En un pequeño escritorio de madera, iluminado por una lámpara de petróleo, se encuentra El Escritor, su pluma se mueve ágil entre la blanca hoja de papel, creando líneas que al unirse, forjan la historia jamás contada de un grupo de gatos desconocidos, pero que están destinados a volverse familia.

Afuera, la lluvia que inició con unas pocas gotas de agua como un gato que ronronea, se torna más agresiva, cada vez son más intensos los rugidos del cielo acompañados por luminosos zarpazos que rasgan las nubes, lastimándolas para que la tormenta sea más intensa.

De pronto un maullido se escucha en la ventana, una pequeña gata golpetea y rasguña el vidrio insistente, al notar la presencia, El Escritor, se apresura a abrir para dejarla entrar.

Una vez dentro el felino se sacude y mientras se lame la pata derecha pregunta —¿Puedo hacerte unas preguntas?

Sin extrañarse del evento, ya que no es la primera vez que uno de sus personajes se presenta de tal modo, el humano asiente con la mirada.

—¿Por qué yo y no un humano?

—Bueno, hay tantas historias de humanos siendo héroes que ya es aburrido, por otro lado ustedes los animales a veces necesitan que alguien los escuche y conozca sus aventuras.

La gata queda un instante pensativa y continúa el interrogatorio —¿y sobre mi nombre que me puedes decir? Setenta y Tres, no parece algo muy natural.

El Escritor ríe un poco y contesta —Todos necesitamos un nombre y este debe ser el que nos defina, Setenta y Tres no solo no es un nombre común, además es un número muy especial, digamos que es único en su especie y varias veces de la suerte, así como tú lo eres.

—Entonces, soy muy especial —agrega en voz baja la gata.

—Así es amiguita y por eso tengo un regalo único para tu futuro, solo debes ser paciente.

—Gracias, ahora ¿mamá pronto me encontrará?

El Escritor guarda silencio y baja la cabeza a modo de disculpa.

—¡Oh! Entiendo —se contesta a sí misma la gata en tono triste.

—Pero, podrás verla de nuevo —consuela el escritor a la pequeña —te prometo que cada vez que cierres los ojos cansada por tus aventuras, cuando necesites un consejo que determinará tu vida o que la prueba a superar parezca imposible, estará a tu lado ya sea para estar orgullosa, darte ánimos o consejos. Solo necesitarás pensar en ella desde el fondo de tu corazón.

Las palabras del humano dan consuelo al alma de la cachorra y sonríe.

—Por último ¿Puedo? — pregunta mientras señala con su pata el regazo del hombre.

—Claro, tu camino fue largo solo para verme, así que es lo menos que puedo hacer.

La gata de un salto se posa en las piernas del humano y se enrosca para disponerse a dormir.

El Escritor continúa su labor, traza las letras que forman el final de la primer aventura de su protagonista mientras es inspirado por el dulce ronroneo.