Despedida de año
La joven de piel morena estaba perdida en el eco de sus pasos. No reconocía el ritmo de su propio cuerpo. Desconectada como pocas veces, se desplazaba como una sombra, anclada a los adoquines por el peso de sus tacones de plataforma.
En algún momento, cerca de la media noche, había estado bebiendo el dulce de huracanes, servidos en vasos largos, adornados con destellos de colores. La noche prometía risas, recuerdos, momentos capturados entre el sagrado espacio de dos cuerpos que se unen en un abrazo al llegar las doce.
El año nuevo es uno de esos días donde las ofrendas se reciben de donde vengan. Aunque, las mejores son las que se escriben en lágrimas, ya sean de nostalgia o esperanza, y bajan calientes, por las mejillas, con la esperanza de que alguien esté allí para atraparlas, como quien contiene un río.
Esos momentos pertenecen a las gentes que se aman. Al toque de las doce, Brigitte abrazó a su hermano.
Wedo no llora. Nunca. No puede darse ese lujo. Pero su hermano, capturó entre sus dedos fríos el asomo de las lágrimas de La Dama.
—Laissez less bons tempss rouler, Gigi. Otro ciclo comienza.
La muerte abrazó a la vida con su característica energía, a pesar de ser menuda, todavía podía levantarlo del suelo, cuando el adolescente se lo permitía.
—Basta, Gigi, tengo cosssas que hacer —contestó sombrío. Su aliento era dulce, sin duda se había dejado llevar por el exceso.
Brigitte sonrió, si alguien iba a corregir a su hermano, no sería ella.
En los minutos después de las doce, pensó en la Ciudad Creciente y como, para ella, todas las facetas de Nueva Orleans se movían, como atrapadas en una esfera. Pasado, presente y futuro, fluyendo junto al Mississippi.
El aire en los diques llevaba el característico olor a río, una mezcla de sal y tierra que parecía viva, latiendo al ritmo de aquellos que aprecian su rara belleza.
Tres horas en el futuro, espera una tragedia...
El Mississippi todo lo carga y a la vez, por nada se detiene. El año nuevo no es la excepción. El río, distraído, persiguía la luna, encontrando rastros plateados entre los destellos artificiales de la noche.
Tres horas en el futuro, espera una tragedia. Se derramarán lágrimas y sangre, que de alguna manera, llegarán al río. Todo siempre llega y se hace parte de esa cinta líquida de ámbar dorado ante el sol poniente, hasta que el dolor se eleva, desplazándose perezoso hasta decidir si mañana se disolverá recuerdos, o permanecerá arraigado a las heridas, hasta convertirse en un fantasma.
Una, dos, tres de la mañana. La noche que empezó apostándole a la vida, se fue perdiendo, ahogándose entre débiles acordes de músicos callejeros volviendo a casa, hasta que el único sonido que inundó la cabeza de Brigitte del Cementerio fue el estridente de la aceleración.
Vidrio en el suelo. Vidrio y manchas de sangre, siendo absorbidas por los adoquines sedientos de la calle Bourbon, hundiendo el barrio francés en un profundo silencio...
Nunca se sintió tan sola.
—¿Dónde estabas? —preguntó a Wedo, sin estar segura de querer saberlo.
Su hermano tenía las manos cargadas de cuentas de colores, y demasiadas cruces en espera.
—¿Dónde crees, hermana? —contestó la vida—. A preparar la segunda línea. Nueva Orleans no para...
—No se detiene —Brigitte tomó de entre las manos de su hermano un puñado de cuentas cristalinas en púrpura, oro y verde esmeralda—, pero nosotros sí. A nosotros, nadie nos manda. Quédate conmigo, hermanito, hasta que los nombres de los muertos lleguen a los oídos de aquellos que esperan, de un lado y otro de la vida. Quédate conmigo, mientras el llanto de las madres y el reclamo de los hijos se convierte en un hilo con el cual se juntan piezas...
El oráculo de la muerte formó una aguja fina de entre el rocío de la mañana y comenzó a tejer las cuentas que le entregaba la vida. El caer de una piedra de color sobre la otra traía un resonar triste, un ritmo único.
—Abrázame, hermano —continuó sin dejar de prestar atención a su trabajo, sencillo y repetitivo—. Quédate conmigo mientras los gritos siguen oyéndose desgarradores, tan crudos y tan fuertes, como para romper el alma. Quédate, en silencio mientras el mundo se desvanece en una paleta de grises de invierno y las lágrimas caen, aumentando el caudal del río.
Horas, días, con la Vida y la Muerte encerrados en la Cripta, tejiendo una cadena que se hace pesada, con tanta cuenta...
—¿Lo escuchasss, Gigi? —Wedo llamó la atención de su hermana. No estaban seguros de cuánto tiempo había pasado, porque el momento siempre llega a tiempo.
El silencio comenzó a transformarse, de primera intención fue casi imperceptible. Un sonido débil surgió en la distancia: una nota aguda, frágil, pero clara, proveniente de un instrumento de viento metal.
Las sombras del cementerio parecieron escucharla, comenzando a balancearse como respondiendo al ritmo de una mano invisible.
—Vissstete, hermana, del negro y blanco de vida y muerte, cuelga sssus almas de tu cuello y llévalos, agarrados del vuelo de tu falda, trasss del velo. La vida los entrega.
Wedo se quedó, parado en la esquina de la Avenida Washington, recostado del muro del cementerio, con las manos metidas en los bolsillos, los hombros caídos y la mirada triste. La vida había hecho lo suyo, en una ciudad de opuestos, donde la muerte es ganancia.
Brigitte arrancó triunfante.
Las calles se llenaron de energía, de música en ascenso, de vítores jubilosos en un desfile de viento y metal, que empuja el espíritu hacia adelante.
***
La madrugada del 1 de enero del 2025, un ataque terrorista en Nueva Orleans cobró la vida de 14 personas y dejó una cantidad de heridos en la calle Bourbon, en medio de la celebración del nuevo año.
Mucho se dice de la resiliencia de la ciudad. Pero, por Dios, dolió demasiado ver turistas completando sus vacaciones, como si nada, en un lugar donde menos de cuarenta y ocho horas antes se desató una tragedia.
Las autoridades de la ciudad fueron duramente criticadas por auspiciar un "funeral de jazz al apuro". Los funerales de jazz y los second line son tradicionales en la ciudad, pero por lo general se espera a tener los nombres de los muertos, para así, celebrar su vida de manera adecuada.
Tenemos que encontrar la humanidad para entender lo que significa honrar la muerte...
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