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II - REALIDAD (Parte 1)

EL AMBIENTE En el aula era tenso. El banco ubicado exactamente en el centro estaba vacío, el de Leo. Y Niel, a pesar de estar escuchando música, no paraba de dar pequeños vistasos a Diana, con su enorme trenza que le llegaba hasta casi los muslos. Estaba molesto, desde el día que aquella se había enterado de la desaparición de Azul no había parado de buscarla. Fue, practicamente, a cada lugar habido y por haber que ella conocía que su amiga solía vagar. ¿La teoría principal? Trata de mujeres.

Azul siempre fue una de esas niñas que se la pasaban en la calle "desprotegidas", vagando sin un rumbo fijo. No era su culpa, claro está, en realidad era el resultado de una madre afligida por el aprisionamiento de un padre golpeador. Lo cual era bastante extraño, ya que por fin podría tener la libertad de hacer lo que quisiera sin pensar si los dedos de su marido quedarían marcardos de nuevo en su piel o sus oídos aturdidos de tanto soportar los gritos y su propio llanto. Sea como fuese, su hija yacía abandonada la mayor parte del día, y no encontró mejor acogida que la casa de uno de sus amigos de la infancia, Nathaniel, con una familia completa, pero no menos disfuncional. Allí se pasaban los dos pre-adolescentes jugando e imaginando un futuro ideal. Hasta que en un despliegue de los eventos, un día se encontraron recostados en el suelo besándose.

Los años pasaron, y los dos se volvieron una pareja estable, y más aún, inseparable. Gracias al innovador sistema educativo habían ingresado al colegio general del sector patagonico Norte, ubicado en la provincia de Chubut, por lo que pasaban la mayoría del día juntos. Excepto, cuando ella se juntaba con Diana, quien con su vasta fortuna, le ofrecía muchas más comodidades de las que Nathaniel podría. Ahí radicaban sus celos.

—Muy bien, como repaso general para la prueba de historia contemporánea. ¿En que año fue la última guerra civil estadounidense? —consultó el profesor. Ya llevaban veinte minutos de clases.

—Dos mil veinte —susurró el pelinegro, quien no estaba escuchando sonido, pero tenía la opción de subtitulos en sus lentillas y podía ver todo lo que el profesor decía en la parte inferior de su visión.

—En el año dos mil veinte profe, y duró un total de dos años hasta que finalmente pudieron derrocar el gobierno de Donald Trump.

—¡Muy bien Diana! No quiero decir que eres mi alumna favorita, pero en parte lo eres —el profesor, ya calvo y anciano, sonrió y un par de alumnos rieron. Era común que le dijese eso a todo alumno que respondiese sus preguntas.

—Que irritante —pensó Niel y con un leve toque por debajo de su sien apagó el reproductor de música. Estaba en el fondo del aula y aún así podía sentir ese olor tan floral de su perfume.

—¿Y la pandemia que erradicó un quinto de la población mundial?

—En el treinta y tres, pobres diablos —como un relámpago el muchacho respondió, mirando fijamente a su competencia.

—Eso... eso es correcto Nathaniel. Me agrada que partícipes en clase, siempre has tenido notas perfectas —el docente tenía presente que estaba tocando un asunto complicado. Para La Junta Directiva, el caso del joven era complejo puesto que podría causarles algún problema legal si se sobrepasaban, y era necesario, evitarlo a toda costa. Es por eso que nunca, en ninguna clase, se le llamaba la atención por utilizar sus dispositivos. Tenía tarjeta libre de hacer lo que quisiese. Era ignorado.

—¿Pobres diablos? ¿Tienes acaso idea de cuanta gente sufrió por las perdidas? Fue un momento horrible de nuestra historia y tenés que tener un poco más de respeto —exclamó Diana luego de darse media vuelta en su silla, ella no le tenía lástima ni menos pensaba pasar por alto el hecho de que insultase a todos.

—La población mundial bajó, especialmente ancianos y niños, le hizo un favor a países como China. Y la mayor parte de... —el olor a jazmín le invadió la garganta abruptamente, como si estuviera tragando grandes cantidades de escencia. Desistió de dar su opinión, se estaba ahogando.

—Sí, va a ser mejor que te quedes callado, porque estabas a punto de decir una idiotez.

—¡Diana! El tono de voz —el intermediario obviamente iba a aprehenderla a ella, quien no tenía ninguna condición especial. La muchacha revoleó sus ojos y volvió a su posición normal, no tenía ganas de mirarlo—. Continuemos con la clase. Evitemos hablar sobre asuntos delicados por unos minutos. Repasemos los contextos históricos de las reformas estatales de los últimos diez años.

En la enfermería del mismo piso, se encontraban Leo y el director manteniendo una conversación mientras la enfermera preparaba una sustancia inyectable en una jeringa. El mazacote, por su parte, sostenía una cervilleta debajo de su nariz. Unos minutos atrás, le habían colocado su nariz en la posición correcta y habían logrado parar el sangrado.

—Yo no entiendo. ¿Me podes explicar de nuevo como fue que te hiciste eso?

—Ya le dije director Príncipal, no tengo idea. Sólo me caí del banco y la tenía así.

—¿A vos te hicieron algo? Si es así podes decirme, te juro que va a ser castigado y nunca más va a poder tocarte.

—Le dije que no sé.

—Mirá, no quería recordartelo, pero me obligás. Mañana tenés un juego muy importante y te necesito concentrado. ¿Entendés? Si alguien te hace algo podemos solucionarlo, pero necesito esa cabecita concentrada en el equipo. Solo eso.

Leo odiaba que lo trataran de esa manera. Parece que para todas las personas a su alrededor la única forma que encontraban de comunicarse con él era a través de gritos y órdenes. Era tonto, o eso era lo que le habían hecho creer, pero no por eso significaba que lo hicieran esforzarse tanto en aquel deporte. Cuando escuchó lo último que le dijo el director y confidente principal del entrenador, lo único que pudo atinar a hacer fue subir la mirada por un segundo y encontrarse con las pupilas afiladas de un hombre codicioso. Como todos en su familia, como su entrenador, como la mayoría de sus amigos. Veían dos cosas en el; éxito como deportista o rotundo fracaso, y si el caso era el primero, era obvio que esperarían obtener su parte.

—¿Porque me mirás así? ¿Querés que llame a tus padres? —se detuvo, estaba ingresando en el terreno de las amenazas y no se detendría allí—. Decime quien fue o los llamo.

—Disculpen por interrumpir, el suero ya está listo —la enfermera sujetaba el catéter con firmeza.

—Lo siento, puede proceder —sostuvo el director y se apartó de camino.

La mujer, de unos cincuenta años, y aproximadamente el doble de su edad en peso se aproximó al joven y le inyectó el suero a un costado de su nariz. Al instante, comenzó a hacer efecto; la piel se recompuso, las venas se cerraron y el tabique se desinchó. Ese suero había sido producto de una laboriosa y ardua búsqueda por salvar las vidas de los sobrevivientes a la pandemia. Quienes si bien habían tenido suerte de sobrevivir, su condición era deplorable. ¿El resultado? Además de curarlos, total libertad a la medicina genética y una inversión de fondos bestial.

El frustrado deportista pensó algo. Sabía que si no decía un nombre pronto, Príncipal no dejaría de molestarlo. Tenía que culpar a alguien a quien no pudiesen tocarlo. Alguien como...

—¿Y si le dijera que el que me hizo esto fue Nathaniel?

****

Notas del autor: Ahí va la primera parte del capitulo II, ¿Que les ha parecido? Aquí pidieron conocer un poquito de historia mundial después del 2018.

Lectores, los espero al final de la segunda parte.

Pd: Si encuentran algún error de tipeo haganmelo saber, público desde movil y a veces el autocorrector me juega malas pasadas.

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