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Capítulo 7: La búsqueda del sabio.

Después de haber derrotado a aquel Zephiro y conseguido su cristal, me dirigí hacia Hekas y Demoncy que aún se encontraban tensos por lo que acababan de ver. 

—¿Estás bien? —preguntó Hekas asustada posando su mano en mi brazo—. Estás bastante nervioso. 

—Venía a preguntároslo a vosotros —sonreí—. ¿Estáis bien? 

—Sí, estábamos asustados por vosotros. 

—Genial, entonces ya podemos irnos —dije guardando el cristal en la mochila. 

Hekas suspiró algo cansada. 

—¿A dónde? 

—Pues a la isla, creo que aún nos pueden llevar. Si nos damos prisa. 

—¿No podemos descansar un poco? —preguntó Demoncy con la lengua fuera. 

—Ya descansaremos allí. Ahora no es momento. 

En ese momento escuchamos a Feéucon quejarse. 

—¡Cruac! Ayuda. 

—Ey... 

Me acerqué a él preocupado porque le podía haber pasado algo. Estaba tumbado en el suelo, respirando y algo debilitado. Tenía la pata algo chamuscada por el rayo que lanzó el Zephiro. Pensé que logró esquivarlo pero no fue así. En un momento dado, cambió de forma a un pájaro mucho más pequeño. 

—¡Feéucon! —dije, sintiendo su respiración—. Hekas, ¿Puedes hacer algo?

—Creo que sí, déjame verlo —Hekas posó su mano sobre la pata del halcón, esta se iluminó por unos instantes logrando una breve recuperación. 

—¿Mejor? —dije mirándolo atentamente. 

—Sí. Mejor. 

—Te he quitado el dolor, pero la pata aún sigue mal. No creo que sea nada grave, pero por ahora sería mejor que no la fuerces mucho. 

El halcón asintió. 

—Te va a tocar ir encima del hombro de Eric. 

—Sí—reí—. Vas a ser mi lorito. —dije rascándole la cabeza, pero me dio un picotazo—. ¡Au!

—¡Cruac! ¡No soy un loro! 

—Arrrr marineros y trúhanes —Feéucon volvió a picotearme el cuello. 

—¡Ah! Para ¡Para! ¡Solo estaba bromeando! —dije arrepintiéndome al instante. 

***

De vuelta en Nubaris, me sorprendió lo rápido que amanecía, como si las noches aquí apenas duraran. Con la ayuda de Hekas y los conocimientos de Feéucon sobre remedios naturales, conseguimos mejorar su pata lo suficiente como para que diera pequeños vuelos, aunque se tropezaba aún con la pata, lo cual me quitó la ilusión que me había venido de golpe. 

Después de animarle, seguimos por las bulliciosas calles hacia mercaflota. Cautelosos por el anterior recibimiento, subimos las escaleras y encontramos a Phil en una acalorada discusión con el vendedor.

—¡¡Yo estaba a-aquí primero!! —gritó Phil bastante alterado, al mismo tiempo que su alborotado pelo se movía en diferentes direcciones con cada movimiento de cabeza brusco. 

 —¡Y yo acordé contigo un trato para vender aquí mis materiales! —dijo tratando de ponerse en su tienda.

 —M-me robas clientes. 

 —¡Claro! Te ven la cara esa de chiflado que tienes y pues se vienen directamente a mí. ¡Los asustas! 

 —¡Me da lo mismo! Ya n-no qu-quiero contrato. —dijo sentándose en el suelo ocupando con sus alas el mayor espacio posible. 

 —¿¡Que no!? ¡Pues me llevo...! —en ese momento aquel vendedor dejó de gritar al vernos. Su mirada se posó en nosotros y la de Phil también 

 —¡Eh! ¡C-con esos tienes n-negocios raros! —se puso de pie y comenzó a seguir al señor dependiente. 

Al vernos, el vendedor se acercó y, tras un discreto intercambio de miradas, nos guió a un almacén, dejando fuera a un Phil aún alterado. Una vez dentro, saqué el cristal de energía, cumpliendo nuestra parte del trato.

—Ohh... —dijo maravillado observando—. Encima es de muy buen tamaño. Os pagaré generosamente.

—Muchas gracias. 

—¿Os va bien 450 luros?

Sonreí al ver la cantidad que ofrecía. 

—Sí... está genial. 

—Perfecto, pues aquí tiene su dinero —sacó una bolsa y me dio una buena cantidad de monedas brillantes de distintas formas. 

Me quedé observando las monedas detenidamente. Eran como estrellitas. Mientras más picos tenía la moneda más valor poseía. De repente el vendedor carraspeó y levanté la mirada de la estrella. 

—¿Qué pasa? 

—El cristal, chico —dijo extendiendo su ala. 

—Ah cierto, perdona. —se lo fui a entregar pero entonces Phil abrió la puerta. 

—¿¡Estáis tr-traficando con cristales de energía!? —dijo bastante nervioso mirando hacia todos nosotros con movimientos rápidos—. Yo te ofrezco 500 luros. 

—Hmm no está mal —dije dirigiéndome a Phil.

—¡Que no tienes dinero suficiente, maldito chiflado!

—P-porque me me robas l-los clientes. Pero tengo reservas. 

—No le hagas caso a este chiflado, muchacho. Te va a estafar —dijo casi rogando. 

—¡C-cállate! —miró por un segundo al vendedor para volver a mirarme a mí fijamente. 

—Te doy quinientos cincuenta y acabemos con esto

—Seiscientos —dijo calmado.

—Jijijiji —reía Demoncy escondido en mi espalda. 

—¿¡Qué!? No tienes tanto dinero. Deja de mentir.

—T-tú no sabes lo que tengo. —dijo visiblemente nervioso. 

—No voy a perder esta oportunidad. Setecientos cincuenta.  

Comenzaron a darme ganas de reír. Verlos pelear así por un cacho de cristal me hacía sentir poderoso. Lo que no sabía era su utilidad y por qué era tan cotizado. 

—Hmmmm —Phil iba a decir otro número, pero se acabó rindiendo—. ¡Porras! Algún día caerás, Farrel. ¡Algún día!

—Jajajaja, eso es —el vendedor sacó algo más de dinero y pagó aunque algo malhumorado—. Al final voy a tener que pagar más por tu culpa. Eres como un grano en el pico. 

—P-para eso estamos —dijo yéndose corriendo con una sonrisa. 

Ambos salieron del almacén y volvieron a discutir y a insultarse mientras miraba a Hekas y a Demoncy reírse detrás de mí. 

***

Una vez que salimos estaba pletórico. Había conseguido mucho más de lo que ese cristal valía. A costa del pobre mercader, pero bueno, al menos tenía algo más del dinero que costaba el viaje en grifo. Nos dirigimos bastante rápidos hacia el telegrifo sin perder el ritmo. Allí estaba el mercader que nos llevaría, por fin, a la Isla. 

—Hola, buenos d... —me acordé del saludo y decidí sacar las dos plumas para hacer el sonidito.

El hombre me respondió con el mismo sonido. 

—Buenas. Tengo el dinero que cuesta el viaje —dije sacando la aljaba de estrellas que compré en un puesto del mercado. 

—Sí claro. Son 340 luros, como la otra vez —sonreí con mi cara de haber ganado setecientos luros en una subasta clandestina en el mercado más transitado de Nubaris. 

—Aquí tiene, señor. 

—Está bien, podéis pasar a mi establo. 

El hombre contó las monedas y las guardó en una bolsa de bruma. Dándonos paso a su establo.  Nada más entrar, Demoncy se dedicó a curiosear el establo y Hekas permaneció en la estancia mirando algunos mapas de rutas por Celestia. Me sorprendió bastante lo alto que era, dividido en varias estancias flotantes y con materiales de todo tipo para dichas criaturas, como botiquines repartidos por el establo. Al fondo, observé a uno de los grifos batir sus alas con fuerza provocando una brisa, seguido de sonido vibrante en la estancia que pareció calmarle. El techo estaba hecho con nube y contaba con pequeñas ventanas. Este se abría al cielo para que los grifos pudieran volar. 

Cada cuadra estaba separada de la otra por plantas trepadoras que servían a modo de pared, dándole cierta privacidad. El suelo parecía tener algunos materiales de Oniria como el musgo brillante y algunas flores de Celestia. Estos al caminar sobre dicho musgo hacía que sus patas brillasen, quitando cualquier malestar que pudieran tener por las largas horas de vuelo. Parecían bastante cómodos y bien cuidados. Lo que me hizo acordarme de Feéucon. 

—¿Puedo preguntar algo? —dije observando todo aquello fascinado. 

—Claro. 

—Hace poco tuvimos un percance con Feéucon. —lo miré posado encima de mi hombro—. Su pata resultó herida. Puede volar, pero tiene dificultades para aterrizar. ¿Tenéis algo para poder curarle? 

—¿Puedo verlo? 

—¡Cruac! —dijo algo alterado—. Creo que estoy bien. 

—Ve con él, maldita sea. —le ordené. 

Feéucon se fue con él mirándome con ojos de traición. El cuidador le observó la patita. Lo que lo alertó un poco. 

—Esto parece provocado por un rayo. ¿Os hicieron algo las nubes groseras? —dijo poniendo al halcón sobre una encimera. 

—Bueno —me encogí de hombros. No sabía muy bien si contarle el enfrentamiento con el Zephiro—. Más o menos. ¿Es grave? 

—No, esto con un poco de ungüento de pétalo de luna y aceite de rocío curará por completo a tu compañero. 

—¡Cruac! —el halcón, dijo batiendo las alas en señal de protesta—. ¡Eso escuece mucho! ¡Ni hablar! ¡¡Cruac! —voló hacia mí intentando escapar.

—Maldito bicho con plumas, tienes que recuperarte —dije intentando cogerle. Aun con la pata coja era bastante rápido—. ¡Ven aquí!

Finalmente, salió volando y cayó rodando un poco más lejos. El cuidador, sin perder la calma, sacó una cuerda brillante y, en un movimiento ágil, atrapó a Feéucon, quien chillaba indignado.

—¡Cruac! ¡Traición! ¡Creí que éramos amigos! —graznaba aleteando. 

 —Me lo acabarás agradeciendo —en ese momento sonreí, recordando las palabras de mi padre cuando me curaba de pequeño.

Después de unos momentos de resistencia y graznidos, logramos vendarle la pata con una venda de nube amarilla. Feéucon evitaba mirarme; estaba claro que me guardaba rencor.

—Parece que está algo débil, ¿le das buena comida? —preguntó el cuidador.

—¡Por supuesto! —respondí, casi ofendido, sacando un poco de la comida que le había dado.

El cuidador la miró con una ceja levantada.

—Esto es de calidad bastante baja... ¿Dónde la conseguiste?

—¿Baja? —fruncí el ceño—. Me la dio el mismo rey de Oniria.

El cuidador soltó una risa.

—Bueno, se dice que Oniria no está en su mejor momento económico. Mira, te dejo estas rosquillas de calidad por 40 luros —dijo, sacando una bolsa de una estantería.

Volví a sonreír con cara de haber ganado setecientos luros en una subasta ilegal y pagué gustosamente. Con suerte Feéucon dejaría de guardarme rencor. 

—Bueno. ¿No quieres nada más? 

—No, solo ir hacia la isla. 

—Está bien —abandonó la encimera y me acompañó por la estancia. 

Levanté la cabeza buscando a Demoncy, consciente de su habilidad para meterse en problemas. Lo vi colarse en un establo con su agilidad característica, y justo en ese momento, se acercó a uno de los grifos y lo saludó con la patita. Para su mala suerte, el grifo le respondió olfateándole la cola con olor picante. Fue suficiente para hacer que el grifo soltase un estruendoso estornudo que retumbó en todo el establo mientras el pequeño demonio se asustó enormemente, dando un salto hacia atrás con la cola tensa. 

—La madre que lo parió —susurré para mí mismo. Acto seguido miré al encargado parado en una cuadra. 

—Pues este es el mejor grifo que hay para viajar a la isla de los susurros —dijo señalando un grifo de color blanco—. A parte de que es el más rápido, será capaz de sortear cualquier tormenta y turbulencia posible. 

Noté como Demoncy se subía a mi espalda temblando y enroscándose en mi cuello. 

—Me gusta. Nos quedamos con este. ¿Qué te parece Demoncy? —dije observándole. 

—Me dan miedo los grifos —dijo aún temblando por el susto. 

El cuidador asintió y colocó dos sillines encima de la criatura. Me animé a acariciarlo, tenía un pelaje extremadamente suave. Las monturas eran muy similares a las que se podía encontrar en un establo de caballos solo que en lugar de una embocadura habían manillares para dirigirlo. Estaba bastante nervioso por montar en él. 

Una vez listo, nos llevó a un descampado bastante amplio donde se observaban otros cuidadores entrenándolos y cuidándolos. 

—Bueno... ya te puedes montar en él. Deberás seguir la ruta que va por debajo de Celestia, ten mucho cuidado con las turbulencias y posibles peligros que puedas encontrarte. 

—Está bien —asentí observando a la criatura, era muy grande, mucho más que Feéucon cuando se pone en modo vuelo. No me quiero imaginar la fuerza que tiene que tener esto. Vi como el encargado se iba dejándonos solos. 

(Se recomienda leer la siguiente parte con esta música de fondo a un ritmo medio-acelerado)

https://youtu.be/n-Dh3ftkRAs

—¿Entonces... nos montamos ya? —preguntó Hekas. 

—Sí, tú te pones con Feéucon y yo con Demoncy.

—Está bien —asintió mirando al pájaro que se negaba a mirarme aún. 

Me monté con mucho cuidado, pues la criatura me evocaba bastante respeto. Hekas hizo lo mismo, yo ayudé a Demoncy a agarrarse a mi espalda y Feéucon se mantuvo agarrado a Hekas con sus garras. 

—¿Estáis listos? —pregunté mirando hacia atrás y sujetando el manillar con fuerza.

—Sí. 

Yo, con una sonrisa, asentí y di un pequeño golpe en los estribos. El grifo levantó la cabeza y comenzó a avisparse, emprendiendo la marcha por el descampado. 

En un principio solo corría con mucha suavidad por el lugar, manteniendo las alas lo más pegadas a él que podía. 

—¡Cómo mola! —decía Hekas sujetándose fuerte a su manillar. 

—¡Casi ni se nota que está corriendo! 

—¡Va muy rápido! —gritaba Demoncy con la cola hacia abajo 

—¡Agárrate fuerte! —supliqué mirando hacia atrás. 

—¡Eso estoy haciendo!

Poco a poco se fue notando cada vez más la brisa golpeando nuestro rostro, hasta que a lo lejos comenzamos a ver como el descampado se acababa y el grifo iba extendiendo sus alas. 

—¡Ya no hay más descampado! —grité mirando fijamente hacia adelante. 

—¿Vamos a volar ya? —dijo Hekas intentando mirar

—¡Eso parece! 

—Ay ay ay ay. No quiero mirar —decía Demoncy cubriéndose la cara. 

De repente el grifo dio un potente salto hacia el vacío cayendo unos pocos metros, hasta que extendió sus enormes alas, emprendiendo el vuelo hacia la isla. 

—¡Sujeta bien a Feéucon! —ordené a Hekas mientras intentaba controlar el grifo. 

La sensación de vértigo inicial es tan fuerte como adictiva; pronto, el mundo bajo mis pies se convierte en una vista lejana de colinas ondulantes y nubes etéreas que parecen aún más brillantes desde el cielo. La velocidad vertiginosa a la que iba seguido de sus potentes aleteos daba algo de miedo, pero pronto me acostumbré a ello.

A medida que comenzamos a subir, atravesamos algunas capas de nubes iluminadas con tonos dorados y violetas, el vuelo dejó de ser tosco y comenzó a ser suave, aunque de vez en cuando nos encontrábamos con alguna brisa que provocaba algún tambaleo, comenzamos a observar a lo lejos todo tipo de criaturas, como delfines que nadaban por los cielos alimentándose del néctar de algunas nubes de azúcar o globifantos al horizonte. 

Pronto comenzamos a ver islas flotantes a lo lejos, pero eran muy pequeñas y había que esquivarlas. Estaba concentrado en seguir la ruta pero fue entonces cuando Hekas alertó de la presencia de un lunicornio detrás nuestra. Tenía un pelaje grisáceo e iridiscente que reflejaba la luz del sol. Y parecía bastante enfadado. 

—¡Eric! Tenemos problemas

 —¿Qué? —me di la vuelta. 

—¡Nos está acechando! 

Al girarme vi como iba detrás nuestro a toda velocidad con su cuerno por delante provocando un haz de luz. 

—¡Ostias! ¡Derecha! —dirigí al grifo hacia allá. Y vi como el lunicornio pasó de largo a toda velocidad. 

—¡Ha estado muy cerca! —gritó Demoncy cubriéndose. 

—¿Este cacharro no tiene modo combate?

En ese momento, el grifo extendió aun más sus alas y comenzó a volar muchísimo más rápido, cruzando al lunicornio. Casi ni podía mirar hacia adelante con todo el viento golpeando mi rostro. Observamos una isla flotante que parecía que íbamos a chocar con ella, pero el grifo la destruyó con sus garras, avanzando hacia nuestro sino. 

La enorme sombra del reino seguido de las fuertes ráfagas de viento hacían que la silla se tambaleara, parecía que iba a ceder en cualquier momento. Comencé a notar las garras de Demoncy en mi espalda. 

Divisamos un campo de niebla que nos impedía ver. El grifo, como si estuviera preparado para ello comenzó a brillar en contacto con la niebla. 

Las fuertes ráfagas de viento ralentizaban el paso. Pero el grifo las aprovechó para correr sobre ellas, batiendo sus alas para dispersar la niebla. 

—¡Ya veo la isla! —grité observando sus edificaciones.

—¡Esto está siendo muy peligroso! ¡Me tiembla la silla! 

—¡Aguanta un poco, ya casi estamos!

Una vez estábamos más cerca de la isla, el grifo recogió sus alas y dio un potente salto hasta aterrizar forzosamente, levantando una gran nube de polvo. 

(Fin de la música)

—Agh agh —escuché toser a Hekas y Demoncy. 

Yo levanté mis brazos con una felicidad irradiante

—¡¡Ha sido jodidamente increíble!! —me bajé de un salto lanzando unos puños al aire pletórico de energía. 

—Yo aún sigo cagado de miedo —dijo Demoncy subiéndose a mi espalda. 

—Feéucon, ¿Tú qué tal? 

—Hm —se dio la vuelta y se posó en el hombro de Hekas. 

—Encima que te curo y me preocupo por ti... Ya querrás chuches, ya. —dije avanzando con el grifo detrás de mí que me miraba con la lengua fuera. Al observarlo saqué una chuche de la aljaba y se la lancé. El grifo se puso de pie y abrió su pico, comiendo la chuche de un bocado. 

Una vez salimos del establo y dejamos a la criatura en su sitio, decidimos continuar nuestra aventura aún con la sensación de vértigo en mi interior. La isla de los susurros del viento nos esperaba. 

***

Nada más salir del establo recibí una brisa que parecía muy reconfortante. Junto al establo había una pequeña aldea con algunos puestos para comprar junto con tiendas de campaña. Decidimos pasarnos a preguntar a uno de los puestos. Se componían de una pareja de celestes, hombre y mujer. Él estaba golpeando un objeto similar al metal y ella observando en la mesilla. Esta vez fui previsor y saludé con las plumas a la primera. Hekas me miró con orgullo. 

—Buenos días, recién allegado ¿Qué desea? —preguntó la mujer. 

—Buenas, tengo algunas dudas. He venido aquí buscando un amigo de Elenia Luminae, de Nubaris. ¿Sabe donde se encuentra? 

—Vaya, ¿De qué conoce a Elenia?

—La encontramos en mercaflota. Nos ayudó con un asunto mío y nos encomendó visitar esta isla. 

—Entiendo. Pero no sé si el sabio estará disponible. Está cruzando el bosque murmullo, junto a la gran cascada. 

—Muchas gracias —dije saludando de nuevo con dichas plumas. 

—Aunque si vas a ir hacia allí, te recomiendo que lleves algunas provisiones de alimentos o bebidas. Tenemos clarionas, sideris, escarchavelos, licores de estrella. 

—¿Licores? —pregunté asombrado. 

—Sí, pero tú eres muy joven. No puedes tomar de eso —dijo asintiendo. 

—Hmmm Está bien ¿Feéucon qué me recomiendas? —el pájaro seguía sin dirigirme la palabra. Y yo asentí con cierto rencor—. Bah. Ponme una de cada y así las pruebo todas.  

—Yo quiero una clariona —dijo Hekas sonriente. 

—Perfecto, pues son en total 30 luros 

Volví a sonreír al pagar. Recogimos las bebidas y emprendimos marcha al bosque. 

***

Una vez cogimos algunos suministros, decidimos adentrarnos en el bosque del murmullo. En seguida me di cuenta del por qué del nombre. La isla está envuelta en un constante viento suave y misterioso que se filtra entre los árboles provocando una serie de susurros. Aunque no lograba descifrar lo que decían. A medida que nos íbamos adentrando, el sonido del viento parece transformarse en voces lejanas, como si la propia isla estuviera viva y hablando a quienes saben escuchar. 

El suelo estaba cubierto por una fina capa de hierba azulada que se mecía suavemente al ritmo de la brisa, se observaban colinas a lo lejos que parecían haber sido moldeadas por las manos del viento. Grandes formaciones rocosas flotan a unos metros del suelo, conectadas entre sí por puentes naturales de raíces aéreas, que serpentean en el aire como si desafiaran la gravedad.

Pequeños ríos de agua cristalina recorrían el paisaje, pero en lugar de seguir su curso por el suelo, parecen elevarse hacia el cielo en espirales, antes de evaporarse en diminutas nubes. Las orillas de estos ríos están cubiertas de piedras lisas y brillantes, que resplandecen con suaves tonos plateados.

Los árboles del bosque son únicos en todo el reino de Celestia.. Se les conoce como Árboles de Murmullo, su corteza es de un tono plateado metálico y sus hojas son como velos translúcidos que varían de color según el viento que los toque.

—¡Estos árboles son gigantescos! —dije sorprendido mirando hacia el cielo esperando ver su copa. 

—Diría que hasta tocan las nubes. —Hekas miraba conmigo sorprendida la altura del árbol. 

—Si quieres puedo escalarlo haber a dónde llega—dijo Demoncy con una sonrisa pícara. 

—No, que luego a lo mejor no sabes bajar —comentó Hekas. Yo me reí de fondo un poco. Era justo lo que le iba a decir. 

—Oye —dije mirándola—. Es raro. Se supone que estamos debajo de Celestia, pero aquí hay una claridad normal. ¿Qué tan bajos estamos? —dije mirando a Hekas. 

—Yo he notado el cielo algo más oscuro. Seguramente sea por los vientos que corren. 

Me encogí de hombros ante la explicación de la brujita. No me pareció del todo convincente. Continuamos avanzando por el bosque buscando la gran cascada. Era confuso debido a que habían varias rocas que parecían poder formar una cascada. Por no decir que pese a ser una isla medianamente pequeña había muchos caminos y recovecos entre los árboles. Los susurros en algún momento comenzaron a escucharse nítidos, pero nada que pudiera sacar en claro. En ese momento algo me llamó poderosamente la atención. Se dirigía hacia nosotros brillando en distintos tonos. 

—¿Qué es eso de ahí? —pregunté, temeroso de que nos ataque. 

—Creo que es un lúmnir —comentó Hekas. Vio mi mirada de preocupación en ese ser que se acercaba a nosotros—. Tranquilo, estamos bien. Es amigable 

El lúmnir se acercó a Hekas y comenzó a revolotear sobre su brazo de una manera bastante amigable. Demoncy se subió encima de Hekas e intentó cazarlo porque le llamaba la atención su luz roja que emanaba. Pero lo cogí en mis brazos evitando un asesinato. En ese momento pude escuchar "sígueme" pero venía del viento que se filtraba entre los árboles. 

—¿Has escuchado eso? —pregunté a Hekas. Ella asintió. 

—Parece que el Lúmnir nos está intentando guiar. —este comenzó a separarse del brazo de Hekas y a volar por distintos caminos, subiendo esos puentes de raíces aéreas y cruzando distintos caminos. 

—Suéltame —dijo Demoncy casi rogando. 

—No te vas a comer a ese pobre bicho —le reprendí. 

—Jajaja —reía Hekas. 

—Oye —volví a mirar a Hekas—. ¿A dónde nos está llevando? —pregunté curioso mientras subía uno de esos puentes—. ¿Le dijiste que queremos ir a la casa del sabio? 

—No sé. Parece como si hubiera adivinado nuestras intenciones. 

—Pues no entiendo cómo. 

"Paciencia" —se escuchó entre los árboles "Sólo avanzarás si sigues su camino"

—Creo que ya estás teniendo las respuestas —sonrió Hekas. 

—Jejejeje qué graciosos son los lúmnir. —comentó Demoncy. 

Continuamos siguiendo al lúmnir por un buen rato. Parecía que era una isla pequeña, pero sus numerosos caminos y la verticalidad que presentaban, hacía de esta isla mucho más laberíntica y grande de lo que nos pareció en un momento. 

Esta especie de luciérnaga nos llevó a las zonas más profundas de la isla solo con las corrientes de viento que él percibía. Enseguida me llamó la atención unos árboles que se sentían muy distintos al resto. Hekas me contó que estos eran los Arboles eólicos. Sus copos nunca tocan el suelo, flotando a unos pocos metros suspendidos en corrientes de viento estables. Sus raíces están entrelazadas con las corrientes del aire, lo que les permite nutrirse con la energía del viento. 

—Estos árboles se tienen la creencia de que son guardianes antiguos. 

—¿Sí? —dije mirando una raíz que se iba moviendo contra corriente —. Por lo que me has contado me parece muy raro que estos árboles floten. ¡Si son enormes! 

—Son muy ligeros y... 

"No perdáis el camino" —se escucharon desde los árboles. 

En seguida miramos al lúmnir tomando otra dirección lo que nos hizo correr hacia él. Tras otro rato caminando, llegamos a una gran explanada de césped celeste con varias rocas flotantes y un pequeño templo junto a una cascada. Habían varios animales subidos a las copas de los árboles. Como arañas, varios pájaros con tonos azulados y verdes. El agua se notaba del más puro color cristalino, viéndose el fondo por completo, rocas moradas, y peces con unas aletas extremadamente grandes simulando alas. Habíamos llegado al templo del gran sabio. 

CONTINUARÁ 

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