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Capítulo 5: Nubaris. La ciudad flotante.

Tras haber visitado el palacio real de Oniria, decidimos largarnos con Feéucon, halcón de Celestia, Hekas, brujita de Asteia y Demoncy, pequeño diablito que venía del mismo lugar que Hekas. 

Con Feéucon comenzamos a volar hacia lo más alto de Oniria. Demoncy iba el primero, yo iba el segundo y Hekas iba detrás. Desde lo alto alcancé a ver lo grande que era el palacio de Baldo y lo vasto que era el reino. Desde lo alto el enorme Bosque de Ensueño parecía una simple mancha con colorines. Mientras más íbamos subiendo, más pequeñito se sentía el palacio de Baldo y deseaba volver y que me mostrase más cosas inverosímiles de ese palacio. Incluso llegué a ver otros reinos al horizonte, un desierto, un lugar con numerosos cristales... Me emocionaba la idea de pensar que viajaríamos a 6 reinos más y la de aventuras que nos esperarían en cada uno de ellos. 

A medida que íbamos ascendiendo y ascendiendo, Hekas comenzó a advertirme de algo. 

—Eric —dijo la brujita dándome un toque en la espalda con su sombrero. Miré hacia atrás y vi que en su mano se lo sujetaba con fuerza para que no saliera volando—. Puedo notar que Feéucon tiene algo de hambre, debemos parar por algún sitio a darle de comer. 

Yo me quedé un poco confuso. ¿Qué pasa si Feéucon no come? O sea, que se muere, pero ¿Cómo notas eso?

 —¿Es urgente? —pregunté mirando al pájaro volando. Hekas puso su mano encima del pájaro y asintió. 

—Parece que va a haber que parar en alguna isla flotante del reino de Celestia —dijo observando el cielo rosado—. Pero para ello vamos a tener que atravesar el campo de nubes groseras. 

—¿Cómo que nubes groseras? ¿Qué es eso?

Ni si quiera me tuvo que responder, al pasar cerca de una de las nubes, de su parte superior brotaron unos ojos enfadados con entrecejo y nos comenzaron a seguir con la mirada. 

—Lárguense de aquí, patanes

—¿Qué? —dijo Demoncy mirando a la nube con cierta incredulidad. 

—¿Que narices hemos hecho? —dije algo enfadado mirando la dichosa nube. Pero en ese momento Hekas trató de calmarme. 

—No pasa nada. Son así, a parte conforme vayamos subiendo nos encontraremos con más. 

—Iros a soñar a otro lado, inútiles —dijo la misma nube.

En ese momento, vi a Demoncy sonreír con malicia, apuntó con su cola a la nube y le lanzó una guindilla, provocando que al comérsela se tornara roja, se hinchase demasiado y lanzase un rayo con fuego en algún lugar aleatorio de Oniria. Solo espero que no le haya dado al palacio de Baldo. Posteriormente se observó que solo quedaba una pequeña parte de nube con ojos y el entrecejo

—¡Demoncy! ¡¡Que ese rayo cae en Oniria!! Podría causar estragos. 

—Jijijijiji —rio maliciosamente. 

Una nube de color rosa se dirigió a Feéucon con odio.
—¡Eh, tú! Plumífero ¿No te da vergüenza cargar con estos sacos de pulgas?

—Vamos a perseguiros hasta que deis la vuelta, basuras flotantes. —añadió la nube azul. En ese momento comenzó a llamar a más gente—. ¡Vosotras, mirad! La cuadrilla del niño cabeza hueca nos viene a visitar. 

—¿Cómo que cabeza hueca? —pregunté inquieto mirando alrededor.

En ese momento comenzaron a llegar más nubes, algunas de color rosa y con cara de pocos amigos, mientras otras de color rojo, amarillo, azules...

—Mirad las pintas qué lleváis. ¡Vergüenza os tendría que dar! —gritaba una nube verde.

—Sois más molestos que una pesadilla mal contada —añadió la misma nube azul. 

—Fascistas —se acercó una nube roja. 

—Embaucadores. ¿Venís a timar a los celestes?

También comenzó a acercarse una nube amarilla. Parecía callada, no tenía entrecejo y simplemente eran dos ojos circulares que nos miraban fijamente mientras se iba acercando a nosotros. 

—Mira —dije observando la nube amarilla—. Parece que esta es más simpática. Hola —la saludé

—Mamahuevo jueputa

—¡¡Ah!! —me asusté bastante—. ¡¡¡Demoncy, reviéntala a guindillazos!!!

—¡No! ¡A esa nube no! —gritó Hekas.

Pero para cuando había dicho eso, Demoncy ya había lanzado la guindilla contra la nube, solo que al ser amarilla, en lugar de lanzar un rayo contra Oniria, explotó lanzando rayos en todas direcciones, cosa que Feéucon tuvo que esquivar.

—¡Cruac! Eso estuvo cerca —se quejó el halcón. 

Seguimos avanzando entre varios insultos de las nubes groseras hasta que había como un techo de nubes que el halcón traspasó como si nada, y ahí comenzaba el reino de Celestia, un reino enorme que estaba por encima de las nubes, en seguida noté una atmósfera totalmente diferente a la de Oniria, el cielo dejó su tonalidad rosada para transformarse en azulada, como en el mundo real, pasado el campo de nubes se divisaban numerosas islas flotantes. Y a algunas barcas de viento navegando por dichas islas. Al fondo observábamos animales de todo tipo, desde el temible Lunicornio que describió Baldo, hasta una especie de globo aerostático con forma de elefante que me pareció bastante curiosa, pero que no llegaba a poder observarlos todo lo bien que me gustaría. También se observaba la isla principal que aún no llegaba a ver del todo.

Me fijé también en los carteles que había en algunas pequeñas rocas que flotaban, alertaban a los intrusos del peligro del reino, lo cual me hizo entender que había algún problema de racismo o algo. No me atreví a preguntarle a Feéucon, ya que también parecía tener parte de esa hostilidad. Decidimos parar en una pequeña isla flotante para darle de comer

—Para en aquella isla, Feéucon.

—¡Cruac! Comida ¡Cruac! —dijo dirigiéndose a dicha isla. 

La isla era muy pequeña, no había casi nada destacable en ella. Simplemente observé como Feéucon se transformaba nuevamente en halcón y se posaba en mi hombro esperando que sacara la comida. Me quité la mochila y le otorgué uno de esos... pasteles... ricos y deliciosos... pasteles... "Maldita sea, Baldo, ¿Por qué no me diste pasteles a mí también?"

—Oye, queridísimo halcón —dije mientras el bicho dio un enorme picotazo al pastel devorándolo inmediatamente—. ¿Qué te parece si me das algún pastelito? Solo un cachito ¿eh? —añadí mirando el pastel con cierto recelo. 

—¡Cruac! No ¡Mi comida es solo mía! 

—"Pájaro egoísta de mierda"  Está bien... Lo entiendo... 

Una vez acabamos de alimentar al bicho egoísta vi que Demoncy estaba subido a un pequeño árbol, lo cual me llamó bastante la atención. Me acerqué al árbol y vi que de él colgaba algo parecido a una guindilla. "Este se cree que voy a caer" pensé mientras me iba acercando. No pienso tocar esa guindilla por nada del mundo. Justo en ese momento Demoncy abrió la boca desde lo alto del árbol proporcionando una potente llamarada que me hizo saltar y gritar. 

¡¡¡AAAAAAAA!!! ¡Joder, Demoncy!

Aaaaajajajajajajaja —reía Hekas al fondo. Cuando se reía su sombrero se contraía y expandía con su respiración. 

—¡¡Picaste!! —gritó bajándose del árbol. 

—Hmm —gruñí —. ¡Volvamos con Feéucon!

Partimos de nuevo con Feéucon, esta vez sin parar más hasta llegar al reino de Celestia. Avanzamos mucho más rápido que antes, probablemente debido a que el pájaro recuperó fuerzas. En ese momento me pude fijar mejor en Celestia. Al ser una isla flotante, había vida tanto por encima del reino como por debajo. Lo que quería decir que realmente era un reino... ¿doble?. A simple vista se observaban diferencias entre cada parte del reino, por encima, se notaba un reino mundano, parecía un paisaje que te pudieras encontrar en la tierra, con altas montañas, grandes acantilados, zonas de viento intenso y demás. Sin embargo, en la parte de abajo, el reino se envolvía en nubes doradas, bañado por una luz suave y constante. Se divisaban diversos adornos dorados que contrastaban con los edificios blancos y simples de la ciudad, y las luces que emanaban de las nubes doradas proporcionaba un entorno de armonía y paz, un equilibrio perfecto entre lo espiritual y lo material.

Feéucon señaló una ciudad que se encontraba en la zona de abajo del reino. Esta ciudad se encontraba en la zona de arriba, pero en el borde del reino, flotando entre las nubes doradas, se observaba un gran edificio lejos de las nubes que no sabía muy bien qué era, cuando íbamos a llegar nos obligaron a parar justo en las puertas de la ciudad, donde dos generales, uno a cada lado de la puerta, nos recibieron con cruzando sus lanzas para cortarnos el paso. Los generales parecían humanos, pero con cierto aspecto de... ¿lechuza?, ¿búho? parecía algún tipo de ave nocturna y con bastante mala ostia.

—¡¡Aquí los Guardianes del Alba!! ¡¡Estáis en la entrada de Nubaris, la capital del reino!! ¿¡Quienes sois y qué hacéis en la Gran Celestia!?

No sabía muy bien qué responderle, pero Feéucon se adelantó inflando el pecho

—Soy Feéucon —dijo con tono firme y resonante—. Servidor de Celestia, vengo acompañado de estos seres por una misión de Baldo. Rey de Oniria. 

Yo por mi parte me quedé boquiabierto Antes de partir decía "cruac" y parecía un bicho con plumas estúpido, y de repente comienza a hablar así. Maldito mundo raro. 

—¿Y vosotros?

—Mi nombre es Hekas —comentaba la brujita tímidamente—. Él es Demoncy, y el niño se llama Eric. 

—Venimos a visitar el lugar —dije tratando de ser amable—. No tenemos ninguna mala intención

El guardián frunció el ceño.

—Hace poco recibimos la noticia de un ataque en Oniria por parte de Hawl, servidor del reino —dijo, con tono acusador—. ¿Cómo podemos saber que no buscáis venganza?

—Fue un malentendido. Baldo le dio un par de ostias y todo solucionado. 

—¿¡Cómo!? —comentó el guardián del alba—. ¿El rey de Oniria golpeó a nuestro amado rey? Eso son palabras mayores. 

—¿Qué dices, Eric? —dijo Feéucon a regañadientes por lo bajo. Y yo comencé a sentirme algo avergonzado, sabía que la había cagado.

—A ver, estábamos volando por el bosque de Oniria, y un pájaro grande comenzó a atacarme. Baldo simplemente me defendió. A ostias, pero me defendió. Pero eh, no hay rencores, todo perdonado. De hecho me parece una gran ciudad —sonreí.

—Hmmm —comentó el guardián del alba—. Aceptaré vuestra visita, pero al mínimo escándalo o queja sobre vosotros, seréis expulsados de la ciudad. Los asuntos entre Celestia y Oniria se los trasladaré al Consejo de los Siete Luminares ahí debatiremos qué hacer ante semejante agravio a nuestra soberanía. Que tengan un buen día —las lanzas que nos bloqueaban la entrada se abrieron

—Ya te vale, Eric —dijo Hekas mientras entrábamos a la ciudad—. Lo primero que te dijo Baldo, lo primero que haces, le vas a buscar un conflicto diplomático con Celestia. 

—Hablas demasiado y mal —dijo Feéucon también algo enfadado. 

—Chicos, no va a pasar nada. El rey de Celestia atacó primero y Baldo se defendió. No hay nada de qué preocuparse. Ahora centrémonos en disfrutar de esta ciudad. 

Todos aceptaron a regañadientes y entramos en dicha ciudad. Nada más entrar observamos una ciudad inmensa que se expandía al horizonte, con unos edificios hechos de material translúcido aunque con un gas blanquecino en su interior y unas cortinas que parecían estelares, el suelo sobre el que estaban eran nubes, las había doradas que se disponían haciendo un camino con una textura parecida al algodón, y las había blancas que se encontraban en torno al camino. Algunas de ellas se disponían formando unos bancos de nubes, me senté en ellos y vi que eran extremadamente blanditos y cómodos, incluso parecía como que te abrazaban. 

Las tonalidades doradas de la ciudad, sobre todo en los edificios y caminos daban un toque casi divino, en algunos edificios, esos adornos dorados brillaban, supongo que en función de la calidad de vida que tengan los habitantes de aquí se podrán permitir o no dichos adornos. La ciudad se sentía viva, se observaba que practicaban las artes, había muchos que se animaban a tocar arpas con cuerdas de luz tocando una música tranquila y relajante con un público que se sentaban en dichos bancos de nubes a apreciar la música. Otros se dedicaban a la pintura luminosa que adornaban muchas fachadas y carteles de edificios. La escultura también estaba entre las artes que practicaban en la ciudad, pues usaban un tipo especial de material que hacía posible practicar la escultura con ellas. 

Al ser una ciudad cuyas bases son nubes sólidas, no siempre se podía acceder a todas las zonas de la ciudad, para ello habían puentes de luz, hechos con energía solidificada que permitían el tránsito entre nubes, estos puentes emitían un resplandor suave, y al tacto se sentía como la energía transcurría por esos puentes, como si dentro hubiese una gran cantidad de energía fluyendo. A parte de ello, existían barcas de viento, ligeras, que se dedicaban a navegar las corrientes de aire que había por la ciudad.

Los habitantes de Nubaris, tenían una forma humanoide, con unas alas plegadas en la espalda que hacían también de brazos, garras de águila y una cabeza similar a la de un halcón. Me llamó la atención el sonido que emitían al ver a Feéucon, no sabía muy bien qué era. A parte de ello, no vi muchos más animales, lo cual me extrañó. Pues Oniria estaba lleno de criaturas fantásticas. Muchos de los habitantes de la ciudad iban montadas en unas criaturas que se llamaban Alauras, que eran para uso personal. De repente me llamó la atención que en la ciudad habían numerosas torres. 

—Me estoy fijando que hay muchas torres altísimas —dije mientras esquivábamos a uno de sus habitantes que pasaba a toda velocidad con su Alaura—. ¿Qué son?

 —Son torres de éter, Eric —explicó Feéucon. Yo me quedé observando confuso—. No sé si te habrás podido percatar, pero esta ciudad es una ciudad dedicada a las artes y a la espiritualidad. Esas torres son tomadas como observatorios, desde aquí se pueden ver las estrellas del mundo real, y al mismo tiempo son centros de meditación para la gente de aquí. 

—Ah... Pensaba que eran torres de defensa. 

—También cumplen con esa función en caso de que estemos en guerra con algún reino. Pero debido a la paz prolongada que firmamos hace mucho mucho tiempo, se le decidió dar un nuevo uso a esas torres. 

—Todo esto es muy interesante pero no es a lo que hemos venido —dijo Demoncy mientras se fijaba en diversos carteles luminosos de la ciudad, entre los que destacaba uno que a Hekas le llamó la atención. 

—Mercaflota... ¿Un mercado?

Feéucon asintió. 

—Es el mercado más famoso de Nubaris. Estamos bastante cerca. 

—Pues vamos ¿no? —preguntó Hekas que tenía curiosidad por saber acerca de dicho mercado. 

—¿Es necesario? 

—Vamos —ordenó Hekas 

—Agh... —dije yendo detrás de ellos a desgana. 

***

Nada más llegar a dicho mercado cambié de opinión instantáneamente. Era un mercado flotante enorme con suelo translúcido, se accedía a él mediante un enorme puente de luz que daba hacia la puerta principal de entrada y tenía enormes adornos dorados que lo hacían especialmente majestuoso. 

—¿Qué? —preguntó Hekas—. ¿Sigues pensando en otro sitio al que ir? 

—Psss. Si fui yo quien dijo de ir a mercaflota. Entremos, anda. 

—Ya, claro —respondió Hekas inconforme. 

Ignoré los lamentos de Hekas y entré en el mercaflota. Debido a la claridad del suelo, se veía como las nubes iban pasando por debajo, en ocasiones formando aperturas que permitían ver el resto de Celestia, incluso el campo de nubes groseras que quedaba muy lejos de aquí. Me mantuve engatusado mirando el fondo del reino al mismo tiempo que caminaba hasta que sentí un fuerte golpe contra algo.

—¡¡Ah!! —me asusté al ver que una señora se había chocado conmigo cayendo al suelo. 

—¡Auch! —se quejó la anciana señalándose la cabeza, y agitando alguna de sus plumas. 

Me sentí extraño, pues a diferencia de lo que me pasó en Oniria, esta vez sí me dolió el golpe. En seguida Demoncy y Hekas acudieron en auxilio de la anciana pasando de mí de largo... Demoncy fue a por su bolsa de la compra, pero por el camino se comió uno de los productos de la anciana

—¿Está bien, señora? —preguntó Hekas.

—Maldita sea... necesitaría una ayudita —tendió la mano a los chicos y estos la ayudaron a incorporarse. Se sacudió un poco la cabeza, dejando caer unas plumas de la cabeza y de la espalda—. ¿Quién ha sido el insolente?

Yo me levanté, me sacudí un poco los pantalones y me acerqué a la señora a disculparme. 

—Lo... lo siento, señora. No... 

—¡Deberías mirar mejor, muchacho! —me reprendió con enfado—. A mi edad no estoy para estos trotes...

—Lo sé, le pido disculpas. Estaba mirando el suelo y de repente... Bueno me tropecé con usted. 

—Está bien, está bien, no me ha dolido tanto. Fue el susto más que nada—comentó algo más calmada—. Veo que no sois de aquí, ¿cierto? Especialmente tú muchacho. ¿De dónde vienes? 

—Eso... es un tema algo complicado de responder. 

—Me resultas muy extraño, chico. En todos estos años la única criatura parecida a ti la encontré en Asteia... 

—¿Del mundo real? —enseguida Carlos se me vino a la mente.

—¿Cómo que del mundo real? —preguntó fascinada—. ¿Del mundo origen, te refieres? 

—Oh... eh, sí. Del mundo donde soñamos. 

Ella enseguida se acercó a mí y me vio algo más de cerca, su pico casi tocaba mi boca, y sus ojos se movía de un lado para otro, como inspeccionando mi cara haciéndome sentir algo incómodo. 

—Eres un soñador...  ¿se puede saber qué demonios haces aquí? Este no es tu mundo. 

La verdad que la pregunta me pilló en un momento que ni yo sabía qué responder. Eran tantas cosas... Hekas trató de responder por mí. 

—Fue traído a Oniria por Baldo. Busca a una persona muy importante para él. 

—Hmmm —murmuró—. ¿Traído por ese fantoche gruñón de Oniria? Me tienes intrigada, muchacho. ¿Os parece si os invito a mi casa? Tengo una enorme cantidad de libros y enciclopedias que podrían ayudaros. 

—¿Así sin más? —pregunté un poco extrañado. 

—Oh —se preocupó—. ¿Dónde están mis modales? Mi nombre es Elenia Luminae. Encantada de conocer a seres tan peculiares como vosotros. 

—Mi nombre es Eric —le quise dar un apretón de manos, pero me fijé que tenía alas y fue entonces cuando me sentí estúpido

—Aquí no se saluda como en tu mundo —dijo Elenia. Yo me extrañé bastante, ¿de qué conoce mi mundo si se supone que no tienen forma de saberlo?—, nos saludamos así. —Extendió su ala para que pudiera verla mejor, y dos plumas doradas se frotaron entre sí produciendo un leve sonido. 

—Vale, entonces no puedo saludar a nadie de aquí

Elenia agarró dos plumas que se le habían caído del suelo y me las entregó —. Toma, frótalas

—¿Enserio? 

—¡Hazlo! —ordenaron mis compañeros. 

—Vale, vale... —froté las plumas y emitieron una melodía similar a la de Elenia. Creo que debería guardar las plumas por si acaso en algún momento me meto en problemas. 

—Ahora sí —dijo algo más contenta—. Encantado de conocerte. Entonces... ¿Os venís? Me encantaría escuchar tu historia. 

—Pero... —dijo Hekas queriendo ir a visitar el mercado. 

—Ya tendremos tiempo para venir luego. Esto es más importante, vamos —dije tirando a Hekas del brazo

—Aaaaaa 

***

Elenia nos llevó a su casa por calles algo más pequeñas y algunos puentes de luz. Su casa estaba extremadamente adornada, lo cual podría indicar que pertenece a un alto cargo en la sociedad de Nubaris. Entramos dentro, la casa era muy minimalista, apenas había adornos o detalles dentro pese a ser bastante espaciosa, tan solo algunos frascos, y plumas de un color verde esmeralda en las paredes Había unas escaleras que conducían al piso de arriba, una especie de buhardilla adornada con un pasamanos dorado y una ventana gigante desde la cual se podía ver gran parte de Celestia

—Bienvenidos a mi morada —extendió las alas dándonos la bienvenida—. Siéntanse acogidos, muchachos. 

—Bonita casa —dije tomando asiento en un sillón de nube blandita que se amoldaba a mis aposentos. 

 De repente sonó un sonido que me pareció estelar, y un animal parecido a un felino comenzó a bajar las escaleras. Se parecía a un gato pero su cuerpo era translúcido, parecía hecho de neblina en su interior que se movía, sus ojos eran estrellas que parpadeaban y su "maullido" era un sonido estelar, difícil de describir. Producía mucha calma. 

—¡Nyxion! —dijo Elenia bastante contenta de reencontrarse con él—. Él es mi somnivea, es un ser parecido a vuestros gatos —dijo mirándome a mí—, pero este es muy diferente, como habréis podido observar es translúcido, su interior se compone de los suspiros de los sueños del mundo origen. 

—Esa neblina entonces, ¿es nuestra respiración cuando dormimos?

—Sí, de eso se compone esencialmente

—Asombroso... —dije mirando a su mascota—. ¿Puedo acariciarlo? —pregunté mientras observaba como esa monada estiraba su patita trasera, se hacía un ovillo para posteriormente... ¿lamerse las pelotas estelares con una lengua azul? Cierto, por un momento me olvidé que son gatos. 

—No se deja, es muy arisco con extraños. De todas maneras, esa no es la causa por la que estamos aquí ¿cierto? 

—Cierto —volví mi cabeza inmediatamente a la mesa. 

Elenia apartó su bolsa de la compra en la sala contigua, parecía la cocina. Posteriormente con pasos calmados se dirigió a nosotros con 5 tazas, sentándose en un sofá enfrente, Hekas y Demoncy se sentaron a mi lado, mientras que Feéucon se sentó en el suelo. Nos repartió a cada uno una de esas bebidas. 

—¿Qué es eso? —pregunté levantando la taza y observando una bebida de un tono azulado. 

—Son clarionas, una bebida típica de Celestia. Se elabora con néctar de flores celestiales, un ingrediente exclusivo de las islas flotantes. Está deliciosa, seguro que te encantará. 

Probé un poco y fue una sensación mágica, tenía un sabor dulce, pero suave, con una textura brumosa en un principio, pero muy ligera. Al beberlo me transmitía cierta calma. 

—¡Está riquísimo! —añadió Hekas, que se le quedó algo de la bruma en los labios. 

—Ya veo que os gusta. A mí me ayuda a relajarme —dijo tomando ella también un poco—. Entonces ¿Cuál es esa historia que dices?

—Vale —dije dejando de beber—. Hace unos años mi mejor amigo... bueno, falleció. Desde entonces se convirtió en una especie de ritual cada aniversario escribirle una carta y quemarla para enviarla al cielo. 

—Es que eso me parece muy tierno —añadió Hekas con cara adorable. 

—Y bueno, esas cartas sí que iban a algún sitio, pero no a Carlos, sino a Baldo —reí tímidamente. 

—Cómo no —decía la señora con bastante desagrado—. Ese gruñón metomentodo... 

—El caso que decidió traerme a Oniria con el fin de buscar a mi amigo, pero no sabe donde puede estar, por tanto mi idea es ir reino por reino buscando pistas sobre su paradero. 

—Me parece muy tierno por tu parte tratar con tanto respeto a alguien que ya no está. —me dedicó una mirada sosegada—. Pero, sabes que este reino es inmenso, ¿no? No puedes ir dando palos de ciego, muchacho. 

Tomé un poco de la clariona, pues eso que había dicho Elenia me había dado algo de ansiedad, el pensar que quizá nunca lo encontraría. Que este mundo es demasiado grande como para dar con él. 

—¿Y por donde debería buscar? 

—Hum. Según tengo entendido hay una leyenda acerca de dónde se puede encontrar el reino de Necrosia. Es un reino cuya entrada está muy restringida. Se necesita abrir un portal desde Crystalia, pero desconozco los materiales necesarios para su apertura. Quizá el rey de Celestia os pueda ayudar. 

—¿Sí? 

—Sí... El problema es que llegar hasta él es muy complicado incluso para nosotros. El rey se quiso asegurar de que nadie pudiera entrar a su palacio. 

—¿Por qué y de qué manera? 

—Su palacio es móvil, se encuentra vagando siempre por Celestia. De esta manera siempre está protegido y al mismo tiempo vigilando quien entra y quien sale. De todas maneras, existe una forma de tener una conferencia con él, pero tampoco será fácil. 

—Estoy listo. 

—Vale... Son varios pasos a seguir. Debéis de estar muy atentos, ¿vale? 

—Sí. —dije bebiendo otro poco más de clariona. Esta vez di un trago bastante mayor,  que me dio algo de sueño. Pero Demoncy me pasó la cola por la nariz provocándome un estornudo y  despertándome rápidamente. 

—En primer lugar deberéis visitar la isla de los susurros del viento. Ahí os toparéis con un buen amigo mío que os indicará la entrada al templo del amanecer eterno. Donde podréis invocar a Hawl, el rey de Celestia. Y contarle vuestra historia. Tiene temperamento, pero buen corazón. 

—¿Y no puede decirnos usted donde está el templo? —preguntó Hekas. 

—No, pequeños. El templo cambia de lugar cada cierto tiempo. Yo ya hace mucho que perdí la cuenta. 

Comencé a seguir las indicaciones de Elenia en mi cabeza y me dirigí a Feéucon.

—Entonces, ¿nos llevaras a la isla flotante? 

—¡Cruac! ¿Eso no está muy lejos? —de repente volvía a hablar así... Sospechoso...

—Vuestro amigo Feéucon tiene razón. Para llegar a esa isla, hay unas ráfagas de viento que hacen imposible para los habitantes de Nubaris ir volando a la isla sin un grifo o un medio de transporte que aguante dichas ráfagas. 

—¿Debemos ir en grifo entonces? 

—Exacto. Es una de las atracciones de Nubaris. En seguida encontraréis a alguien que os lleve para allá. 

—Perfecto entonces. Oye, me siento muy agradecido —le comenté mientras nos levantábamos del sofá de nubes—. Nos has resuelto una duda muy importante. ¿Te lo podría agradecer de alguna manera? 

—Oh —sonrió—. Los habitantes del mundo origen sois tan tiernos... No hace falta, pero si me traes algunas pluma de aurora te lo agradeceré. Las que tengo se me están quedando sin energía... 

—Hecho... —dije saludando con las dos plumas que me dio. Ella también hizo lo mismo. 

—¿Ya os vais, muchachos? —preguntó la mujer

—No hay tiempo que perder, ¡muchas gracias, Elenia!

—¡Tener cuidado! 

CONTINUARÁ

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