
003
☽
La espalda de Jungkook golpeó el suelo y su vista se encontró con el cielo azulado de aquella mañana, en la cual había invertido su tiempo en ser tratado como el muñeco de trapo de Yoongi, quien lo tiraba de un lado para otro.
El aire dejó sus pulmones por unos cortos segundos, pero hasta el momento no se había quejado. A su vez, soltó un resoplido molesto y alzó parte de su cuerpo con ayuda de un codo.
—No te estás conteniendo, hyung... —murmuró, casi gruñendo, sin embargo, no había enojo en su voz, el dulce tono salió con un deje de diversión. Aunque claro, Jungkook sabía que a su cuerpo no le parecía nada divertido el dolor de la fuerza de un alfa.
Yoongi enarcó una ceja, mirándole desde arriba y caminó hasta su lado, ofreciéndole su mano para ayudarlo a ponerse de pie.
Se alejó cuando el menor estuvo listo, completamente recuperado para otra ronda de combate.
—No sabía que tenía que contenerme contigo.
Jungkook rodó los ojos en respuesta y ladeó una comisura de su labio en una media sonrisa. Yoongi frunció el ceño, siempre había odiado esa actitud juguetona del menor. Como si no se tomara nada en serio.
Pero la diversión de Jungkook se centraba sólo en el hecho de hacerlo frustrar.
—Estás de mal humor —le dijo, la voz socarrona y esa postura de saberlo todo, así era Jungkook—, por eso estás tan intenso para pelear, y ese mal humor tiene nombre y apellido —su sonrisa se hizo más grande, a tal punto que Yoongi se sintió perturbado al adivinar hacia dónde iban los pensamientos del menor—. Park Ji-
Jungkook calló abruptamente casi por obligación cuando lo vio correr hacia su dirección, sus músculos tensándose en cuestión de segundos y la adrenalina recorriendo cada espacio de su sangre cuando lo tuvo frente a sus narices. No alcanzó ni a pestañear cuando volvió a tener su espalda contra el suelo de tierra y pasto.
Gruñó frustrado.
Yoongi se separó, alejándose hacia el perímetro opuesto que delimitaba el área de combate al aire libre.
—Mantén los brazos rectos, no los dejes caer y controla tu respiración. Piensa en cómo te he atacado, mira la constante y ataca a esa constante. Siempre hay una.
Esta vez no dijo nada. Su lobo comenzaba a tener sed y un sentimiento de furia se pareció soltar en un ladrido profundo.
En la misma posición en el suelo, Jungkook en tres tiempos llevó sus rodillas al pecho y las manos sobre su cabeza para impulsarse con ayuda de estas y así levantarse en un perfecto movimiento de kip-up.
Se miraron a esos metros de distancia, analizándose en silencio por un tiempo que pareció una eternidad, la intensidad rellenando sus ojos cuando la tensión ascendió en su musculatura hasta su punto más alto.
La presencia de sus lobos se acercó tanto que se sentía como si fueran a explotar todo a su alrededor.
Los dos esperaron, pero cuando Jungkook se impulsó hacia adelante, Yoongi hizo lo mismo, corriendo directo hacia él con la intención de interceptar un puño en la fina mandíbula del menor, sin embargo, cuando estuvo a centímetros de lograrlo, el chico desapareció.
Jodidamente rápido. Yoongi sonrió, sabiendo que una de las malditas cosas que hacía bien Jungkook era sacarle provecho a su agilidad y la forma perfecta que tenía para engañar a sus contrincantes.
Como un pequeño zorro.
Pero lástima que él no era cualquier contrincante.
O eso pensaba Yoongi, porque ocurrió de un momento a otro, en el centro de la cancha, lo primero que hizo fue mirar hacia abajo cuando sus ojos vieron movimiento en el suelo, sin embargo, se sorprendió de encontrar nada más que el pasto corto meciéndose ante el viento de la mañana.
Entonces un peso se cargó en sus hombros, y unas piernas se cernieron por su cuello, descendiendo hasta apretarse en su cintura.
Yoongi gruñó. De pronto estaba solo y ahora tenía a Jungkook enredándose en una llave por detrás de su cuerpo, lo que lo obligó a caer al suelo de rodillas cuando los talones del castaño se hundieron en la parte baja de su estómago y los musculosos brazos apretujaron su cuello.
El menor era un jodido koala atrás suyo.
Un rugido vibró del pecho, sintiéndose vivo cuando su lobo soltó una amenaza que dejó a Jungkook completamente tenso y petrificado. Y a pesar de que el efecto había durado apenas segundos, eso fue lo suficiente para que Yoongi le propinara un codazo en su estómago, tan fuerte que lo hizo jadear y soltarse, cayendo con su trasero estampado en el suelo.
El castaño de inmediato rodó hacia su costado cuando lo vio girarse, y estiró una pierna con la intención de propinarle una patada en sus costillas. Y si no hubiera sido por sus buenos y rápidos reflejos, Yoongi sabía que aquella patada le habría costado unas cuantas costillas rotas.
—Para ser mi sucesor no está nada mal. —Dijo, medio jadeando y acomodándose de nuevo en posición de combate para arremeter contra él.
Jungkook bufó, levantándose también y limpiando la suciedad de su buzo, o bueno lo que alcanzaba a limpiar porque estaba lleno de pasto y hojas secas que se apegaban a sus ropas de lo mucho que Yoongi pasó tacleándolo y dejándolo en el suelo.
Pasó una mano por su cabello largo y se posicionó de la misma manera que el mayor.
—Seré tu sucesor como alrededor de 200 años, hyung.
Yoongi chasqueó su lengua.
—Uno no sabe lo que pasará, los ancianos ya dijeron que serías el próximo alfa de la manada.
Jungkook frunció el ceño, su mandíbula perfilándose ante la musculatura tensa de toda su cara y tragó duro, analizando las palabras del mayor.
A su corta edad de 18 años, Jungkook poseía una fuerza descomunal superando a todos los lobos que se mantenían en su rango. Yoongi sabía que el menor ejercería bien el cargo al cual estaba destinado, porque a pesar de estar terminando recién su etapa adolescente, su presencia resultaba intimidante, no solo su parte animal, sino que también la humana. Claro eso sí, sólo cuando ponía ese semblante serio, dejando atrás su lado juguetón y tranquilo, porque, a decir verdad, Yoongi creía que Jungkook no daba tanto miedo como él, sólo por el hecho de que su personalidad era más blandita.
Jungkook corrió hacia él, pero esta vez fue directo, sin trucos de por medio. Yoongi bajó el nivel de su fuerza y velocidad y la pelea ahora era en base a patadas y bloqueos por todas partes.
Yoongi atacó el cuello contrario, pero era como si el menor tuviera ojos en todos lados, bloqueando por milisegundos cada uno de sus ataques, sin embargo, analizando todos sus movimientos, logró notar aquella brecha que dejaba un punto vacío, un punto débil y el cual podía atacar, así que, sin desaprovechar su oportunidad, cuando atacó nuevamente su cabeza, acumuló la fuerza en sus extremidades inferiores y colocó un rodillazo en su estómago. Jungkook perdió el aire y nuevamente tuvo su trasero en el suelo.
Yoongi sintió el sudor acumulándose en su frente y en su nuca.
Vio que el estado de Jungkook era el mismo cuando lo vio tomar varias respiraciones para hablar.
—D-deja de decir que tomaré tu lugar... cómo si te fuera a pasar algo... además... —Jungkook apretó con su mano la zona del estómago donde recibió la patada y soltó un quejido cuando sintió ganas de vomitar—. Además... soy pésimo.
Yoongi frunció el ceño y le dio una mirada silenciosa, como si estuviera diciéndole "¿estás bromeando?"
—Les has ganado a todos, Jungkook...
—Pero no a ti.
Yoongi se sentó a su lado, intentando calmar las respiraciones y el dolor que comenzó a acumularse en sus músculos usados.
—Para tu información, cuanto tuve que hacerme cargo de la manada era peor que tú.
Jungkook soltó algo parecido a una risa y negó. —Tenías 16 años. Te obligaste a ti y a tu lobo a crecer.
—Y así aprendí —le replicó, esta vez, girando el rostro para mirarlo—, por obligación, pero lo hice. A todos nos llega nuestro momento. Anímate ¿sí? Lo dejaremos hasta aquí. Ve a ducharte, Jungkook-ah.
Yoongi revolvió su cabello y se puso de pie, mas no hizo el amago de irse, simplemente se quedó ahí, esperándolo y dedicándose a mirarlo con cariño porque entre ellos existía un sentimiento único y especial desde que supieron que compartían la misma línea.
Hace cinco años, cuando Jungkook apenas era un adolescente, el consejo de ancianos anunció que el menor de la familia Jeon sería el siguiente sucesor de la manada.
No significaba que Yoongi sería bajado del cargo de alfa, pero existía la tendencia de anunciar con anticipación al futuro alfa para que este pueda prepararse en caso de recibir el cargo de la manada. Era entendible, teniendo en cuenta la trágica historia con la que cargaba el clan y la cruel y forzada forma en la cual Yoongi tuvo que tomar el liderazgo. Además, sabían que, sin un alfa, los lobos no tendrían aquel sentido de orientación y unidad que mantienen ahora gracias a Yoongi.
No se elegía a cualquiera, había una profecía de la luna que los ancianos esperaban y que, ante la trascendencia de sus lobos provectos eran los únicos que recibían.
Era un lobo blanco, esperando en la penumbra, en el atardecer y en la calma a un lobo negro, quien agitaba la calma, iluminaba la penumbra en el ocaso.
Jungkook era aquel lobo, y Yoongi de alguna forma, se sentía orgulloso de que fuera el escogido. Si hubiese tenido descendencia, la historia habría sido diferente, quizás, pero como no tenía pareja, los ancianos profesaron la venida de Jungkook como el más indicado para cuidar y proteger la manada, después de todo, al igual que él, su sangre pura era de elite. Era hecha para ser la de un líder.
—¿Harás algo con lo que dije? —Jungkook se puso de pie, después de haber estado inmerso en sus pensamientos y ambos dejaron el complejo de entrenamiento para caminar hacia las duchas.
Yoongi se quitó la camiseta, sintiéndose sudoroso y le miró confundido. —¿A qué te refieres?
—Sé que sufres —le dijo, cuando sus ojos se encontraron, los de Jungkook decían "no soy tonto", pero Yoongi no hacía más que observarlo con duda—, sé cómo miras a Jimin —y eso ahora lo tenían frunciendo el ceño. Jungkook sonrió ante su reacción—, no pasas desapercibido, hyung.
—¿Acaso te metes en lo que no te importa? —escupió, adelantando el paso para alejarse lo más posible de él y esa charla que realmente había querido evitar desde siempre.
Pero Jungkook le siguió.
—Jimin cree que es porque es humano y por eso lo rechazas y lo tratas diferente. —le dijo a su espalda, deteniéndose cuando Yoongi también se detuvo.
Un gruñido salió del pecho del mayor cuando se volteó. —Que no lo rechazo... —bramó, molesto al pensar que alguien había inventado tal cosa, porque no era cierto. Yoongi podía ser el más jodido imbécil con Jimin, pero nunca lo había rechazado. Admitía mantenerse alejado de él por el bien de su propio pellejo, pero ¿rechazarlo? No podría hacerlo nunca.
Tanto su parte humano, como su parte animal nunca podrían.
—Es lo que digo —siguió hablando Jungkook, llegando por fin hasta su lado—, si supiera Jimin que en realidad lo ves como una presa... creo que se volvería loco. Puedo sentir la tensión.
Yoongi le miró medio asustado. —¿De qué tensión hablas?
—¿Qué? —rio Jungkook—. ¿no te das cuenta? La forma en como actuaste cuando Chanyeol lo enfrentó fue... —el menor se detuvo para pensar en la palabra correcta, porque sinceramente, era casi inexplicable—, fue abrumadora, no lo veías porque, sinceramente, hyung, estabas siendo un idiota, pero afectaste a más de un capitán ahí dentro. Tus ojos dorados, los ojos de tu lobo los vi, lo estabas mostrando, dispuesto a pelear contra cualquiera que resultara ser una amenazada para Jimin.
Que se lo dijeran a la cara, así como Jungkook ahora, era confirmar todas sus malditas sospechas y miedos. Jimin lo estaba desarmando por completo y eso no hacía más que dejar toda la sorpresa marcada ahora en su rostro mientras procesaba lo que decía el mayor.
Pero no dijo nada, no lo diría porque cierta parte de él era cobarde en aceptar algo que había sabido desde hace mucho tiempo. Así que simplemente apretó la boca en un adura línea, y giró el rostro concentrando en un punto del cemento cuando entraron a las duchas del complejo de entrenamiento.
—Es el estrés. —terminó por decir, en un intento de justificarte.
—A mí no me mientas —le replicó Jungkook con una cara obvia para luego arrugar el ceño cuando otro pensamiento ocupó su mente—, además, no sé por qué... pero puedo olerte en Jimin, como Chanyeol dijo, es extraño, considerando que nunca pasas cerca de él. Debería tener mi olor, o el de mi hermano, o incluso el de Namjoon, somos los que constantemente permanecemos a su lado, pero definitivamente no el tuyo.
Yoongi abrió la boca, pero las palabras son salieron por un buen momento mientras aquello del olor seguía dando vueltas en su cabeza ahora que Jungkook terminaba por confirmarlo.
—Debe ser una confusión tuya.
Jungkook rio incrédulo. —Mi olfato no falla nunca.
—Mira Kook, hay muchas cosas que yo no sé ¿de acuerdo? —Yoongi se hartó, ahora encarándolo por completo, su rostro cabreado diciéndolo todo—. No puedo justificar todo lo que he hecho porque no tienes la maldita idea de lo que pasa por mi cabeza en este minuto.
—No te voy a empujar —respondió, sin inmutarse ante la confusión y enojo en el rostro de Yoongi—, pero, por favor, habla con él. Sabes que nuestros lobos sufren cuando sienten la intranquilidad en su familia —su semblante entonces cambió y Jungkook le regaló una sonrisa triste—, nuestros lobos han estado inquietos por semanas porque nuestro hermanito piensa que lo ves como un forastero, y parece que por más amor que le demos, no bastará hasta que tú se lo aclares.
Fue ahí que Yoongi bajó todas sus defensas, sintiendo las emociones del contrario en el aire, y fue como haberlo escuchado; el pequeño llanto del lobito de Jungkook, era tan claro para él, como si Jungkook hubiera abierto su alma en ese minuto para que él pudiera ver su estado, conocer cómo estaba. Y sinceramente, le dolió, la musculatura de su estómago se contrajo cuando entendió que Jungkook también estaba intranquilo y sufriendo.
Eso sólo le hizo pensar que quizás muchos de ahí lo están, ya que, de alguna manera, su mal humor también afectaba al resto de la manada, y quizá Chanyeol ese día había tenido esa reacción por su culpa, porque la intranquilidad de su lobo lo perturbaba a él y quizá a cuantos capitanes más.
Por supuesto que era eso, Yoongi lo sabía, él era el pilar, la base de la manada y cuando esta se debilitaba entonces toda la estructura temblaba. No se trataba solo de Jimin y él, se trataba de algo que involucraba a todos.
Dios, ¿en qué momento Jungkook había comenzado a ser así de maduro y él un líder de mierda?
—Hablaré con él. —fue lo único que pudo decir antes de alejarse y volver a su dormitorio como si tuviera miedo de que Jungkook supiera todas las verdades de su atormentado corazón.
No quería seguir escuchándolo, porque se sentía más real cuando lo decía otra persona, y estaba seguro que Jungkook tenía mucho por decir, y él no estaba listo aún para procesarlo. La lucha entre su deseo y su cargo como alfa de la manada se hacía cada vez más fuerte.
Tampoco quería abrumar a Jimin, tenía miedo de perder el control, querer tocarlo, querer tocar su marca, morderle nuevamente, lamerle la herida cicatrizada y hacerle otra.
Joder, no.
¿Y si Jimin los rechazaba?
Su lobo no estaría para nada contento y lo que provocaría en él un humor de perros. Lo cual afectaría incluso más las relaciones entre todos en el clan.
Era mucho, muchas cosas por las cuales deseaba tener una distancia prudente del menor, pero ¿odiarlo? ¿pensar en él como un forastero? Imposible.
Yoongi terminó de alejarse de Jungkook y agradeció que el menor no haya insistido en querer seguirlo y hablarle como si fuera un cupido sabio de sus palabras. Sin embargo, aquello no ayudaba en aclarar sus pensamientos, porque al final, terminó incluso más confundido, hecho un mar de dudas, sin realmente tener en claro lo que haría.
Sabía que la charla con Jimin ocurriría tarde o temprano, pero prefería mil veces elegir el camino cobarde, tranquilizar a su lobo y a su mente diciéndose que en realidad todo estaba bien y que las interacciones con el menor eran innecesarias.
Pero también sabía que, si no lo hacía, podría pasar semanas malhumorado, peleando con su lobo, quien incluso a veces no le dejaba dormir de la inquietud, enojado porque ambos estaban tomando caminos diferentes
Y esa, era una de sus peores peleas.
*
Jimin corrió por la penumbra del bosque tanto como sus piernas le exigían, la oscuridad presentándose con mayor intensidad debido a los grandes árboles que tapaban el cielo de la tarde.
Sus músculos hormiguearon, como tener millones de agujas en su piel, pero la adrenalina era más intensa, dejando de lado cualquier malestar del que se aquejaba su ya cansado cuerpo.
La fatiga de sus piernas gritaban a gritos que parara, que se detuviera y descansara, pero descansar para Jimin ahora era lo mismo que ir a su propia muerte.
Sintió unas pisadas a su espalda, un jadeo pequeño que le hizo detener un poco el ritmo.
—Jimin... —dijo aquella voz gruesa, corriendo hasta quedar a su lado, rápidamente sintió un brazo envolver su cintura y luego sus pies ya no tocaban el piso. El ritmo del contrario se aceleró de manera espeluznante cuando lo cargó, sin embargo, la acción duró pequeños segundos, el ritmo volvió al de antes y luego el chico gruñó—. Joder, esos bastardos y sus nuevas armas.
Su voz estaba envuelta en un quejido, Jimin se sintió mal por ser cargado, pero sabía que sus torpes piernas comenzarían a ser un estorbo si se encontraban con el suelo de nuevo.
Observó hacia adelante, intentando enfocar la vista cuando la oscuridad parecía querer tragarlos, su cuerpo se apretujaba dolorosamente mientras era cargado como un saco de papas y sentía el agarre volverse tenso cuando esquivaban algunas raíces levantadas del suelo.
Era como si conociera aquel lugar, como si supiera dónde pisar, siendo que era la primera vez que ambos se adentraban tanto en aquel bosque.
De pronto el ruido de unos disparos lo alertó.
—¿Q-qué está pasando? —Se atrevió a preguntar, el miedo filtrándose en su cuerpo tan solo recordar cómo hace minutos atrás lo habían despertado de su siesta, empujándolo hacia afuera, gritándole que corriera y no se detuviera nunca—. ¿D-dónde está papá?
—El viejo nos iba a dar ventaja —Jimin frunció el ceño ante esa respuesta—, pero veo que lo capturaron... no sé...
Jadeó, intentando mirar el rostro ajeno. —¿C-cómo es eso? —sus ojos se tornaron brillosos cuando se imaginó el peor de los escenarios—. ¡Tenemos que ir! ¡no podemos dejarlo solo!
Otra fuerte balacera, el estruendoso sonido escuchándose más cerca que el anterior. Ambos se tensaron, Jimin agarró las ropas del contrario empuñándolas con fuerza, el terror vivo al pensar que podría irse de su lado.
—Tenemos que seguir.
Entonces, todo en él se desesperó. —¡No! —sollozó, las lágrimas comenzaron a salir sin control de sus pequeños ojos—. ¡escondámonos! Por favor, tengo miedo, no quiero que me cargues —suplicó—, estás cansado...
Una suave risa recibió como respuesta, irónico al ver que en la situación en la cual se encontraban no había nada por lo cual reírse. Sin embargo, aquel pequeño sonido fue lo suficiente como para darle un segundo de calma a su mente.
—Nosotros no nos cansamos —dijo, con una voz arrogante y socarrona, característica de él, pensó Jimin—, solo que ellos tiraron una mierda y mi energía se está debilitan-
No alcanzó a terminar la frase, su cuerpo golpeó el suelo cuando tropezaron, rodando metros de distancia e incrustándose parte de las raíces de los árboles en la espalda y en otras partes de su cuerpo.
El rostro de Jimin chocó con la tierra, magullándose y haciendo que la sangre brote de los pequeños raspones.
—Agh... ¡maldición!
Jimin buscó con la mirada aquella voz, para su sorpresa, lo encontró de rodillas en el suelo, las manos empuñadas con fuerza y la cabeza agachada, la musculatura de su cuello tensa. Estaba luchando.
Sin importarle sus heridas, gateando fue hasta él, intentando tomar su rostro para inspeccionar a qué se debía su ceño fruncido en un dolor que a su vista parecía terrible.
—¿Qué te hicieron?
—Mierda —se quejó nuevamente, y gracias a que ambos se encontraban de rodillas, Jimin tuvo una mejor vista de él cuando gruñó molesto—, no sé qué lanzaron esos bastardos, pero estoy debilitándome—. Le ayudó a pararse, y cuando estuvo listo para correr nuevamente, siente la mano contraria tomar su muñeca, Jimin buscó su rostro, sus párpados se abrieron, dejando ver aquellos orbes feroces que llegaban a brillar en aquella oscuridad. Le miró, enfocando sus fríos iris en él, sin embargo, no sintió terror ni miedo, porque a su vista, eran los ojos más hermosos que podrían existir—. Vamos a tener que separarnos.
—No. —fue su respuesta inmediata, el pavor haciendo estragos en él cuando vio la decisión en los ojos ajenos—. No te dejaré sólo, no te dejaré-
—¡Jimin! —Aquellas manos tomaron su rostro, intentando llamarlo y traerlo en sí cuando estaba a punto de tener una crisis de pánico. Sus ojos nunca dejando los ajenos, pero ahora estos tenían un semblante cálido, algo que en su pecho dolió cuando lo vio negar con la cabeza—. No tienes que hacer esto, es a mí a quién buscan, por favor... —entonces la voz se volvió más dulce, y Jimin apretó sus ojos cuando nuevas lágrimas amenazaron con salir. Dedos acariciando la piel bajo sus ojos—. Solo corre, escóndete, eres bueno en eso ¿sí?
Jimin emitió un gemido doloroso, levantando las manos y aferrándose a sus muñecas cuando otros balazos le hicieron saltar en su sitio.
—No te dejaré solo —le lloró—, no quiero, no quiero... eres mi familia y-
Las manos que acariciaban su cara temblaron, haciendo que todo se volviera más doloroso. Nadie podría imaginárselo, pensó, ni aunque vean su rostro sufriendo de dolor, nadie podría imaginarse lo roto que se sintió su corazón cuando entendió que todo se estaba desmoronando.
Ni siquiera tenía respuestas, todo había sido tan repentino, que lo único certero que sabía era que se trataba de algo muy malo.
Pero de ahí, a que le digan que tenían que separarse, era otra cosa, era algo que iba a doler y marcarlo por el resto de su vida.
Las manos ajenas viajaron a su cabello negro y laceo. Palmeándolo ligeramente y le sonrió. Jimin sintió desvanecerse ante aquella triste mirada que le dio su hermano.
—Eres pequeño aún.
Entonces hizo el amago de retirarse, y eso sólo lo obligó a aferrarse al toque ajeno.
—P-por favor... —suplicó, rogó como pudo. No sabía qué más hacer, no sabía de qué otra manera convencer al otro para que se quedara, para que supiera que no era buena idea separarse. No sabía qué ofrecer, porque no tenía nada.
El contrario sorbió de la nariz, pero Jimin nunca vio atisbos de lágrimas en sus ojos.
—Prometo que te encontraré, incluso si me toma años. Si me atrapan, saldré y te buscaré ¿sí? Solo por favor... —lo vio cerrar sus ojos y posar aquella mueca dolorosa, su voz denotando ruego—. Por favor... escóndete y mantente vivo. No te atrevas a salir, no salgas hasta que yo te encuentre.
Jimin negó. —N-no me hagas esto... por favor no me hagas esto —Se aferró a él con todo lo que tenía, pero de igual manera sintió el agarre desarmarse con fuerza y no tuvo la capacidad de detenerlo cuando se alejó a metros de él, mirándole a los ojos. Siempre a los ojos.
—Vete —le susurró, su voz gruesa haciendo ecos en sus oídos y sus ojos, volviéndose tan brillantes que era lo único en lo que podía enfocarse en las sombras lóbregas del bosque—. ¡Vete! ¡JIMIN VETE!
Un escalofrío espantoso recorrió su espalda y de un salto giró sus pies y comenzó a correr, sintiendo como su cuerpo le obligaba a responder aquella orden que se hizo para obedecerse. Corrió incluso si las lágrimas le tapaban la visión, haciéndole tropezar en más de una ocasión.
Y mientras corría, la desesperación se sintió en su cuerpo como un monstruo que pronto lo devoraría, porque sabía, sabía que él ahí sólo, sin saber dónde llegar, dónde ir, con catorce años, no le quedaba más que la muerte.
Quizás su hermano tenía suerte y lo encontraba antes de tiempo, o quizás su agotado cuerpo se daría por vencido ante la falta de agua y comida.
Sin embargo, incluso así, cuando no había nada a su favor, corrió tanto como sus pulmones se lo permitieron, llorando y recordando el bonito rostro de su hermano y no aquellos espeluznantes ojos con los cuales le obligó a hacerle caso.
Su corazón desarmándose de a poco al pensar que quizás sería la última vez que lo vería, la última vez que compartirían como una familia.
Jimin volvió a llorar, y quizás el ruido de un riachuelo a lo lejos le hubiera dado esperanzas, pero no pudo ni siquiera emitir un sonido cuando una bala perforó su hombro, haciéndole caer.
La tensión subió por su cuerpo, concentrándose en su cabeza hasta que cada parte de él dolió. El aire saliendo de sus pulmones, dejándolo sin oxígeno por varios segundos.
No pasó mucho tiempo antes de que perdiera la consciencia.
Había comenzado a llover.
—¿Taehyung? —Jimin abrió los ojos de golpe cuando escuchó la voz de Jungkook susurrar ese nombre. Enfocó su vista, sintiéndose somnoliento mientras lo veía estar de pie observándole bajo el umbral de la pequeña y blanca habitación.
—¿Qué dijiste? —preguntó aturdido, moviendo sus ojos hacia todos lados con la intención de escanear el lugar donde estaba. De inmediato recordó haberle pedido a Jin la habitación para descansar ahí luego de estar ayudando en el casino. Estaba tan cansado de ir de un lado a otro, que la opción más cerca para descansar era la clínica donde trabajaba su hermano mayor.
—Tu dijiste eso —Jungkook avanzó hasta sentarse a su lado, Jimin lo vio con sus ropas de combate y eso no hizo más que preguntarse a sí mismo cuántas horas había pasado durmiendo—. Dijiste Taehyung ¿quién es? No conozco a ninguno con ese nombre en la manada.
—No es nada —negó, intentando sonreír labialmente cuando los recuerdos comenzaron a atormentar sus pensamientos—. A propósito ¿qué haces aquí?
—¡Aquí estás! —tan pronto Jungkook iba a abrir la boca, apareció Jin, con el ceño fruncido y vistiendo un delantal el cual estaba lejos de ser el de algún médico.
Los menores se miraron entre ellos, los ojos brillosos de diversión al verlo con aquel delantal de cocina, siendo que sus vestimentas todo el tiempo era una bata o trajes de hospital.
Jungkook lo miró de pies a cabeza y soltó una risa. —¿Qué te hicieron?
—Que, ¿qué me hicieron? —dijo de vuelta. Su rostro mostraba completa indignación cuando entró a la habitación, apuntándose la tela que llevaba dibujos de animales—. La señora de la cocina simplemente me agarró porque Jimin se había ido y si no eras tú, Jungkook, era yo quien tenía que hacerme responsable por mi hermano, así que ¿tienes algo que decir, Jimin?
El nombrado se limitó a encogerse de hombros. —La señora Kwon me odia.
Jin entrecerró los ojos. —Sí, claro, ¿por qué no me sorprende? —murmuró más para sí mismo porque conocía tan bien a Jimin que casi esperaba que le dijera aquella absurda defensa, con la cual, parecía querer defenderse de todos.
—Debes de dejar de usar esa frase. —Jungkook le miró medio divertido medio serio, pero es que le parecía realmente entretenido la forma en como Jin comenzó a quitarse el delantal como si contuviera alguna plaga milenaria que los mataría a todos siendo que pasaba casi las 24 horas del día en un hospital en el cual, irónicamente, no le ocurría nada porque los lobos no se enfermaban.
Así que sus muecas de asco eran divertidas porque no tenían sentido.
—Primero Yoongi, luego Chanyeol —enumeró Jin—, ahora la señora de la cocina, quién se ve más arrugada que una pasa y su lobo senil no dañaría ni a una mosca ¿estamos hablando de la misma señora, Jimin?
Dios, Jin podía ser tan exasperante a veces.
Gruñó y dio un salto en la cama, pataleando con sus pies. —¡Está bien! No me odia, lo tengo, pero hoy se terminaba mi castigo y ella insistía en mandarme de un lado a otro. —puchereó.
—¿Y por eso viniste a esconderte en la clínica? —Jimin asintió, sus labios abultados inconscientemente seguían enmarcando su rostro y por más que haya luchado Jin consigo mismo para no caer rendidito ante esa cara, no pudo, así que terminó por suspirar, yéndose el enojo de hace momentos y caminó hacia la cama, sentándose al otro lado libre de Jimin—. Promete que vas a dejar de justificarse con eso de que todos te odian ¿de acuerdo? No es lindo. —peinó sus mechones negros, largos que llegaban cerca de sus ojos, y le sonrió.
Jimin se sintió horriblemente mal al entender que lo estaba preocupando, es decir, ya no era un adolescente, porque ciertamente, recordaba a Jungkook realizar el peor de los berrinches en la etapa de su pubertad y eso había ocurrido hace años, aquellos tiempos habían pasado y él comportándose de esa manera era lo mismo que haber regresado a esos días.
Quizá Jungkook le había pegado su personalidad idiota, pero descartó la idea cuando le miró, encontrándose con su mirada y haciendo una mueca malhumorada cuando llegó a pensar que podría parecerse a él.
—¿Qué? —Le dijo Jungkook con el ceño fruncido al ver la mueca que le hacía.
—Tienes el cierre abierto.
Jungkook entrecerró los ojos. —No voy a caer en tus bromas de mierda añejas.
—La boca, Jungkook —murmuró Jin. Suspirando agotado por el par que estaba a punto de comenzar una batalla, y él definitivamente no estaba preparado para escucharlos plantarse un rezo de maldiciones si es que se atrevían hacerlo frente a sus narices. Así que observó a Jimin, intentando tomar la atención de este cuando vio la diversión en su mirada por lo entretenido que era a veces molestar a Jungkook—. ¿Vendrás a comer, Jimin?
Jimin le sonrió a Jungkook, levantando la mano para tocarle el mentón y haciendo que este se echara hacia atrás para evitar el toque antes de girarse hacia Jin y tomar atención de sus palabras.
—Quiero ir al lago antes.
Jin asintió, sin pedirle explicaciones cuando se puso de pie.
Sin embargo, bastó que diera unos pasos, su mente se cubriera de los sentimientos que le dejó aquel sueño para que Jin y Jungkook notaran la depresión que cayó en el aire.
—¿Estás bien? —preguntaron al mismo tiempo. Ambos chicos se miraron como si compartieran el mismo pensamiento y luego observaron a Jimin, quien se detuvo en el umbral de la habitación. Dándole la espalda.
Giró sobre sus talones y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. —Sí... solo quiero relajarme un poco, tener ese castigo y no poder hacer mis deberes reales me molestó un poco, así que quiero ir a meditar sobre eso.
Casi podían oler la mentira, aquel rostro falso y aquella sonría falsa se notaba desde kilómetros, y era absurdo, según Jin, que Jimin intentara mentirles en su propia cara siendo que lo venía conociendo desde que era todo un adolescente, la etapa de la epifanía de las mentiras.
Pero a pesar de saber todo eso, ser consciente de todo eso, su lobito sintió el dolor ajeno, y eso fue suficiente para saber que Jimin estaba sufriendo por algo que no ha querido contar, y, a decir verdad, siempre lo sintió así. A lo largo de los cinco años cuidándole, el menor podría sonreír, expresar la felicidad y demostrarla sinceramente, pero en el fondo siempre existía, aquel pequeño olor a tristeza, aquel sentimiento de nostalgia y dolor no se iban de él, como si viviera con eso, acostumbrado a eso.
Así que por lo mismo guardó silencio, sintiéndose mal hermano porque nunca pudo hacer mucho para ayudarle con ese dolor.
Cuando Jimin volvió a girarse para irse de ahí, sintió a Jungkook removerse en la cama. Y fue en ese momento que Jin sintió la agitación en el lobo de su hermano.
—¿Es por tu familia? —le preguntó, Jimin volvió a detenerse, su musculatura mostrándose tensa bajo su ropa.
—No... —dijo, girando la cabeza hasta dejar a la vista su perfil—. Es por mí.
No se giró de nuevo, retomó sus pisadas, saliendo de la clínica y sintiendo un malestar pesar en su estómago al mentirle a ellos, a las personas en las cuales depositaba su confianza.
Era consciente que tanto Jin como Jungkook habían notado que estaba mintiendo con respecto a cómo se sentía, pero no podía decir una verdad que juró llevarse a la tumba, no todavía, no cuando no estaba seguro si aquella verdad perjudicaría a su familia o no.
Pero se sentía mal cada vez que lo hacía, porque Jin y Jungkook le habían dado todo, habían abiertos sus brazos para él y él no hacía más que envolverse en sí mismo, como si no hubiera gente dispuesta a echarle una mano cuando los recuerdos de aquel día nublaban su mente.
Y quizás por eso ahora hacía su camino hacia el lago, llevando nada más que una mochila con una manta para el frío y un poco de comida.
Su cabezo era un completo lío, los recuerdos no paraban de reproducirse una y otra vez, aquel rostro de su hermano, era lo único en lo que pensó en aquella caminata de alrededor de media hora.
Cuando llegó hasta el final del sendero, caminó por el suelo de gravilla en donde se sentó y observó el paisaje. El amplio lago, lleno de minerales que le otorgaban aquel color turquesa se mecía frente a él, tan tranquilo como la paz que deseaba encontrar en ese momento.
Pero Jimin sabía que no se podía, porque aquella tranquilidad que anhelaba era como olvidar y darle la espalda a lo que él fue en algún momento, al Jimin que existió en su infancia y parte de su adolescencia.
El recuerdo era doloroso, pero estaba ahí, sintiéndose vivo y haciéndole saber que todo había sido real, que no se estaba volviendo loco y que en algún punto de sus pensamientos, debería existir la esperanza, la esperanza de reencontrarle, de verle, tocarle, abrazarle, lo que sea, pero tenerlo ahí, con él.
El recuerdo y el dolor se mantenía vivo, sólo porque él aún mantenía esperanza.
Jimin no pudo evitar comenzar a llorar, acurrucando sus piernas contra su pecho y escondiendo parte de su cabeza en aquel hueco. Su vista concentrada en algún punto del pequeño oleaje que se producía a causa del viento.
No sabía qué horas eran, pero el ocaso escondiendo el sol le confirmaban que se estaba haciendo tarde y él estaba decidido a permanecer ahí hasta que pudiera ordenar y tranquilizar sus recuerdos.
No quería llegar a ser todo un lío, sabiendo que Jungkook y Jin sentían hasta el más mínimo malestar en él, prefería mil veces calmarse que causar incomodidad en sus hermanos.
Así que cerró sus ojos, sintiendo nada más que la brisa mover ligeramente su cabello y el ruido de pequeñas aves bañar sus oídos. Le encantaba la naturaleza.
Y hubiera permanecido ahí por horas, porque aburrirse, definitivamente nunca podría, sin embargo, el ruido de hojas secas y pisadas cerca lo alertaron de inmediato.
Aire recorrió por su espalda, viajando por toda su piel y haciendo que sus músculos entrenados se tensaran.
Rápidamente se puso de pie, girándose y colocándose en posición de combate, esperando lo que sea. El instinto de amenaza se sintió en cada rincón de su cuerpo, pero frente a su vista no había nada más que el sendero por el que había llegado y árboles gruesos y grandes cubriendo la demás parte del bosque.
Estaban ahí, sus pies se incrustaron en la gravilla y sus ojos se movieron de un lado a otro, escaneando toda la periferia que su visión podía ofrecerle.
Quizá estaba exagerando, estaba en zona segura, pero el hecho de que, lo que sea que esté ahí con él, no se esté mostrando le decía que no era para nada bueno, además, estar sin su ropa de combate y sin ni siquiera sus cuchillas o algo para defenderse ponían todo en su desventaja.
La vida de seguro lo odiaba también, porque no pasaron tantos minutos hasta que los vio.
Lobos salvajes.
Ellos nunca bajaban de la montaña, y tampoco nunca, en los cinco años, habían presentado ser una amenaza, así como él se sentía ahora.
No eran del todo sumiso, pero parecían temerles a los humanos y al clan de Yoongi.
Así que, ¿qué hacían caminando hacia él, de esa forma sigilosa?
Fue como un clic en su cabeza cuando pensó en la información de aquellos neurotransmisores que alteraba a los animales, volviéndolos agresivos.
De seguro era cosa de aquel dispositivo extraño, pensó. Pero saber eso tampoco le daba ventaja a que saliera victorioso y sin ningún rasguño de ahí.
Tragó duro y alzó la barbilla, imponiéndose y dejando que el miedo no escapara de ninguna parte de su cuerpo porque de seguro lo olerían.
Tres lobos pardos, un poco más pequeños que los lobos de la manada, pero al fin y al cabo eran lobos que si se acercaban podían desgarrarle el cuello de un mordisco.
¿Cómo jodidos iba a pelear con tres lobos ágiles y más fuertes que él? De seguro pesaban como cien kilos cada uno.
Quizás podía con uno, pero eran tres animales salvajes que estaban a punto de saltar hacia él. Una horrible desventaja.
Rápidamente tomó una piedra, la más grande que sus ojos encontraron en la gravilla y se hubiera reído por lo ridículo que estaba siendo si pensaba que se lograría defender de colmillos y arañazos a base de una maldita piedra que su palma alcanzaba a cubrir por completo.
De verdad, Jimin casi se ríe, pero el hecho de pensar que quizás la manada lo encontrara muerto, siendo devorado por lobos le quitaban toda la diversión a la situación.
Solo esperaba que, si no salía de ahí con vida, por lo menos venguen su muerte.
—Bien —susurró para sí mismo, ampliando un poco más la base de sus piernas para ganar mayor estabilidad—, aún puede ser cuerpo a cuerpo...
Era bueno en eso, según Namjoon, era el mejor de la clase de jiu-jitsu y siempre tomó atención, así que siendo consciente de que podía colocar varias cosas teóricas en la práctica, no tuvo miedo cuando la adrenalina subió por su cuerpo al tiempo que uno de los lobos se abalanzaba hacia él para atacarlo.
Los otros dos que quedaron se irguieron sobre sus patas traseras, gruñendo y mostrando sus fauces, escaneando el momento exacto para atacarle, sin embargo, Jimin solamente tomó atención al lobo que abría el hocico para seguro desgarrarle el músculo más cercano que sus colmillos encuentren.
El lobo saltó, y él se agachó en su sitio, girando luego y con ayuda de sus manos en la gravilla se impulsó para levantar una pierna y propinarle una patada que levantó el hocico del animal hacia arriba.
Por el rabillo de su ojo vio movimiento en la izquierda, notando como otro lobo se alzaba hasta su brazo, sin embargo, alcanzó echarse hacia atrás, cayendo de espaldas en la gravilla en donde no tardó en dar una voltereta hacia atrás. Cuando quedó nuevamente en cuclillas vio al lobo casi a centímetros de su cara, pero actuó más rápido, tomando con una mano parte de su pelaje y haciendo que su cabeza rebotara en su rodilla.
Mierda. No supo si el golpe le dolió más a él o al lobo, pero a ese punto Jimin sabía que se agotaría mucho más rápido que aquellos animales que de seguro estaban agresivos por esa maldita cosa que Heeyeon había explicado días atrás.
Los lobos cada vez estaban más cerca y a pesar de que él sabía que todo su potencial estaba en sus piernas y que si hacía los movimientos específicos para zafarse de la situación, quizás lograría tener el tiempo suficiente para subirse a un árbol o echarse a correr con toda la velocidad que le otorgaban sus entrenadas piernas.
Pero todo eso se fue al carajo cuando ahora los tres lobos saltaron al mismo tiempo hacia él.
La mente se le desconectó, no supo qué hacer cuando vio las tres fauces abiertas para él. Atinó a cerrar los ojos y cubrirse el rostro con sus brazos y esperar los mordiscos.
Sin embargo, un rugido mucho más intenso y grueso lo hizo saltar en su sitio cuando algo golpeó su cuerpo.
La fuerza lo tiró hacia el lado, tan cerca del lago que parte de su ropa pasó a mojarse con el agua cristalina de las orillas.
Soltó todo el aire y rápidamente se giró al no entender lo que pasaba.
Era él, el lobo blanco de Yoongi estaba ahí, triplicándole el tamaño a los lobos salvajes.
Uno de los lobos estaba siendo ahorcado bajo su pata delantera, y al otro le había enterrado los colmillos en su cuello, sin embargo, Jimin jadeó cuando vio al tercer lobo saltar prácticamente sobre su gran lobo, mordiéndole en la zona de arriba.
Jadeó. —¡Yoongi! —gritó, colocándose de pie, ignorando los dolores de su cuerpo magullado y corrió hasta él.
Tomó toda la velocidad que pudo y saltó para teclear al lobo que se encontraba sobre Yoongi, tomándolo y tirándolo al suelo junto con él. Ambos rodaron, pero Jimin no se quejó, porque sus oídos estaban demasiado ocupados escuchando el pequeño gruñido de dolor del lobo de Yoongi, supuso que fue la fuerza con la cual los colmillos del animal se despegaron de la piel de su lomo, en donde ahora, Jimin notó rastros de sangre manchar el pelaje blanco.
Habían tocado a Yoongi. Por su culpa.
Mierda, mierda, mierda.
Jimin, había sentido odio antes, pero ahora era una rabia que se acumuló con furia, sacando lo peor de él cuando se giró hacia el animal que tenía las fauces manchadas de sangre y le pateó la cabeza. No descansó hasta que lo noqueó.
Estaba agitado, temblando cuando volteó y vio a Yoongi soltar el cuello del pequeño lobo y levantar su pata para dejar ir al otro. Ambos lobos estaban dispuestos a seguir atacándole, pero bastó que les rugiera desde su pecho, haciendo que incluso las aves escaparan de los árboles cercanos, para que aquellos lobos mostraran sumisión.
Jimin sintió el lobo que había noqueado despertarse, agitando la cabeza y escaneando el lugar como si no fuera reconocible, cuando vio a los otros animales salvajes alejándose, los siguió, sin siquiera mirarle y comenzó a correr con ellos.
Los hubiera observado hasta perderles de vista, pero escuchó a Yoongi gruñir con su voz humana y cuando se giró hacia él lo vio con la mitad del hombro sangrando, el liquido brillante recorría su brazo.
—¡Y-yoongi! —Fue hasta él, sin saber qué hacer cuando lo vio sentarse con dificultad en la gravilla, rápidamente sacó la manta de su mochila y tapó parte de su cuerpo desnudo, los ojos nunca perdiendo la herida abierta de su hombro—. E-estás, estás...
—Está bien —dijo él, susurrando y haciendo una pequeña mueca de dolor que asustó a Jimin como el infierno, y a pesar de que veía la carne comenzar a cerrarse ante el proceso de curación acelerado, no pudo evitar sentir miedo al ver lo fea que era la herida, aparte de que su cuerpo estaba lleno de arañazos que dejaban pintas rojas, sanándose casi de inmediato. Y al parecer Yoongi vio la preocupación en todo su rostro, o quizá lo sintió, pero cerró sus ojos, sintiendo algo en su estómago al ver que el menor se preocupaba por él y que de paso lo había llamado por su nombre, cosa que nunca hacía—. Voy a recuperarme, Jimin. Solo necesito descansar.
Estaba en posición de loto y Jimin jadeó moviéndose hasta él. —No, no, no, por qué cierras tus ojos- —farfulló, casi ahogándose con sus palabras ante la desesperación de pensar que podría sucederle algo. De pronto sus ojos se humedecieron, sintiendo las lágrimas escocer por las laterales.
Yoongi frunció el ceño y abrió sus ojos nuevamente, mirándole. —Jimin me estoy sanando, solo necesito minutos. —Tragó saliva, observando al chico sobre sus rodillas agachar la vista, tímido. Con la poca fuerza que le quedaba, levantó su brazo y tuvo el atrevimiento de deslizar suavemente el dedo índice atrapando una lágrima que se deslizó por su mejilla.
Joder, el toque, se sintió como algo caliente en su interior. Algo que pronto explotaría dentro de su pecho.
—¿Por qué lloras?
Jimin negó, sintiéndose estúpido de pronto porque a veces era demasiado valiente y a veces simplemente era un mar de mocos y lágrimas, como ahora.
—E-es qué... no sé —dijo, encogiéndose de hombros y sin atreverse a mirarlo—, t-tú me protegiste... y-
—Y tú también lo hiciste, no sé de donde sacaste esa fuerza, pero liberaste al lobo que estaba molestándome y aparte de eso lo noqueaste... —hizo una breve pausa tomando aire—, tus piernas... —No terminó la frase, Yoongi se estaba ahogando también y agradeció que Jimin no lo estuviera viendo.
El menor no le hizo caso a sus palabras, simplemente guardó silencio y siguió llorando, incluso más cuando sintió nuevamente, los suaves dedos de Yoongi recoger las lágrimas que bajaban sin control por sus mejillas.
Era un toque ligero, pequeño, pero se sintió tan bien. Como lo que necesitaba.
—P-perdón. —dijo luego de un rato, sin saber qué más decir o hacer, de seguro la manada lo odiaría porque Yoongi se había sacrificado por él.
—Jimin —le dijo en un tono de advertencia, y Jimin no quería verle a la cara, pero se estaba imaginando todo su rostro tenso y harto, como siempre lo acostumbraba a ver cuando algo le molestaba—. Puedes hacer algo.
Y con eso levantó la vista, sus mejillas brillantes y coloradas, sus labios abultados y rojos de lo mucho que se los había mordido para reprimir los sollozos, fueron una imagen que remeció el corazón de su lobo.
—¿Q-que cosa? —preguntó, limpiándose las lágrimas con el dorso de su mano, sin saber para qué era útil un humano siendo que los cambia formas, a su parecer, eran mejores que él en todos los aspectos.
—Prestarme tu regazo.
—¿Eh?
Jimin no tuvo tiempo de procesar a qué se refería con eso, pero Yoongi tomó sus piernas arrodilladas y las movió haciendo un gesto para que quedara con ellas estiradas. Le hizo caso, y luego de eso tuvo la cabeza y parte de la espalda alta del lobo sobre sus piernas.
Su cuerpo se estremeció por completo, y el calor se acumuló en su estómago y en varias zonas de su cara cuando lo vio ahí, en su regazo, silenciosamente como era él y con los ojos cerrados, descansando como si fuera la mejor cama que tendría ahora.
Hizo el viaje hasta la herida de su hombro y se encontró con que a esta le quedaba muy poco para cerrarse, el proceso de curación acelerado al máximo.
Y no pudo evitar mirar demás, sin saber dónde dejar sus manos, concentrándose en sus pómulos pronunciados, en su pequeña nariz y labios, en sus ojos y sus gruesas pestañas, en la forma en como sus cejas se arqueaban, en su cabellera gris. Jimin lo observó fijamente, grabándose todo como si no lo conociera ya y su corazón dio un respingo cuando el mayor abrió los ojos y lo encontró observándole.
—Jimin...
Rápidamente giró la cabeza y alcanzó con su brazo la mochila donde sacó una botella de agua y unos pañuelos.
—Voy a limpiar la sangre. —fue lo que dijo y antes de que Yoongi pudiera decir algo, comenzó a verter agua en los pañuelos y pasarlos por su hombro y brazo que estaban a una temperatura mucho más alta que la de él.
No se atrevió a mirarlo de vuelta, sintió el bochorno cubrir su cara porque sabía que Yoongi le estaba mirando fijamente desde abajo, así que simplemente se concentró en eso, hacer su tarea lo más normal posible, sin querer delatarse, aunque si Yoongi se concentraba en escuchar los agitados latidos de su corazón de seguro que expondría lo loco que se sentía por dentro.
Por otro lado, el tiempo pareció detenerse para Yoongi. No quería hacerlo obvio, pero había querido abrir sus ojos desde hace rato. Su lobo movió la cola agitado de emoción cuando sus miradas se encontraron.
Y aquel sonrojo que cubrían ahora las mejillas de Jimin, lo hacían lucir precioso. Su cuerpo entero pedía a gritos por él y su lobo se calmó sólo porque lo tenía cerca y le estaba tocando.
Su piel quemaba en las partes donde Jimin ponía sus dedos para limpiar la sangre que se estaba secando y se sentía como un pequeño fuego que recorría su piel, el calor sintiéndose en cada una de sus células.
—Jimin —dijo, la voz salió más ronca de lo que pensó y eso hizo tensar al menor, quien le devolvió la mirada. Y Yoongi juraba que podría perderse en esos ojos marrones que ahora estaban rojos de las lágrimas que había derramado minutos atrás—, no protegería a alguien que odio —dijo, capturando una reacción inmediata en el menor, quien pareció jadear. No pudo evitar encontrar la acción tierna.
Jimin siempre era miradas asesinas, mandíbula perfilada, aura seria, entre otras cosas. Pero el Jimin que veía ahora, era sumiso, tierno y cálido. Era un Jimin completamente desarmado por él, y no sabía cuál de los dos lados del pelinegro le encantaban más.
Y era tan peligroso tenerlo cerca y no poder hacer nada, que la necesidad de querer tocarle y mimarle quería desbordarse de él hasta el punto de volverlo loco.
—¿Sabes a lo que me refiero, cierto? —Jimin guardó silencio, sin mover ningún músculo y Yoongi pensó que tendría que ser más explicito, recordando la conversación que tuvo con Jungkook esa mañana—. No te odio, Jimin. Eres alguien... —dijo con la voz más baja, casi en un susurro y cerró los ojos, dejando salir todo el aire luego—. Eres alguien del cual me preocupo demasiado.
—Porque soy huma-
—Porque me importas —Le cortó, tan pronto supo lo que diría. Yoongi volvió abrir sus ojos, mirando el anhelo en los ojos ajenos y aquel brillo atenuante que parecía hacer brillar todo a su alrededor—. Me importas desde hace cinco años, desde que te volviste parte de la familia.
Levantó una mano y acarició ligeramente la marca de su cuello. Su marca.
Y Dios, se sintió tan condenadamente bien, que ahora no sabía cómo volver atrás porque ya se había tomado demasiadas atribuciones con Jimin, empezando por pedir dejarle descansar en su regazo.
De seguro que separarse luego y mantener la distancia iba a ser una lucha peor de la que ya tenía, hasta el punto de ser enfermante.
Así que simplemente se quedó ahí, disfrutando su calor, su dulce aroma que se entremezclaba con el suyo y olía bonito.
Se quedó ahí, deseando que el tiempo se detuviera para ellos, porque ahora mismo, contemplarlo, era lo único que podía hacer.
***
holi holi, mil grcias por el amor a esto ;; ♥
saben estaba pensando en hacer caps cortos porque así actualizo más rápido pero los hice y los sentí demasiado corto así que uní todo lkañjd por que soy así ;n;
el lugar donde viven, me lo imagino así:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro