3 °Identicos°
Muchas veces de pequeña solía correr a todos lados con el pensamiento de que podía volar, me gustaba elevar mis brazos al cielo en el techo de mi casa; sentir el viento golpear mi rostro y mover mis manos porque sentía que volaría, lo deseaba tanto que un día me lancé.
No volé, pero tampoco caí. Mis pies quedaron en el aire, ya no había viento, las hojas no se movían, mis cabellos estaban sueltos hacia abajo. Miré a todos lados en busca de alguien que me ayudara puesto que no me podía mover, no obstante no se encontraba nadie allí.
Empecé a desesperarme, me ahogaba con mi propio oxígeno, empecé a sudar frio. Cuando de repente el tiempo volvió a correr y yo me encontraba en mi cama, con las sábanas puestas encima de mí y mi madre a mi lado, tocando mi frente.
Solo tenía siete años y no sabía nada de mis poderes o de mi descendencia.
Ahora que lo sé tampoco puedo volar. Puedo correr muy rápido o saltar muy alto, mas no volar.
Estoy en lo que es mi habitación, llevo mi maleta a la cama, esta es pequeña, para una sola persona, tiene sábanas lilas y una almohada; la habitación es pequeña, una ventana por encima del cabezal de la cama, un escaparate de madera de mdf en marrón junto a una pequeña mesa y una silla del mismo modelo, las paredes del cuarto son de un blanco opaco, y hay una puerta del mismo material de la mesa y el escaparate del lado derecho del cuarto al entrar. Me acerco a ella para ver si es el baño, efectivamente así es. El baño me gusta, tiene una tina blanca y es todo blanco con cerámicas pequeñas azuladas.
Me acomodo en la cama mientras leo con más detenimiento el folleto que me ha sido entregado, al principio te da la bienvenida y muestra un montón de cosas sobre el Greatest; después te explica mejor las reglas, una de ellas es: estar a las siete de la mañana en el comedor para el desayuno, solo será una hora de siete a ocho y de ahí descansaremos media hora e iniciaremos nuestra rutina.
Pasé unos cuantos minutos pensando en mamá, papá y mis amigos cuando me quedé dormida.
Todo está oscuro a mi alrededor, abro y cierro mis ojos varias veces para adaptarlos a la oscuridad; es una oscuridad ensordecedora, que aprieta mi pecho. Nada, por más
que quiera ver no puedo hacerlo. Muevo uno de mis pies adelante y se siente pesado. Por alguna razón deseo caminar, siento que debo moverme, que alguien o algo está detrás de mí y me hará daño.
Obligo a mis pies ir adelante, muevo mis manos frente a mí por si me tropiezo con algo, cuando en la distancia se enciende una luz turquesa. Es algo pequeña, como una gota de agua; pero es suficiente para querer ir a ella, por alguna razón mis pasos se tornan más fluidos; esta vez corro, como si mi vida dependiera de esa luz.
—Ven.
Al escuchar la voz me levanto de golpe. Alguien toca en mí puerta, bajo de la cama en un brinco y voy a abrir; esa voz provino de la luz. Niego varias veces para que ese «ven» salga de mi cabeza.
Al abrir encuentro a Lucille de pie frente a mi puerta, su cabeza gacha mirando sus pies, su cabello corto está suelto, recogido en el lado izquierdo con una gancheta, lleva un vestido púrpura acampanado.
—Hola —dice en cuanto salgo—, disculpa que venga aquí es que... es hora de ir a lo de la cena y no quiero ir sola.
Sus ojos ven directo a los míos. Asiento y le sonrío.
—Está bien, déjame me arreglo un poco. —Entro de nuevo dejando la puerta abierta para que ella entre—. Me quedé dormida de pronto.
—Ah no te preocupes, la cama es cómoda ¿no? aunque los cuartos son algo aburridos. —Sus ojos pasan por las paredes de la habitación, tiene razón. Mi cuarto en casa es todo de flores por mamá.
¡Ah, mamá! Como la extraño. Solo llevo horas sin verla y ya la extraño, necesito que sea ella quien desenrede mi cabello, quien ordene mi ropa y diga que me pondré, porque aunque ya soy mayor de edad, adoro que ella esté pendiente de mí.
Entro al baño y acomodo mi cabello rojo en una coleta, mis rulos quedan bien, coloco un poco de labial rosa claro en mis labios.
—Listo. —Lucille está de pie en la cama, con el libro que me dio mi abuelo en la mano; cuando la veo mi estómago se aprieta.
Ella me mira, en sus ojos curiosidad.
—Este libro me parece haberlo visto antes. ¿De quién es?
—No lo sé. —Me encojo de hombros haciendo ver que no es importante, se lo quito con cuidado de las manos—. Es solo un regalo de mi abuelo, él ama que yo lea y siempre me está dando libros por allí.
Lo coloco dentro de mi bolso de nuevo y camino hasta la puerta, Lucille me sigue y no dice más nada sobre el libro, así que mentalmente lo agradezco.
El camino al comedor es largo, aquí no hay elevadores y tenemos que bajar muchas escaleras para llegar. Al momento de entrar visualizo con detenimiento el área; es todo celeste opaco con sillas grises y cortinas entre azul y gris. Son bancas para seis personas, tres frente a frente.
Hay varios chicos en el lugar, algunos parecen conocerse, otros están solos. Agradezco que Lucille esté conmigo porque no me sentiría bien estar en una silla yo sola.
—Allá. —Señala ella una mesa vacía, camina antes de que yo opine y no me toca más que seguirla—. Debemos bajar más temprano a la próxima. Mira que gentío.
Ella niega con su cabeza sentándose al otro lado, yo me siento en frente de ella. Su cabello corto gris se ondea al recibir el viento que entra por las grandes ventanas del lugar.
Mi mente siente de nuevo esa sensación de incomodidad; es algo pequeño como si fuese una pelusita en tu piel, pero yo puedo sentirlo. Sea quien sea se está abriendo camino en mi cabeza, desbloqueando con sutileza mis defensas. Giro mi rostro un poco hasta que doy con quien está haciendo eso, sus ojos me observan en la distancia en una de las mesas que están más alejadas y oscuras.
Con solo una mirada logro sacarlo de mi cabeza. Me sorprende que haya podido desbloquear algunas de mis defensas, pero de seguro también está sorprendido de que pude sentirlo, la mayoría no siente siquiera cuando se meten en sus mentes.
—Entonces yo comeré eso. —Lucille hace que vuelva a verla, ese chico es el mismo de hace rato. Me pregunto qué será lo que quiere ver en mi mente.
—Yo igual. —Una chica rellenita se acerca a nuestra mesa, nos pide lo que queremos comer y luego se marcha.
—Estoy emocionada. —Puedo notar la emoción en su voz—. Siempre quise estar aquí.
Sus ojos recorren el lugar con admiració, me hace sentir un tanto mal conmigo misma, considerando que, yo no quiero estar aquí.
—Es bonito todo. —Ella de pronto parece ver a alguien en mi espalda.
—¡Hey! ¡hey! —. Levanta su mano llamando a alguien, volteo para ver a quién llama—. Por aquí.
El chico de hace unos momentos levanta su mano señalando hacia acá.
Lo que me faltaba, se conocen.
De pronto alguien detrás de él, en lo más oscuro se levanta y para mi sorpresa, es idéntico a él. Ambos vienen en esta dirección, ambos vestidos igual.
—Luci cariño. —Uno de ellos se sienta al lado de ella y besa su frente. —Te estábamos buscando.
—Y yo a ustedes. Sabía que estarían aquí.
Uno de ellos se sentó a mi lado. No ha hablado desde que llegó.
Me pregunto cuál de los dos habrá sido el que trató de entrar en mi mente.
Y, ¿por qué?
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