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Capítulo 19

¡Hola amigos! ¿Los asuste verdad?

Semanas sin actualizar, debieron ser difíciles.

Ahora anuncios parroquiales, la verdad es que voy a abandonar esta historia....

No es cierto, jamás la voy a abandonar, el verdadero anuncio es que el próximo capitulo será el final de la primera temporada, ojo, NO VOY A PAUSAR LA HISTORIA, solo es un anuncio para que entiendan el contexto y lo que sigue en la historia, si se han dado cuenta, la portada y los separadores cambian de acuerdo al contexto de los capítulos, gracias a los que se dieron cuenta y los que no, ahora lo saben, solo quería decirles que no desesperen, estas semanas he estado ocupada comprando útiles para la escuela y todo lo que se necesita para el regreso a clases.

Ahora sí, disfruten el capítulo, recuerden que sus comentarios me ayudan muchísimo, me gustaría agradecer a quienes me han mandado mensajito por Instagram (el link esta en mi perfil al igual que el X/Twitter de abandonaditos del cual estoy a cargo) me hacen muy feliz.

Ahora sí, disfruten.
























Anthony se encontraba en el umbral de la mansión, sus ojos fijos en el camino de entrada, su traje oscuro con chaleco a juego perfectamente ajustados, aunque la perfección de su atuendo no podía ocultar el nerviosismo que sentía. Su mente estaba ocupada en pensamientos oscuros, anticipando la llegada de George Bobary, el padre de Estela.

Estaba particularmente preocupado de que George pudiera ser impertinente, tratando de imponer su voluntad para que se casara con Estela sin considerar sus propios deseos.

Claro, le debía mucho al hombre, pero ¿casarse con su hija?, era imposible, restando el hecho de que Estela era como una hermana para él, ahora Anthony estaba con Aziraphale. El hombre pasó de ser un completo desconocido a hacerlo sentir diariamente una punzada de hambre por él, y encontrar ese deseado alimento con solo mirarle.

Estela, por su parte se encontraba al lado de Anthony, contrastaba con la seriedad de la situación. Sus ojos estaban ligeramente enrojecidos, y aunque intentaba mantener una postura erguida, sus manos se entrelazaban nerviosamente.

Su mente evocaba las palabras de Mr. Fell, las cuales resonaban en su memoria. Aquel hombre, con quien había tenido una conversación privada, sin burlas o hacer menos importantes sus sentimientos, había minorizado sus dudas. Esas palabras le causaban una inquietud adicional, pues temía que su elección podría no solo afectar su futuro, sino también las relaciones con su propio padre y sus expectativas.

A lo lejos, el sonido de ruedas acercándose interrumpió los pensamientos de ambos. La silueta del carruaje de George se dibujaba en el horizonte, y con cada vuelta de las ruedas sobre el camino, la tensión en la entrada de la mansión aumentaba. Anthony respiró hondo, tratando de calmarse y prepararse para el encuentro. Estela, se preparó para enfrentar el desafío que se avecinaba, consciente de que ese día marcaría un giro significativo en sus vidas.

El coche, tirado por un par de elegantes corceles, avanzaba lentamente hacia la entrada de la mansión. Se detuvo con un suave crujido de madera y las puertas se abrieron con un clic metálico. George Bobary, un hombre de edad no tan avanzada, con una presencia imponente, descendió con rapidez. Su traje de lino gris con su chaleco bien ajustado y de corte clásico adornado con detalles dorados y azules, resaltaba su escaso sentido de la moda, complementaba su porte. Se quitó su sombrero de copa con una sonrisa afable y se acercó a Anthony y Estela.

—¡Anthony! ¡Estela! —dijo George con una calidez inesperada en su voz—. Qué alegría verlos. Este es un lugar magnífico.

Anthony se inclinó ligeramente, tratando de ocultar su sorpresa al ver el comportamiento tan relajado de George.

—George, es un honor recibirlo en casa —dijo Anthony, intentando sonar más seguro de lo que se sentía— Espero que haya tenido un buen viaje.

—Sí, gracias, el viaje ha sido muy agradable —respondió George, extendiendo su mano para estrechar la de Anthony. A continuación, se volvió hacia Estela— Y tú, mi querida Estela, mi niña, te veo radiante como siempre.

Estela, que estaba visiblemente nerviosa, trató de devolverle la sonrisa mientras tomaba la mano de su padre.

—¡Padre! Qué bueno que hayas llegado. Espero que el viaje no haya sido demasiado largo.

—No en absoluto, querida —George se volvió hacia Anthony con una expresión de curiosidad amistosa— He escuchado que tu familia es dueña de una considerable fortuna y un prestigioso nombre, Tony. No puedo decir que no me sorprende, pero también me alegra ver que estes bien hijo.

Anthony se quedó estupefacto por la tranquilidad de George. Esperaba un enfrentamiento o al menos una evaluación crítica, pero el tono del padre de Estela era sorprendentemente relajado y aceptante.

—Sí, bueno... —balbuceó Crowley, intentando recomponerse—. He tenido suerte.

George asintió, sin una pizca de desdén en su actitud.

—Eso es excelente —dijo George— Ahora, si no les importa, me encantaría tomar una taza de té y charlar un poco más a detalle.

Los tres entraron a la mansión, a la par que Anthony llamaba a Ms. Jones, sorprendiéndose al ver que la mujer aparecía puntualmente con una bandeja de té.

—Por supuesto, Mr. Crowley —Ms. Jones se inclinó ligeramente y guio a los tres hacia la sala de estar—. ¿Les gustaría sentarse aquí?

La sala de estar estaba decorada con muebles de estilo victoriano, con tapices elegantes y una alfombra persa en el centro. George se acomodó en un sillón con una facilidad que denotaba confianza y comodidad en su entorno.

Una vez que todos se sentaron y comenzó a servirse el té, la conversación continuó de manera fluida y relajada. George, con su actitud serena, comenzó a hablar de varios temas, desde el clima hasta las últimas noticias sociales. Luego, alzando la vista sobre su taza de té, se volvió hacia Anthony y Estela.

—Estela, Tony, quiero decirles algo que quizás no esperen. He estado pensando en la vida de mi hija y en lo que realmente es importante para ella — ahí está pensó Anthony, George hizo una pausa, evaluando las reacciones de ambos— no estoy aquí para imponer mi voluntad sobre ustedes —Anthony se sorprendió, sus ojos se abrieron como platos y por cómo se encontraba Estela, ninguno de los dos se esperaba eso.— si ambos sienten que el matrimonio no es lo que desean, me parece que lo más sensato es no forzarlo. La felicidad de Estela es lo que más me preocupa, además de nuestra amistad, Tony.

—¿Estás seguro, padre? —preguntó Estela, su voz temblaba ligeramente— toda la vida has esperado que me case con Tony, me sorprende que dijeras eso.

—Estoy seguro, hija —George le sonrió con ternura— la vida es demasiado corta para no buscar la verdadera felicidad.

Anthony, sintiendo un peso menos sobre sus hombros, asintió con gratitud.

—Gracias, George. Lo aprecio mucho.

—No me agradezcas, hijo, mejor sírveme más té.

La conversación continuó ese inesperado giro había dejado a Anthony y Estela aliviados.

Al terminar el té, Anthony llamo a Arthur para acompañar al señor Bobary a su habitación. Adentro, el hombre cerró la puerta quedando a solas con su hija. George se sentó en un sillón de terciopelo, mientras Estela se había acomodado en un sillón cercano, con una expresión de sorpresa aún visible en su rostro la joven miró a su padre con curiosidad.

—Padre, no puedo evitar preguntarme —dijo Estela, tratando de ocultar su inquietud bajo una aparente calma— ¿Cómo es que, al enterarte de que Tony pertenece a una buena familia con un buen apellido, te has mostrado tan tranquilo y aceptante? Pensé que quizás tu reacción sería diferente.

George, sonrió.

—Mi querida Estela, ¿por qué habría de sorprenderme que Anthony tenga una posición destacada? —dijo George con una sonrisa afable— En este mundo el dinero y el linaje son meros detalles, lo que realmente importa es tu felicidad.

Estela, aliviada por las palabras de su padre, comenzó a relajarse, pensando que quizás George había desistido de presionarla para que se casara con Tony. La atmósfera se tornaba más tranquila, y las tensiones que se habían marcado al principio parecían desvanecerse. Sin embargo, lo que Estela no esperaba era semejante cambio en la actitud de su padre.

George dejó escapar una risa suave, una que parecía cargada de un matiz de astucia. Sus ojos brillaban con determinación.

—Hija, me alegra ver que interpretas mi tranquilidad como un signo de aceptación —dijo George, inclinándose hacia adelante con un aire de confidencia— Pero debo confesarte que, en realidad, mis intenciones no han cambiado.

Estela lo miró, sorprendida. La tranquilidad en el rostro de su padre se transformó en una expresión más calculadora.

—¿Qué quieres decir, padre? —preguntó Estela, su voz temblando ligeramente.

—Lo que quiero decir es que, aunque me alegra ver que Tony es un hombre de posición, mi verdadera intención siempre ha sido que tú y él se conozcan a fondo —explicó George— A veces, el amor no se encuentra de inmediato, pero puede crecer con el tiempo. Confío en que Tony, encuentre en ti a una compañera invaluable.

Estela se quedó en silencio, procesando las palabras de su padre. La idea de que su padre no había renunciado a su plan la hizo sentir una mezcla de alarma y resignación.

—¿Entonces estás diciendo que el matrimonio sigue siendo tu objetivo, y que solo es cuestión de tiempo para que Tony se enamore de mí? —preguntó Estela, tratando de mantener la calma.

—Exactamente —confirmó George, con una firmeza tranquila— Anthony es un hombre razonable. Estoy seguro de que, al pasar tiempo contigo y conocer tu carácter y tu espíritu, el matrimonio será una idea que él mismo propondrá.

—Padre, ¿estás diciendo que tiene planes para que Tony y yo nos casemos eventualmente? — Estela volvió a preguntar, con la esperanza que la primera vez que lo escucho, hubiera sido un error suyo.

George asintió lentamente, con su expresión serena pero inquebrantable, continuo.

—Es un proceso natural. El amor y el compromiso no siempre surge de inmediato, pero tengo fe en que lo hará. Estela, mi niña, mereces tener una vida llena de amor y felicidad, además que, si te casas con Tony, la fortuna de la familia no se perderá, y serás más rica que la misma reina de Inglaterra.

La declaración de George dejó a Estela en un estado de tensión. La idea de un matrimonio planificado y la insistencia de su padre en que Tony se enamoraría con el tiempo, plantearon un dilema complicado para la joven. La atmósfera en la habitación se volvió densa.

—Padre —Estela estaba segura de que su padre jamás renunciaría a sus insistencias y eso la alteraba, no quería agobiar a Anthony y a única forma de hacerlo sería...— Tony ya está comprometido.

—¿De qué hablas? —George miró a su hija— ¿comprometido?

—O al menos enamorado —Estela recordó las cartas celosamente resguardadas en la habitación de Tony, agachando la cabeza— padre, él verdaderamente está enamorado, se mandan cartas con regularidad y me temo que su enamorada le expresa un amor incondicional.

—Eso no quiere decir que Tony lo esté. —comentó George con tranquilidad.

—¿Acaso no me estás escuchando, padre?, Tony esta enamorado y no me sorprendería que ya esté comprometido.

—En ese caso, mi niña, tienes que ser mejor que aquella joven — George se acerco a Estela con seguridad y con una voz firme— ¿o acaso quieres decepcionarme?

Estela observó a su padre con indignación, ahora sabia que todo lo que antes había dicho frente a Anthony, solo era para calmar las aguas y despistarlo.

























En la planta baja de la mansión Crowley, Arthur entró en la habitación con una expresión de discreta alegría. En sus manos, sostenía un arreglo floral exquisitamente arreglado: una mezcla de rosas rojas y blancas, con delicados lirios y uno que otro jazmín, que realzaban el ramo. Dentro de las flores, había una pequeña nota en un sobre dorado.

—Mr. Crowley, he traído algo para usted —anunció Arthur con una sonrisa suave— Creo que le gustará.

Anthony, levantó la vista de sus papeles con una mezcla de curiosidad y cansancio se acomodó en su silla de cuero y extendió la mano hacia el ramo. La fragancia de las flores llenó el aire, y Tony tomó el sobre con una sonrisa sutil.

—Gracias, Arthur —dijo Anthony mientras abría el sobre— ¿Sabemos de quién es este regalo?

Lo sabía, sabia quién las mando, nadie más lo haría, pero quería saber si Arthur sospecharía algo. Arthur, que había estado observando atentamente, arqueó una ceja.

—No lo sé con certeza, señor. Solo recibí instrucciones de entregárselo.

Anthony retiró la nota del sobre y la leyó en silencio. Sus ojos se iluminaron mientras sus labios se curvaban en una sonrisa cálida.

La nota decía:

"Mi persona, mi hogar, mi paz, mi felicidad, mi lugar favorito. Lo eres todo y quiero que así lo seas siempre. Sí, eres tú y mi vida es contigo.

Te amo. "

Al finalizar Anthony dejó la nota sobre el escritorio, con una expresión de alegría. Arthur, curioso, volvió a hacer una pregunta.

—¿Quién la mandó, señor?

Anthony, prefiriendo mantener cierta discreción, cambió el tema de manera sutil.

—No estoy seguro, Arthur. Tal vez descubriré la identidad del remitente más tarde —Anthony miró a Arthur con una sonrisa más amplia— En otras noticias, estoy mucho más tranquilo hoy, por si tenías duda sobre eso. George... quiero decir Mr. Bobary, ha cambiado de idea respecto al matrimonio entre Estela y yo.

—¿De verdad? Eso es una noticia inesperada. ¿Cómo ha sucedido eso? —Arthur, sorprendido por el cambio en la conversación, frunció el ceño ligeramente.

—Mr. Bobary ha mostrado una actitud mucho más relajada y comprensiva —explicó Anthony, moviéndose hacia la ventana para contemplar el jardín mientras hablaba— Me ha dejado en claro que no está dispuesto a imponer un matrimonio y que no sería prudente forzar las cosas.

—Eso es un alivio, señor. Me alegra saber que la situación ha mejorado — dijo Arthur asintiendo con comprensión.

Anthony, aun sonriendo por la nota y la noticia, se volvió hacia Arthur. Le indicó que se podía ir, Arthur inclinó la cabeza en señal de respeto y se retiró discretamente del despacho, dejando a Anthony en su reflexión. La nota y el cambio en la situación con George se entrelazaban en la mente de Crowley, y él se permitió un momento de gratitud por la serenidad recién llegada a su vida.

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