Capitulo III.
CESARE VALESKA.
Aquel día, luego de haber desayunado con Mera, debíamos ir apagar la primera cuota de la colegiatura universitaria, finalmente con la cantidad de seguidores obtenidos en Only Fans, pude cubrir todo el mes, Mera, por su parte ya tenías el dinero por sus padres, a pesar que ella no los quiere por andar metidos como narcos, una vez más lo habíamos hecho esa mañana, luego, ella se duchó y se fue sola, lo cual tampoco iba a insistir que me esperará.
Posiblemente quería asimilar todo lo ocurrido y no es que yo no debiera, solo que tampoco le daba tantas vueltas, había atracción física, pasa cuando tienes a alguien prácticamente en ropa interior frente tuyo y sobre todo si gustas de el, estaba claro que Mara gustaba de mí, solo que jamás me lo había ducho.
Una vez en Columbia, detrás de la caja de paga se encontraba atendiendo un chico muy apuesto, pues sí, no les dije, pero soy bisexual, y andar con chicos y chicas no me es ningún conflicto.
—Buenas, ¿Cuánto es la cuota?—pregunté sacando la billetera del bolsillo.
—Son diez mil.—dijo el chico mordiendo su labio.
—Tranquilo, en Argentina todo es caro.—dije a media sonrisa.
—Pues sí la verdad.—asintió moviendo la cabeza.
—Gabriel, ¿Verdad?—inquirí en duda.
—¿Y como sabes eso?—respondió interrogante.
—Pues llevas tu nombre en ese ping.—formulé mientras se lo señalaba.
—Aún no me acostumbro.—formuló sonriente.
—Disculpa mis malos modales, me llamo...—hablé sin terminar.
—Eres Cesare Valeska.—completó Gabriel volviendo a hablar.—Lo muestra la computadora, por los datos de inscripción.
—Ahora veo que no soy el único que sabe cosas.—dije riendo.
—Hay cosas que se notan.—añadió Gabriel pícaramente.
—¿Cómo cuales...?—formulé acercándome hasta sus labios.
—Como que te gusto.—dijo casi en un susurro.
—Pues te equivocas.—dije alejándome mientras mordía mi labio inferior.—Yo te gusto a ti.— finalmente pronuncié alejándome del mostrador.
Pero aún no tenia ganas de irme del establecimiento, por lo que me dispuse a ir hacia la cafetería donde pedí un capuchino que no contaba más de cincuenta pesos argentinos, mientras pasaba el rato en redes sociales, ingresé a ver mí Only fans que al parecer seguía creciendo cada vez más. Pero de pronto, Gabriel apareció sentándose enfrente de mi mesa...
—¿Tú que haces aquí?—pregunté sonriendo maliciosamente.
—Es obvio, ¿No?, pues no me gustas, me encantas—dijo Gabriel, mientras bebía un sorbo de su café.—Y además mi hora de atención para las inscripciones, terminó.—habló con su voz toda seductora.
—Así parece, pero debo admitir que también me gustas.—comenté con media sonrisa.
—Me excita oír eso.—respondió Gabriel pasando su lengua por sus labios.
—Sí quieres podemos ir a un lugar más cómodo y platicar allí.—pronuncié lleno de pensamientos impuros.
—Podemos ir a mi casa, la mansión Stone está prácticamente vacía porque mis padres viven de viaje.—inquirió Gabriel.
—Pues sí así lo quieres...—respondí asintiendo al camino lujurioso que llevaría el encuentro.
Una vez de terminar nuestros cafés nos pusimos en camino hacia su casa, que valga la redundancia, era la mansión Stone, el había ido a la universidad en un coche que sus padres le habían regalado hacía un año, o eso me comentó al respecto.
Llegados a destino, no tardamos en cruzar el umbral de la puerta que Gabriel y yo, ardíamos en llamas pegados a nuestros labios, el calor que hacia no era solo por nuestra ganas de follar, sino por la temperatura del verano, lo que hizo del momento aún más caliente de lo común.
Comenzamos a desvestirnos sin siquiera llegar a la habitación del chico, lo que algo me decía que haríamos el amor en su enorme living, era imposible poder despegar nuestros labios, sus delicados y finos labios, ese sabor fresa que llevaba consigo por masticar golosinas, esa alucinante.
Nuestras manos recorriendo todo nuestros cuerpos, besar el cuello de Gabriel y hacer que lanzará un pequeño jadeo hizo que subiera al máximo las ganas de comernos uno al otro, el ritmo de la justicia divina como cual melodía musical hacia que entre nosotros hubiera una especie de sincronía.
Ambos tumbados sobre uno de los sofás del living semi desnudos, rozando nuestros miembros con delicados movimientos, mientras los labios de ambos se fundían en saliva y pasión. Cuando finalmente nos quitamos la ropa interior, fui bajando lentamente por su abdomen, lamiendo y besando los miles de lunares que el chico tenia en su piel.
Llegue hasta donde estaba su miembro, lo tomé entre mis manos y comencé a succionarlo, mientras Gabriel hacia esos gentes de placer y a la vez de rareza que causa la secuencia, lo hice por varios minutos dejando su miembro absolutamente lubricado.
Luego, volví a subir hasta sus labios mientras besaba su boca, con la otra mano sujetaba fuertemente su cuello, esa sensación de ahorcamiento era sumamente placentera, pero después fue el quién tomó las riendas del asunto, dejándome tumbado en la cama mientras ahora el era quién degustaba mí pene.
Sentía un gran extasis, algo diferente a las veces que alguien lo había hecho, una sensación de placer muy distinto, divertido, esa sensación que hace sentir miedo, esa especie de resequedad en la garganta cuando piensas y dices, esta persona podría ser mi complemento perfecto.
Cuando lubricó mi pene y se subió encima puedo jurar que maldecía hacia mis adentros, el maldito se movía jodidamente perfecto, el era perfecto, su cuerpo, su cabello, sus pómulos enrojecidos por el calor del sexo, que no parecía solo sexo, sino que por primera vez puedo decir que estaba haciendo el amor.
Permanecía encima mío por un buen tiempo, pero luego cambiamos de posición, fui encima de el, lo cual le dio algo de timidez, que lo viera fuertemente a su mirada tan trasparente que uno podría ver el alma. Sentía una especie de comodidad con Gabriel, como si nos conociéramos desde siempre.
Una vez dentro de el, no pude retener el gemido de placer que me ocasionaba verlo sentir toda la excitación de la penetración, Gabriel, mientras se lo hacía, tomó su miembro en sus manos para realizarse la masturbación que haría eyaculará como nunca lo había hecho antes con algún chico.
Tan solo verlo hacer aquello, no fui capaz de resistir ni un momento más en el coito, sentí como una explosión de sensaciones invadieron mi cuerpo, mi pene había expulsado todo su semen dentro del recto del chico que se había puesto todo ruborizado' por el placer que le causaba aquello.
—Me gustas mucho, no puedo evitarlo y esto lo demuestra.—dije en su oído para darle más confianza.
—Ni siquiera nos conocemos, pero me encantas.—asintió con la respiración aún entre cortada por el acto sexual.
Desde aquel momento todo cambió en mí vida, pero seguirían ocurriendo sucesos, aquel atardecer se había convertido en una noche fugaz junto a Gabriel, aunque ese día no había sido el único que la habría pasado bien con alguien.
CONTINUARÁ...
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