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- ̗̀⸙Capítulo único ◌

Cast:

Quincy Giles como Abel Black



Robert Pattinson como Edward Cullen
- ̗̀⸙ ◌

CONTINUACIÓN de:
"Oneshot - Inusual"

·   {✿} Sinopsis.

Edward Cullen, un joven adolescente inmortalizado en la edad de 17 años(105*), tenía concepciones acerca de la vida muy fuera de la época actual del 2006. Simplemente por que las costumbres tradicionales de contraer pareja se basaban en su tiempo en: cortejo, propuesta de matrimonio y luego luna de miel, dónde recién debía ceder a la tentación sexual y si había éxito, pronto estaría en el vientre su descendencia; sin embargo, estás tradiciones conflictuaban constantemente por ser del año 1901, 105 años de diferencia entre la época anterior y actual.

Con esa mentalidad, ojos cristalizados de lágrimas que nunca caerían por sus ojos, impidió que su compañero lo poseyera sexualmente en ese año. Su costumbre fue tan fuerte, que hizo morder su instinto natural a su compañero Abel(Eibel) Black: un nativo moreno de la tribu de la Reserva de Forks, Alfa de la manada Quileute, que encontró en Edward Cullen a su impronta, y que por instinto debía reclamarlo cuánto antes o enfermaría. Pero esto no lo sabía, Edward Cullen, porque el vampiro estaba tan concentrado y cegado en sus costumbres que no entendía porque Abel cada vez se veía más ojeroso.

Edward Cullen debía apurarse en su cortejo, porque Abel Black, no duraría en esa incómoda espera por mucho tiempo, debido a que un lobo nativo del rango Alfa solo podía soportar hasta cinco meses sin estar con su impronta como su instinto exigía tener, si no completaban el lazo por la relación sexual y marcaje, el lobo enfermaría en tristeza, sintiendo el rechazo de su compañero hasta morir.

Prólogo

Promise
Thomas Bergersen
00:23 ──⊙──────── 04:59
↻     ◃◁  II  ▷▹     ⇀

Abel Black, aquel nativo Quileute, de piel morena y ojos color oliva miraba el mar danzante desde un risco, su corazón dolía demasiado que andaba con una roca en el pecho, ansiando ese maravilloso momento de tener entre sus brazos a su compañero. Fantaseaba mil y unas veces el rostro de placer, la mirada de amor y las risas hermosas de aquel joven cobrizo de ojos dorados, enamorado de pies a cabezas de ese hombre que necesitaba como aire y la tierra para existir.

Sus caninos desde hace semanas molestaban intensamente al estar cerca de su impronta, el deseo, el amor y la tentación eran grandes, quería marcarlo y demostrar a los siete vientos en todo el territorio de Forks que le pertenece ese joven adolescente, demostrar al mundo lo feliz que estaba al exponer que por fin era un Alfa completo. Pero una cosa lo detenía, y era esa escena en qué vio con los ojos cristalizados a su impronta bajo suyo, deseoso tras cada toque posesivo suyo y el retorcer del cuerpo tan pálido como la nieve, su mirada demostraba una lucha entre el deseo y el miedo.

Abel(Eibel) Black no quería ese miedo en su impronta, quería ver el amor y la necesidad que su compañero necesitaba, que lo expresara, que lo suplicara o se lo gritara pero nunca con esa mirada que anunciaba el llanto. Sabía que los vampiros no podían llorar por su cuerpo y sistema muerto, pero la ponzoña simulaba y retenía esa emoción en esos ojos, notando perfectamente como su impronta nunca había estado ni cedido ante un hombre, que él sería el único en poseer la virginidad de su culo, de sus gruñidos de placer, de su desesperación por ser poseído por su brutal viridad. Pero para llegar a eso, debía soportar la angustia y desesperante propuesta de matrimonio que su vampiro de época pasada necesitaba para ceder al deseo sexual.

De tan solo recordar ese instante específico en el que había quedado varado, le seguía causando diversión y amargura en partes iguales, aceptar el deseo de que su impronta le fuera a proponer matrimonio era ceder a que por un momento su pasivo vampiro fuera el activo en la situación, no estaba acostumbrado a ser el pasivo de cualquier situación pero si ese era un deseo lo haría aún cuando estuviera quemandose por dentro. De tan solo recordar ese momento específico:

❝... Percibió el temblor completo en el cuerpo del cobrizo, sus tetillas se marcaban sobre la tela de aquella remera de algodón color azul marino, bajo su jersey negro se le fue marcando aquel pene deseoso tras el acercamiento y de la respiración del nativo cerca del oído pálido del vampiro. El susurro acarició la piel desnuda del cuello, al igual que la acción de dejar una mordida ligera en esa piel delgada dando una sacudida involuntaria en todo el cuerpo paliducho y una punzante rebelión en el músculo varonil del miembro vampirico. Abel sintió ese punzón tal cual una vara dura contra su pene, tanto que su jadeo resurgió por reflejo al deseo en relación a lo que transmitió el vampiro deseoso.

—Abel... Por favor... No ...

—¿Qué es lo que no quieres que haga?—le susurró roncamente, mientras cedía al deseo de su erección, frotando contra el de su impronta, volviendo a jadear calidamente contra el cuello pálido.

—N-no te muevas... Mi familia... Mgh—tartamudeó Edward mientras se escucha como traga saliva nervioso, un espasmo tras otro empezaron a influenciarlo tras frotar su pene contra el suyo, estimulando el deseo mutuamente

—Hace bastante tiempo nos han dejado.—contestó Abel con una sonrisa divertida.

—¿Q-qué?... —tartamudeó Edward cerrando los párpados y ocultando esos ojos dorados dilatados por el deseo, por consiguiente, cediendo al peso que su cabeza debía sentir tras dejarlo caer a la almohada y curvando su espalda al sentir otro espasmo. Mostrándose sumiso ante las sensaciones que lo estaba carcomiendo.

Abel no pudo resistir a la tentación que la sumisión exigía por regla natural ante el Alfa activo, cediendo a la necesidad del vampiro y el suyo, empezando a rozar esa piel fría y salada, besos cálidos y humedos por la saliva deseosa, anhelando el escuchar de ese deleite chapoteo que contrajera su vientre bajo en el contacto del estrecho culo virginal. Sin embargo, la cruda realidad, tan solo reflejaba la lengua viperina humeda que se deslizaba por la superficie fría del vampiro. Caliente vs frío, aquello iba causando que los pelos de la piel se ericen y sintieran esa abrazadora calidez que la piel del nativo trasmitía por el gen de lobo.

La química sexual y necesidad empezó a nacer con esos toques sencillos.

—Dímelo... Di que quieres que te haga mío. Pídeme que te haga el amor, Edward. Pídeme lo que quieras...—susurra ronco, mientras la mano derecha del nativo empieza a deslizarse por el vientre del cara pálida, y se desliza hasta llegar a la cinturilla del pantalón, desprendiendo el botón y el cierre con facilidad. Tocando la erección de su compañero por encima de la tela del boxer.

Edward solo reaccionó por reflejo ante el nudo y contorsion de placer, retorciéndose tras el toque justo del pie de su deseo. Deseo ocasionado de su compañero verdadero y único en esta vida inmortal.

—T-todavía no nos casamos... Todavía... No te lo propuse... Y-yo soy de la antigua ...¡Mgh! N-no toques allí.—gimió suplicante tras un sollozo encogiendo su pecho y espasmo encoger su estómago. Cosechando el temblor a la dura erección que amenazaba con romper la contención del boxer y mano posesiva de Abel.

—Cariño, mi precioso vampiro... Sé que lo deseas tanto como yo, el papel puede ser después pero yo sí que te necesito. No solo por tu carácter que al fin has expuesto tu principal prueba para volverme loco, sino ... Porque si no te consumo aunque sea un poco ahora... No me iré a la guardia calmado. —admite sincero mientras acerca ligeramente sus labios a mordisquear el labio del cobrizo.

Edward jadeó moviéndose inquieto, haciendo ligeros golpes de forcejeo en el nativo, que se mordió la lengua para no soltar quejas de dolor. Tal vez, Edward no era consciente pero su inseguridad e inexperiencia se había expuesto tras su forcejeo, aunque las palpitaciones del miembro masculino bajo suyo lo hacían olvidar el choque de realidad en fuerza corporal, por el deseo a complacer de su huella y compañero ansiaba saciar por los movimientos de deseo.

—P-pero... El matrimonio es mi muestra de amor... Mi representación de la fidelidad que te ofrezco, lo que te quiero dar además de ... De mi cuerpo y alma...—susurra suplicante Edward con tanto sentimiento ahogado en él. Con los ojos cristalizados tras deseo y miedo.

—Pequeño vampiro tonto, creo que me he vuelto a enamorar otra vez. —susurra Abel conmovido, mientras sus ojos si que se cristalizan, para luego dejar caer su cabeza al hombro y cuello derecho de su impronta.— Si realmente lo quieres hacer, me las arreglaré por ti ésta vez. Pero para la próxima vez, si que te marcaré y haré el amor.

—¿A-acaso me dejarás proponertelo?—pregunta Edward sorprendido.

Dejando de imponer su cuerpo encima del cobrizo, mientras dejaba que sus piernas ybrazos se flexionaran sobre el colchón y no sobre el cuerpo del cara pálida. Separándose a regañadientes de su fuerte instinto de marcarlo como suyo.

—Si, es lo que más deseas. Todo lo que deseas te lo daré, siempre que no te exponga al peligro. —admite suspirando, mientras acaricia con su mano morena el cobrizo y ligeramente enrulado cabello.

—¿Pero también me dejarás con este problema en los pantalones?—pregunta tímidamente Edward, no sabiendo bien en qué momento podría calmarse él mismo.

La sonrisa divertida y pícara que demostró a su impronta, pudo causar en el cobrizo la necesidad de saciar la sed que su garganta no necesitaba, tragando saliva; por lo que solo lo besó para confirmar que el deseo era mutuo. Y el desgaste de no consumar su amor en ese momento, era un castigo recíproco.

Saliendose de encima para dirigirse hacia la ventana.

—Pues simple... Carpediem, mi pequeño vampiro. Tu comenzaste y terminaste por pausarlo, es lo que quieres. Pídeme matrimonio y lo hacemos pronto. —le guiñó un ojo, tras ello abrió la ventana y saltó fuera de aquella habitación.

Convirtiéndose en ese salto, a su cuerpo lobuno. No podía manejar un minuto mas el calor del deseo en su cuerpo humano, por lo que optaría por tirarse al arroyo un momento y seguir con su guardia humedo y fresco por todo el territorio.

—Pero... No puedes estar hablando en serio, ¡Eres injusto!—siseó tan fuerte, que hasta Abel lo pudo escuchar.

«Tu solito has amansado mi llama de pasión, cásate conmigo como quieres y luego arreglamos cuentas»piensa Abel antes de despedirse y marcharse nuevamente a la guardia nocturna."

Ya había pasado una semana desde ese día, y su cuerpo no podía mantenerse a raya. Su temperamento era como mil demonios gruñendo a todos, más aún cuando vio a su impronta en peligro tras esos malditos nómadas.

Su irá fue tal, que con la ayuda de su beta pudo sin problema alguno, extinguir a los ojos rojos de su radar.

Nunca más miraría ningún vampiro ni ser sobre la tierra, con ninguna mala intención a su impronta y viviría para contarlo.

Por que ese vampiro, Edward Cullen, era: TODO MÍO.


        Capítulo Único.
       ❝ HASTA EN PAPEL

       Abel Black abre los ojos con mucho cansancio percibido en la acción de levantar los párpados, bajo sus ojos color oliva se encuentra pesadas ojeras. Todo quien lo viera diría que no descansa bien, o que se desvela protegiendo a su tribu, sin embargo, esa no era su total realidad.

Hace sólo 5 días se había enfrentado a esos nómadas, partido en partes diferentes como si fueran muñecas de porcelana. Lo que finalizó sus existencias completamente, fue la ayuda de los Cullen con prender fuego a esos cuerpos destrozados de aquellos chupasangres de ojos rojos.

¿Cómo habían terminado en eso? Simple, uno de los vampiros de ojos rojos, un hombre fibrado sin llegar a ser musculoso, de pelo castaño claro muy corto y ojos rojos, un rostro angelical que era visto como el de un demonio con actitud dominante. Vistiendo pantalones de mezclilla (vaqueros) y camisa azul caro, ambos desgastados por el uso. La mirada que ese chupasangres había dado hacia su impronta con una sonrisa sardónica, le había ardido la piel en ira completa, nadie se le insinuaba a su compañero y sobrevivía para alardear de ello.

«¿Y si comparten al sirviente pasivo? Ese cobrizo podría ser nuestro tercer integrante en el trío, se nota la virginidad y disfrutaré plenamente de sus gritos de dolor, Vic será feliz al cumplir su fantasía»pensó James, integrante del Clan nómada.

Edward no soportó la falta de respeto, ahogando la vergüenza. Gruñó siseante sin poder evitar la molestia ante tales pensamientos que lo denigraron.

«¿Tan obvio era ser virgen?»pensó por un lapso corto.

Sin embargo, su gesto de molestia había sido suficiente en el Alfa del pelaje rubio cremoso, como para descuartizar a quién dejara en peligro la vida de su impronta. La existencia mas bien.

Aquello para James no hizo más que potenciar la necesidad de hacerlo su sirviente, por lo que se acerco como para marcarlo con sus colmillos, más no pudo debido a que ni Emmett ni Jasper pudieron intervenir ante el gran salto de un lobo color crema rubio de ojos dorados que llevó entre sus fauces al vampiro de ojos rojos, desnucándolo sin demora alguna. Volteando a gruñir amenazante tal como debía ser un Alfa. Detrás de él, tras el aparente gruñido feroz y dolido de la pelirroja que parecía ser cercana al decapitado vampiro, quiso atacarlo pero de igual forma terminó sin cabeza tras las fauces de un lobo negro, y el último nómada que quedaba en pie suplicó por su vida, detrás de los Cullen.

—¡Por favor! No me maten, ¡Alguien espera por mí! Soy del Clan Denali... —suplica pidiendo ayuda a los Cullen.

El vampiro de piel oscura y afro, de ojos rojos temió por su vida tras ver su reflejo en los ojos de aquellos dos lobos de casi dos metros, sin embargo, pudo notar como uno de los vampiros se acercó al lobo de color crema rubio y con solo unos suaves toques un ronroneo se escapó desde el fuero interno del pecho.

—Nunca en mi larga vida he visto compañeros tan inusuales. —comenta Laurent con la nariz contraída ante la mezcla de aromas.

—Por tu bien, no hablaría mucho de esto. Si quieres volver junto el Clan Denali, no podrás volver a pisar estas tierras, porque a la próxima no tendremos motivo para salvarte. —recomendó Carlisle.

Laurent tras la reacción pasiva agresiva de esa recomendación calló sus pensamientos y palabras, al notar la fiereza de aquella bestia que aun cuando el vampiro cobrizo estuviera amanzando mediante caricias, este no le quitaba los ojos de encima, temiendo por su vida aceptó, escapando sin reparo alguno.

—Casi se nos escapa de las manos...—suspira innecesariamente la vampira de corte pixie con el don vidente.

—¿Lo habías visto venir, Alice?—pregunta Rosalie con molestia.

—No creí que pararan por nosotros. Pero a Victoria(la pelirroja) le pareció interesante nuestro partido de béisbol al último momento. —contesta con una sonrisa nerviosa la vidente.

«Al menos no pasó a mayores»pensó calmado Abel.

«Debemos quemar los cuerpos, Alfa»pensó Sam tras verlo perdido entre las sensaciones deliciosas que el impronta de su Alfa parecía hipnotizarlo.

Los párpados del Alfa se abrieron con cierta molestia y asintió a regañadientes. Dando unos pasos hacia el lobo negro, sin embargo, Edward intervino, volviendo a pegarse hacia su compañero y darle caricias.

—De eso nos ocupamos. Jasper y Emmett, no perdamos tiempo de quemarlos. —recomienda Edward.

Los dos mencionados amontonaron los cuerpos descuartizados, y Jasper prendió fuego a buena distancia los cuerpos, viendo las chispas que ocasionaba el fuego en reacción de la superficie de los cuerpos fosilizados.

—Nosotros nos encargamos del resto. Muchas gracias, Abel, Sam ...—agradece Carlisle, honestamente había tenido suerte. La fijación de aquel vampiro en su hijo, no había sido para nada sano.

Pero más que suerte, había sido por la conexión que Edward y Abel tenían, porque sin los lobos presentes, probablemente la situación había sido un poco mas polémica y dramática.

«No hay de qué, siempre es un placer descuartizar chupasangres...»piensa Sam tras empezar a retirarse.

«Chupasangres de ojos rojos... Los dorados no...»aclaró mientras el lobo crema rubio se alejaba un poco de su impronta, para dejar una lamida en su mejilla«Cuidate pequeño vampiro, aún sigo con trabajo que hacer»

Edward frunció el ceño, expresando lo leído en las mentes de ambos lobos.

—Dicen que: "ha sido un placer descuartizar chupasangres... Chupasangres de ojos rojos"—tradujo Edward mientras los veía partir.

Perdiéndose de sus vistas con rapidez.

—Edward, deberías apresurarte. Que tus celos se notan a leguas. —expresa Jasper mientras abraza a su compañera, con una sonrisa divertida al ver el ceño fruncido en su hermano.

—Tengo que pasar más tiempo a su lado... Para hacer una buena propuesta. Aún no se todos sus gustos, Jasper. —contesta frustrado Edward.

—Nosotros te ayudaremos para que todo sea un éxito, hijo.—contesta Carlisle, mientras le da palmadas suaves en su espalda, como apoyo.

Esme abraza a su hijo con mimo maternal.

—Tiempo al tiempo, sé tu mismo y solo observa el momento y lugar adecuado, cariño. —recomienda Esme mientras le sonríe optimista.

—Aunque recuerda que si no eres seguro de tus decisiones yo no podré ver tu futuro, decídete de una vez, Edward. Un lobo como él, no vive feliz por mucho tiempo sin su impronta reclamada. —comenta Alice exponiendo su preocupación.

—Descuida Alice, pronto será. Y serás quien organice nuestra boda. —contesta con voz tranquilizadora Edward.

Logrando que Alice grite de emoción, feliz de esa decisión. Mientras que los demás Cullen solo sonríen por la paz y tranquilidad que al fin había después del problema de la niña Swan.

     Edward Cullen desde que Abel(Eibel) se había ido aquel día así bien de tiempo justo y becesario en intervenir en la situación, sus días juntos se habían reducido a muy pocas horas. Estaba muy antipático por como se sentía desplazado, su enojo había sido suficiente como para que Jasper lo acompañara a la línea del tratado, ambos esperando a que algún lobo hiciera presencia.

—¿Por qué me has sacado de mi cuarto?—sisea Edward molesto con el rubio sureño.

—Por que ya no te soporto, así que hoy te irás con tu caballero peludo y terminarás este muro de hielo sin sentido que has hecho estos cinco días.—contesta Jasper igual de antipático el empático. Valga la redundancia.

—Eres insoportable.

—¿Igual que tu?, ni por asomo. —se mofó Jasper, mientras lo seguía agarrando como para que no huyera.

Ambos estaban esperando, específicamente bajo el risco de su terreno, justo en el punto muerto del arroyo. Mojando un poco sus pantalones y zapatos, pero ni más de cinco minutos se demoró en aparecer un lobo. Este era de color gris oscuro, reconocido inmediatamente por Edward como Paul, el segundo Beta de la manada de su Alfa.

«¿Que hacéis aquí? Venís de nuevo a ser antipático con el Alfa?»pensó Paul.

—No fue mi idea venir...—murmulló por lo bajo Edward.

—Fue mi idea. Podría usted acercar a este idiota junto a su Alfa, está estreñido y necesita de su consuelo. —contesta Jasper, mientras levanta la mano en modo de saludo y luego lo golpea fuerte contra la espalda, impulsando al cobrizo hacia el territorio enemigo.—Todo suyo.

Paul incrédulo al haber escuchado eso, mira al cobrizo que no hacía mas que parecer un niño traicionado.

«No sé ni porqué me da vergüenza. Ni hermano mío eres.»piensa Paul.«Vamos, que no tengo todo el tiempo como tú.»se queja el lobo gris, mientras le muestra los colmillos.

«Vaya que educación.»se quejó mentalmente el cobrizo.

Sin embargo, en cuánto iban por la mitad del camino, el gran lobo negro se cruzó por su camino. Mirando de pies a cabeza al cobrizo.

«Ya era hora de que llegaras. Abel te necesita, y nosotros necesitamos que te hagas responsable de tus palabras.»piensa Sam.

—¿Acaso me esperaban?

«No, te creímos más cobarde. Si esperábamos más tiempo, capaz íbamos a regañadientes a buscarte.»piensa divertido Paul, tras estornudar por no estar acostumbrado al aroma a muerto.

—No soy cobarde. —sisea molesto.

«Entonces, ¿no has sido tu el que ha pausado lo que debía pasar entre tú y el Alfa? Por que te aclaro, que por tu culpa las guardias han sido muy pesadas por su mal humor.»piensa Sam.

Los dos estaban aprovechando para desquitar su estrés, ya que su Alfa se encontraba descansando en su habitación, aunque un ruido en falso lo podría despertar.

—¿Está más malhumorado? Pensé que solo era una mala interpretación mía. —reflexionó en voz alta Edward.

«No, ¿Sabías que hace poco el Alfa ha pedido permiso para que pases al territorio y evitar que te sientas solo?»pensó Sam mientras mostraba la petición de su Alfa tras el recuerdo.

Se podía ver en el recuerdo de hace unos dos días atrás, que Abel había cobrado un favor a su padre quién había ofrecido su ayuda previa de cuidar a la niña Swan a cambio de un favor, y ese era simple: "Permitir, otorgar y proteger sin ningún prejuicio a su impronta sea cual fuera su naturaleza. Y eso lo involucraba completamente a él, dándole la vía libre para pasar al territorio Quileute resguardado por un lobo hasta dónde se encontrase el Alfa." Aquello sin duda alguna había sorprendido al cobrizo, nunca creyó que las promesas fueran acatadas con tanto respeto entre los Quileute. ¿Realmente había sido un favor tomado con la barbara seriedad?

—¿Todo eso hizo, Abel por un «nosotros»?—preguntó incrédulo Edward.

«Si, eso y más. Eres su impronta. Y una impronta tendrá los mismos derechos que los demás, aunque te aclaro dos cosas, chupasangre»comenta Paul como si estuviera harto de estar explicándole a un vampiro todo eso.

«Debes consumar ya el reclamo por el Alfa, sino por tu culpa enfermará y no quiero más dolor, soy muy joven aún para morir. ¿entiendes?»piensa amenazante Paul.

—¿Morir? ¿Enfermar?—preguntó confundido Edward.

«Un Alfa sin su impronta no es nada. Yo no pude estar sin Emily, mi impronta por mucho tiempo, los viejos dijeron que si la impronta del Alfa no está cerca, el lobo empezará a enfermar y poco después morir. Así que, te recomendamos que te apresures, lo que puede ser una semana... Puede ser ya un tiempo menos de vida para nosotros...»contesta Sam mientras lo dejan a las afueras de la cabaña Black.

—Al fin llegáis. ¡Qué alivio!—los recibió Billy Black en su silla de ruedas.

Aunque iba saliendo por la puerta también el hijo menor, Jacob Black.

—Mi hermano ahora descansa, aprovéchalo. Cuando vuelva espero que ya no estén, no soportaría tu aroma cerca de donde duermo yo.—reprocha Jacob mientras arruga su nariz al tenerlo cerca.

Edward se ofende, se iba a voltear para enfrentarlo pero Jacob lo golpea por la espalda con su codo hacia su casa. Haciendo que el cobrizo trastabille un par de pasos, subiendo de reflejo por los escalones y evitando caer al suelo.

—¡Oy-...!—sisea Edward.

Pero es Billy Black quién lo interrumpe haciendo un gesto de silencio, mientras lo guía hacia la habitación donde su hijo mayor descansa. Edward al estar en el portal, a punto de entrar es abandonado por el padre, dejando la intimidad y misión en sus manos.

Bella's Lullaby
Carter Burwell, Dan Redfeld, Elizabeth Hedman.
00:16 ──⊙──────── 02:20
↻     ◃◁  II  ▷▹     ⇀

Ser capaz de ver y escuchar como su compañero era de roncar fuerte, podía reconocer el cansancio fácilmente de esa manera, ya que éste ni se daba cuenta de su presencia. Tan agotado y deteriorado a tal punto que lo preocupó, en un pestañeo ya se encontraba arrodillado junto a la cama.

Acariciando el cabello afro de su compañero, con suavidad y amor sincero, culpable de hacerlo pasar por este desgaste físico. No era consciente de lo que podía suponer su petición de espera, ahora ya lo sabía, dejaría de andar con rodeos, lo cuidaría mejor para nunca más dejarlo enfermar hasta este punto.

Aquel día se había quedado hasta muy de noche en la cabaña Black, un suplicio para Jacob quién casi cava un hueco en su habitación por no hacer berrinche de echarlo porque su padre le había amenazado con castigarlo si decía algo en contra de la impronta de su hermano. Por lo que, ese día Edward Cullen hizo de comer una deliciosa lazaña que había aprendido con su madre hace poco para Abel, siendo esta vez la primera vez oficial en hacerla para la familia Black.

Tan solo esperaba que fuera buena ofrenda de paz y perdón para la familia. Nunca quiso que su compañero enfermara por su decisión de permanecer virgen hasta el matrimonio.

   Las dulces y delicadas caricias en su cabello lo hicieron estremecer, recordaba haber dormido sin remera, por lo que ahora esas caricias se sentían tan deliciosas que no pudo evitar temblar y sentir el endurecimiento de sus tetillas, su cuerpo sintió un espasmo delicioso y su erección palpitar cuando percibió perfectamente el roce de los labios fríos acariciar su mejilla derecha con tanto mimo, al igual que la compañía del dibujo de una sonrisa muda plasmada entre esos labios. Logrando confundirlo sin lugar a dudas, curioso como el lobo que era, abrió los ojos y se quedó estático al ver un borrón moverse, postrándose encima suyo, mirándolo preocupado pero con tanta curiosidad igual al suyo.

Esos ojos dorados lo habían estado acariciando al punto de notar su propio despertar, avergonzado trató de disimularlo pero no pudo debido a que au impronta se encontraba encima suyo, sentado justo encima de su imperceptible erección, que a duras penas intentaba que no despertará con la fría caricia del cuerpo de su impronta vampiro.

—¿Qué haces aquí, Edward?—pregunta Abel sin poder retener más la curiosidad.

—Pensaba mucho en ti...—admitió con mucho pesar, aunque su sonrisa se inclinaba para abajo, demostrando que mentía en algo.

—¿En qué me mientes, Edward?—preguntó ceñudo el nativo.

—No miento... Solo... Omito ciertas cosas. —contesta mientras se acerca un poco más a su lobo Alfa, hasta el punto de recostar su propio pecho contra el nativo.—En cambio, es usted quién debe explicarme porqué tu eres quién me miente.

El Alfa Abel suspira, y luego un bostezo se le escapa sin poder evitarlo. Aprovecha la cercanía con su impronta y lo abraza mimoso, dejándolo mas pequeño entre sus brazos. Su sumiso y dulce vampiro.

—Me salvo de no ser vivo. No imagino cuánta felicidad te haría que estuviera ruborizado por cada cosa que piensas. —comenta Edward en voz alta, ante esos pensamientos entreverados por la mirada atenta del lobo.

—Lástima de mi, poder ver la sangre acumularse en tus mejillas había sido todo un deleite, más aún en tus nalgas de modelo, cariño mío. —bromea jocoso Abel.

Logrando que aquello cohiba sin remedio al vampiro, que dejó caer su rostro, por consiguiente, la frente fresca sobre el pectoral moreno y cálido. Juntos percibían esa deliciosa sensación de temperaturas medias que hacía elevar el ritmo cardíaco en el Quileute, no al punto de matarlo pero si ocasionar el roce de un pequeño revuelo de adrenalina; ambos sabían que aquella contorsion de temperatura siempre podrían causarse mutuamente y que de alguna manera sería el costo de su propia cordura en algún momento de su vida.

—¿Por qué sería un costo a la cordura?—preguntó con cierta inocencia Edward.

—Por que conozco muchos juegos sexuales para volver loco, serás el último y único en mi mundo por el cual arriesgaría mi sanidad mental al jugar con el frío-calor en medio del sexo. —contesta sincero Abel.

—Eres muy pasional, ¿Verdad?

—En efecto, muy activo y me gusta dominar la situación para poder sembrar una buena cosecha en el campo.—contesta Abel, mientras manda una mirada sugestiva, que hace malpensar al vampiro.

Golpea sutilmente el pectoral de su compañero, para detener sus bromas lascivas, no era que le incomodaban sino que se sentía muy avergonzado.

—T-tu... ¿Sabes... Que yo...?—titubea con los labios fruncidos y tímido susurra con la mirada baja en sumisión— soy virgen, ¿verdad?

Abel coloca sus manos entre cada nalga de su impronta y lo aprieta contra si mismo, empujando al vampiro hacia arriba hasta que sus labios rocen, de una manera muy posesiva, mirándose muy de cerca.

—Si, por eso estoy enloqueciendo por hacerte experimentar una vida sexual exquisita y única. Porque tal vez no hayas sido mi primera vez, pero si serás el único y último, Edward Cullen. —contesta Abel, sin razones para mentir ni ocultar.

—¿Y... No te... Molesta que yo sea inexperto en esto?—pregunta Edward con una mueca de preocupación.

Él sin dudas se sentía muy retrasado, ni siquiera tenía valor para buscar guías o revistas porno de la categoría gay para saber como hacérselo. Le daba asco siquiera ver a otros que no fuera su Alfa. Así que, podría decirse que se sentía con mucha desventaja.

—No... —sonríe con tanta dulzura.

Edward siente por un momento que la alegría y cariño que percibe en esa viveza de ojos color oliva pueden resucitar a su corazón vivo, al punto de cobrar la necesidad en él, de tragar saliva ante la sed extraña que generaba Abel en él.

—¿Por qué?—pregunta sin entender.

—Por que los dos aprenderemos de esta aventura para toda la vida. Tal vez yo sepa como entrar para reclamar tu culo, osea todos los cuidados, pero sólo entre «nos» sabremos y aprenderemos como darnos placer estando juntos. Eso es un vínculo de aprendizaje que ni tu ni yo podríamos haber sabido o concebido antes sin vernos, solo con el tiempo podremos decir que somos suficientes para estar satisfechos. —contesta Abel con tanta sabiduría, que por un momento Edward se siente tan joven ante el lobo.

Y eso que no lo era, Edward en este 2006 había cumplido sus 105 años biológicamente hablando, pero mentalmente y físicamente se había quedado en diecisiete años. Mientras que Abel, prontamente cumpliría 23 años, aún era muy joven siendo una criatura sobrenatural comparado con Edward; pero entre los conocimientos impartidos había una madurez que no sería capaz de superar siquiera, aun cuando compartiera años con su compañero.

—¿Cómo sabré si estoy listo... Para eso?—pregunta Edward curioso, se sentía muy inexperto, tenía miedo a errar, pero tal como lo había dicho Abel. Debían aprenderlo juntos, sólo ese camino había.

—Lo sabrás cuando dejes de temerme.

—Pero no te tengo miedo.
—Claro que si, solo por eso te he dejado que me propongas matrimonio. La otra vez, casi te lastimé por forzarte a hacerlo.—contesta ceñudo Abel.

El primer defecto fuerte de Abel era el ser sincero sin miedo al éxito o error, siempre se expresaba cuando su instinto se lo dictaba tal como ahora. Habían veces que se mordía la lengua, para no decir nada y dañar a los suceptibles con la verdad.

—Oh... Yo...no, no te tengo miedo Abel. Solo que, quiero casarme como corresponde, me da miedo romper las costumbres inculcados por mis difuntos padres. Soy muy anticuado, de otra época, no es fácil...esto, de "aceptar" tener gustos por hombres y no por una mujer, sentir excitación por un hombre y no una mujer, y por sobre todo, ni siquiera sé si podremos casarnos porque nunca he visto un matrimonio gay en toda mi eterna vida. —expone con ojos cristalizados, su pánico y miedo ante su realidad. Esto sin duda estaba siendo mucho para un vampiro que venía de la epoca de los 90's.

Abel siente escocer su corazón ante el pánico, ansiedad y miedo de su joven vampiro, tierno y desprotegido en este mundo extraño para un tradicionalista como él. Era normal, también pasó por eso, y sabía que aún habría mucho camino por el cual recorrer.

—Cariño, se cuán difícil es aceptar lo que tu cuerpo se siente atraído, luché mucho contra eso pero luego me rendí. Una abuela materna de la tribu Maka, me dijo una vez: Dónde seas feliz y te sientas aceptado, es dónde perteneces. El "sentirte aceptado" no va dirigido a un "quiénes" sino que a tu propia naturaleza humana, es más como ese refran: "Acéptate a ti mismo primero, antes de querer amar a un próximo". Te será conflictivo, pero no es imposible adaptarse a la necesidad que el cuerpo pide.—explica Abel mientras lleva sus manos hacia el rostro del cobrizo.

—Espero algún día sentir lo que has experimentado tú, esa... Esa seguridad con la que hablas te... Te hace ver muy sexy y sabio.—admite mientras acaricia dulcemente la piel desnuda de la clavícula del nativo.

Logrando que Abel cierre los ojos y piense hasta diez, cada caricia de su impronta perturbaba su propia abstinencia.

—¿Y qué pasará si no puedo proponerte matrimonio? —pregunta tímidamente.

—No tendrás ninguna oposición. La primera ley de uniones civiles homosexuales se aprobó en el mundo fue en 1989. Una Ley danessa. —contesta divertido ante la ignorancia plena del vampiro con el tema.— ¿Qué es lo que realmente necesitas de mi, para proponermelo, mi pequeño vampiro?

Edward cierra los ojos avergonzado, y resopla sintiéndose pequeño ante la mirada divertida hacia la propia ignorancia que exponía.

—No sé... No sé tus gustos. ¡Ya está, ya lo admití! ¿Contento?—contestó el de ojos dorados con una molestia apenada.

Abel soltó una carcajada que bien le hacía falta desde hace días. Su sumiso vampiro era muy tierno.

«Eres como un delicioso raspado de coco, frío y dulce, mi pequeño vampiro»pensó mientras besa su frente protectoramente.

Edward siente su pecho escocer en sentimientos cálidos, que lo hacen enloquecer en su sed de hambre. Un hambre que no nace en su garganta, sino bajo su esternón. Era extraño, «¿que es eso? Pero da vergüenza preguntar»piensa para sí mismo dejando caer su cabeza de costado sobre la piel del nativo.

—¿Un vampiro puede fallecer de amor?—pregunta tontamente Abel.

—No... Un vampiro ya esta muerto...—contesta con vergüenza Edward.

—Entonces ...¿Qué es lo que sientes?—pregunta curioso Abel.

—Ver-vergüenza de mis dudas.

—Pero eso a cualquiera le pasa, sea cual sea la edad, cariño. —contesta tras otra risa, mientras acaricia dulcemente el cabello cobrizo de su impronta— Contestando a tu pregunta, me gustaría verte en esmoquin, rosas rojas y blancas, una boda pequeña, reservada. Simple y sencilla, es más que suficiente, mi Rey.

Abel no se complicaba al pedir, con esos pequeños detalles el toque romántico era un requisito fundamental del cual pudo percibir Edward, sin mucha dificultad.

—La Boda pequeña no se podrá...—comenta apenado Edward, con una mueca de pena trazarse en sus labios.

—¿Por qué?—preguntó Abel sorprendido.

—Le prometí a Alice que lo organizaría con nosotros, y todos los votos renovados de ella o de mi hermana Rosalie y su pareja han sido grandes... Lo siento, debí haberlo hablado antes contigo...—se culpa Edward.

—Nah, no te arrepientas. Mientras no se arme una batalla campal, todo saldrá bien. —contesta despreocupado Abel.

Aunque su estómago gruñe con hambre, Edward al conectar mirada divertida tras ese sonido vergonzoso, no puede evitar sorprenderse al ver que las ojeras del nativo Quileute habían desaparecido, era como si la magia de estar juntos, simplemente lo hubieran curado.

Sintiéndose un poco menos culpable.

—Vamos, que en el horno te espera un poco de lasaña. Lo he preparado yo.—contesta Edward con orgullo en su voz.

—¡Vaya! Eso si que no se ve todos los días, aquí siempre es pescado la cena. —contesta feliz, levantándose de la cama con su impronta en brazos, logrando hacer reír a Edward por tal azaña.

—Entonces... ¿iremos así?—pregunta Edward con cierta timidez.

—Si, no te soltaré todavía, cariño. —contesta Abel feliz.

Siendo así como los dos van directo a la cocina para comer el delicioso manjar de su impronta. Aunque sabían que Edward no comería ni un poco, o sólo sería una tortura horrenda para él.

- ̗̀⸙ ◌ 

Una semana después, Edward había estado siguiendo un ciclo vicioso de ir a dormir en la mañana, tarde o noche con su compañero, luego en las horas de que el lobo tenía las noches de guardias nocturnas se mantenía organizando la propuesta de matrimonio que ofrecería a Abel(Eibel). Sin embargo, un Martes por la mañana se dirigió con una camisa blanca y pantalón de vestir hacia la cabaña Black, esa mañana todos había formado parte del momento tan emotivo debido a que habían estado ayudando a que el Alfa estuviera tan cansado que no quisiera despertarse temprano aquella mañana, hasta los cachorros nuevos(Quil, Seth, Leah, Collins y Brady).

La aparición de los nómadas había traído consigo las transformaciones a nuevos integrantes a la manada, motivo que justificaba completamente la atareada y antipática forma de dejar a su impronta aquella vez luego del enfrentamiento con los nómadas. Debido a que, el Alfa debía seguir manteniendo en forma tras un regimiento estricto a los cachorros, por más que ya no hubiera peligro en curso.

En fin, incluido los cachorros: Brady, Collins y Seth, habían estado ayudando al vampiro amigo a que pudiera organizar la mejor propuesta de matrimonio, aunque los que no formaron parte fueron: Leah y Embry, debido a que aún no perdonaban la caradurez que el vampiro había hecho tras negar el reclamo de su Alfa la primera vez. Según ellos, notaban a leguas que este chupasangres aún era inmaduro para su Alfa y no deseaban que sufriera si este sería siempre así. Además sabían cuan mal carácter ocasionaba que le guardaran secretos a su Alfa, aunque no fuera grave o con malas intenciones.

     Edward los entendía, y por eso que se había decidido esa mañana proponerle y ponerle fin a la espera a su querido compañero. Así también le servía de confesarle que ya no sabía como solucionar su propio problema en los pantalones y la sed extraña que padecía cual enfermedad terminal.

Sin marcha atrás, pasó por la cabaña Black hasta llegar a la habitación donde el Alfa se encontraba dormido panza abajo, con el cabello alborotado sin trenzas que mantuvieran un orden autentito, dormido sin camisa y solo en un short corto. La imagen del pectoral desnudo y musculado era tan sexy que sin poder evitarlo había despertado nuevamente en él ese maldito calor que punzaba entre sus piernas, aún no entendía como su cuerpo lo hacía parecer como un joven hormonal sin escrúpulos, pero no pudo pasar mas desapercibido cuando el gran Alfa dio una inhalación profunda y soltó un gruñido de satisfacción, olfateando el aroma y por consiguiente, encontrandolo a él. Se había arrodillado rápidamente por fortuna, ocultando su problemilla muy por debajo de la altura de los ojos olivas que iban mirándolo con recelo e intriga.

—¿Irás a una gala sin mi?—pregunta con la voz ronca y adormilada Abel.

—No. Es hoy... Hoy es el día en el que necesito que estes atento a mis palabras, Alfa Abel(Eibel)—contesta con una sonrisa que refleja emoción.

Abel se sienta en la orilla de la cama, bosteza y se rasca un poco los ojos, ahuyentando las lagañas del sueño.

—Soy todo oídos. —murmura atento a como su impronta estaba vestido, y esos zapatos que lo hacían ver aún mas guapo y reluciente. Aunque no tenía chaqueta.

—No llevo chaqueta, porque quiero que me veas completamente vestido en esmoquin cuando mi padre me entregue oficialmente a tus manos. —contesta Edward al recibir sus dudas.— Hoy martes 16 de enero del año 2007. En agosto, te conocí pero en septiembre nos oficializamos como pareja, desde ya cuatro meses que nuestros líos han acabado, los nómadas no existen y hace poco aprendí que mucho tiempo sin mi no te hace muy bien, por eso es que hoy quiero confirmar mis decisiones con una sublime petición de perdón y anhelo.—empezó a decir el cobrizo mientras sacaba de detras de su espalda, un libro de bolsillo. Se lo pasa a sus manos, y el título decía: "Maurice - E.M. Forster"— Te pido mil veces perdón por ser tan ignorante a tu mundo, a tu salud y naturaleza, pero desde hoy en más, ya no descuidaré al amor de mi existencia, Abel... Necesito que abras este listo... Con esta ofrenda, te pido...

El nativo tras aceptar el libro, lo abre con curiosidad, ya que justo en el medio se nota como las páginas dentro exigían que las abriera ya. Y lo hizo, un minuto le tomó para entender y ver lo que había hecho su compañero en el libro; al abrirlo se podía ver dos anillos hundidos entre las páginas, dorados y relucientes que traía una frase alrededor del aro: "hoy, mañana y siempre" tras un corazón como un punto final.

—¿Me haría el honor de CASARSE CONMIGO, Abel Black? Le prometo serle fiel en las buenas y en las malas, acompañarlo hasta el fin del mundo, y forjar un futuro inusual juntos, un futuro donde solo nuestras inseguridad serán los limites pero sé que... Si nos estancamos... Juntos podremos flotar y conseguir nadar hasta la orilla que necesitemos llegar.—setenció con toda la necesidad del mundo, romántico tras ofrecerle una flor roja junto a una sonrisa y ojos que iluminaban el rostro del pálido vampiro.

Abel sintió tantas emociones fuertes, que no pudo evitar sonreír del mismo gozo de amor y belleza romántica que era tener frente a él a su compañero, a su huella e impronta proponiendole matrimonio. Edward Cullen había cumplido con su promesa, y Abel no esperó más para besarlo, aceptando la propuesta con un gruñido de pasión al tomarlo entre sus brazos. El vampiro pasivo y ansioso, lo abrazó sin saber más que decir, solo admiraba el sonido armonioso de los latidos de su compañero.

—¿Eso es un sí?—pregunta Edward tras el beso más fogozo y sediento recibido.
—Acepto ser tu esposo y compañero para todo lo que desees, hoy, mañana y siempre. Muy pronto serás, Edward Black Cullen, mi pequeño vampiro.—sentencia Abel con los ojos cristalizados del deseo, anhelo y amor.— Eres sin duda, el más romántico de entre los dos.

—Tuve ayuda, pero sí, quise hacer lo justo y necesario tal como eres. Ni mas ni menos. —contesta mientras se siente algo incómodo de que Abel note su entrepierna abultada, sin embargo, salta ligeramente entre los muslos de su compañero al notar las manos del nativo entre sus nalgas—¿Q-qué haces Abel? No puedes hacer nada, todos están fuera esperando para festejar la propuesta de matrimonio.

Los ojos color oliva brillaron en diversión, negó simplemente, tras rugir un fuerte y claro:

—Quién quiera escuchar gemidos de placer, les ofrezco el porno que Paul tiene. Pero los que no lo deseen, ¡Dejen espacio, que esta será la última noche en esta cabaña, les aseguro! Mi impronta me necesita y yo necesito saciar sus necesidades—gruñe ligeramente como orden general.

Tras ello se escucha reproches de asco, bufidos y no se demora en escuchar las ruedas de la silla de Billy Black ser guardadas en el auto.

—Estaré con Charlie, cenaremos con los Swan. —comenta Billy en un grito ronco.

—¡Diviértanse!—contesta divertido y despreocupado Abel.

Tras ello, solo deja bajo suyo a su vampiro que suelta un jadeo al escuchar el rugido del pantalon roto y los boxer soltar a su miembro viril que no dejaba de temblar. Avergonzado se cubre su rostro, sin embargo la calida piel de la mano del nativo empieza a refugiar a su pene, tal cual como si estuviera entre agua templada, suelta otro jadeo.

—Abel... N-no se porqué estoy así... Perdona... Yo no soy premiscuo... Yo...—susurra muy avergonzado el cobrizo con los ojos cristalizados y negruzcos por el deseo de la lujuria.

—Shh... Lo sé, lo sé. Hoy no tomaré tu culo virgen... Hoy solo te complaceré, porque lo necesitas y yo también, cariño. —gruñe ligeramente tras soltar un jadeo, al sentir como el pene y cadera del vampiro se mueve tras el movimiento de su mano. Abel no espero mas para empezar a masturbarlo con su mano, deslizando por ese falo palido y viscoso con preseminal, de abajo hacia arriba. —Eres tan sexy...

Edward no sabía que decir, ni como actuar, su instinto parecía solo seguir silenciosamente las caricias que el moreno de ojos oliva hacía para generar placer y hacerlo sentir mas ligero. Era como si estuviera tocando las nubes, movía con necesidad su cadera al tiempo que la mano ruda y aspera de Abel lo amancillaba con tanta sabiduría. La ponzoña y lágrimas se quedaban en los ojos, sin caer pero eran de felicidad y gozo. Un gozo que nunca antes había experimentado y que juraba nunca más evitarlo, era demasiado delicioso, adictivo.

—¡A-Abel!... M-más... —suplica mientras se contorsiona bajo el cuerpo del nativo. Tras empezar a desabotonar la camisa, arrojandolo a otro lado, dejando a la vista su cuello.— T-te necesito...
El susurro de suplica, las acciones y la necesidad que el nativo percibió fueron mas que suficiente para ceder ligeramente a su deseo más natural. Sabía que después de esto, si no cobraba pronto la virginidad de su compañero, los dos se volverían locos pero era ahora o no terminarían ninguno en orgasmo. La sensación de la tensión sexual no iba a disminuirse fácil con un contacto sexual oral, no, debía ser igual de fuerte que la hambruna sexual y eso solo pasaba tras la mordida de reclamado.

Y eso hizo. Besó cada parte del cuerpo desnudo de su compañero, beso y mordisqueó cada tetilla mientras aún acariciaba intensamente el glande del pene, volviendo totalmente histerico de placer al vampiro que cada vez gemía y gemía pidiendo más, goloso de llegar a completar la necesidad de placer que todo su ser gritaba obtener. Por lo que tras una lamida en el cuello del lado izquierdo, donde el corazón bombeaba y debía siempre estar enlazado a otro corazón, fue donde mordió y marcó con todo el amor, necesidad y deseo que pudo sentir.

El vampiro gritó hasta que su garganta rompió en un hilo de voz, ronco y contorsionado terminó por manchar con su semen gélido al nativo quién tambien tras aún estar mordiendo la piel de su impronta, había terminado por manchar en fluidos similares su short. Ambos habían llegado al anhelado climax, pero Abel no dejaría de acariciar a su impronta hasta que sus propios colmillos volvieran a la normalidad, dejando que su propio cuerpo estuviera expuesto a la deliciosa liberación que ambos habían tenido.

Abel Black por primera vez se sintió completo, como lobo ya tenía marcado a su huella, ninguna otra criatura podría llegar a tocar a su impronta, por que el aroma a Alfa ya estaba vagando por aquella hermosa mordida que con los días formarían una huella de lobo y el signo del Alfa entrelezando las iniciales de la pareja. Pronto serían un matrimonio oficial, y tal vez, en unos años Edward podría aceptar engendrar un cachorro suyo.

Pero para ello faltaría mucho, y ahora solo debía esperar a que el orgasmo que había percibido su impronta fuera lo más fuerte y delicioso del mundo, como para que pronto se casarán y Edward suplicara porque poseyera ese culito virginal. Porque si no lo hacían pronto, mucha vergüenza ajena llegaría al cobrizo, hasta él mismo sentía que moriría de pena. Porque si estando en lobo su falo animal despertaba, ¿Se imaginan como sería estar duro todo el tiempo y de mal humor? Puff, un calvario.

Tras esas especulaciones, Edward no había podido entender nada, su mente parecía estar totalmente nublada y su cuerpo por más que fuera imposible, lo sentía mas ligero y liberado, como si su cuerpo supiera que estar cerca de Abel era ese refugio que tanto esperaba tener para descansar en paz.

     No pasó mucho tiempo después, por suerte, en una semana Alice tuvo todo listo para la boda, siendo Alice y Jasper como Madrina y Padrino de honor, por la parte de Edward. Leah y Paul como padrinos de honor por parte de Abel. Carlisle entregaría a Edward y Abel sería entregado por Billy, había sido todo un completo momento inusual donde familias enemigas hacían a un lado sus prejuicios para la felicidad plena de sus hijos en ese momento especial.
Siendo así como, un nativo quileute, un padre que sabía de la existencia de ambos mundos, fue quién dirigía la boda nupcial.

—Queridos familiares y amigos aquí presentes, nos hemos reunido esta noche
para unir a estos hombres en sagrado matrimonio.—empieza a decir el padre y notario Feil.

Empezando así el intercambio de votos.

—¿Abel Black recibe usted a esta hombre para ser su esposo, para vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarlo, honrarlo, consolarlo y cuidarlo, en salud y roturas, guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?—el notario pregunta al Alfa.

—Sí quiero. —responde Abel con firmeza.

—¿Edward Cullen recibe usted a este hombre para ser su esposo, para vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarlo, honrarlo, consolarlo y
cuidarlo, en salud y en enfermedad, guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?—pregunta nuevamente el notario.
—Sí quiero. —contesta Edward con el orgullo y amor reflejado en su seria voz.

—Entonces, repita después de mi:
"Yo Abel Black, te recibo a ti, Edward Cullen para ser mi esposo, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe." —dice el notario, siendo seguido luego por Abel con una voz ronca y notablemente emocionado, repitiendo fiel a las palabras.

Edward a cada instante siente que sus piernas tiemblan por cada sensación de felicidad que engulle su alma, tanto que no dudaría en gritar a todo pulmon su propia felicidad en estos momentos. Ahora le tocaba decir las palabras que tanto espero decir, y proclamar para toda su existencia desde que conoció a Abel.

—Repita después de mí. "Yo Edward Cullen, te recibo a ti Abel Black para ser
mi esposo, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe." —recitó el notario, y seguidamente Edward.

Esme y Rosalie, al igual que Alice y Leah, estaban muy emocionadas con lágrimas en los ojos al ver la seguridad que ambas partes de los chicos que proclamaban su amor. Un amor que ninguna mujer de ambas familias había podido imaginar que hoy día llegarían a casarse.

Pronto llegó la impronta de Quil, la sobrina de Emily Young, impronta de Sam Uley con los anillos de matrimonio. Vestida como si de un ángel se tratara, una niña muy bonita de siete añitos. Abel orgulloso y divertido, agradeció a la niña tomando un anillo.

—Por favor coloque la alianza a la misma vez que repita después de mi la siguiente oración: "Yo te coloco esta alianza como señal y promesa de nuestro amor constante y fidelidad duradera."—comenta el notario, haciendo gesto a Abel.

El nativo rápidamente lo hace, tras tragar saliva y sentir la felicidad envolver su tonto corazón acelerado.

—Yo te coloco esta alianza como señal y promesa de nuestro amor constante y fidelidad duradera, cariño mío—repite Abel, mientras toma la mano correspondiente y desliza la alianza por el dedo anular. Terminando con una dulce caricia con el pulgar, enamorado y perdido por aquel vampiro de guapo esmoquin.

El notario vuelve a repetir una frase, que corresponde ahora a Edward, quien lo dice como si toda su vida hubiera estado esperando ese específico momento.

—Yo te coloco esta alianza, Abel, como señal y promesa de nuestro amor constante y fidelidad duradera. —repide Edward sintiendo la promesa cumplida.

El notario toma con respeto las manos con alianza de la pareja, le muestra un gesto para que ambos se tomen de la mano y declara firmemente:

—En virtud de la autoridad que me conceden las leyes del Estado de Forks, Washington, los declaro esposos en matrimonio oficial. Puede besar al novio. —dice con respeto hacia el Alfa, el notario.

Abel no espera a más, lo besa tal y como había deseado hace bastante tiempo. Frente a todos, proclamando su amor inusual como una realidad firme y bendecida, feliz de que ahora finalmente Edward Cullen había sido proclamado como Edward Black Cullen.

La fiesta se celebró con paz, sin mucho prejuicio, no se había invitado a nadie que fuera a ser problemático. Aunque en ninguna familia hubiera problema alguno, se había hecho eso para evitarlo de igual forma, ninguno deseaba ver la furia del Alfa Abel Black.

Aunque la luna de Miel se llevaría en una isla brasilera, regalo de bodas de los líderes del Clan Cullen. Y Abel se había puesto bastante serio y organizado con este tema, debido a que debía dejar a cargo en Sam la manada mientras no estuviera, y para ello, los cachorros debían obedecer al beta si no el malhumor llegaría a la vuelta de la esquina.

—No deberías preocuparte tanto, Abel. —dijo Edward mientras ambos bailaban su primer baile como matrimonio.

Abel suspira al haberse dado cuenta de que sus pensamientos habían sido muy altos como para perturbar a su esposo.

—Perdón. —responde Abel. Aunque piensa reservadamente como para que su impronta lo entienda:« Es que quiero que todo este en orden, poder disfrutar al máximo nuestra luna de miel, en verdad que deseo y anhelo que tu primera vez sea la mejor de todas.» —Estoy nervioso.

—Ya te he dicho, no tengo miedo. Solo quería nuestro casamiento oficial, ahora estoy plenamente predispuesto para lo que quieras, Alfa. —susurra mientras le roba un suave beso en la comisura de los labios, dando una vuelta divertido al nativo entre los pasos de baile.

Aquello sin duda había puesto perdido al Alfa, la iniciativa juguetona de su compañero lo estaba enloqueciendo. Sin duda, estaba comenzando a amar cada instante de desenvoltura en Edward tras por fin estar casado.

Ahora por fin podía decir que, era suyo hasta en papel. Se pertenecían y la familia justa lo sabía. Era más que suficiente. Tan solo debían esperar una horas, un viaje algo largo y unos meses de vacaciones para disfrutar sus primeras noches como matrimonio con final feliz.

To be continued...

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Notas de Autora:
No soy muy buena en describir relaciones sexuales homosexuales, pero le he intentado lo máximo. Aún soy nueva en este fandom pero ha sido un trabajo humilde, hecho con cariño y deseo, así que... Espero leerlos en otra próxima entrega.

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