-¡Déjenlo en paz!

Creo que ya te lo he dicho antes, pero tu voz es muy linda al igual que fuerte. La primera vez que la escuche se volvió la voz de mi heroína.

Yo era el más pequeño, era muy débil y llorón. A la mayoría les hartaba mi actitud cobarde, al fin y al cabo ellos ya se habían acostumbrado a la horrible situación en la que nos encontrábamos.

Cuando tú viste como me maltrataban no pudiste evitar salir a mi defensa.

Aun cuando tú también terminaste herida.

Todos vivíamos en la esclavitud de máscara de hielo, aterrados, adoloridos, desesperanzados.

A pesar de ello, tu sonrisa y compañía me devolvieron la fe.

No era tan ignorante, sabia que tu sufrías, no solo era una tortura psicológica, en tus brazos podía ver las marcas de los latigazos y en tu espalda los moretones que conseguías por mi culpa.

Me sentía algo impotente al no poder haber hecho algo al respecto en ese tiempo.

Y sin importar el dolor, siempre supiste regalarme una sonrisa y unas palabras de aliento, incluso en aquellas noches que te podía escuchar llorar desgarradoramente.

¿Algún día serás feliz hermana?

Siempre que soñaba con nuestra libertad me preguntaba eso. Deseaba ser capaz de hacerte sonreír sinceramente, como tú lograbas en mi aquello.

Nuevamente volviste a salvarme, con tu ayuda conseguimos la tan ansiada libertad.

Yo era tan feliz... Pero hermana... Por alguna razón, te seguías sintiendo tan incompleta.

A comparación mía, tú sí recordabas a tu familia, aunque nunca la mencionaste mucho, se que el reencontrarse era tu mayor deseo.

Pero no podías pensar en aquello aún, necesitábamos tanto para primero sobrevivir por nuestra cuenta.

Aprendimos a vivir en cuevas, a construir bases, a recolectar bayas, a robar.

Y tú te viste más tentada en seguir ese camino, mucho más sencillo de realizar.

Fue ahí que aprendiste a estafar y perfeccionaste el arte del robo.

Así conseguiste a tu primer pokémon. Y poco después inició tu aventura...

A pesar de poder valerme por mi cuenta, eras una buena hermana y casi siempre me visitabas y me dabas alimento. Pero con el tiempo tus visitas dejaron de ser frecuentes.

Por lo que me contabas habías conocido a gente de tu edad, y digas lo que digas te hacían muy feliz. Sonreías como nunca.

Me alegraba por tí, aunque tenía algo de celos en el fondo.

Pasaste por muchos peligros y eventos inesperados. Tuviste un viaje extraodinario.

Y cuando conseguiste información sobre ho-oh es que mi viaje inició.

Quien diría que cambiaría tanto mi vida...

Por eso ahora, que hemos pasado por tanto y hemos madurado tanto; puedo decir que: "Ahora yo te protegeré".