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Una esperanza para el amor.

Aquí un intento de hacer un Camilo. No sé si quedo perfecto, solo espero y si, pero bueno, espero y les haya gustado. No diré mucho solo diré que no habrá más partes.

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Tras la muerte de Milo en la batalla de los doce templo, Camus ha estado muy mal, ni sabe que tanto tiempo ha pasado, simplemente cree que todo lo que ha estado haciendo fue una obra del karma, perdió a la única persona que siempre demostró amor y mil sentimientos sinceros, ahora estaba solo.

Se odiaba rotundamente. Nunca odiados a Hyoga, a pesar de que el fue quien dió fin a la vida de del octavo guardian, aún así, sentía el inmenso dolor de la perdida de aquel guerrero.

— Maestro Camus, la señorita Athena la espera.

La voz del ruso le hizo regresar al mundo, dejando de recordar cada momento increíble con su querido  amigo. Realmente le dolía.

— Si, ya mismo me presento.

— Maestro, debe de saber que Athena siente lo que usted teme.

— Hyoga, uno debe de ser firme...

— Sea sincero a menos una vez en su vida, todos los dorados saben que sufre internamente.

— Ellos no saben nada.

Sin decir más salió del templo en dirección hacia el templo principal.

Cada quien se encontraba en sus labores, pero Camus, Camus subía al templo, pensando en las posibilidades de que su diosa le dijera algo referente a su situación, debido que solo se había encerrado, que solo se había dedicado a leer libros y tratar de encontrar una premonición de la presencia de su querido amigo, puesto tenía entendido que ellos podían tener una segunda oportunidad.

— Mando a llamar.

Hablo, una vez que llegó al templo y las enormes puertas se cerraron detrás de él, la muchacha estaba sentada en el trono, mientras a su lado estaba Shion y del lado izquierdo estaba Aioros.

— Camus, he sabido de tu situación, inclusive ellos también lo han sentido, pero debo decirte que hay algo bueno en todo esto.

La muchacha fue sincera, directa en sus palabras, cosa que Camus comprendia.

— Se dónde está Milo.

— ¡¿Dónde está?!

Se apresuro a preguntar, mirando asombrado a la posible respuesta.

— Milo se enteró hasta último momento de mi presencia, debo decirte que el quiere dejarte en paz, el pudo comprender que solo te provocaba molestias.

— Yo...

Camus pensaba en una respuesta, sin embargo ninguna llegó, en cambio Athena estaba segura que aquel caballero podría cambiar su pasado con pequeñas palabras, conocía muy bien la historia, Milo le había contando la mayor parte en tan solo segundos, mostrándole ciertas imágenes que le hizo comprender el motivo de su excusa.

— Quiero verlo.

Sin embargo, aquella posibilidad no estaba en los planes de la diosa.

— ¿Cómo?

— Quiero ver a Milo. ¿Puedo verlo?

La diosa se había sorprendido, no pensó que fuera capaz de pedirle aquello, se había imaginado que solamente pediría ayuda para saber ciertas cosas que Milo posiblemente había mencionado y tal vez una disculpa, pero aquello, no se lo imagino.

— No sé si sea efectivo Camus.

— ¿Por qué señorita? Teme que haga algo malo, que siga provocando daño en Milo después de... Todo lo que ha sucedido.

— No es eso Camus. Es que Milo... No tiene memorias de esto.

Camus miro atento a la muchacha.

— Tomaré el riesgo.

Athena guardo silencio por unos momentos, miro a sus dos maestros del santuario y bajo su vista, derrotada por el santo de acuario.

— Está bien, solo espero y no te sientas mal, porque esto es una mala idea.

Camus escucho la respuesta, pudiendo sentirse satisfecho.

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La vida para Camus le estaba sonriendo, iba de camino a unas de los pueblos de Grecia, esos pueblos alejado de la ciudad, sabía que a Milo le encantaba aquello, sentirse tranquilo y cómodo, cuando llegó busco con calma, tenis mucho tiempo para regresar quería disculparse con la persona quien siempre demostró algo más que amistad.

Camino por las calles, mirando a todos lados con detalle, la poca gente daba mucho que decir, sin embargo se detuvo en un mercado, miro con intereses mis artículos de venta, pero la voz de alguien conocido le llamo la atención, tanto que se giro, encontrándose con ese sujeto.

Se aproximó a él, quería encarlo y preguntarle, que hacía ahí, quería creer que él estaba por otro motivo y no por él, no por esa persona que había venido a buscar, cuando finalmente estuvo enfrente de él, la mirada jade del mayor le hizo sentir molestia y en cierta forma enojo.

— ¿Que haces aquí?

El mayor enarco una ceja, confuso por tal palabra, aunque aquello se quedó corto, cuando obtuvo una respuesta.

— Vivo aqui.

— Que extraña coincidencia, que tú vivas aquí sabiendo que Milo está aquí.

— Vaya, así que sabes eso. Bueno, debido admitir que me has "atrapado".

— Deja de tonterías Kanon, que Saga está sufriendo en el otro mundo y tú muy feliz.

— Crees que Saga murió, ¡Ha! Que ironía. Recuerda, Athena nos da una segunda oportunidad antes de irnos al avernos.

— Tks... ¿Dónde está Milo?

— Milo está feliz, contento y sin ninguna molestia. No tratada de molestarlo.

— Sabes bien que Milo me va a querer a mi, siempre estoy en sus pensamientos.

— Que tengas cierta apariencia a la de una mujer no te da ventajas, Milo no tiene nada de ti, simplemente tiene recuerdos de a ver nacido y crecido en este pueblo y adivina quién es el mejor amigo que tiene.

La sonrisa del gemelo menor indico molestia al grado de hacer encender el cosmos del acuario.

— No es bueno que uses tu cosmos, sabes que salga gente no tienen mucho, lo poco que tienen es para sobrevivir y sería una pena que alguien lo destruyera todo por celos.

— No estoy celoso, aparte, tú no puedes tener algo con él, tu nunca has estado con él. Saga te encerró mucho antes de que nosotros llegáramos al santuario de nuestros entrenamientos.

— Sabes cambiaron de personaje, sus pensamientos fueron cambiados, en ves de ti, soy yo.

Camus estaba enojado, trato de calmar su furia, no quería arruinar un bello pueblo por tal cosa. Aunque aquello rápidamente desapareció cuando la presencia de cierto bicho apareció.

— Kanon he encontrando lo que me has pedido y...

Milo quedó en silencio cuando miro a Camus, sin embargo su vista fue dirigida a Kanon.

— Kanon.

— Milo, amigo, quiero presentarte a Camus, un viejo amigo.

— Ah... Hola.

Milo se acercó y saludo a Camus de mano, sintiendo una extraña sensación recorrer su cuerpo, sin embargo al soltarse encontró algo interesante en el acuario, aunque todo aquello fue rápido debido a las palabras de Kanon.

— Vamos Milo, hay que preparar la cena.

— ¿No invitarás a Camus?

— No, él tiene cosas más importantes que hacer.

Camus estaba por replicar, pero Milo no había demostrado más el interés, haciendo que su enojo fuera un poco notorio. Comenzaba a odiar la presencia de Kanon, sobre Milo.

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Encontrar la casa de Milo fue algo complicado, pero finalmente se dió el resultado y uno que fue tan emocionante. Kanon solía irse primero, desconocía el sitio, en cambio Milo salía después.

Esos momentos sería su oportunidad.

Dos días después, ahí estaba el, acomodo su atuendo y dió un suspiro, dirigió su mano hacia la puerta dudaba un poco hasta que finalmente tocó, no pasó mucho cuando salió el heleno, miro confuso al llegado.

— Perdón si no te atiendo, pero ya voy de salida.

— Solo quiero hablar un poco, no te tomara mucho, quiero decirte que...

— Lo lamento no puedo.

Intento cerrar la puerta, pero el acuario lo detuvo.

— Milo todo esto es una mentira. Tu eres alguien especial para mí, por favor, hablemos.

Milo quedó en silencio, aún pensando en cerrar la puerta, aunque se contuvo y abrió la puerta.

— Vamos entra.

El galo paso dejando en claro sus intenciones, con seriedad y educación camino hasta la pequeña sala, no era tan elegante, sin embargo no le molesta quería hablar con él.

— Ahora, dime, se que todo esto es raro, pero dime, no tengo mucho tiempo.

— Si, seré breve. Milo, nosotros estamos destinados. Las estrellas decidieron por nosotros.

— ¿Que? Esto es más ilógico, se supone que Kanon es el indicado en mi vida.

— ¿Que? ¿Cómo es eso?

— Kanon lo conozco desde hace tiempo, ambos crecimos en este pueblo y a pesar que lo estimo mucho siento que el es el indicado.

— ¡No! Tu eres el indicado para mí...

Camus tomo de la chaqueta al heleno, acercándolo a él, sintiendo el frustración, que desde hace un par de días había comenzado a sentir.

— ¡Oyes suéltame!

— Por favor, debes de creerme, he estado sufriendo mucho.

— Ese no es mi problema.

— Milo, perdón, se que no fui la mejor persona, pero me dolió tanto, me dolió tanto que murieran, me duele que pienses que Kanon será alguien importante... Siempre fuistes alguien divertido para mí, esas veces que contabas anécdotas, todo eso... Es tan doloroso.

Camus había soportado mucho, pero ahora era frágil, parecía un copo de nieve que de había quebrado ante el impacto del suelo, haciendo que lágrimas recorrieran sus mejillas. El heleno noto aquello, mirando como el francés se recargaba en su pecho mientras seguía sollozando.

— Milo por favor...

— Alejate, eres un tanto molesto.

Camus quedó en silencio, se alejo del heleno y me dedico una mirada, limpio sus ojos, encontrándose con aquel bicho con seriedad.

— Milo... Yo... Perdón, perdón por todo lo que hice, por hacerte la peor persona, por se cruel contigo, por no aceptar tus sentimientos cuando tú me dijistes de ellos, eres alguien importante en mi vida, que no puedo dejarte...

Milo seguía en silencio. Mirando cada gesto, el griego no recordaba en absoluto a esa persona, sin embargo sentía cierta conexión, le hacía sentir extraño, verlo llorar le provocaba cierta culpa. El francés limpio sus lágrimas, dedicó una sonrisa pequeña y a manera de derrota dió una última disculpa.

— Perdón, creo que todo esto fue por impulso, espero y seas muy feliz. Te lo mereces.

Dicho y hecho, el francés salió rápido de la casa del griego, Milo seguía en silencio, se había sorprendido por tales palabras, pero no tuvo motivos para ir a buscarlo.

Camus estaba destrozado, sus lágrimas seguía cayendo, indicando el sufrimiento que seguía en aumento, limpiaba su rostro, una y otra vez, queriendo conseguir librarse de esos molestas lágrimas pero era imposible. 

— Lamento que todo esto haya quedado así.

La voz que reconoció le hizo agachar su cabeza, queriendo ocultar su dolor.

— Se que amas demasiado a Milo, pero esto...

— Se que es esto Kanon, mi condena por a ver destruido el corazón de alguien lleno de bondad, quien demostraba sus sentimientos puros e inocentes, fui yo, quien debió a ver muerto en esa guerra.

— Camus, Milo te ha perdonado, tenlo que cuando se vean sin ninguna desventajas, podrás decirle lo mucho que lo quieres.

— Kanon, porque... ¿Por qué me dices esto?

— Milo ha sido como un hermano para mí, inclusive Saga a demostrado tener amor paternal con él, a pesar que estuvo mucho tiempo contigo.

Camus quedó en silencio, había recordado todo esos bonitos pensamientos, logrando hacerle llorar, pero no solo eso, sino una pequeña sonrisa estaba presente ahí mismo.

— Quisiera abrazarlo y esperaré mi momento así como su momento para hacerlo y juro que está vez, no lo voy a soltar.

Camus le dedicó una mirada llena de esperanza y comenzó a caminar hacia su destino, el santuario.

-Fin.

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