TakeMikey (+18); Parte 1.
"Sentirás mucha atracción por alguien de tu entorno en este momento; tendrás que hacer algo que no quieres para evitar conflictos, pero en realidad te conviene", Takemichi leyó en voz alta el horóscopo del día de la notificación emergente en la pantalla de su celular y chasqueó la lengua. Estaba empezando a creer que todo lo astral era pura paja, pero los Cáncer eran tipos especiales y geniales, de modo que le daba un poco de crédito.
Eran las ocho y quince de la mañana, y su jefe todavía no se presentaba al trabajo. Takemichi ya había organizado la recepción de su piso y limpiado su escritorio, incluso había organizado los informes del día y el número de llamadas pendientes de su agenda, por lo que no tenía mucho que hacer antes de que llegara Sano Manjiro. Suspiró aburrido y dejó su móvil a un lado. Estaba a punto de levantarse para ir por un café cuando las puertas del elevador se abrieron, no tenía que ser adivino para saber quién había llegado, además de las feromonas omegas que prácticamente inundaron la pequeña recepción.
La imponente figura de su jefe se abrió paso hacia la oficina, altivo y elegante. Takemichi se irguió de golpe y recibió al omega con una sonrisa cordial que solo usaba para el trabajo.
—Buenos día, Takemicchi —dijo su jefe con la misma cordialidad. Se detuvo frente al escritorio de Takemichi y se giró en su dirección, mirando aburrido alrededor—, quiero mi café.
—Lo tendrá, no tardaré —respondió Takemichi nervioso al sentir la mirada mordaz del jefe, pero no se movió.
Eso debió impacientar al jefe porque chasqueó sus dedos cerca del rostro de Takemichi y señaló el camino con desdén.
—¿Qué esperas entonces?
Takemichi se estremeció por aquella pregunta; se levantó con los hombros rígidos y se inclinó respetuosamente frente al omega. Luego se dio la vuelta y corrió hacia la cocina, evitando recibir otro regaño. Su jefe seguía de pie en la recepción, refunfuñando por su falta de dinamismo. Incluso fue más lejos al recordarle que su café era primero que todo lo demás, que si era necesario se lo tatuara o, de otra forma, lo despediría
—Tráeme mi café, Takemichi. Estos no son los informes que te pedí, ¡eres tan descuidado! —remedó Takemichi, imitando la voz de su jefe desde la cocina mientras servía en una taza el café de su odioso jefe—, ese hombre es insufrible, ¿Cómo podría tener el café a tiempo si nunca llega puntual? Me saldrán ulceras en este trabajo. —Takemichi estaba frustrado. No era la primera, y estaba seguro, que no sería la última vez que tendría que soportar las quejas del omega. Si Takemichi no fuese un beta la tortura sería mayor. Los rumores de pasillo decían que a los omegas les iba peor con Sano Manjiro. Vaya reputación del enano diabólico.
—Ya deberías estar acostumbrado, Takemichi, llevas semanas aquí —dijo su compañero de trabajo. Chifuyu era un omega carismático y bonito, trabajaba en otro piso, pero solía encontrárselo todas las mañanas cuando tenía que buscar documentos o en la cocina, también en la hora del almuerzo—, si te hace sentir mejor, deberías escupirle el café. Nadie se enterará.
Takemichi miró la taza y lo pensó. Aunque era muy cautivador echarle un ingrediente extra al café, su lado bondadoso jamás se lo permitiría. Takemichi no podía compararse con su jefe, un ser ruin y descarado, además de guapo y provocador, sensual y... ¿por qué sus pensamientos se estaban yendo por ese lado? Era patético.
Sonrió sin muchas ganas y negó repetidas veces, mientras echaba al café la cantidad necesaria de azúcar y crema. Al jefe le gustaba su bebida con el punto exacto de dulzura, no lo aceptaría de otra forma.
—No haré eso, soy una decepción, ¿verdad? —preguntó Takemichi desanimado—. Ya me voy, no quiero escuchar otro reclamo más. Lamento no quedarme a chismear un rato más.
Chifuyu lo despidió con una sonrisa amable y lo dejó ir, no sin antes recordarle que tenían que reunirse para comer. Takemichi le prometió que la mandaría un mensaje después. No quería hacerse esperar un minuto más, por lo que se fue a la oficina del omega tan rápido como pudo. Takemichi era un beta común, se lo habían repetido casi toda su vida, sin embargo tenía buen olfato, tanto así que podía identificar los aromas de los omegas, al menos de forma superficial. Por ejemplo, cada que entraba a la oficina de su jefe, el aroma dulce de las galletas y azahar inundaban sus fosas nasales hasta hacerlo babear. Era tan bueno que Takemichi se preguntaba si solo era el perfume de Manjiro o solo un aromatizante para la oficina, la cosa era que la piel del beta se calentaba y siempre terminaba con las mejillas sonrosadas y las burlas del jefe.
Manjiro levantó la mirada cuando las puertas de su oficina se abrieron y colocó a un costado los documentos que leía. Takemichi no se perdió la forma en la que los largos dedos del omega se sostuvieron al borde del escritorio y se sentó de forma recta, pero relajada. El cabello platinado del chico estaba peinado pulcramente y su traje azul claro estaba impecable. Si Takemichi lo pensaba mejor, era raro verlo vestido de esa forma.
Mientras dejaba la taza de café en el escritorio, Takemichi recordó fugazmente la primera vez que vio al omega. Había ido a la empresa para una entrevista de trabajo y se reunió con el chico de recursos humanos, muy amable por cierto, justo le estaban preguntando sobre sus aspiraciones laborales cuando Mikey entró sin tocar. Takemichi creyó que era otro trabajador más de la empresa, y curioso, le echó un vistazo de arriba a abajo. No solía ser del tipo codicioso o pervertido, además de que por su subgénero no se permitía fantasear, pero ese omega era hermoso. Tenía un rostro sereno y perfilado, con unos ojos negros que sobresalían sobre las casi imperceptibles ojeras. Un cuerpo delgado y sensual que se balanceaba grácil alrededor.
El omega se percató de su presencia y le devolvió la mirada con interés, como si supiese lo que Takemichi estaba pensando. Pero, siguió charlando con el entrevistador de algo que no alcanzó a oír por andar distraído, luego de eso solo se dio vuelta y se fue. Si se quedó mirando su espalda y sus piernas era otra cosa. Sus mejillas se habían calentado cuando el alfa que le hablaba, lo sacó de su estupor. Takemichi se disculpó y trató de seguir la entrevista como si no lo hubiesen interrumpido.
Parte de sí mismo confiaba en quedarse en el puesto y si contaba con suerte, podría encontrarse con el omega en los pasillos, porque claro... ni en sus sueños hubiese imaginado que ese chico se volvería su jefe.
—¿Takemicchi? —preguntó Manjiro al notarlo perdido.
Takemichi volvió en sí, y como si fuese poco, se sonrojó. Carraspeó un tanto incómodo, tratando de retomar el rumbo de la conversación.
—Lo siento, ¿me decía algo, jefe?
—Ya te he dicho que me llames Mikey —dijo el omega sin que su expresión cambiara demasiado. Solo se movió para tomar su taza de café y olerlo. Miró entre el café humeante y Takemichi, como si pudiese leer sus pensamientos asquerosos de hace minutos. ¿No podía saber que había tratado de escupirle el café o sí?
Takemichi sonrió de nuevo con cordialidad y asintió.
—Lo siento, Mikey. La próxima vez le tendré su café a tiempo.
—Lo sé... quería hablarte de algo. Casualmente me enteré por tus colegas que cumpliste años hace poco y creo que soy el único que no te he felicitado, entonces quería compensarlo —dijo Mikey, sacando algo de su bolsillo para extendérselo sobre la mesa de vidrio templado—, ten, son dos boletos exclusivos al cine, por si quieres llevar a alguien, vienen incluidas las cosas que desees comer.
Takemichi enarcó una ceja, confundido. Y estuvo a punto de negar la proposición, hasta que recordó que tenía ganas de verse Jurassic World, pero no había tenido oportunidad de pedirle a Chifuyu que lo acompañara.
—Oh, no tenía que molestarse, Manj... digo, Mikey —susurró el beta, enternecido, por aquel acto tan generoso—, gracias por esto y, tiene razón, creo que podría llevar a alguien.
Extendió su diestra para tomar las entradas y un vistazo rápido a su jefe, y por fin notó que su expresión había cambiado. Sus cejas estaban fruncidas y sus labios curvados con pesar. Se veía como un cachorrito.
—Ya veo. Pensé que no tenías con quien ir, me iba a ofrecer como voluntario.
—¿En serio? Quería invitar a Chifuyu —dijo Takemichi, incómodo. La expresión de su jefe no había cambiado y algo en él se retorció de disgusto, ¿Cómo podía estar rechazando a su jefe, ¿podría despedirlo por eso? —, pero si quieres venir, creo que estaría bien —agregó al fin, aunque sabía que se arrepentiría de ello.
—¡Eso es perfecto! —Tan rápido como llegó la tristeza, se había ido. Mikey se veía radiante ahora—. Te diré después una fecha, ¿de acuerdo? Ahora vuelve al trabajo, no me has traído los informes del día.
Y de nuevo el idiota de Sano Manjiro había vuelto. Takemichi asintió y se fue a trabajar, sin pensar demasiado en el lío en el que se estaba metiendo. Guardó las entradas en su bolsillo y continuó su jornada como si nada hubiese pasado.
...
—¡¿Estás bromeando?! —preguntó Chifuyu con los ojos abiertos de par en par. No podía creer las cosas que salían de la boca de su mejor amigo; francamente se sentía muy traicionado—. Cielos, Takemichi, ¿Cómo pudiste hacerme esto? Yo quería ver esa película.
Takemichi resopló frustrado y se llevó un puñado de papas a la boca. Fue muy ingenuo al pensar que Chifuyu le daría apoyo moral y lo consolaría por la proposición de su jefe, pero no. Allí estaba el omega recriminándolo por no llevarlo al cine. Quizá necesitaba otro mejor amigo, pensó muy para sus adentros.
—¿Y no te preocupa que Mikey pueda despedirme por esto?
—Hmm, no. No es tu culpa de todos modos, ese tipo se aprovecha de ti. Si te dio un regalo, debería dejar que invites a quien quieras, como por ejemplo, a mí. Yo quiero ir. —Chifuyu no se rendía, incluso le estaba haciendo pucheros.
En otra ocasión hubiese cedido, pero estaban hablando del jefe, ese hombre fuerte y dominante, no estaba seguro de poder contradecir a Mikey.
—No sé qué planea, aunque estoy seguro de que solo quiere avergonzarme, ¿y por qué no? Es mi jefe, un omega guapo y raro que puede presumir hasta de lo que no tiene.
—Vaya que es raro, pero así te gusta, ¿o me equivoco? —preguntó Chifuyu aburrido—. Tienes gustos extraños.
Takemichi abrió su boca, indignado y se estiró hacía Chifuyu para meterle un puñado de papas a la boca. Luego, un poco nervioso miró al costado por si alguien los hubiese escuchado. —No seas imprudente, ¿Qué pasa si te oyen? —dijo Takemichi en voz baja—, me guste o no, ese omega jamás sería para mí, ni siquiera soy un alfa.
Chifuyu rodó los ojos y escupió las papas, no tenía ganas de llenarse de comidas grasosas cuando estaba haciendo una dieta estricta a base de ensaladas. Al final tomó una servilleta y se limpió la comisura de la boca y fulminó con la mirada al beta.
—Ya cállate, ¿quieres? Tu falta de autoestima apesta.
Takemichi tomó otro puñado de papas y amenazó a Chifuyu con ellas, mientras seguían discutiendo como un par de niños, sin darse cuenta que alguien se acercaba a la mesa. El dúo se sobresaltó cuando un par de manos palmeó la mesa, haciendo temblar la poca comida que había en la superficie plástica. Chifuyu dejó de quejarse y Takemichi quedó con la mano extendida en el aire, volteando a ver casi de forma robótica al intruso.
Takemichi casi se infarta al notar que quien estaba allí no era nada más y nada menos que Mikey. Suspiró tembloroso, volviendo a su asiento apenado, ¿Qué tanto habrá escuchado el jefe? El omega tenía una mirada indescifrable en el rostro, también una sonrisa espeluznante como la del gato de Alicia en el país de las maravillas. Takemichi tragó en seco, esbozando una sonrisa más cordial que las anteriores.
—Por fin te encuentro, Takemicchi —dijo Mikey, ignorando la presencia de Chifuyu.
—Lo siento, jefe. Es la hora del almuerzo —se disculpó Takemichi—, ¿necesita algo? ¿es una emergencia? —preguntó preocupado. Mikey rara vez venía en su busca, normalmente era al revés.
—Oh no, solo te mandé un mensaje y no me respondiste, ¿no deberías estar disponible para mí todo el tiempo? —Esta vez hubo un reproche mal disimulado, el omega lucia disgustado por su falta de atención.
Las mejillas de Takemichi se calentaron por la vergüenza.
—Lo estoy, pero normalmente dejo mi celular en mi bolso mientras almuerzo.
—No importa ahora, solo quería que supieras que iremos al cine el sábado a las nueve. Debes ir por mí, ¿de acuerdo?
—Pero yo... —Takemichi se calló cuando Chifuyu lo pateó por debajo de la mesa. Miró al rubio con los ojos entrecerrados y una pregunta implícita en ellos. Quizá por los años de amistad, pero supo leerlo perfecto: no menciones que no tienes auto. Un suspiró se le escapó de sus labios y se dio por vencido—, pasaré por usted, Mikey.
—Perfecto, ahora me voy. Kenchin me espera para ir a comer.
y solo en ese momento se dio cuenta de la presencia del alfa más alto, no muy lejos de allí. Ya se preguntaba Takemichi como era que su jefe había encontrado la cafetería de la empresa. Jamás lo veía por esos lares, era un suceso tan extraordinario que varios tenían la mirada puesta en su mesa. Solo ahora se daba cuenta de lo incómodo que era.
Vaya suerte.
Mikey se dio vuelta después de recordarle que llevara consigo su móvil y Takemichi entonces volvió a suspirar, ya sin apetito. Si se quedó en la cafetería era porque Chifuyu se lo pidió muy fervientemente. Era el único momento del día en el que podía ver al asesor de ventas de la empresa. Un alfa con suficiente mala actitud para ser ignorado por todos, menos por su mejor amigo que estaba loco por él.
Luego decía que Takemichi tenía mal gusto. Por lo menos Mikey era un omega bonito.
El resto de su día fue tranquilo, tanto como podía ser con su jefe al acecho. Su semana mantuvo el mismo ritmo hasta que llegó el tan esperado sábado. En la mañana tuvo que hacer varios recados para el jefe. El omega se tomaba muy en serio mandarlo a hacer cosas básicas como buscar documentos o cajas. Ese sábado se lo había topado varias veces antes de ir al cine. Y con ese ritmo, se estaba arrepintiendo de ir.
Lo bueno era que le había dado tiempo en la tarde, argumentando que tenía que arreglarse. Y bueno, con algo de suerte, consiguió estar listo a tiempo para pasar por Mikey.
Takemichi no sabía que decir cuando estarían compartiendo algo más que trabajo, de modo que se mentalizó para esa noche actuar sereno y desinteresado, y hablar poco para no tener que arruinar el estado de animo del omega. Se estaba repitiendo eso, cuando justo Mikey le abrió la puerta. La mandíbula de Takemichi casi se cae al ver lo guapo que estaba el omega. Jamás lo había visto tan casual, con una camisa de mangas largas completamente negra, un tanto holgada un pantalón de mezclillas lo suficientemente apretado para no dejar a la imaginación nada de su culo.
Takemichi tragó en seco y trató de desviar su mirada hambrienta de su jefe. No tenía que ser un alfa para saber que también tenía otras necesidades. Y lo peor era que el aroma del omega estaba más marcado, y tuvo ganas de inclinarse para probar un poco de ese perfume, porque definitivamente debía ser un perfume.
—Llegas justo a tiempo, supongo que tendré que conducir —dijo Mikey, saliendo de la casa con nada más que su presencia. Cuando pasó al lado de Takemichi, el joven beta pensó que se caería de espaldas. Todo en ese omega le atraía, hasta el mínimo roce.
—No tengo auto, pero creo que eso ya usted lo sabe... —agregó Takemichi con las mejillas calientes.
—Ya lo sé, y no importa, vamos.
El viaje al cine fue tan malo como imaginó. Ninguno de los dos habló, quizá porque Takemichi estaba lo suficientemente nervioso para hablarle a su jefe o tal vez, porque Mikey no ayudaba en lo absoluto, sonriendo y actuando como si nada estuviese pasando entre ellos. El sinvergüenza se lamía los labios en cada oportunidad que tenía, o tarareaba suavemente para volverlo loco y colmar su paciencia. Definitivamente Takemichi no sabía de donde sacaba la fuerza de voluntad para no lanzarse hacia el omega y sucumbir a sus deseos más primitivos.
Sin embargo, estaba pensando cosas indebidas de su jefe, se repitió mentalmente. Su consciencia era la única que se mantenía cuerda en esa situación en donde otras partes de su cuerpo no colaboraban.
Iba a ser una noche muy larga.
¡Regreso con otro oneshot!
Ya hacía falta, ¿Verdad? La primera parte hoy, y antes del domingo, tal vez, la otra. He aprendido que no puedo subir dos capítulos al mismo tiempo porque siempre uno es ignorado.
En fin, disfruten la cochinada. Jé.
Besos en la cola.
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