar juntos por el sendero, dejando atrás el lugar. A medida que se alejaban, Arthur lanzó una mirada por encima del hombro observando a Aziraphale, quien aún se encontraba de pie junto a la lápida con la cabeza baja. La luz del sol iluminaba su figura, mientras hacia una reverencia frente a la lápida en señal de despedida.
–No mires, Arthur. –dijo Anthony deteniéndose un momento– Es mejor que lo dejemos atrás.
Arthur asintió nuevamente, pero no pudo evitar lanzar una última mirada hacia Aziraphale, quien parecía sumido en sus pensamientos. Las pisadas de Anthony y Arthur crujían sobre las hojas secas mientras se alejan, el sonido de sus pasos se mezclaba con el canto de los pájaros y el susurro del viento. La figura de Aziraphale se difuminaba a medida que se alejaban.
–Lo que sucedió hoy... –dijo Arthur mirando al frente– No es fácil, para ninguno de ustedes. ¿Está seguro que no quiere decirle de...?
–No. Hay cosas que no se pueden cambiar. –contestó Anthony con voz apagada– Solo debemos aprender a vivir con ello.
Ambos continuaron su camino, mientras la luz del amanecer se hacía más intensa, iluminando el bosque y dejando atrás el eco de un amor perdido.
Luego de aquel encuentro, las tardes de Anthony pasaron a ser monótonas, siempre tratando de no pensar en Aziraphale, algo que le resultaba difícil ya que varias cartas empezaron a llegar a la mansión, todas firmadas con una A.
No sé qué es peor: no verte en absoluto o verte, pero no poder estar contigo.
A
Ya que no puedo besarte, voy a pensarte. Ya que no puedo tocarte, voy a soñarte. Ya que no puedo ir a verte, voy a esperarte.
A
Si algún día la luna te llama por tu nombre, no te sorprendas, todas las noches le hablo de ti.
A
Las palabras de Aziraphale plasmadas en papel lograban desubicarlo, de no ser por Arthur quien lo tranquilizaba y calmaba, estaba seguro que ya habría reventado frente a George y Estela.
A pesar de lo cuidadoso que era, Aziraphale no contaba con que su prometida empezaría a notar las ausencias y faltas de visitas de parte de él a Anthony o viceversa, empezando a inquietarla, empezando a preguntarse, ¿Qué es lo que había ocurrido entre su prometido y Tony?, claro, ninguno de los dos pensó en la posibilidad de que alguien notara su distanciamiento, pero era obvio, desde su llegada, Estela siempre los había visto juntos y alegres, ahora, desde que anunció su compromiso, pareciera que se habían distanciado.
Aziraphale dejó de ir a la mansión Crowley y Anthony dejó de mencionar o preguntar por Aziraphale, la joven esperaba que se tratara de algo social o alguna cosa de negocios.
Incluso llegó a pensar que Tony tenía sentimientos por ella y este se había molestado por su compromiso, pero al ver que las cartas seguían llegando, la poca esperanza se esfumo.
Ahora ella haría su vida al lado de un hombre respetable que la quería, a su manera, y Anthony seguiría su vida, tal vez con aquella dama afortunada, todo se acomodaba para ellos y eso la hacía feliz, Tony no se quedaría solo a final de cuentas.
¿Qué hubiera sido de ella sí, en su momento, hubiera aceptado la propuesta de matrimonio Harry?, no lo sabía, pero esperaba que, en un futuro, Harry encontrara una mujer digna de él, y claro, que pudiera soportar a su madre.
Pensaba a menudo en el chico, aquel que fue el primero en brindarle su amistad y apoyo. Debido a la insistencia de su padre, Estela se vio obligada mandar una carta a sus conocidos, anunciando la maravillosa noticia, entre ellos se encontraba Harry, el joven respondió con una carta felicitándola por su compromiso, alegrando a la joven.
De repente, el sonido del galope de un caballo resonó en la distancia. Intrigando a Estela, quien guiada por la curiosidad se asomó por la puerta.
Al salir, vio a dos hombres montando a caballo deteniéndose frente a la mansión. Uno de ellos, el que parecía más joven, tenía una estatura media y complexión atlética; su cabello castaño oscuro caía desordenadamente sobre su frente, y sus ojos azules brillan con energía. Junto a él, el otro hombre, que aparentaba más edad, alto, con una presencia imponente y una sonrisa encantadora. Ambos descendieron de sus caballos al ver a Arthur acercarse.
–Buenas tardes, caballeros. –saludó con amabilidad– ¿A quién buscan?
–Buscamos a nuestro amigo, Aj. –contestó velozmente el que parecía más joven.
–Sí, hemos viajado desde lejos para verlo. –agregó el otro asintiendo.
–Aj... ¿quién es? –cuestionó Arthur frunciendo el ceño.
Justo en ese momento, Anthony apareció en la puerta.
–¿Samuel? ¿Mads? –Anthony se acercó a los caballeros quienes con una sonrisa se acercaron para abrazarlo con fuerza– ¡Qué gusto verlos!
–Ha pasado tanto tiempo, amigo. –dijo el más joven con alegría– ¡Te ves magnífico!
–Casi no te reconocí con todo este lujo. –comentó el más alto en tono de broma.
–¡Y ustedes también! –afirmó Anthony riendo– Vengan, entremos. Necesitamos ponernos al día.
Los tres hombres se dirigieron hacia el interior de la mansión, dejando a Estela en la puerta con una expresión de sorpresa y confusión.
Mientras los hombres se adentran en la mansión, Estela se quedó observando, preguntándose, quien eran esos hombres.
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