Capítulo 1: Estrella en el cielo
En esta historia nos movemos a un pueblecito de Barcelona, un 28 de julio de 2009 en Vilassar de Mar. Yo me encontraba en mi cuarto, estaba jugando a la consola, mientras mi madre preparaba la cena, era una noche especial, pues le había comentado a mi mejor amigo, Carlos, que se viniera a mi casa a cenar, jugar a la consola y dormir en mi casa. Era un plan perfecto, siempre peleábamos por ver quien iba a la casa de quien a jugar, y por fin tras mucho insistir él vendría a la mía. Mi pensamiento se interrumpió al escuchar a mi madre, como no, alzando la voz.
—¡Eric! —exclamaba desde la otra punta de la casa.
Dejé brevemente de jugar a la Nintendo pensando que la había liado. Levanté la mirada y respondí:
—Dime —esperé a que respondiera, pero enseguida volví a bajar la mirada a la consola.
—¿Al final llamarás a Carlos?
Al oír esas palabras enseguida me levanté del asiento y dejé la Nintendo a un lado.
—¡¡Síi!! —me dirigí a ella emocionado. Era la primera vez que un amigo se quedaría a dormir en mi casa ya que siempre era yo quien iba a la casa de Carlos. Mi madre ya estaba preparando la cena para nosotros cuatro.
—Pues llámalo y dile que venga, que vamos a cenar.
—¡Genial! —dije dando saltitos de alegría hasta llegar al teléfono de mamá.
Cogí su teléfono y llamé a mi amigo Carlos. La espera se hizo algo larga. Siempre que llamaba tardaban bastante debido a que su teléfono se encontraba en otro salón de la casa. Por fin su madre me atendió al teléfono:
—¿Sí?
—Hola, señorita Sandra —saludaba así debido a que ella era profesora, me dio clases en un curso y me había acostumbrado a tratarla así.
—Hola, Eric —dijo con su característico tono agradable—. ¿Llamabas para que Carlos vaya a dormir a tu casa?
—Sí. Al final he convencido a mis padres. Por cierto, ¿Está Carlos disponible? Quiero decirle algo.
—Lo siento, pero ahora mismo está duchándose. Ya se lo dirás cuando vaya.
—Bueno, vale —me encogí de hombros e iba a colgar pero mi madre dijo algo al fondo "que tenga cuidado"
—Eric, voy a colgar ¿Vale? Llamaré después.
—Espera —ella se mantuvo atenta al teléfono
—¿Ocurre algo?
—Es solo... dile que tenga cuidado, ¿vale?
—Claro...
Ambos colgamos y yo me dirigí al sofá, me tiré encima y continué jugando a la Nintendo por un tiempo. Esta vez no iba a perder contra él. Carlos iba a morder el polvo, estoy 100% seguro. Comencé a preparar mi estrategia para el combate pokémon cuando nuevamente mi madre me interrumpió pasados unos minutos.
—¿Eric? —alzó la voz.
—Dime —esta vez respondí sin levantar la vista de la Nintendo. Hasta que ella se acercó a mi posición.
—¿No viene Carlos?
—No sé. Está tardando un poco, pero no creo que tarde mucho más de 15 minutos. Yo a su casa suelo tardar eso.
—Pues lleva cerca de media hora sin venir.
Fruncí el ceño y me levanté de mi asiento para llamar nuevamente a la señorita Sandra. Ella me respondió que había tenido un ligero retraso, pero que el chico había salido corriendo hacia mi casa. En sus palabras se notaba que estaba algo preocupada y que la llamase en cuanto llegara a mi casa. Me asomé por la ventana y no vi a nadie. Decidí esperar un poco más hasta que mi madre me ordenó dar una vuelta a ver si se había perdido. Solía ser yo quien se quedaba a dormir en su casa. Por tanto, puede ser que se haya perdido, la urbanización donde vivo es algo liosa.
Rápidamente me puse mi camiseta y pantalones cortos y bajé a la urbanización. Estaba todo muy vacío. Generalmente había gente en el bar tomando algo. Eso me extrañó bastante en un principio.
—¿¡Carlos!? —pregunté sin mucho éxito. Salí del bloque de pisos, asegurándome de tener la llave en los bolsillos, cerré la puerta y continué caminando por unos minutos por las calles. Nuevamente he de remarcar lo vacío que se sentía todo, y a pesar de estar en verano, una brisa de viento bastante frío me dio en la espalda, notando un escalofrío.
Avancé por la calle con algo de miedo hasta dar con un cruce, escuchaba varios murmullos al otro lado de la calle "¡Por fin la ambulancia!". Al escuchar eso, mis latidos comenzaron a acelerarse y avancé más deprisa hasta cruzar la esquina sobre la cual había una estación de autobuses. Vi al fondo una enorme multitud de gente y un coche estampado contra una tienda de la calle. Enseguida pensé en lo peor, no me atrevía a acercarme pero una parte de mi me lo pedía. Corriendo, me dirigí a la multitud en la calle con un montón de sensaciones encontradas hasta que alguien que reconocí como Luis, un amigo de mi padre, me detuvo.
—¿¡Qué haces aquí!? —me miró sorprendido. No me acuerdo exactamente qué vi, pero recuerdo oír llantos y más llantos de mujeres y hombres que habían allí lo cual alimentó mi curiosidad a acercarme a aquel lugar.
—¿Qué ha pasado? —pregunté atemorizado al ver tanto llanto. Mis ojos comenzaron a volverse ligeramente cristalinos, casi a punto de llorar. Una parte de mí sabía qué había pasado, pero la otra parte se negaba a aceptarlo.
—Un accidente —suspiró—. La ambulancia lo llevará al hospital. No es lugar para un niño. Vuelve a tu casa, anda.
En ese momento alcancé a ver que alguien estaba levantando un cuerpo. Parecía el de un niño y eso hizo confirmar mis sospechas. Tiré con fuerza de mi brazo que se soltó de Luis y entré corriendo al corro de gente.
—¡¡Eh!! ¿¡Qué haces!? ¡¡Vuelve aquí, chico!!
Le ignoré y continué corriendo. El camino se me hizo un bucle infinito. Quería ver qué había pasado, quién era el herido, doliera o no, quería saberlo. Hice a una señora al lado y fue cuando vi la terrible escena. Me quedé paralizado al contemplarlo, allí se encontraba Carlos, tumbado en el suelo, con sangre brotando por la cabeza e inconsciente. Solo me dio tiempo a verlo unos segundos debido a que me sacaron de allí inmediatamente. Mientras yo me quería zafar de ellos con todas mis fuerzas para estar con él.
—¡¡Soltadme!! ¡¡¡Soltadme!!! ¡¡Es mi mejor amigo!! ¡¡¡Carlos!!! ¡¡¡Carlos!!! ¡¡¡No!!! ¡¡¡Dejadme!!!
—Eh —el amigo de mi padre me retuvo, me cogió en brazos y yo como quien se agarra a un clavo ardiendo, me abracé a él entre lágrimas—. Ya está, Eric. Te dije que no entraras por algo, todo va a estar bien ¿vale? Tu amigo estará bien. Volveremos a casa y te dejaré con tus padres. ¿Vale?
No pude reaccionar, ni siquiera salieron palabras de mi boca. Simplemente lloré en silencio.
El amigo de mi padre me llevó a casa, yo no paré de llorar por todo el camino y no... no podía quitarme la imagen de Carlos de mi mente. Vi como la ambulancia se llevaba a Carlos al hospital, observé bastante apenado como se iba, pero debido a la multitud no pude ver nada. En su lugar vi lo que parecía ser su consola tirada en la carretera.
***
Nada más llegar al piso y escuchar cómo lloraba, mi madre abrió la puerta enseguida y de una forma bastante agresiva.
—¿¡Qué ha pasado!? —dijo mirando a Luis muy enfadada.
Yo extendí los brazos hacia ella, y me cogió en brazos con un enorme llanto.
—¡¡Le han atropellado!! —gritaba mientras la abrazaba lo más fuerte posible.
Mi madre se quedó en blanco sin saber exactamente qué decir. Su amigo nos miró bastante apenado.
—Vale, a ver. Yo estaba allí en el momento del accidente, vi que el muchacho estaba en la acera con la consola distraído, cuando un coche se salió de la carretera y... lo atropelló.
Mi madre retrocedió unos pasos, me tuvo que dejar en el suelo ya que no sabía muy bien cómo reaccionar. Resoplaba una y otra vez, hasta que se dirigió nuevamente a su amigo.
—¿Y ahora qué hago?
—Debes llamar a su madre, contarle lo ocurrido y que vayan inmediatamente al hospital.
—Joder... Gracias por traerlo. No... no sé que más decir.
—Estará bien, ¿Vale? Vi que le dio de refilón, no creo que sea mucho.
—Eso... me alivia un poco. Gracias de nuevo—dijo cerrando la puerta. Vi que se acercó a mí y me volvió a coger en brazos—. Todo va a estar bien, ¿vale? Carlos se va a recuperar —dijo mientras me llevaba al sofá y me dejaba tumbado—. Voy a... voy a hablar con Sandra, aunque me da miedo. Quédate aquí.
Se alejó un poco y comencé a escucharla hablar por teléfono contándole entre lágrimas a Sandra lo que pasó. Acto seguido se dirigió a mí, se sentó a mi lado y logró tranquilizarme. Me abrazó y me quedé con ella por un buen rato. No dije nada durante todo ese tiempo, solo llorar e intentar calmarme un poco. Mi padre llegó de trabajar y salió para el hospital tras la ambulancia. Se quedaría allí toda la noche y yo decidí dormir esa noche con mi madre en la misma cama.
Sentía mucha impotencia por no poder estar con él mientras estaba pasando por algo así. Siempre nos prometimos que estaríamos en lo bueno y en lo malo, pero en aquel entonces no podía hacer nada. Solo esperar.
***
Al día siguiente, desperté nuevamente con la imagen de mi mejor amigo brotando la sangre de su cabeza y con la noticia por parte de mi padre de que Carlos se había quedado inválido, en silla de ruedas. De por vida.
Supliqué ir al hospital a verlo, pero aún era muy pronto. Por tanto me dijeron que no. El resto del día lo pasé con altibajos. No tenía muchos amigos por lo tanto me sentí muy solo. Aún así tenía esperanzas ya que al menos no había muerto. "Inválido es mejor que nada"... pensé.
***
Pasó una semana. En la cual estaba en vilo por las operaciones que le estaban haciendo a mi amigo. Había conseguido convencer a mis padres de visitarlo hace 2 días. Me monté en el coche con ellos y me llevaron al hospital. Avanzamos por el pasillo hasta verlo ahí tumbado en la cama. Tenía los ojos abiertos y una mirada triste.
—H-hola —me atreví a decirle. Pero él no dijo nada—. Carlos...
El enfermero me tocó la espalda y yo miré hacia arriba, pues era bastante alto.
—Carlos ha sufrido una disartria. Te ocurre cuando sufres un golpe fuerte en la cabeza. Tiene dificultades para hablar y andar. Ahora mismo solo puede verte y escucharte.
Lo miré más detenidamente, tenía las cuencas de los ojos moradas, una venda que cubría toda la cabeza. Vi cómo desde la camilla había cierta paz en su mirada, pero hubo algo dentro de mí que se rompió, fue cuando evité mirarle a la cara y volví a mirar al médico.
—¿No va a poder hablar en toda su vida? —dije con voz entrecortada.
El médico me miró preocupado.
—Realizaremos una operación, pero necesitamos un equipo médico de excelente calidad, cosa que ahora mismo no tenemos.
Lo volví a mirar brevemente pero se me nublaron los ojos, los cerré por unos instantes, y observé la imagen de Carlos herido y tumbado en el suelo, comencé a llorar y a pesar de que el médico intentaba calmarme, el llanto se transformó en pánico. Mis padres me sacaron de allí entre llantos y gritos.
—¡Te dije que no estaba preparado! —gritaba mi madre al fondo del pasillo.
Yo no podía quitarme de la cabeza esa imagen. La cabeza ensangrentada y los ojos en órbita. Simplemente no me lo llegaba a creer del todo. Se suponía que íbamos a tener un combate pokémon, pasar una noche de risas y películas en mi casa, y dormir mientras contábamos historias de cuando éramos pequeños. También le encantaba mirar las estrellas y pensar cual estrella seríamos nosotros.
Cuando llegué a casa vi la consola encima de la mesa, la abrí brevemente pero no pude ni siquiera jugar. La apagué y me fui al cuarto a intentar dormir.
***
A los dos días, le dieron el alta a Carlos. En seguida mi madre me llevó a su casa con el coche. Iba con algo de miedo, pero los ojos los tenía mejor, ya no estaban morados, y la venda estaba quitada. Aproveché y me tiré toda la tarde hablándole aunque él aún no podía contarme nada. Solo emulaba algunos sonidos.
El resto del verano, iba cada día para estar con él junto a sus padres y hermana pequeña quién también se notaba muy afectada.
Un día me animé a llevar la consola, no sabía si era buena idea, ya que fue aquello en parte lo que le provocó el accidente, pero sé que le encantaba jugar y verme jugar, por lo que decidí enseñarle mis progresos jugando. Le decía tonterías y el chico se reía bastante. Por lo tanto la llevé cada día jugando a distintos juegos. A pesar de su dificultad para la nueva vida, nos las apañamos para seguir pasándolo bien.
***
Llegó el mes de septiembre y decidí comenzar el curso en Barcelona, Carlos empezaba el instituto y yo quinto de primaria. Empezamos bastante bien, Carlos era sorprendentemente cuidado por sus compañeros de curso y defendido siempre del bullying que pudieran hacerle. Eso me relajó bastante.
Me acostumbré a la nueva normalidad de ver a mi amigo en silla de ruedas. Salvo las veces que le daban tirones en la espalda que comenzaba a quejarse de un dolor punzante. Cada día iba a la salida del instituto a esperarlo ya que yo salía 20 minutos antes. Lo empujaba hasta llegar a casa mientras le iba hablando sobre qué tal me iba en el colegio. Me molestaba que no pudiera hablar bien. Me gustaría que tuviéramos esas largas conversaciones que teníamos antes.
Lo dejaba en la puerta de su casa y luego llegaba a mi casa a comer. Pensando en qué iba a hacer por la tarde con él.
Conseguí ingeniármelas para reconocer sus sonidos y también para hacer que hablase. Un día decidí hacerle un regalo especial, ya que él siempre escribía en papel, cosa que era incómodo para escribir cuando estábamos fuera lo cual no me gustaba del todo. Decidí comprarle una pizarra blanca en la cual escribiera lo que él quisiera. Por la tarde me fui a su casa, llamé a la puerta y allí me recibió Sandra.
—Hola, Eric ¿Vienes a ver a Carlos, no?
—Así es, señorita Sandra. Le traigo un regalo.
—¿Para Carlos? —sonrió y yo asentí—. Genial. Seguro que le hace especial ilusión.
Avancé hasta su cuarto, llamé a su puerta y lo encontré tumbado en la cama. Yo me acerqué y lo vi sonreír. Sandra se quedó detrás de la puerta observando como solía hacer.
—Buenas tardes, Carlos —le dije sentándome a su lado—. Mira, te he traído un regalo. ¡Seguro que te gusta!
El muchacho movió los brazos bastante emocionado. Y yo le entregué el regalo envuelto, comenzó a desenvolverlo pero vi que tenía dificultades para abrir el regalo.
—¿Te ayudo?
—Ih —hizo un sonido que parecía decir "Sí".
Le ayudé a abrir el regalo, aunque dejé que sacara él la pizarra. En seguida lo vi muy ilusionado. Le había hecho mucha ilusión. Me di la vuelta y vi a su madre que al ver el regalo se dirigió a mí a darme un abrazo.
—Muchísimas gracias Eric —al notar la calidez de su abrazo, yo también la abracé a ella. Pues se notaba que llevaba algunos días sin dormir.
Luego se dirigió a su hijo y se sentó encima de la cama para removerle el pelo de la cabeza y darle un beso en la frente.
—¿Has visto? ¿Qué te ha regalado Eric? ¿Eh? ¿Te gusta?
El chico sonreía mucho y asentía, se notaba realmente feliz por la pizarra y encontró el rotulador. Abrió el capuchón del bolígrafo y trató de escribir. Le temblaba bastante el pulso, pero lo logró. Acto seguido pasó a enseñarlo. "Gracias" nos lo mostró a ambos. Tanto ella como yo sonreímos bastante.
—Ahora podré saber bien lo que piensas en todo momento —dije sacando la Nintendo.
Sandra continuó sonriendo y se fue del cuarto.
—Me voy chicos. Os dejo jugar tranquilos —dijo mirándome bastante contenta—. Eric, cualquier cosa que pase me llamas.
El muchacho se incorporó y quiso subirse a la silla de ruedas, yo lo ayudé y se sentó en ella. Con la pizarra en mano comenzó a escribir cosas en ella. "Vamos fuera"
—Está bien, Carlos.
Lo llevé fuera de casa, observando el atardecer. A él siempre le encantaba salir fuera a observar el atardecer, y la verdad que yo heredé su gusto, se forman paisajes hermosos. Ahí fue cuando continuamos jugando a la consola por algunas horas. Pues a ambos nos apasionaban los videojuegos. Una vez que terminé un juego que logramos pasar después de muchísimos intentos, él me paró, y lo vi escribiendo una frase larga. "Estoy cansado de jugar" "Hablemos"
Yo apagué la consola, y observé que se había hecho de noche muy pronto. Volví a mirarlo y vi que seguía escribiendo cosas en la pizarra. Me lo mostró "¿Te acuerdas cuando contábamos las estrellas?"
—Claro —lo miré sonriendo—. No me gustaría olvidar cuando me enseñabas estrellas como la Osa polar y... ¿Cuál era la otra? ¿Osa menor?
—Hm hm —negó con la cabeza con una sonrisa. Comenzó a escribir nuevamente. "Osa mayor y Osa menor"
—Cierto. También me acuerdo cuando me hablabas de Venus, que es aquello gigante que brilla en el cielo —dije señalando aquel punto brillante en el cielo que parecía una estrella—. Me encantan estas conversaciones que tenemos sobre el universo —me volví a fijar en él y vi que estaba escribiendo nuevamente. Dudó por unos instantes en enseñarme el dibujo.
—¿Qué pasa?—pregunté acercándome a él—. ¿Me lo quieres enseñar?
Me hizo con la mano un gesto para que me esperase. Volvió a borrar todo y a escribir nuevamente. Y esta vez sí me lo mostró. "¿Cuál estrella seremos nosotros?".
—Pues tenemos que ser la estrella más brillante posible. Siempre y cuando esa no sea Venus. No quiero ser un planeta radioactivo y corrosivo.
El chico comenzó a reír y volvió a escribir.
"Piensa"
Comencé a ver el firmamento, y justo en ese momento observé una estrella que se encontraba muy junta de la otra, y encima ambas brillaban mucho.
—¡Esas dos de allí! —señalé a aquellas que estaban muy juntas y brillaban a la vez.
El chico me mostró otra vez la pizarra.
"Si en algún momento nos separamos" —borró todo y volvió a escribir de nuevo—. "Quiero que me veas en el cielo"
—No nos separaremos, Carlos. Porque tú estás bien ahora ¿no?
El muchacho se quedó unos segundos mirándome, pestañeó muy calmado y posteriormente asintió. Al poco rato Sandra me llamó para irme a casa, pues mi madre me estaba esperando. Me dirigí a él, le di un pequeño abrazo y me fui con Sandra por la puerta principal. Me iba a despedir pero en ese momento me dijo que me sentase en el salón. Le hice caso y me senté junto a ella.
—Vale... —dijo la mujer colocándose en el asiento.
—¿Ocurre algo? —me animé a preguntar
—Mira, quiero explicarte esto de una forma que me entiendas ¿vale? Eres muy joven para lo que estás haciendo por Carlos. Y por lo que veo, le tienes mucho aprecio ¿no?
—Sí —asentí.
—Está bien. De verdad que aprecio lo que haces por él. Pero debes saber que tiene pendiente una operación muy importante. Y debemos prepararlo para que salga bien.
—¿Pasa algo? ¿Debo hacer algo?
—No, cielo —dijo en un tono cariñoso—. Lo que pasa que hemos estado yendo al médico estos días. Y me ha recomendado cierta calma. Reposo.
—Entonces... ¿Lo estoy haciendo mal?
—No —dijo con cierto remordimiento. Se notaba que no le gustaba lo que me estaba diciendo—. Tu intención es buena, le haces compañía y él realmente la aprecia. Pero estos días agradecería que vinieras menos. Solo piensa en el bien de Carlos. ¿Vale? Es duro pero... todos debemos hacer algún sacrificio. Cuando la operación salga bien, puede que incluso comience a andar. ¿Vale?
—¿Se pondrá bien? —dije emocionado.
—Haremos todo lo posible, ¿vale?
Yo asentí, por un lado me dolía el hecho de haberme gastado mis ahorros en una pizarra para él, pero por otro lado no podía evitar sentirme bien.. si ella decía que era por su bien, debía entenderlo. Sin embargo no pude evitar soltar alguna lágrima.
***
Tras aquel día, comencé a visitarlo mucho menos, una vez a la semana, pero veía que cada que iba estaba peor, menos animado, y cada vez sin ganas de escribir, hasta que el día 7 de octubre, tras muchas visitas al médico, Carlos tuvo un ictus y tuvo que ser ingresado en el hospital y sometido a una operación muy difícil de vida o muerte que lo dejaron en coma. Al segundo día de coma, tuvo una muerte cerebral, y al tercer día, Carlos no pudo soportar más. Murió el día 10 de octubre de 2009 y con él, una gran parte de mí.
Mis padres y yo nos acabamos mudando a Extremadura como forma de escape para poder superar mis traumas. Desde aquel día, caí en una depresión profunda que fue tratada por varios psicólogos, y estuve medicado por un tiempo con antidepresivos. Años más tarde, durante la adolescencia me negaba a hacer amigos por miedo a la pérdida. Siendo unos años bastante oscuros y tristes.
El funeral fue al día siguiente, en el cual acudió muchísima gente del pueblo. Fue un durísimo golpe para la población. Su madre me acabó devolviendo la pizarra que le regalé, pero decidí dejarla en su ataúd con un mensaje en él. "Te veré en el cielo".
CONTINUARÁ
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