
#14: The Lunatic Parade (2/3)
— L-lars... —se atrevió a titubear Kirk, varios segundos después— ¿P-por qué me dices é-ésto?
— ¿Eh...?—destapó su cara y se miraron a los ojos.
— ¡Estamos en peligro, no hay tiempo para cosas melosas!—le recalcó en desesperación. Suspiró, requería tranquilizarse— M-mierda, Lars, ¡s-sabes que te quiero también!
— Pero... ¿En qué sentido?
— ¡Eso no importa ahora, tenemos que conservar la calma! ¡Nuestras vidas van por encima de cualquier cosa! —argumentó, en un intento fallido por verse sereno.
— ¿Y cómo mierda quieres que lo haga si cada vez que miro cualquier cosa que no seas tú, veo desgracia, veo muerte? ¿Cómo quieres que me calme si tú, que no le temes a nada, no puedes estar en compostura?—contraatacó, de brazos cruzados.
— Antes no me asustaba porque sabía que todo era falso y me sabía el recorrido de memoria, ¡ésto es diferente, es real! ¡Ni el más valiente lograría estar cien por ciento confiado de que algo saldría bien!
Se mantuvieron en silencio por un largo período de tiempo, mejor era distraerse un poco del ambiente, ya que pensar en mayor profundidad los estresaba el doble.
— Lars...—llamó en casi un susurro.
— ¿Qué?—seguía frustrado.
— Mira —llevaba desde hace rato planificando el discurso, le costaba modular—. T-tú no tienes culpa de nada, c-creo que hiciste bien en hacer que James no viniera ya que de... de cierta forma le haz salvado la vida —le asintieron—. E-en todo caso... Nadie predijo que ésto sucedería, s-sólo podemos pedir ayuda y esperar... no, rogar que nos rescaten.
— Tienes razón—exhaló, angustiado, tras rechinar los dientes, continuó—, no podemos hacer nada aquí arriba, estancados... Me alegra saber que al menos el juego está en buenas condiciones...
— Al menos una cosa buena —forzó una sonrisa temblorosa—... oye.
— ¿Um...?
— N-no puedo, digo, no me atrevo —¿tanto le costaba hablar? De verdad que tenía un enredo en la lengua—. ¡AHHH!—bramó en frustración— Sobre lo que me dijiste antes, de...
— ¿De la forma en que me quieres?
— ¡S-sí, sí!—hizo una leve pausa— Ugh, es que... —prefirió cambiar el discurso a uno más ambiguo— Si quieres un abrazo, te lo daré. Si quieres un beso, t-también.
El otro le contempló, perplejo.
— M-mejor llamo a la policía—musitó al no tener una respuesta, le tomaron el brazo en modo de negación—... ¿eh?
— Seguro ya varios lo han hecho —se encogió de hombros—. Seguro la línea debe estar saturada para avisar lo mismo, no tiene sentido.
— Sí, pero... ¿Alguien avisó que estamos en la cima de una jodida atracción y que algo malo puede pasar en cualquier momento?
— Oh, cierto...
Hammett efectuó la llamada, teniendo sus manos temblando, tratando de no mirar hacia abajo, tras relatar el suceso, le explicaron que en el parque ya habrían cerrado las puertas para que nadie escapara y que los guardias hacían lo que podían con tal de cazar a los payasos mientras los visitantes eran hospedados en zonas de seguridad.
Lo único que podían hacer ellos desde gran altura era esperar a ser rescatados y llevados a esas zonas. Que la policía estaba teniendo problemas en aquellos momentos puesto que no era el único lugar de la ciudad en que se estaba llevando a cabo la caza de payasos, hubieron masacres en otros lugares públicos que tuvieron que cerrar sus puertas.
Al cabo de unos minutos, la llamada finalizó. El moreno le contó a Ulrich el asunto, la duda del momento era saber cuánto se demorarían en lograr capturar a los asesinos, cuánto se demorarían en sacarlos de la atracción y cuánto se demoraría en llegar la policía para detener a los culpables, que sin eso, no podrían llegar a casa de ninguna forma.
— K-Kirk... ¿me puedes dar el abrazo y el beso que necesito?—pidió muy nervioso, el ambiente aterrador le hizo no comprender del todo lo que le dijeron antes, sobre lo del beso, no sabía cómo interpretarlo.
Hammett lo envolvió entre sus brazos y el gesto fue devuelto con la misma gran intensidad, se fueron acercando de a poco, tímidos, hasta unir sus labios de forma rápida y desviaron la vista a cualquier parte. El momento se tornó incómodo.
— T-te quiero... ¿ok?—recalcó el castaño.
— Yo también...
Oyeron desde no muy lejos, a un niño llorar de forma desconsolada a su vez que oían a su madre consolarle, tratando de decirle que todo iba a estar bien.
— Kirk, ya vuelvo, tú quédate aquí—advirtió, poniéndose de pie sobre el carro, afirmándose de los costados.
— ¿Qué estás haciendo? ¿Te quieres matar o qué?—cuestionó, tomándole la mano, jalándolo hacia él, con el objetivo de que volviera a sentarse.
— No, tú espera aquí —insistió, calculando la distancia entre cada carro.
Empezó a escalar hasta quedar colgando del barandal de el carro.
— ¡Lars, siéntate!—ordenó, cerrando los ojos de miedo— ¡E-en serio, ven!
— ¡Shh, silencio! —le hizo callar puesto que varios les miraban como bichos raros, mordió su labio inferior un tanto dolorido por la presión en sus manos.
Y se dejó caer encima del techo del carro de abajo, donde estaba la madre con el hijo, estos dos últimos gritaron al oír el estruendo. Lars gruñó de dolor al haber aterrizado sobre su pierna derecha, al ser de una superficie inestable, se aferró con una mano, rasguñando, a ésta y con la mano libre sobaba el área en que se golpeó.
— ¿L-lars? —preguntó Kirk, todavía con los ojos cerrados.
— ¡Estoy bien!—declaró, jadeando.
Con algo de dificultad, fue gateando hasta aferrarse a las orillas del carrito y logró asomarse por la parte en que la gente se sienta, con ayuda de la mujer ya bastante mayor, consiguió tomar asiento con las personas del carro.
— ¿Están bien?—consultó, buscando entre sus bolsillos— Toma —le ofreció al niño un par de caramelos que logró coger de los payasos buenos tras la casita del terror.
— Gracias, señor... —murmuró el niño, la madre, varios segundos de estar en shock, decidió tomar la palabra.
— ¿Está, usted, bien?
— Sí, señora —contestó—. Sólo vine para asegurarme de que no estuvieran mal, no hay que perder la calma —les advirtió—. La policía está teniendo problemas para venir, pero los guardias hacen lo que pueden y aquí arriba no nos pueden hacer nada... No por ahora.
— Ya veo, ¿no sabe por cuánto rato vamos a estar varados?
— No —hizo una mueca—. ¿Por casualidad, sólo son ustedes dos o vinieron en familia?
— ¿A qué viene la pregunta?
— Por el tema de que estén preocupados por si a algún cercano le pudo pasar algo o si lo están por miedo a las alturas.
— Es eso último...
— Oh, bien... —suspiró— Bueno, la estructura se ve bastante firme, la posibilidad de que colapse o algo parecido, es muy poca—argumentó—. Lo mejor es esperar y no poner atención a lo que está ocurriendo abajo.
— Tiene razón...
Siguieron platicando, Kirk se dignó a abrir los ojos un segundo. Se inclinó un poquito hacia adelante, cosa que el carro se inclinara también y tuviera una vista mejor del carro de abajo. Tomó mucho aire para gritar:
— ¡Lars, no vuelvas a hacer eso en tu vida! ¡¿Entiendes?!
— ¡Lo siento! —le devolvió el grito— ¡Tú, no inclines el carro que puede darse vuelta y no quiero pagar tu funeral!
El moreno se sentó rígido, siguió hablándole:
— ¿Están bien allí abajo?
— El niño estaba sufriendo una crisis de pánico, ya se ve mucho mejor—comentó tras haberle estado haciéndole cariño en la espalda por bastante rato en que hablaba con la madre.
— Oh, ok... —suspiró en alivio— ¿T-tú no te lesionaste al caer?
— No, ¡te lo juro!
— ¡Oye!—esa era la voz de un hombre adulto— ¡Oye, tú, hombre araña!—llamaba— ¡El que se anda lanzando de un carro a otro!
— ¿Qué pasa?—preguntó Ulrich, mirando hacia abajo.
— ¡Estoy a unos dos metros del suelo!—advirtió— Quiero saltar y controlar la máquina para sacarnos, ¿puedes decirme si ves a algún payaso por el perímetro?
Admiró el entorno.
— ¡No, procede con calma!—respondió, contento de que hubiera un valiente que se arriesgaba por todos.
El hombre se lanzó del carro directo a la plataforma que controlaba la atracción, que no iba pegada al suelo, por tanto, cayó sólo de un metro de altura contra las tablas y rodó una indeterminada distancia. Reposó varios segundos hasta tener fuerzas para levantarse y mirar bien los comandos.
Luego de experimentar un rato, fue moviendo uno a uno los carros al punto de dejarlos en tierra y permitiendo que la gente bajara, con calma, entretanto Lars vigilaba que nadie peligroso se acercara.
Un carro antes de llegar a nuestro protagonista, se cortó la luz en todo el lugar. Reinó la soledad.
— ¡Mierda!—reprochó, sacó de sus bolsillos el celular, encendiendo la linterna, se colocó como brazalete la correa de éste e iluminó como pudo, se levantó— Oye, viejo —llamó al sujeto que controlaba—, ¿me puedes echar una mano aquí?
El hombre corrió a ayudar a que Lars mantuviera el equilibrio y subiera al techo. El sujeto ayudó a la madre y al hijo a bajar.
— ¡Kirk, salta!—fue su orden, tenía los brazos abiertos.
— ¿Estás demente? ¡Me voy a romper un hueso!
— ¿Prefieres una pierna rota o que nos asesinen los payasos por tratar de ayudar gente? ¿Sabes que hay dos carros sin bajar detrás de ti?
— Ugh, bien... —de mala gana, accedió a esa arriesgada maniobra.
Con sus extremidades tiritando, inhaló mucho aire, cerró a la fuerza sus párpados y se dejó caer sobre los brazos de su compañero. Y obvio, no todo es perfecto, el desequilibrio de peso los hizo resbalar del carro, estrellándose contra las tablas de la plataforma. Tal fue el impacto, que atravesaron la madera y el codo de Lars acabó atascado, al liberarlo, la sangre emanando de una profunda herida teñía su blanca piel.
— ¡Maldita esa!—mugió de dolor, con dificultad, se colocó de pie.
— ¿Estás bien, Larsie? —consultó el moreno, parándose también, le tomó la mano, demostrando su inquietud.
— ¡Mis pelotas!—regañó— ¿Estás bien, tú?
— S-sí...
Caminaron hacia el hombre que se subía de carro en carro, ayudando a la gente.
— Eh... —balbuceó Ulrich, llamando su atención.
— Ustedes busquen un lugar seguro—dijo el hombre, sin voltear siquiera.
— ¿Seguro que no necesita ayuda?
— Seguro, puedo yo solo... Vayan a las zonas de seguridad, ahora.
— Ok, gracias —agregó con una sonrisa floja—, en serio, gracias.
— A ti, hombre, si no te hubiera visto lanzándote de un carro a otro, no se me hubiera ocurrido a mí intentar accionar esta cosa.
Kirk y Lars se retiraron de allí, caminando tomados de la mano, iluminando con el celular del recién nombrado. Atentos a mirar a todas partes.
— D-de verdad me preocupaste, Lars, no...
— Kirk, corta el rollo, estoy bien, ¿ok?—dio un ligero apretón—¿S-sabes dónde está la zona de seguridad?
— Qué me dices a mí, tú no sabes, menos yo—rodó los ojos.
— ¿Y conoces algún lugar en que podamos escondernos por mientras?—dudó, con un leve rayo de esperanza iluminándolo.
— Bueno, no hay electricidad, podemos escondernos en algunos rincones de la casa del t...
— ¿En serio?—le frunció el ceño.
— Está demasiado oscuro, los payasos quieren ir a las zonas de seguridad ya que ahí está la gente.
— Ah, sí—frunció el ceño puesto que tenía razón—. Entonces... vamos para allá—sostuvo su mano con más fuerza.
Entretanto caminaban por los desolados senderos, surgió una pequeña charla...
—Estamos progresando a lo que querías, ¿no?—Lars miró confundido a Kirk.
— ¿Progresar en el qué?
— ¿N-no que querías algo romántico? Bueno, aquí lo tienes—hizo referencia a la unión de sus manos, con ese toque de ironía—. Taaan perfecto para la ocasión.
El castaño rió.
— Maldita sea, Kirk, sólo espero que no sea lo último romántico que tengamos—pensó en voz alta—... ¿crees que esperaremos demasiado a que llegue la jodida policía? ¿Tenemos que volvernos violentos para sobrevivir?
— Mejor preocuparse de salvarnos el pellejo que perder el tiempo—detuvo su paso, haciendo que el otro detuviera el suyo también.
Le robó un tierno beso en los labios, fue corto, pero simbolizaba mucho cariño.
— Huyamos, no importa dónde, la cosa es estar seguros—afirmó Ulrich.
— La casa debe estar desocupada, tenemos linterna... Estamos más que listos.
— Cierto.
Todavía quedaba para que estuvieran cien por ciento a salvo. Las autoridades del parque han hecho un buen trabajo, sin embargo, quedaban criminales por atrapar y era incierta la hora en que por fin la policía llegara.
Calma, sí, imposible tenerla, por más que disimularan... Imposible.
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