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Cuarenta y ocho

Y quiero, quiero, quiero
Imaginar que te quedas en pleno enero
[...]
Sé mirarte y desnudarte el cuerpo entero
Ya no puedo distinguir
Si te mentís a vos o me mentís a mí
(Martes - Feli Colina)

La cabeza de Alba no era un mar de dudas, era un quilombo. Dudas, emociones, reproches, culpas... Todo pujaba por salir en forma verbal. Odiaba a Paulo por abandonarla, y se odiaba a sí misma por cobarde, por especulativa. Por haber tardado tantos años en darse cuenta de lo obvio, por haber sido tan ciega y sorda cuando todos a su alrededor afirmaban lo evidente.

Que estaba enamorada de Paulo desde aquella primera semana de amistad.

Su inconsciente se lo advirtió en el sueño, fue determinante al colocar la cuenta regresiva en su mundo onírico. Y si las cinco lunas eran una señal, ¿también lo serían todos aquellos detalles que había encontrado en internet? ¿Qué hacer con todo eso que sentía? ¿Y si era cierto aquello que le dijo en su sueño? Quizás las cosas se habían complicado con Érica y por eso se marchaba.

—Pau... No me mientas, decime la verdad. ¿Por qué te vas? ¿Tanto necesitás la plata para irte de un lugar en donde todos te adoramos? ¿Tuviste algún problema acá? ¿Con Érica?

Paulo enmudeció y quitó la vista de los ojos de Alba, no tenía las agallas para confesarle su sentir. Si le decía que se marchaba para olvidarla, la chica se iba a sentir culpable, y era lo último que quería. No era su culpa que él se hubiera enamorado como un chorlito de una mujer comprometida. No tuvo más salida que mentir.

—No. Érica no tiene nada que ver en esto, de hecho, ya dimos por terminada la relación rara que teníamos. No se tomó muy bien mi partida, pero lo entendió. Me voy porque quiero un cambio, no quiero morirme en esta portería. Además, allá me ofrecen un departamento más amplio, creo que es la señal que necesito para empezar a formar una familia.

El corazón de Alba se subió a su garganta, y el alma le bajó a los pies. Paulo no lo decía abiertamente, pero en palabras vagas acababa de decirle que se cansó de esperar por ella. Era lógico, ¿por cuánto tiempo un hombre es capaz de soportar una amistad?

Ella lo había puesto a prueba sin querer. Y la prueba se le fue de las manos.

Ahora la gran pregunta era si debía confesarle lo que sentía, o liberarlo de una vez para que alcanzara la felicidad que merecía. Alba sabía que Raúl no iba a quedarse tranquilo si ella lo abandonaba, pero una cosa era tenerlo a un par de cuadras, y otra muy distinta era tenerlo a unos kilómetros, aunque fueran pocos. También contaba con que, si Raúl armaba una escena en el edificio, los habitantes del consorcio se pondrían de parte de Paulo, ¿pero en el nuevo edificio? De seguro lo despedirían con causa si armaban una escena. No podía poner en riesgo su nuevo empleo, así que optó por tragarse lo que sentía. Como castigo por haber sido tan ciega y tan cobarde todos esos años.

—Veo que ya no hay vuelta atrás —soltó en un susurro inconsciente.

—Y... No —respondió pasando por alto el verdadero significado de las palabras que había suspirado Alba—. Ya firmé el contrato y le mandé el telegrama de renuncia a la administración de este edificio. El sábado me toca embalar lo que me voy a llevar, y ya contraté un flete chico para llevarme todo el domingo a la mañana. Calculo que Luis se mudará acá durante la semana que viene, me pidió que le dé una mano, pero todavía no sé cómo son mis nuevos tiempos. ¿Sabés que allá también tengo que trabajar de recepcionista? Pensándolo bien, voy a ser más un sereno que otra cosa.

—¿Por? Al final vas a trabajar más que acá —se quejó con gracia.

—No, corazón —Paulo contuvo una risa—. Son tareas distintas. Este edificio es más residencial, más de barrio. Allá es distinto, la planta baja tiene diez oficinas, en un par de semanas van a empezar a funcionar consultorios particulares, estudios contables, jurídicos... La idea de la administración es que todas esas oficinas convivan con el hospital de enfrente. O con el cementerio... —Intercambiaron una mirada cómplice con una pícara sonrisa, y soltaron una risa muda—. En fin, la cuestión es que, a diferencia de este consorcio, no voy a limpiar yo, de eso se encargará una empresa de limpieza.

—Sigo sin entender por qué te vas. Me dijiste que buscaban un encargado con experiencia... Pero vos no haces esas cosas acá, ¿o ya tenías experiencia de otro trabajo?

—No... En realidad, un poco sí voy a tener que limpiar, pero es más que nada repasar. Lustrar, mantener la limpieza que va a hacer esa empresa... Básicamente ellos van a estar a mis órdenes. De resto, es el mismo trabajo que hago acá. Estar disponible siempre para los vecinos, emergencias...

—Cargarte a una inquilina joven —completó Alba con una mezcla de malicia y dolor.

—Eso no. Nunca más —aseveró Paulo decidido, también omitiendo las intenciones de Alba—. No sabés qué difícil que fue terminar la relación con Érica. Al final tenía razón cuando decía que donde se come no se caga. No la cagué, pero sí se me hizo cuesta arriba despedirme. Creo que, en el fondo, muy en el fondo, la quise a Érica. Mucho más de lo que pensaba.

Alba cerró los ojos para procesar las palabras de Paulo, sabía que esa podía haber sido ella. Volvió a maldecirse por ser tan cobarde, y por fomentarlo a tener algo con la mujer. No podía dejar de pensar que, de haber sido más egoísta a la hora de alcanzar su felicidad, hubiera sido ella la que navegaba cada noche por las sábanas de Paulo, y quizás la situación en ese momento sería totalmente distinta. Paulo no se despediría, o ambos dejarían Balvanera para mudarse a un departamento en donde podrían formar una familia. Esa familia que Paulo quería tener, y que le había mencionado varias veces.

Por eso y mucho más, decidió que lo más sano era callar sus nuevos sentimientos, no podía ser egoísta en ese momento. Confesarle a Paulo cuánto lo amaba podía acabar muy bien, o muy mal. Y no estaba dispuesta a probar suerte en un juego de azar en donde podía ganar una nueva vida, o perder todo el camino recorrido con el único hombre que la hizo estremecerse como ninguno lo había logrado, y sin tocarle un solo pelo.

—¿No vas a decirme nada? —Paulo la incitó a hablar mientras la observaba de costado.

—¿Y qué querés que te diga?

—No sé... ¡Algo! Creí que si Érica se había puesto histérica, siendo que no somos nada, vos te lo ibas a tomar peor. Que me ibas a recriminar, a rogar para que me quedara... ¡No sé! Algo —repitió, cambiando el énfasis de las palabras.

—Creo que es al contrario. Con ella tenían una relación, sin etiquetas, pero la tenían al fin. ¿Conmigo qué tenés además de una amistad? Yo soy la que menos tiene derecho de reclamarte nada, mucho menos pedirte que te quedes.

—No voy a mentirte. Me parte en dos escucharte hablar así, con esa frialdad... Lo esperaba de Érica, pero...

—¡Y a mí me parte en dos que te vayas! —gritó finalmente mientras dejaba escapar el llanto contenido—. Sos una parte de mi vida, por vos volví a sonreír, vos me abriste los ojos con respecto a Raúl. Todavía no sé cómo voy a hacer el lunes para abrir y no tenerte conmigo dando vueltas por la cocina. Pero ya está, no hay vuelta atrás.

—Sí que hay vuelta atrás. —Paulo se acercó a Alba y tomó su rostro con las dos manos, mientras clavaba su vista en los ojos hinchados de ella—. Alba, pedime que me quede, y me quedo. Anulo el contrato nuevo y el telegrama.

Alba dejó caer de golpe una cantidad generosa de lágrimas, mientras se perdía en cada detalle del rostro de Paulo. Ese era el momento, el instante preciso que tenía para confesarle cuánto lo amaba.

Pero fue cobarde una vez más.

—No. Voy a estar bien. Este es tu momento, y yo voy a estar ahí para vos cuando lo necesites. Nos tenemos a pesar de la distancia. Amigos por siempre, ¿no era así?

Paulo soltó el rostro de Alba con abatimiento. No tenía sentido quedarse en esas condiciones, ya no podía soportar la resignación de tenerla como amiga. En realidad, ni él ni ella lo soportaban, el problema era que ninguno estaba dispuesto a gritar su sentir. Y mientras ambos siguieran abnegados a lo inevitable, uno de los dos tenía que ceder. Y el primero en hacerlo fue Paulo.

Por eso se iba, ya no tenía dudas. En su lugar, tenía dolor.


Les juro que la canción de Feli Colina encajó PERFECTO en este capítulo sin escribir una sola línea en base a la canción. Desde la letra, el martes... ¡Todo! Más perfecta imposible.

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