Capítulo 14
Hola amigos!
¿Anuncios parroquiales?
Les cuento que por poco y nos quedamos sin continuación de esta historia. Y digo "quedamos" porque me cuento también.
Resulta que el jueves pasado, me internaron de urgencia por una reacción a un medicamento, estuve a punto de terminar entubada pero, afortunadamente salí victoriosa.
Solo quiero que sepan que cueste lo que cueste, está historia tendrá un final que espero que les guste, aunque para eso, falta mucho.
No los entretengo más, espero que lo disfruten.
Anthony y Aziraphale se encontraban sentados uno frente al otro en un banco de madera, ambos sostenían tazas de té recién preparado, sus manos casi tocándose en la mesa entre ellos. Aziraphale tenía una sonrisa suave y una mirada radiante, sus ojos brillando con una mezcla de felicidad y emoción contenida. Anthony, con gestos más relajados, pero igualmente cariñosos, lo miró con ternura, como si cada mirada confirmara lo que han compartido recientemente.
A su alrededor, el jardín estaba lleno de vida, con pájaros cantando en los árboles cercanos y mariposas revoloteando entre las flores multicolores. El quiosco les ofrecía un refugio íntimo, protegido del bullicio del mundo exterior, donde podían hablar sin reservas y compartir momentos de complicidad.
–Fell, yo... – Anthony rompió el silencio primero, su voz en apenas un susurro tenso mientras trataba de clarificar lo que recordaba de la noche anterior. – quisiera saber... bueno... ahora que sabemos... ambos, sabemos lo que sentimos... anoche, bueno, ¿tú y yo...? – Aziraphale escuchó atentamente, sintiendo el peso de la confusión a la par que aguantaba una carcajada.
– ¿Crees que pasó Crowley? – preguntó Aziraphale serio – despertaste en MI casa, recostado en MI cama, ¿eso que te hace pensar?
–Bueno, no digo que sea un problema, pero, quisiera saber si tú y yo.... Bueno, si tuvimos intimidad. –Anthony, nervioso podía sentir las gotas de sudor formándose en su frente, ahora que sabía lo que sentía por Fell, no encontraba inconveniente si en algún momento llegara a pasar lo inevitable, pero, si eso, ya paso, se avergonzaría bastante por no recordarlo.
Aziraphale dejó salir una carcajada sonora, haciendo volar algunas aves que descansaban en el techo del quiosco, Anthony lo miró con curiosidad, ¿acaso se burlaba de él?
–Disculpa, pero no podía soportarlo más – con su dedo índice limpió una lagrima que había salido por su risa– Anthony, ¿crees que abuse de ti?
– ¿Qué?, no, claro que no, tú no serias capaz de eso es solo que... bebí tanto que no recuerdo todo lo que paso, y me gustaría saber si nosotros...
–Escucha Anthony, cuando llegaste aquí, insistías en hacerme saber que tu supuesta huida, no era por mi causa, yo quise llevarte al cuarto de invitados, pero insistías en que te dijera que sabía que no era por mi culpa – Con cada frase cuidadosamente elegida, Aziraphale empezó a explicar a Crowley lo que realmente ocurrió – cuando quise llevarte por las escaleras, tomaste una botella de vino que se encontraba en mi salón y debido a que estabas bastante ebrio la tiraste sobre tu ropa, luego de eso, te desplomaste en mis brazos. Tuve que pedir ayuda, la primera habitación en la que entramos fue a la mía, te deje en mi cama, bajé a supervisar que nadie se lastimara con los vidrios de la botella y para cuando subí a ver cómo te encontrabas, tu ropa entera estaba tirada mientras que tú ya te encontrabas dormido.
El alivio se reflejó en el rostro de Anthony, mientras que Aziraphale sonrió con amabilidad.
Finalmente, un suspiro compartido rompe el último vestigio de tensión. Las manos se encuentran sobre la mesa.
–Yo... lo siento –se disculpó Anthony– por lo de anoche y por la confusión, de verdad.
–No te preocupes – contesto con amabilidad Fell – siempre puedes venir a visitarme, pero para la próxima, trae la botella completa contigo.
Ambos hombres rieron sintiendo sus dedos acariciarse mutuamente.
Después de pasar la mañana con Aziraphale, Anthony regresó rápidamente a su mansión, gracias al caballo que amablemente Fell le prestó, siendo recibido por Ms. Jones y Estela.
Agradeció a su sirviente por ayudarle con el corcel y con una sonrisa saludó a las damas frente a él.
–Mr. Crowley, le recuerdo que, aunque sea el señor de la casa, aún debe de mantenerme al tanto de sus salidas – regañó Ms. Jones – Ms. Bobary se encontraba preocupada por usted.
–Mis disculpas, pero no le debo explicación alguna a nadie, mucho menos a Ms. Bobary, no es como si hubiera un compromiso de por medio, de ser así, tenga por seguro que ella sería la primera en saber sobre mi paradero – defendió Anthony ante el comentario de su nana – y en cuanto a usted, debería concentrarse en los asuntos de la mansión, dígame, ¿En dónde se encuentra Ms. Meryton?
La anciana ante la respuesta golpeó con su bastón el piso de madera, asustando a Estela y provocando una sonrisa en Anthony.
–Me parece que Arthur tiene la información que busca, Señor. – contestó la anciana con seriedad.
–Bien, excelente, me daré una ducha, le pido que llame a Arthur y le diga que lo veré en mi despacho, con su permiso – Anthony se dispuso a subir a su habitación, de no ser por una mano que detuvo su andar.
–Tony, deberías disculparte con Ms. Jones –dijo Estela aun sosteniendo la manga de Anthony– ella solo se preocupa por ti.... Como yo.
–Escucha Estela, te agradezco que te preocupes por mi –empezó Anthony con amabilidad, sosteniendo el brazo de Estela con delicadeza, provocando que esta se ruborizara ante el tacto– pero te agradecería que no te entrometas en mis asuntos –esto desconcertó a Estela viendo cómo el rostro de amabilidad de Anthony cambiaba a uno serio– esta es mi casa, y tu una invitada, compórtate como tal, ahora, si me disculpan, Ms Jones, Ms. Bobary.
Anthony se alejó dejando a ambas mujeres desconcertadas ante la actitud del joven. Era cierto que tal forma de comportarse no era digna de él, pero, después de lo pasado con Aziraphale, Crowley se encontraba decidido a una cosa y esa era, escapar de ahí lo antes posible, terminar sus asuntos y completar su plan, y así tener la vida tranquila alejada de la sociedad, tal y como soñaba, con el ligero cambio: ahora Aziraphale se encontraba en esos planes.
Luego de su baño, Anthony entro a su despacho, encontrando a Arthur esperándolo con seriedad.
–Y bien, Arthur, dime, ¿cómo van las cosas? – empezó Anthony con alegría – dime que tienes buenas noticias.
–Mis disculpas, qué más quisiera yo que darle buenas noticias Señor, pero – Arthur se acercó a Anthony con nerviosismo, alertandolo – pero... los hombres que fueron en la búsqueda de un momento a otro desaparecieron, no hay rastro alguno de su paradero y debido a esto, no logramos saber si consiguieron información alguna. – Arthur, estaba de pie frente al escritorio, con gestos de frustración en su rostro. El aire en la habitación se había cargado de tensión, reflejando la urgencia de la situación.
La luz de la tarde se filtraba débilmente a través de las cortinas de la ventana entreabierta, proyectando rayas de luz sobre el suelo de madera pulida. Sobre el escritorio, Arthur dejó las cartas de los hombres que desaparecieron, en donde especificaban a quien avisar en caso de que pasara algo. Anthony tomo las cartas apretándolas con fuerza, ¿Cómo es posible que después de tener el mejor despertar de su vida, ahora estuviera pasando esto?
–Manda dinero a las personas cuyos nombres estén en cada carta, no quiero que familias inocentes sufran por mi culpa –Arthur asintió con tristeza ante las ordenes de Crowley, dejando salir una lágrima –no demuestres debilidad Arthur, tus amigos no desaparecieron en vano .–con gestos medidos y una voz profunda, Anthony empieza a cuestionarse el porqué de lo sucedido, esa era una investigación privada, entre Arthur y él, estaba seguro que nadie aparte de ellos sabía al respecto, se cuestionaba los informes contradictorios y la falta de avances significativos su búsqueda.– un momento, Arthur, ¿cómo contactaste a tus amigos? –Expresó con curiosidad y preocupación.
–-Mandé cartas anónimas – aseguró el joven– por las implicaciones de seguridad y discreción, utilice un método que aprendí en las calles, solo yo y el que recibió la carta sabia quién las mando, además de la necesidad de actuar con rapidez antes de que el hombre que busca pudiera hacer algún movimiento. La última vez que me comunique con los hombres que partieron, comentaron que estaban cerca de Pays de Caux. – confirmó sacando las cartas recibidas, defendiendo los esfuerzos del equipo y destacando los avances recientes en la inteligencia recopilada. Sus palabras reflejaban tanto la presión de la responsabilidad como el compromiso con Anthony.
Anthony miro a Arthur con duda, repasando en su cabeza todos los acontecimientos que se habían presentado estas últimas semanas. Las cartas mandadas en su nombre, el que la mayoría (si no es que toda la servidumbre) supiera sobre el remitente de algunas, todo cobraba sentido, a pequeña escala, pero lo hacía.
–Arthur, necesito que verifiques quién tiene acceso a las cartas que entran y salen de la mansión –ordenó Anthony con autoridad– quiero todos los nombres de quien toca esos sobres, sea quien sea, haz una lista, estoy seguro que entre ellos se encuentra una rata.
– ¿Rata?, usted... ¿cree que exista un espía en la mansión? – la última pregunta Arthur la pronuncio en un susurro casi inaudible, si Anthony se encontraba en lo correcto, su padre tenia mas secretos de los que creía, y eso, lo empezaba a afectar a él – pero...
–Arthur –llamó Anthony con serenidad– no puedes confiar en nadie, mantén esto lo mas discreto posible, ni Ms. Jones o Taylor deben enterarse de lo que estamos haciendo, si mis sospechas son correctas... puede que el supuesto espía ya estuviera aquí, inclusive trabajando para el Señor Crowley.
Acordando mantener informado a su jefe, Arthur salió del despacho con pasos silenciosos. Crowley se dejó caer en su silla, tenso, pero determinado. La habitación quedó sumida en el silencio una vez más, solo interrumpido por el tic-tac del reloj en la pared, marcando el paso implacable del tiempo.
El hombre se encontraba sumido en sus pensamientos, sosteniendo en sus manos lo que parecía un cuadro con una pintura desgastada. Con delicadeza pasó sus dedos por el borde de aquel cuadro, su mirada fría solo era un indicio de su enojo y frustración. Sentado en un sillón, observaba con atención el movimiento de las copas de los árboles, que, a pesar de la fuerza del viento, no cedían ante él.
–Entonces – habló aquel hombre con su voz gruesa y áspera– ¿Qué paso?
–Nos encargamos de los hombres que Mr. Crowley envió en su búsqueda – confirmo el sirviente con seguridad – los interceptamos antes de su llegada a Pays de Caux.
–Anthony Crowley – sonrió aquel hombre con malicia– te estas metiendo en juegos que no puedes sostener. – El hombre se puso de pie lentamente, con los puños apretados y los ojos entrecerrados. Una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro mientras la realidad de la situación se asentaba en su mente. – Ha llegado el momento –- murmuró para sí mismo con voz grave. – es hora de que Anthony y su estúpida familia me den lo que por derecho es mío. Alista todo.
–Como ordene, Mr. Willow
La tensión en el aire era palpable, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse.
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