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𝓒𝓱𝓲𝓼𝓱𝓲𝔂𝓪

El rumor de que la hermanita de Mira estaba ahora en La Playa corría como pólvora por todos lados, más aún, cuando se le vio caminando de la mano de los Militares cargando una pequeña pistola; todo se hizo más pesado para todos, en el momento en que la vieron disparar a una gran distancia justo en el entrecejo de su objetivo.

Tenía una puntería que te cagas.

Se movía sigilosa entre las multitudes, siempre con su traje de baño rosa pastel y un pareo que le cubría lo suficiente para poder moverse bien, pero atacaba justo en el momento preciso. Pasaba las tardes con los tres principales ejecutivos, y las noches entre las filas de los militares. Incluso se llegó a pensar que tenía un pequeño romance con número dos, pero eso eran solo rumores.

Las malas lenguas, sin embargo, también mencionaban que uno de los ejecutivos de bajo grado estaba muy interesado en ella. Que la seguía a todas partes, que analizaba cada uno de sus movimientos. Por supuesto, solo eran las malas lenguas.

—Emma. —se acercó hacia ella Mira, con los brazos cruzados. —¿Dónde rayos te habías metido? Necesitamos ir a presenciar el discurso.

Tomó su mano, pero Emma se negó a avanzar.

—Estoy muy cansada, te alcanzo en el juego de esta noche. — y a pesar de no estar muy convencida, Mira asintió para dejar la sala de juntas.

—Ya puedes salir, acosador. —la pequeña risita de Emma hizo temblar a aquel ejecutivo que llevaba escondido tras las cortinas desde que la vio pasar por el corredor, hacía ya 2 horas.

Contrario a lo que podrían estar pensando, el interés de Chishiya no iba tanto en un sentido amoroso hacia Emma; Chishiya no era tonto. Había visto ya en diversas ocasiones que lo que Mira, su hermana, y demás, hacían más alejados de los Ejecutivos; lo que se traían entre manos era grande, y él estaba dispuesto a descubrirlo. Pero por supuesto, era mejor ir a por los gusanos carnada que por el verdadero pez gordo.

—Creo que no nos han presentado. —Emma se levantó, poniendo su mano para que Chishiya la estrechara, pero no lo hizo. —Acosador, yo soy Emma, ¿cuál es tu nombre?

—Ugh. — negó, girando los ojos e intentando salir de ahí bien librado. Para Emma esto fue una falta de respeto, por lo que mientras estaba distraído, le sacó el aire para derribarlo y poner su pie en el pecho del peliblanco, logrando que no se pudiera mover.

—Te he preguntado tu nombre solamente, he sido amable a pesar de que has estado espiando lo que hago desde hace tiempo. No tengo tanta paciencia, Chishiya.

—Si ya sabías mi nombre, ¿por qué tanto interés en preguntarlo? —contra atacó.

—La que hace aquí las preguntas soy yo, te he visto días enteros caminando como mi sombra, lo que sea que estés buscando, soy toda oídos.

Chishiya, un poco más recuperado, giró y se colocó justo encima de la chica, tomando con sus manos los brazos de esta por encima de su cabeza, inmovilizándola en el acto.

—Tienes el ego muy crecido para pensar que te he estado siguiendo a ti, cuando a la que miraba es a tu hermana. —al ver el cambio en las facciones de la chica, Chishiya siguió. —¿Desilusionada? ¿Quién rayos te miraría a ti cuando está ella presente?

Apenas soltó ese venenoso comentario, Emma le escupió el rostro, solo para poder darle una patada en la entrepierna y levantarse rápidamente.

—Cerdo. — soltó con enojo antes de alejarse azotando la puerta a su paso.

Aunque no lo pareciera, ese pequeño comentario había hecho mella en ella. Al ser la hermana menor de quien siempre había sido popular, y señalada como la hermana fea del grupo, Emma creció con un montón de inseguridades que ni siquiera el cambio radical de apariencia habían logrado borrar. Se sentía estúpida por sentirse igual de vulnerable que en la escuela, pero le era imposible retener en su cabeza los recuerdos de las burlas que recibió toda la vida hasta su llegada a La Playa.

Incapaz de avanzar más, Emma entró a uno de los baños del Hotel que habían tomado para formar la utopía, y con un solo disparo hacia el techo, logró que este se vaciara en segundos.

Se miró hacia el espejo, se lavó la cara que estaba mezclada con pequeñas lágrimas producto del dolor de los recuerdos.

«Soy bonita, soy bonita, soy bonita. Soy suficiente.» Se repitió con los ojos cerrados, pero cuando los abrió, no le gustó lo que vio en el espejo y le pegó un golpe con el puño cerrado, logrando que su mano comenzara a sangrar.

Dejando que el agua se llevara un poco de la sangre, se recargó en la pared continua a los lavabos y se dejó caer al suelo, tomando con sus brazos ambas piernas flexionadas, llorando en silencio.

—¿Qué mierda te pasó en la mano...un segundo, estás llorando? —esa irritante voz otra vez, ahora torturándola nuevamente.

Emma apenas levantó la vista para confirmar lo que ya sospechaba; Chishiya la había seguido.

—Que te den. —se levantó, caminando rápidamente hacia la salida chocando el hombro con el japonés que la detuvo tomándola del brazo. —¡¿Qué quieres?!

Pero no le respondió, sino que la guio hacia el chorro de agua del lavabo para colocar la mano que sangraba ahí, después la llevó hacia sus ojos y, con las pinzas de las cejas que estaban tiradas a unos pasos de ellos, sacó los restos de los vidrios cuidadosamente.

Emma no decía nada, incluso se giró un poco ruborizada cuando el joven rasgó un pedazo de su camisa para usarlo como un vendaje.

—No te preguntaré que ocurrió....

—Como si fuera a contarte. —estaba herida y a la defensiva, apenas podía aguantar el nudo en la garganta. Quería huir nuevamente, alejarse de esa sensación extraña que comenzaba a percibir al oler su perfume.

—Tienes que aprender a controlar tu ira, o te lastimarás más.

—No me digas que hacer.

—Lo siento, por todo. —Chishiya se rascó la nuca nervioso, y con la otra mano se sostuvo el abdomen, donde sospechaba que comenzaba a formársele un hematoma. —Si te hace sentir mejor, Emma, yo creo que eres muy bonita, incluso más que tu hermana.

Los colores se le subieron al rostro a Emma, él había escuchado. Ahora finalmente estaba ofendida y avergonzada. Le sacó el dedo de en medio y entrecerró los ojos incrédula.

—Vete al infierno, estúpido.

—Llévame. —le retó, con un tono juguetón en la voz.

—Me voy. —giró los ojos y se aproximó a abrir la puerta y salir dando grandes zancadas por el pasillo.

Chishiya sonrió para sus adentros, mañana sería otro día, uno en el que podría seguir sus planes de obtener la información que necesitaba, se giró a cerrar las llaves del agua que seguía corriendo, y se miró en el espejo roto, a pesar del olor a sangre del lugar, había otro aroma ahora instalado en su subconsciente; el perfume de vainilla de Emma.

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