Capítulo 4
Mientras me dirigía a la salida de la escuela, me encontré a Carlos hablando con Momo. A decir verdad ellos se veían tan tiernos juntos; hasta que me acerqué a ellos, provocando un momento sumamente incómodo.
—Entonces... ¿No tienes nada que hacer hoy? —Preguntó Carlos a Momo sumamente incómodo.
—No, para nada —Respondió Momo.
—Ya veo, ¿Te gustaría ir por un helado? —Preguntó Carlos totalmente sonrojado.
—Me encantaría —Dijo Momo tratando de ocultar su sonrojo.
—Nos vemos en la casa, Carlos —Me despedí de él.
—Nos vemos luego, deséame suerte —Sonrío mi mejor amigo, alejándose levemente de ella-.
—Te deseo toda la suerte —Chocamos nuestras manos en el acto.
—¡Nos vemos mañana, ____! —Gritó mientras se alejaban.
—¡Hasta mañana! —Grité de igual modo.
Miraba directamente hacia el suelo, no me sentía bien por así decirlo, aquellas palabras que me dijo Nayeon me habían afectado. Era común que todos los días ella me molestara; pero no era nada comparado con ese día.
—¡Espérame, ____! —Gritó Sana a lo lejos.
Sana se acercó a mí, abrazándome de una manera muy cariñosa.
—¿Qué tienes? —Pregunté confundido.
—¿Puedo acompañarte hasta tu casa? —Preguntó de forma tierna, volviéndome a abrazar.
—Me parece bien, ¡Vamos! —Le sonreí de vuelta.
A la vez que caminábamos por la cera de la calle, Sana tomó mi mano de una manera romántica. Al principio me asusté, ya que ninguna chica me había hecho ese gesto, pero tras acostumbrarme a su piel lo dejé pasar.
Ni tan pronto ni tan tarde ya habíamos llegado a mi casa. Sana me miraba a cada momento, a tal grado de ponerme incómodo a la vez que sonrojado.
—¿Qué tanto me miras? —Cuestioné, sonrojándome poco a poco.
—Estoy viendo tus hermosos ojos, ____ —Contestó Sana viéndome fijamente.
—Mejor entremos, ya tengo hambre —Exclamé separándome de Sana, prosiguiendo a sacar las llaves para entrar.
Entré muy rápido debido a que el hambre que tenía era mucha; además de que tenía un poco de miedo el hecho de que Sana me seguía viendo de una forma extraña.
Pero todo eso se acabó en unos minutos...
Sana se acercó a mí atrevidamente, abrazándome fuertemente.
—¿Qu-Qué haces? —Dije con confusión.
—Te amo ____, siempre me has gustado —Mencionó mientras se acercaba a mis labios, esta vez besándolos.
El beso era muy tierno, era mi primer beso...
Ese beso se empezó a tonar algo apasionado, por mi parte no hacía nada, simplemente Sana me besaba apasionadamente.
Nos separamos debido a la falta de aire, Sana y yo estábamos sumamente sonrojados.
—Te amo demasiado ____... —Exclamó Sana, apretando mis mejillas mientras hablaba.
—Sana, y-yo...
—Desde el primer día en que te vi me enamoré completamente de ti, —Confesó.
—S-Sana... ¿Quieres comer algo? —Pregunté segundos después intentando separarme de ella.
—Quiero comerte a ti... —Habló con una mirada pícara.
—No quiero ser comido, aun soy muy joven —Dije muy espantado.
—Es una metáfora —Carcajeó.
—Espera, te prepararé algo —Exclamé entrando a la cocina.
El timbre de mi casa sonó, por lo que salí de la cocina hacia la puerta.
Al abrirla me encontré con Mina...
—H-Hola Minari... —Sonreí para luego hacer una reverencia.
—Hola, ____ —Hizo una reverencia de igual manera.
—¿Cómo supiste en donde vivo? —Pregunté intrigado.
—Los seguí, pensaba que se dirigían al parque —Explicó para luego saludar a Sana.
—Pensé que sería más tarde, por eso vine a mi casa —Expliqué—. Pero me encontré a Sana en el camino —Agregué.
—¿Ósea que más tarde iremos al parque? —Preguntó Mina entusiasmada.
—Así es —Afirmé sonriendo de oreja a oreja—. Y bien, ¿Quieres comer algo? —Le pregunté.
—¡Me encantaría!, muchas gracias —Agradeció, procediendo a ingresar a mi humilde morada.
Pasaron varios minutos, minutos en los cuales me encontraba cocinando unos deliciosos pastelillos con ayuda de Sana y Mina, quienes al preguntarle si querían ayudarme no se negaron en lo absoluto.
—¡Nos quedaron muy ricos! —Expresó Mina con deleite en su paladar.
—Ni que lo digas —Recalqué a sus palabras.
—No me gusta admitirlo pero... ¡Yo soy la mejor repostera de todo el mundo! —Se alagó a sí misma, riéndose segundos después.
—Creo que tienes razón —La elogié, observando su sonrojo segundos después.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro